Capitulo 29
—Jason... — Reclamo pero sale como un jadeo.
La punta de su nariz acaricia mi rostro, causándome un delicioso escalofrío. La humedad de su piel y el olor del shampoo se vuelven una mezcla embriagadora.
—¿Qué haces?
Pregunto cuando siento su lengua bajar por mi cuello, un calorcito acumulándose felizmente en cierta parte de mi cuerpo.
Estoy a punto de saltarle encima cuando un desagradable olor fuerte me confunde.
—¿De dónde viene ese olor?
—No sé, tal vez están quemando algo afuera — Dice sin detenerse.
—¿Quemando? ¿Afuera? ¡Mierda! ¡Los macarrones!
Lo aparto de un empujón para ir hasta la estufa, pero la cacerola y la pasta está tan negras que creo que tendré que tirar ambos a la basura.
—¡Mira lo que provocas!
—¿Yo? Fuiste tú la que se distrajo conmigo.
—¡Tu vienes a molestarme cuando hago la cena! ¡Si no ayudas, no estorbes!
—No parecías molesta hace un segundo — Sonríe con arrogancia.
—La cena se quemó, ¿Y ahora?
—Pediré hamburguesas, ¿Quieres una?
—No.
Me ignora para ir a su habitación donde seguramente dejo el móvil, porque regresa con él en la oreja.
—Entonces hamburguesas serán. Mierda, tengo muchas ganas de una doble carne con queso y pepinillos, ¿Segura que no quieres una?
—¡No!
—Bien, entonces papas o ensalada para ti, ¿Te parece?
—La ensalada está bien.
Vuelve a caminar hacia la habitación, así que aprovecho para tratar de quitarle lo quemado al sartén, pero es simplemente imposible.
—¿Tienes más de estos? — levanto el sartén cuando veo su sombra por el rabillo del ojo.
—No lo sé, supongo que sí. ¿Ya abriste los cajones?
—¿Estás jugando?
Me giro para verlo, pero me quedo inmóvil cuando me doy cuenta que solo lleva unos boxers blancos en lugar de la toalla. Mis ojos recorren su cuerpo de arriba a abajo.
—¿A qué juego? — Arquea la ceja por mi reacción.
—¿No estás seguro de tener más sartenes? ¿Los usas?
—No, ya te dije que tengo una ama de llaves que viene a hacer el aseo y la comida.
—¿Comida? ¿Hay comida en el refrigerador?
—Supongo que si.
—¡Idiota! ¿Por qué no lo dijiste antes de quemar los macarrones?
—Me gusta más cuando tú cocinas.
¡Es imposible! ¡Un idiota! ¡Y Dios sabe cuánto tiempo más tendré que vivir con él! Lanzo el sartén a la basura y busco un poco de jugo de manzana.
Apenas unos minutos después, el timbre de su departamento suena y se dirige a abrir así, en boxers.
—¿No piensas vestirte?
—No, estoy en mi casa y puedo andar como quiera.
Abre la puerta y toma la bolsa de papel que la persona le entrega, le hace una seña para que espere y camina hacia la habitación, seguramente por la cartera.
¿Acostumbra abrir la puerta en ropa interior? ¿La persona que trajo las hamburguesas estará acostumbrada?
Una punzada de curiosidad me anima a ir hasta la puerta y ver quién está ahí. Supongo que esperaba ver a una chica babeando el piso y no a un adolescente pecoso y avergonzado.
—Ho... Hola — Balbucea.
—Hola, ¿Cuánto es? — Busco en el bolsillo de mi pantalón algún billete.
—25 dólares.
—¿25? ¿Cuántas hamburguesas trajiste? — El chico se sonroja.
—¿Eres su hermana?
—¿Yo? — Ahora soy yo quien Balbucea.
—Es mi novia, largo — Jason aparece detrás de mí, ni siquiera lo escuché acercarse.
Le entrega el billete y cierra la puerta en la cara del pobre chico. ¿Qué fue eso? ¿Celos?
—¿Tenías que ser tan grosero?
—¿Y tú tan amistosa?
—Fui amable, es diferente. Lo dejaste ahí esperándote sin decir nada.
—¡Fui a traer el jodido dinero! ¿Eso es excusa para que le sonrías al imbécil ese?
—Yo solo... ¡Agh! ¡Eres un idiota!
—Pues si, lo soy. Ahora siéntate a cenar.
—Mandón... Imbécil — susurro todo el camino hasta la silla frente a la barra — ¿No puedo abrir la maldita puerta?
—¡Siéntate!
Rodea la barra para ir hacia la bolsa de papel y comenzar a sacar las cosas. Una cajita de ensalada, una orden de papas fritas y dos hamburguesas enormes escurriendo salsa de tomate.
—Come — empuja la ensalada y las papas hacia mi — Estás son mías.
—¿No te parece que es demasiado?
Muerde la hamburguesa antes de contestarme, pero es tan grande que la cátsup escurre por la comisura de su boca. Si bebé, éste es tu papá.
—¿Qué? — gruñe mientras mastica.
—Que sexy te ves — digo con sarcasmo — Dios, ¿Quién podría resistirse a ti?
—Nadie, ni siquiera tú.
—¡Ja! ¿Yo?
—Por supuesto, ¿Tengo que decirlo? Llevas ahí la prueba de que soy irresistible —Señala mi vientre — Espera a que esa pancita se vea y no podrás seguir negándolo.
—Podría decir que no sé quién es el papá — Intento defenderme.
—No servirá de nada, todos saben que tú y yo tenemos algo.
Abro la boca para contestar, pero me distrae cuando lo veo sacar de la bolsa un envoltorio pequeño. ¿Piensa comer más?
—¿Quieres?
—No, ¿Qué es eso?
—Mini donas de chocolate.
—¿También venden eso en el negocio de hamburguesas?
—No, le doy un extra a Harry por hacerme mandados, de vez en cuando.
—¿Harry? ¿El chico de las hamburguesas?
—Si, ¿Por qué?
—Nada. Deja de comer o te va a hacer daño.
—¿Te vas a terminar las papas?
—Jason, ¡deja de comer!
—Solo una, qué exagerada.
Y como no quiero seguir discutiendo, me levanto de la silla para recoger los empaques vacíos y luego ir a tomar una ducha. Puedo ver a Jason comiéndose mis papás antes de entrar a la habitación.
Salgo del baño con la pijama puesta, me seco un poco el cabello antes de recogerlo en un moño alto y voy de nuevo a mi habitación. Solo que no está sola, ahí un chico de ojos grises y bóxer blancos.
—¿Ahora que quieres?
—Julie, no me siento bien.
Se encorva para presionar su estómago y quiero gritarle Te lo dije, idiota.
Me siento en la cama para verlo, pero no hay mucho que yo pueda hacer salvo traer alguna pastilla efervescente, aunque dudo mucho que tenga.
—Iré a la farmacia a traerte algo para la indigestión.
—No, espera — Estira su mano para tomar la mia — Quédate conmigo, no te vayas.
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