Capitulo 14
Estábamos cenando, ¡Cenando! ¿Cómo fue que terminamos en la cama? ¡Otra vez! Mierda.
—Julie, tenemos un problema.
Sacudo la cabeza para alejar los pecaminosos pensamientos antes de mirar a Gini. Genial. Mi primer día como gerente inicia con problemas.
—¿Qué ocurre?
—Es el hombre de la otra vez, el que siempre pregunta por ti.
—No... ¿Segura que es él?
—Si, quiere hablar contigo.
—Mierda.
Mientras hablo con Gini, veo a Jason entrar por la puerta de servicio, agitando las llaves de su auto. Lleva lentes oscuros, su chaqueta de cuero y va directo hasta el salón.
—¡No! –le grito, pero no escucha.
Corro detrás de Jason, con Gini siguiéndome y me detengo. Apenas mi vecino ve a Mark, aprieta sus manos en puños para dirigirse hacia él.
—¡Detenlo! –le pido a mi amiga.
Ella va hacia Jason y lo detiene apoyando sus manos en su pecho. Yo tengo que adelantarme para hablar con mi muy estúpido ex esposo.
—Buenos días –les gruño a los tres idiotas y al desconocido con ellos.
—Buenos días, Jules –sonríe el imbécil.
—Señora Walter –saluda Taylor.
—Ex señora Walter –corrijo, luego me vuelvo hacia el otro–. Leonardo.
—Señora... –balbucea–. Ex señora Walter.
—Tate, mi apellido es Tate, Baker.
Mark señala al otro hombre que los acompaña, al único que no conozco.
—Jules, te presento a Wayne Dixon.
—Si, como sea, ¿Qué quieres?
—Qué agresiva, cariño. Escucha, necesitamos un lugar aquí en el restaurante que puedan rentarnos para usar como sala de juntas.
—No tenemos.
—Ni siquiera te he dicho por cuánto tiempo, o lo bien que voy a pagarles por hacerlo.
—No nos interesa.
—¿De verdad? ¿Puedo hablar con el dueño? –insiste Mark.
—Soy la gerente, habla conmigo.
—No, cariño. Tú eres muy grosera y quiero hablar con el dueño.
—¡Lárgate Mark! ¡De aquí! ¡De Seattle! ¡Arrástrate de vuelta a Georgia!
—No –sonríe haciéndome enojar más– Dueño. Ahora.
—Imbécil.
Giro sobre mis talones para ir de vuelta a la cocina. Jason está sentado en el banquillo del piano, pero no pierde de vista a Mark y sus acompañantes.
—¿Quién es? –pregunta Gini cuando corre a mi lado.
—Un imbécil... Que además es mi exesposo.
—Oh...
—¿Tenemos alguna sala o algo que se use para reuniones?
—Si, ocasionalmente la terraza de la derecha está libre para eventos.
—Mierda. Gracias Gini, ¿Podrías por favor llamar a Nina?
—Claro.
La veo alejarse mientras permanezco junto a las puertas de la cocina. Mark no deja de sonreír hacia mí, con Taylor y Baker mirándome.
—¿Julie? ¿Qué ocurre?
—Nina. Quiero que conozcas a algunas personas que insisten en hablar contigo. ¿Vienes?
—Está bien –dice mirándome con los ojos entrecerrados.
Camino delante de ella hasta la mesa de Mark y los otros idiotas, que se quedan callados cuando nos ven. Entonces procedo a hacer las presentaciones.
—Ella es Nina Danvers, la dueña del restaurante. Nina, él es el hombre que golpeó a Jason –señalo a Mark–. y al parecer trajo refuerzos.
Mark palidece inmediatamente, Taylor frunce el ceño y Baker abre mucho los ojos por la sorpresa. Pero es la expresión de Nina la que me sorprende. Esta furiosa.
—¡Largo! ¡Fuera de mi restaurante! ¡Malditos abusivos! ¿Quieren golpear a mi hermano? Pedazos de mi...
—¡Váyanse! ¡Ahora! –le ayudo.
—¡Gini! ¡Llama a la policía! –grita de nuevo Nina.
La camarera asiente rápidamente y sale corriendo hasta la cocina, pero mi ex esposo y compañía ya están poniéndose de pie.
—¡No! ¡No! ¡Es un error! ¡Por favor señorita! –balbucea Mark.
—¿Un error? ¡¿Golpeaste o no a mí hermanito?!
—Bueno, si, ¡pero no es como ella dice!
Mark me señala y gira para ver a sus socios, que ya están en la acera subiéndose a un auto. Cobardes.
—¡Si lo golpeaste! ¡Largo! ¡No los quiero volver a ver por aquí!
Mark sale del restaurante como perro, con la cola entre las patas, y tengo que contenerme para no soltar una carcajada junto a mi jefa.
—¡Malditos idiotas! ¡No quiero volver a verlos!
—Ni yo, me encargaré de llamar a la policía si vuelven.
—Bien, mierda... Ya estoy de mal humor –camina de vuelta a la cocina–. ¡Alguien deme un trago!
—Todos vuelvan a sus asuntos –digo, pero no puedo esconder la sonrisa.
—¡Qué buen plan! –gruñe Jason acercándose–. Deja que mi hermana pelee mis batallas.
—Bueno, técnicamente no era tu batalla porque no preguntaron por ti, ni es tu restaurante.
Digo y paso a su lado para volver a mis tareas. Pero por supuesto, él viene refunfuñando detrás de mí.
—¡Pero Markie es mi problema!
—Escucha, chico suicida –me giro para señalarlo–. Una cosa es pelearte solo con Mark y otra cosa es pelear con Mark y sus amigos.
—No les tengo miedo.
—No ahora, pero espera a que te encuentren solo en algún callejón o en la entrada de nuestro edificio.
—¿Por qué? ¿Son asesinos a sueldo? –se burla.
—¡Son guardaespaldas todos! ¡Se dedican a golpear personas!
Jason frunce los labios en un puchero adorable.
—Aww, ¿estás preocupada por mí, tomatito?
—No –lo empujo para seguir caminando–. Pero si mi ex esposo te rompe el cuello me voy a sentir un poquito culpable.
Él sonríe, luego utiliza una molesta voz cantarina para burlarse.
—Estás preocupada por mí –canturrea.
—No.
—Estás enamorada de mi –canturrea de nuevo–. Crees que soy lindo...
—¡No!
—Estás sonrojada porque es cierto... –sigue diciendo con un tonito cantado.
—¡No! ¡Dios! ¿Eres un niño?
—No lo soy y tú lo sabes... –su dedo índice gira burlón frente a mi cara.
—¡Idiota!
—¡Tomatito!
—¡Agh! ¡Te odio!
—No es cierto –me grita, pero no me detengo en mi camino a la cocina.
Me recargo frente al lavabo, pero todos los chicos de la cocina me miran y ríen. En automático pongo las manos sobre el rostro y si... Sonrojada.
Al final de mi turno, tomo mis cosas y salgo sin detenerme demasiado en la despedida. Subo a mi camioneta y antes de llegar a mi departamento me detengo por una botella de vino.
Apenas entro al edificio, la destapo para tomar un trago grande que casi escupo cuando la puerta del ascensor se abre. El jodido pasillo hacia mi departamento está cubierto con arreglos florales.
—Ay no... ¡No está mierda de nuevo!
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