9. Revancha
🌊MARC🌊
Eliminé mi fondo de pantalla con la cara de Evan y parte de la cara y el cabello de Daniel, al igual que las mil fotos que casi me joden toda la memoria del celular de ellos dos y de cualquier estupidez. Mi parte favorita de todo, fue que Hanna nos evitaba como a la peste.
Pero no evitaba que al menor despiste Evan y Daniel volvieran a jugar con mi galería, así que la cosa iba a medias por ese lado. Por otro lado, mis hermanos y yo seguimos intentando reducir gastos. Ambos habían conseguido trabajos, no muy bien pagados, pero que les permitían ayudar un poco. Fue una pelea grande la de Vivianne con mi mamá al respecto.
Mi mamá se negaba a que Vivianne trabajara teniendo que estudiar. Mi hermana argumentó que ella podía mantener el trabajo sin interferir con sus calificaciones. Lucas y yo nos dividimos, él estaba de acuerdo con mi mamá, pero yo estaba del lado de Vivianne. Luego mis primos, Amanda y Stefan, también se pusieron de nuestro lado.
Mi mamá finalmente cedió, y menos mal porque sin el extra de mi hermana no nos alcanzaba para comprarle el tratamiento, pero al menos su presión estaba cediendo también, y eso era un respiro.
–Notición– dijo Evan clavando la mano en la mesa al llegar durante el receso. Los cuatro lo miramos confundidos–. Tenemos la cuenta de Hanna.
Josué se atragantó con su jugo, Daniel le dió unas palmadas en la espalda y Carlos y yo nos miramos. Zara llegó poco después por el camino en el que había llegado Evan.
–¡Mire, gran sapo deje de hablar tanta necedad!– Le exclamó con Daliah y Tiffany tras ella. Nos miró un instante y crucificó a Evan con los brazos cruzados–. ¿Qué dijiste?
–La verdad, la verdad.
–Usted no va a hacer ninguna estupidez– al bobo ni le entró por un oído, salió disparado a agarrar a Daniel y a jalonearlolo para que lo siguiéramos–. Evan. ¡Evan! Pendejo este, me tiene corriendo pa’ tos lados. ¡Evan!
Sin avisar y sin permiso, Evan entró a la sala de informática seguido por todos nosotros. Era un espacio rectangular con mil computadores en cada esquina y tres hileras de mesas blancas con estos en la mitad y una más grande al frente con un tablero al fondo.
–Si el profesor se entera– nos decía Zara cuando Evan sentó en uno cercano a la pared–, me mata. ¿Me entendieron? Me mata.
Otras seis personas estaban ahí, todas estudiantes de grados menores. Una chica se acercó a Zara para preguntarle algo.
–Pero, ¿qué fue?– Se preguntó Josué.
–Ven a ver– le dijo Evan entrando a una pestaña.
–Evan, no tienes ningún derecho a venir a abrir esas sesiones aquí, por favor– le dijo Daliah.
–Oye– se ofendió.
Pero el perfil de la pantalla no era el de él. Era el de Hanna.
–Gran infeliz– le dijo Daniel–, eres un chismoso.
–Ahorita te cuento– le prometió Zara a la chica–, deja que lo arregle– se acercó a Evan–. Ey, tú no vas a hacer nada con eso, imbécil. Me cierras eso y me dejas hacer lo que vine a hacer.
–¿Y por qué a ellas sí las dejas quedarse y a mí no?– Señaló a Daliah y Tiffany.
–Porque no somos chismosas de cuentas ajenas– le respondió la primera.
–Si la información lo busca a uno– llegó una notificación antes de que terminara la oración.
Me ganó la curiosidad.
Corrijo: nos ganó la curiosidad. Incluso Tiffany se acercó a leer.
︵‿︵‿︵🌊 DESCONOCIDO 🌊︵‿︵‿︵
Pásame la plata que te pedí
por los exámenes.
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–Sube– le ordenó Zara a Evan en un susurro con el ceño fruncido.
–¿No que no?
–Sube, por favor.
Ay, carajo. Esa maldita le había comprado los exámenes a un desconocido.
–¿Estás escribiéndole?– Exclamó Tiffany al ver que aparecían tres puntos en la pantalla.
Evan alzó las manos.
–Yo no he movido nada.
–Está en línea ahora– murmuró Daliah.
–Uff, carajo.
︵‿︵‿︵🌊 DESCONOCIDO 🌊︵‿︵‿︵
Aún no la he terminado
de recolectar.
Pues apúrate
Ya sabes que eso no es gratis
Cerraste todo?
No quedó prueba en el computador del viejo
︵‿︵‿︵🌊︵‿︵‿︵
–Mierda– Josué se llevó una mano a la boca de la sorpresa.
–Y yo que perdí esa mierda a lo juicioso– comentó Evan.
︵‿︵‿︵🌊 DESCONOCIDO 🌊︵‿︵‿︵
Qué me tienes para la próxima?
El de sociales no es bobo
Le escribió al de las ciencias
que tiene las preguntas anotadas
y que las escribirá y presentara
ahí mismo
En eso sí no te puedo ayudar
Y así quieres la plata?
Fresca
Yo te paso lo que sea, pero
págame
O no hay quién te ayude
con esa vuelta
Ya le cobraste a tus amiguitos?
En esas ando
Para el 24 te envio todo
Ve que estoy atento
Cómo quedó lo que te encargue?
︵‿︵‿︵🌊︵‿︵‿︵
–Hija de…– Josué no terminó de decirlo cuando abrió los ojos de par en par y nos miró–. Con eso nos deshacemos de ella.
–Están locos– Tiffany murmuró viendo cómo nos mirábamos–. Esa loca nos va a velar si ve eso.
–Carajo, mano– miré a Carlos–, cámbiate de celular y hasta de cuenta. Después de eso no puedes de eso…
–No, ya se las habrían cantado a este bobo– habló Daniel–. Lo que sí es que con esto ya la cortamos.
–¿Y qué quiere?– Le preguntó Zara–. ¿Amenazarla? ¿Decirle que sabemos? ¿No cree que nos puede voltear la moneda también?
–No, pero eso puede arrastrar a más de uno también– comentó Daliah–. O sea, ella vendió el exámen. De verdad lo vendió.
–Eso contaría también como violación a la privacidad– le recordé–, tienen el computador del profe vigilado.
–¿Entonces?– Preguntó Carlos.
–Entonces…– Evan empezó a mover las teclas y a abrir otras pestañas.
–Entonces estás salvado– dijo Daniel y vió a Evan sacar captura y enviar las imágenes–. No más Hanna para tí.
–Ya vengo– dijo Zara alejándose de nosotros.
–No creo que sea tan sencillo– le respondió Carlos a Daniel.
–¿A dónde vas?– Josué miró a Zara desconfiado.
Ella le indicó con una mirada que no éramos los únicos en esa sala. Yo asentí y volví a mirar a la pantalla.
–En algún punto esto del club de prensa nos tendría que servir, Zarita– comentó Evan.
–¿Qué hará con eso?– Le preguntó Daliah.
–Por ahora, solo guardarlas. Ya después… no sé.
–¿Y la cuenta?
Todos nos miramos, dudosos. Carlos fue quien habló.
–Creo que eso sí será mejor cerrarlo.
–¿Y si lo necesitamos?
–Dudo que lo necesitemos– dijo Daliah–, pero si lo dejamos aquí es fácil decir que fue casualidad y que alguien más lo encuentre.
–¿Y si quien lo puede encontrar es íntimo de Hanna?– Preguntó Josué–. Imagína que hubiera sido Michelle, ella sí le alcahuetea todo.
–O podemos enviárselos a un profesor o a alguien– propuso Daniel–. No me miren así. Está mal y, técnicamente, callar nos haría cómplices de un delito. Eso y que si todos nos jodimos el exámen mínimo que esos sapos paguen por andarse con atajos.
–Y cierro sesión– murmuró Evan cerrando la suya después de enviarse las capturas–. ¿Qué hago con la de la bruja?
Daliah suspiró. Ni ella ni Tiffany se veían seguras de nada. Otra notificación llegó.
Evan no dudó en abrirla.
–Bruja infeliz– soltó Carlos–. ¡Zara!
–¿Señor?– Le respondió a unos metros. Le hizo un gesto a los pelaos con los que estaba y se acercó–. ¿Qué?– Miró la pantalla y quedó pálida.
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*Imagen*
Es esta pelaita, verdad?
Sip
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Todas las notas de Zara habían desaparecido o tenía menos de 3.0 no solo en biología, en todas las materias.
–¿Cómo mierda se puede meter a eso?– Exclamó Evan.
–El profe de biología también es coordinador de ciclo cuatro…– nos recordó Tiffany–. Tiene acceso a todo desde noveno hasta aquí.
Zara estaba tiesa. Apenas parecía respirar, no miraba a nadie, ni siquiera la pantalla.
–Zara– intentó hablarle Carlos en voz baja.
–Envía eso– le ordenó Daliah a Evan.
–¿Qué?
–Envía eso a todo el mundo, a los coordinadores, los profesores, rectora, todos.
–P-pero…
–No, pero nada. Envíalo.– Él se quedó quieto–. Si no envía usted eso, lo envío yo, Evan. Envíalo.
–Mínimo la suspenden– murmuró Daniel.
–¿Mínimo?– Lo miró con el coraje a flor de piel–. Mínimo la agarro en la esquina, Daniel. ¡Evan, yo lo hago!
Se levantó de la silla para darle a ella el espacio. Dudaba que lo hiciera, no había dicho nada de ella ni para defenderse a sí misma hace meses cuando nos conocimos. ¿Por qué ahora sí?
Daliah puso de pie de golpe.
–¿Qué vas a hacer?– Le preguntó Tiffany.
Supongo que en el momento que se levantó, no dudaba en ir a buscar a Hanna o a cualquiera para armar un escándalo, pero lo pensó rápido antes de hacerlo.
–No, no lo voy a enviar– volvió a sentarse para eliminarlo todo.
¿Ya? ¿Eso era todo? ¿Y la valentía? ¿Y el impulso?
Me quedé decepcionado. No pensé que sería tan cobarde.
Miró sus dedos, como haciendo cálculos.
–Miércoles– la escuché susurrar y se dirigió a Zara–. ¿Aún te toca la presentación del día del idioma?
Ella, aún tiesa, la miró con seriedad, pero asintió.
–Bien– Daliah también asintió–. Bien.
Sacó su teléfono. Volvió a repetir ese «bien» que me hizo querer callarle la boca de una puta vez. Pero en vez de eso dijo con toda la calma del mundo:
–Nadie va a compartir esas capturas con nadie.
–¿Y por qué no?– Me crucé de brazos.
–Porque lo digo yo, y yo me encargaré– miró a Zara un instante–. Ustedes no deben entrar a la sala a estás horas.
–Ni tú– le recordó Carlos incrédulo.
–El profe Ramiro siempre sabe que yo estoy aquí con Zara y Tiff. Hablamos después– nos mostró su pantalla–, me escriben al grupo. Evan, por favor envía las capturas.
Y así como así, nos sacó de la sala. ¿Qué mierda le pasaba? ¿Es que no le importaba su amiga o qué? Podía perder su beca, sus estudios, nada más por la jugadita de mierda de Hanna.
Desgraciada mal amiga, y a mí que me había caído bien durante el encierro. No solo eso, Zara fue quien convenció a Tiffany de hacerle el exámen a ella. De hacérmelo a mí sin ser su amigo siquiera.
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Definitivamente la juzgue mal.
Recordé cuando mencionó «miércoles» en la sala, había hecho los cálculos para ese día. A ella le encantaba meterse en mil actividades, entre ellas ser staff en las actividades del colegio.
Y el miércoles, era 23 de abril, día del idioma y día en el que era inevitable que los maestros no hicieran alguna actividad cívica. A mitad de la presentación del discurso de la rectora en el salón múltiple, lleno con más de quinientos estudiantes desde séptimo a doceavo grado, las diapositivas fallaron.
Daliah estaba a unos metros de la rectora, quien no entendía. Y como staff era común que debiera acercarse.
En vez de texto e imágenes respecto a la literatura, la lengua y otras cosas, aparecieron las conversaciones de Hanna con el hacker. Mejor aún: conversaciones previas a las que vimos en la sala de informática.
–¿Qué es esto?– Se preguntó la rectora al ver la proyección.
–No– Daliah fingió desconcierto–, no lo sé.
Buscamos a Hanna con la mirada en la multitud. Estaba pálida. Transparente. Se puso casi que de todos los colores.
Y claro, una captura de la transferencia de nequi a la cuenta del hacker. Y cerca de donde le pide al hombre que modifique las calificaciones.
Más que eso, revelaba datos de la computadora, del sistema estudiantil, de la venta de los exámenes. Se me hizo sentido, no había muchas perdidas de biología en su salón.
–¡Quiten esto!– Pidió la rectora al ver los murmullos crecer.
Daliah y otras personas del staff se acercaron y, junto con profesores, intentaron calmar el alboroto. Pero yo podría jurar que la ví guiñarle el ojo a uno de los grupos de adelante, los más jóvenes.
Daliah se acercó a un niño rubio-castaño, por los grados presentes seguro que de séptimo, chocó las palmas con ella y miraron alrededor. Me bastó verle los ojos de un tono caramelo y compararlo con los ambarinos de ella para saber qué eran hermanos. Luego más detalles se hicieron evidentes, la sonrisa similar, labios un poco carnosos, la nariz recta y ambos con dos hoyuelos en las mejillas.
–Tenía que ser– suspiró Josué viendo el gesto de Daliah con su hermano–. Ese niño lo planeó todo.
–Es un niño, por favor– puse los ojos en blanco.
–Daliah no hizo esto sola– insistió–. Usted no lo conoce, pero ese niño nada más con un comentario nos destruye a tí y a mí.
Miré a Daliah, chocó sus palmas con otro niño, uno negro de pelo rizado y nariz chata, luego con una niña con una trenza rubia, un niño un poco más gordito, y por último un pelirrojo, el más bajo de todos.
Zara se les acercó con Tiffany tras ella, sin dudarlo, abrazó al hermano de Daliah. Él apenas intentó rehusarse antes de aceptarlo y abrazarla como a una hermana.
–Parece el capo de esos cuatro.
–Yo siempre he creído que Dylan sería mafioso en otra vida– murmuró Daniel y miró a nuestro alrededor–. Esto se ha convertido en los Juegos del Hambre.
–Y más entretenido– dije.
Miré a mi alrededor con una sonrisa. Esa sí era una buena y justa venganza.
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Valieron la pena los mil discursos de respeto e indignación. Cada uno de ellos.
El jueves se cancelaron las clases, y el viernes enviaron un correo para una reunión para el lunes. Ese mismo día, invitamos a Daliah a un Starbucks y brindamos con nuestras bebidas por la confirmación de una noticia que ya sospechábamos: la expulsión de Hanna.
–Daliah– le decía Evan–, por mi madre, jamás, pero jamás, jamás, en la vida, me meto con esta loca– señaló a Zara–. Jamás.
–Y con ella tampoco– Daliah señaló a Tiffany.
–Ni con quién tú quieras, Daliah– la miró, todavía sin creérselo–. Me da miedo ahora.
–Evan, usted es mi amigo.
–Por mi vida, así me conviene.
–De verdad– sonrió–. El límite con Hanna debí ponerlo mucho antes– me miró un instante–, pero lo que le permití conmigo no se lo iba a permitir con mi amiga.
–Muy noble de tu parte– comenté.
–El rencor es malo, Marc– sonrió Tiffany.
–Mata el alma y la envenena– le siguió Zara.
–Ya, perdón– Daliah se dirigió a mí–. No debí meterte en problemas, mucho menos meter las manos al fuego por Hanna. Pero como no puedo deshacerlo, te puedo prometer que ahora tú también haces parte del grupo que defenderé a capa y espada.
–Y diapositivas– añadió Daniel.
Daliah le sonrió encantada.
–Eso fue idea de Dylan– admitió.
–¡Lo sabía!– Exclamó Josué.
–Pero la policía lo lideró Dante.
–¿Dante?– Se preguntaron Zara y Tiffany.
–Lo hizo más que nada porque le conté de la vuelta del carro y cuando nos metió en el laboratorio.
–Bueno, borrón y cuenta nueva– dijo Carlos–. Será un alivio verla menos.
–Todavía sabe dónde vives– le recordó Josué.
–Pasito a pasito.
Tomé un sorbo de tinto, sopesando sus palabras.
Pasito a pasito.
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