Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✨6.5 Antes del Inicio: Zara✨

Al menos ese día, tenía una excusa para no llegar a casa.

Mi mamá y yo habíamos discutido, razón por la que no había llevado traje de baño. Primero, porque lo destruyó y, segundo, porque tenía las costillas moradas después de que cogiera un adorno de madera y me pegara con él. Al menos, el hombre que la acompañaba no intervinó. A diferencia de la mayoría, no se autoimpuso un rol que no le correspondía.

Una parte de mí, me llamaba estúpida por siempre volver, aún teniendo un lugar seguro con Monique, pero me sentía incapaz de abandonar a mi mamá. Ella me odiaba, pero jamás fui capaz de corresponderle el sentimiento, y si no fuera por mí la casa se habría envuelto en la porquería absoluta o el casero la habría corrido hace meses. Hace años.

Era el único lugar que había conseguido pagar con un sueldo bajo después de ahorrar durante cinco años y conseguir empleos breves y sencillos para no tener que quedarnos de forma ilegal en apartamentos en renta a escondidas, en su mayoría entré diciendo que era mayor de edad. Monique me ayudaba con el trabajo en la repostería, y sabía que me pagaba más de lo que le pagaba a cualquier otra, pero tampoco quería lástima y aún así buscaba empleos extra en cada vacaciones.

Miré a mi alrededor, siempre supe que quería llegar alto. Y todos a mi alrededor no tenían necesidad de trabajar, no a nuestra edad, pero a pesar del espacio que he manipulado para que se abriera ante mí, no podía evitar sentirme como una intrusa y que algunos prejuicios y dudas rondarán por mi cabeza cada que veía algo que sabía que estaba lejano a mis posibilidades.

–¿No van a meterse?– Les pregunté a Tiffany y Daliah.

Tiffany estaba relajada, con un traje de baño azul rey y sencillo. Su piel era un poco pálida, y creo que el tono del traje la hacía ver incluso más clara.

Daliah me había hecho el favor de recogerme cerca de la estación de bus, al principio dijo que podía bajar hasta mi casa, pero siempre intentaba evitar que se acercara lo más posible, esperando en esquinas cercanas o a unas cuadras. Ella sabía por qué lo hacía, pero había dejado claro desde hacía años que le contaría cuando yo quisiera.

–No, saldría temblando– dijo Daliah.

Traía unos shorts blanco y un camisón color beige bonito de hombros afuera, el cabello recogido de forma relajada y floja y se acostaba cerca mío cerca del la laguna, dónde algunos se atrevían a lanzarse. Yo sabía, por los tirantes que dejaba ver el camisón, que llevaba el bikini abajo, tal vez con la esperanza de sentir el suficiente valor para quitárselo.

A diferencia de mí, Daliah tiene curvas notables, aún siendo la más joven por poco, se desarrolló rápido, pero no era algo que la hiciera sentir cómoda. Siempre que quería intentar algo nuevo, solía acobardarse al recordar que implicaría que se le vieran los senos o el vientre, algo que enseguida rechazaba. A mí, en cambio, me abría encantado tener un poco más de busto o caderas.

–Pues si ninguna se va a meter yo tampoco– dijo Tiffany.

Bien, el agua fría sería nuestra excusa entonces. Aunque Tiffany ya tenía la parte superior del bikini azul, más oscuro que el de sus ojos, afuera.

Miré al cielo, divagando en mi mente sobre todo y nada. Siempre eran dos opciones: frío sin sol o fresco con un sol que te quemaba cualquier pecado. A veces, calor, pero venía de acuerdo a la temporada.

Daliah cogió un termo de una de las mochilas que se había tejido a si misma con patrones azul grisáceo, agua marina y verde bosque. No podía faltar, siempre llevaba café a dónde sea.

–Creo que voy con Sheily un momento– dijo Tiffany–, a ver si ella se anima.

Yo me animaba, siempre. Quería nadar, aunque no supiera y jugar con el resto. Pero la zona superior de mis costillas derechas hormigueo con ese pensamiento.

–¿Me lo cuidan?– Tiffany nos dejó sus cosas.

–Claro– contestó Daliah mientras le daba un sorbo al café–. ¿Será que harán el asado?– Preguntó.

–No creo que estén sobrios para esa hora.

Un chapoteo llamó nuestra atención, los chicos hacían su desorden como de costumbre. Habían tirado a Marcos hasta el agua, pero logró arrastrar a Evan y Juan consigo. Hubo un momento de risas momentáneas, aunque no las sentía tan espontáneas de parte de él.

Me había logrado identificar un poco con él, ambos becados, con amigos extrovertidos —Carlos y Daliah— que evitaban que termináramos a la deriva y al mismo tiempo solos. Él no podía evitarlo, tenía la mirada triste y perdida a veces.

Salieron del agua con sed de venganza. Lo habían tirado con todo y ropa, así que no dudó en quitarse la camisa antes de seguir a los culpables. Miré a Daliah, cuyos ojos no eran disimulados y podían escapar hacia el abdomen de él en cualquier momento.

–¿Tanto que gusta el café?– Le pregunté, tomando en cuenta la tez oscura de Marc y la obsesión de mi amiga por la bebida.

Parpadeó un instante y me miró.

–No, además, prefiero el café frío– ahora usábamos el sentido figurado–. Me hace mal el caliente.

Sabía que se refería a la diferencia climática entre nuestra región y la suya.

–¿Aunque sea café costeño?

Me fulminó con la mirada. Misma mirada que antes se lo comía vivo, supuse que tampoco había ayudado que no tuvieran el mejor de los inicios.

–El orgullo no hace bien– le recordé.

–No seas hipócrita, eres más orgullosa que yo– sonrió–. Aparte, admito que si fuera por físico me tiraría. Pero no hemos conseguido hablar de verdad, bien, después de eso– volvió a mirar su café– y si este va a ser mi último año en ese maldito colegio prefiero vivirlo en paz.– Dicho eso, tomó un sorbo.

–Y con tu hermano por ahí– murmuré, ella sabía que no tenía pelos en la lengua.

–Dante es lo de menos.

–Ajá.

Otro imbécil que me hacía benevolente a Hanna. Imaginé que harían la pareja perfecta: una bruta alimaña y un salvaje violento, ambos a falta de un buen raid y santo remedio.

Hablando de la reina de Roma… ¿Dónde estaba?

Miré a mi alrededor, todo lucía hermoso y pacífico. Casi que el cielo, de no ser porque sabía que no muchos de mis compañeros no se acercarían ni al limbo para llegar a él.

La logré ver cerca de Carlos, solo la identifiqué por el cuerpo delgado y los rizos diminutos que le llegaban hasta el cuello. No me habría importado, pero cuando se retiraron en una dirección alejada de la multitud y ví a otros chicos seguirlos como si fueran delincuentes… Imaginé lo peor.

–Mira– me dirigí a Daliah–, tú sabes que no es ningún santo de mi devoción, pero eso no significa nada– me levanté–. Voy a ver si encuentro algo, creo que ví un pájaro azul bonito, si lo veo te mando una foto.

Una mentira estúpida, pero sabía que Daliah siempre encontraría a alguien más con quién pasar el tiempo. Era fácil de querer, a veces no entendía cómo podía ser su amiga por encima de otras chicas más extrovertidas y de su misma clase social. Pero era eso lo que la hacía tan agradable al resto, que veía más allá de lo malo y quería encontrar lo bueno en todos, aunque no siempre le resultara a su favor.

Escuché unos gritos más adentro de la zona boscosa. Mierda, ¿Debía llevar una piedra o correr?

Escuché la risa de Carlos poco después, seguida de los demás chicos.

–¿Y tú qué haces aquí?– Dí un respingo. Me gire y me encontré con Marcos, Lucho y Josué.

–¿Qué están haciendo por allá?– Me atreví a preguntar.

No lo negaré, mi corazón estaba al borde del colapso y tenía los peores escenarios en mente.

–Es solo una broma, Zara– me dijo Lucho.

–¿Broma?– Lo miré sorprendida y aterrada–. ¿A esto le llamas broma?

–La sacamos en cinco minutos– dijo Marc–. ¿No que a tí también te fastidiaba?

–¡¿Eso es excusa para dejar que le pase algo?! ¡¿Qué tal que fuera tu mamá o tu hermana?!

Me miraron confundidos.

–Ahhhh…– soltó Josué–. Eso. Ya entendí.

–¿De qué nos crees capaz?– Me cuestionó Marcos, Lucho solo soltó una leve risa–. Oye, de verdad está bien. Vente.

Los seguí, confundida hasta una cabina donde escuché la voz de Hanna soltar maldiciones y vulgaridades en lo que los chicos se burlaban.

–¿Y ella?– Preguntó David cuando me vió.

Él y otros chicos del grado estaban presentes alrededor de un cubículo para ir al baño.

–Creyó que íbamos a abusar de Hanna o algo peor– les dijo Lucho. Por un momento, me avergoncé de ser tan mal pensada–. Solo está encerrada en ese baño de mierda.

Ah… miré el cubículo, se sabía que ese tipo de cosas eran todo menos limpias.

–¡Una rata! ¡Carlos, imbécil!

–¡No se trata de mentir por convivir!– Le espetó Evan.

–¡Mierda, los voy a matar! ¡Saquenme de aquí!

Sonreí un poco. Hanna podría oler mierda cinco minutos.

–Ahora sí– Carlos me miró–, ¿De dónde sacas que somos tan enfermos?

–Lo dicen como si, incluso la precaución, hubiera salvado vidas– le respondí–. Ya ví que no hacen nada, ya estoy tranquila con el karma.

–¿Y si la tiramos?– Propuso Daniel sonriente.

–Daniel– Marcos llamó su atención.

–Tú quieres, yo quiero, todos queremos…– fue interrumpido por el grito de Hanna.

–Ay, ya me harté– Expresó Saúl–. Me está inflamando está loca– abrió la puerta, casi parecía la entrada al infierno–. ¡¿Qué qu…?! ¡Carajo!

Una rata blanca salió del cubículo.

Todos nos apartamos en saltos y trote al instante. Yo también pensé que era mentira, pero parecía que ninguno lo esperaba. Hanna salió del cubículo con ira brillando en los ojos, nos miró a todos uno por uno, se detuvo en mí y supe que no tardaría en vengarse de alguna manera pero de todos.

Parecía un círculo vicioso. Por mi parte, era muy estúpido para meterme en eso.

No miré a nadie cuando mis pies avanzaron solos y Hanna gritó hasta inflamar su garganta, con entrenamiento y otra voz pudo trabajar en ópera. Sentí más simpatía con la rata que con cualquiera de ellos y me mantuve a unos metros de la multitud.

Sonreí un poco y me permití relajarme, sabiendo que mis amigas habían encontrado mejor compañía. A veces, me gustaría ser más como ellas, pero eso implicaría tener una vida con la que sólo podría soñar.

✨⭐︵‿︵‿︵✨︵‿︵‿︵⭐✨

–¿Dónde estabas?– Me preguntó Daliah en el carro–. No te ví hasta después de que llegaste con los chicos, parecía que los persiguió el diablo.

–Querían hacerle una broma a Hanna– miré mi bolso, simple en comparación con el de ella–, pero no resultó tan bien.

–Ay, ellos no aprenden– dijo mirando al conductor–. Sebastián, ¿Quieres un helado o comer algo antes de que lleguemos a mi casa?

El hombre, ya mayor de unos sesenta a setenta años, según mis cálculos, y una figura importante en su familia. Era trabajador de su bisabuelo y amigo de su abuelo desde antes que naciera su papá, se podía decir que él había ocupado el rol de abuelo para ella y sus hermanos, incluso Dante lo respetaba, y a veces compartían con la familia de él.

Solía llevarnos al colegio, recogernos o acompañar a Daliah, Dante o Dylan a cualquier lugar cuando Simón o Nick no podían. No era que los tuvieran abandonados, pero trabajaban mucho y a veces la única compañía de Daliah era Dylan, y viceversa.

–Tu papá dijo que Nick preparaba la cena hoy– le respondió él–, pero que Zara estaba invitada a quedarse, si gusta.

–¿Quieres?– Me miró.

Sabía que quería que aceptara, y también que era probable que le hubiera preguntado a Nick si podía quedarme con ellos. Pero no deseaba estorbar, menos teniendo en cuenta con qué compañía contaba en mi mochila.

–Quedé hoy con Monique– mentí–, pero otro día, después de clases, con gusto.

Creo que se dió cuenta de que mentí, e insistió un poco, pero luego me dejó en la repostería y fui a pie hasta la casa dónde, recé, me esperaría un poco de paz. Al entrar, olía a alcohol, el mueble estaba empapado en este, pero no había señal de escándalo.

Encontré a mi mamá en un sillón acostada, y borracha. A media conciencia, logré llevarla hasta su cuarto mientras murmuraba cosas sin sentido y a veces se reía de sí misma.

No quise saber qué pasó entre ella y su nuevo amante, así que me dirigí de una a mi habitación. Si así se le podía llamar.

Cansada, suspiré y me tiré en la cama.

Miré a la rata blanca que traje desde el municipio comiendo unos vegetales que compré en el piso. Tal vez no sea la mascota que siempre quise tener, pero me daba dolor dejarla sola. O solo, no había mirado.

Tal vez sea blanco, pero si Disney podía cambiar a La Sirenita yo podía llamarle Minnie o Mickey a mi rata.

Conté los pocos ahorros que tenía, quizá no comería bien durante los días siguientes, pero llevaría a mi nueva amiga al veterinario.

✨⭐︵‿︵‿︵✨︵‿︵‿︵⭐✨

Me costó demasiado, pero la sobrina de Monique accedió a revisar a la rata y no notificarle a nadie, era un alivio que no tuviera nada. Ella me contó que solo estaba asustada, pero que si comía frente a mí significaba que confiaba y no eran obligatorias las vacunas, no en Colombia, solo el higiene era necesario.

De todos modos, era pequeña, no había vivido lo suficiente para contraer nada.

Me guardé el secreto de Jackie —en referencia al ratón de la Cenicienta— y me encontré con Daliah unos días después de el cumpleaños de Saúl hablando con Juana para convencerla que le dé café. No había nada que Daliah no amara más que el café.

La esperé cerca, deseando que no se demore mucho en convencerla o Evan me despellejaría, no había perdonado el 3.0 de física hace tres años y, aunque yo gané, el necesitaba el 5.0 para pasar la materia.

Ella cree que no la ví meterse al baño de primaria como una delincuente, de no haber notado que obviamente ocultaba algo no habría esperado antes de reunirme con ella.

–¿Qué hubo, mi reina?– Retrocedió un poco asustada con la mano en su lonchera. Definitivamente ocultaba algo–. ¿Estudiaste para hoy?

–Sí, como loca– utilizó su brazo izquierdo para rodear el mío y sonreí cuando intentó disimular el otro brazo con la mano metida en la lonchera–. ¿Y tú?

–Un poco– le seguí la corriente con el tema trivial.

–¿Qué te dijo Sandra?

Mantuve una sonrisa falsa y evité mirarla a los ojos. Ella siempre sabía cuándo yo tenía algo, y siempre me daba mi espacio, pero también presionaba, solo lo suficiente para recordarme que no era saludable todo lo relacionado con Sandra, pero siempre respetando mis límites.

Una mirada y sabíamos hasta dónde llegar.

–Lo mismo de siempre, pero sabes que no me interesa– mentí encogiéndome de hombros.

–Pero necesitas esos papeles– me recordó mientras subíamos las escaleras–, incluso a final de año, deberás cambiar tus documentos y ella es la que debe tenerlo todo.

–Siempre puedo sacar algo nuevo.

–Las multas por perder tus documentos son altas, y tú no lo perdiste. Ella te lo destruyó.

–Si ya estudié en contra de su voluntad, puedo seguir haciéndolo. La Nacional es pública, de todos modos.

–Los materiales no, y si quieres ingresar a La Javeriana o los Andes necesitarás…

–No tengo el nivel para eso– murmuré mirando a otro lado y la interrumpí antes de que hablara–. Y La Nacional es la mejor universidad del país.

–Pero La Javeriana es excelente para estudiar ciencias sociales, como derecho y es excelente en…

–Pero no entraré.

–Clar– No quise escuchar más.

–¡Buenos días, gente bella!– Exclamé al llegar al salón–. ¡¿Listos para perder ciencias políticas?!

Evan se levantó enseguida, cerca de su grupo, apenas pude ver las expresiones de incredulidad de sus amigos para cuando se me tiró encima. Casi pierdo el equilibrio, de no haber estado Daliah tras de mí, creo que no habría recistido lo suficiente, pero al menos no le caímos encima.

–¡Desgraciada, por poco y no llegas!– Me gritó en todo el oído.

–Bueno, pero perdóneme la vida– dije y miré a Daliah, quién iba al puesto de Tiffany.

–¡Qué te perdone Dios!

–¡Daliah!– Le gritó Carlos.

Al igual que ella, lo miré. Él se le acercó con un regalo.

–¿Señor?

–No te me desconcentres, Jaramillo. Tú y yo hicimos un trato, ya lo sabes. Mira que me tienes que ayudar, por favor.

–Lo haré, no te preocupes.

–Bien– miró en dirección al salón–. ¡A ver todo el mundo! ¡Los quiero a todos y cada uno en sus puestos! ¡Zara, tú vas a la mitad!– Hice un gesto militar, divertida mientras me dirigía al lugar–. ¡Y si la situación se pone crítica quien tenga que llorar llora!

Fingí prestar atención a sus mil y un órdenes, poco interesada. Claro que le ayudaría, a cualquiera, y lo haría de manera desinteresada si no necesitara el dinero que me dieron.

Me la pasé repasando con Tiffany y un grupo antes de entrar a las dos horas de biología y otras dos de politología. Me sorprendió no encontrar a Daliah sabiendo que ella era una loca por la puntualidad, más con un profesor tan exigente.

Llegó la hora y el profesor cerró la puerta con llave, solo habían dos asientos vacíos. Marc y Daliah. Ninguno tenía excusa, y ambos necesitaban la nota. Bueno, Daliah no tanto, le iba bien en biología, pero un uno nunca era bueno y Marc, al igual que yo, era becado.

–Miren– nos dijo el profesor–, como yo sé cómo son todos ustedes, yo voy a organizar los puestos. Zara– dí un respingo–, lápiz y borrador, al fondo. Emmanuel se levanta y cambia con Daniela. Evan, al lado mío.

Evan tenía una cara de tragedia cuando cruzamos miradas, pero ambos obedecimos. No importaba, habían exámenes diferentes. Repartieron las hojas, eran tres páginas cada exámen, pero…

En mi fila sobraron hojas.

Podía meter el extra entre mi exámen y en el fondo no se notaría casi. Era arriesgado, eran dos exámenes los que tenía que hacer, aunque por mi propia orden. Miré a Tiffany, ella también estaba de última y le había sobrado.

Frunció el ceño, sabía en qué estaba pensando. Negó con la cabeza y le dije entre labios «Hazlo por Daliah». 

«Tienes dos, hazlo tú.»

Señalé el puesto donde iba Marcos.

–Hay que ayudarse– intenté que mis labios fueran claros mientras lo gesticulaba.

–Si Villanueva y Jaramillo ya terminaron de conversar con señas– dijo el profesor–, pueden entregar las hojas sobrantes.

Nos miramos otra vez y ella suspiró y dijo «Daliah» entre labios. Gracias a Dios, no pasó lista y el último de cada fila era quien recogía los exámenes. Y la suerte duró más, por motivos egoístas ya que él profesor resultó ser alérgico a algo y le dió un patatus en la clase anterior y, por suerte, el exámen se pospuso.

Pero eso no me resolvía la duda de donde mierda se habían metido.

Opiniones de la nueva mascota del equipo :)?

Yo sé que es poco usual, pero creo que mi niña ya h probado que, incluso en lo malo, hay algo bueno. Aún cuando los orígenes no son los más lindos.

Qué tal Zara? Les gustaría más capítulos con su perspectiva?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro