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10. Hechos Y Recuerdos

☀️DALIAH☀️
Hace once años

La lluvia se escuchaba afuera, acompañada del frío, truenos y gritos. Un rayo iluminó mi habitación, me encogí bajo las sábanas, aferrada a todos los juguetes que tenía a mi lado.

Empezaba a escuchar distorsionado, no entendía qué decían en el piso de abajo. Mi único pensamiento para salir de mi cuarto fue recordar las palabras de Nick: Es tu hermano, tu hermanito. Ahora eres su hermana mayor y tú serás quien me ayude a cuidarlo.

Cuidarlo, cuidarlo. Aún con el miedo y llorando, salí del cuarto con mi sábana, con mis dientes sonando del frío. Podía soportar la lluvia, pero los gritos a veces solían paralizarme.

–¡No me diga que me calle!– Gritó Dante desde el piso de abajo.

–Dante– escuché la voz de Nick–, te guste o no, tus hermanos…

–¿Mis hermanos? Dylan no es mi hermano, ni de Daliah. Daliah es mi única hermana y yo soy su único hermano. Su bastardo no es nada mío.

–Es mi hijo– le recordó papá–. ¡Es mi hijo y tanto como tú!

–Simón– supuse que Nick lo miró para que bajara la voz.

–¡Puede ser muy tu hijo pero no será mi hermano! No me interesa que me vean con ese bebé, menos que me relacionen con él.

–¿Y esa es excusa para llegar así? ¿Así a las dos de la mañana mientras Nick y yo lo esperábamos y usted en quién sabe dónde?

–Yo estoy bien– le espetó–. Estoy bien y en lo que a mí concierne tú solo deberías ocuparte por tu familia.

–¡Dante!– Escuché pasos en la escalera.

Reaccioné, corriendo descalza hasta la puerta de la habitación de Dylan, quién roncaba en su cuna cuando entré, pero dejé la puerta semi-abierta, aún escuchando.

Ni un terremoto despierta a ese niño.

–¡Dante tú eres mi familia!– Le gritó mi papá–. Tú también eres nuestra familia, Dante.

–¡Yo no quiero tu familia! ¡Ni a tu sustituta de esposa ni a tu sustituto de hijo!

–¡Ni Nick ni Dylan son sustitutos de nadie!– Estaban más cerca de la escalera–. ¡Ni Daliah tiene porqué venirle a llorar a Nick todas las noches porque la asustas!

Sentí una punzada de culpa en mi corazón. ¿Había ocasionado esa pelea sin querer?

–¡¿Yo la asusto?! ¿Yo? ¡Daliah no es ninguna bebé y sabe que jamás le haría nada!

–¡Es una niña!– Le gritó Nick–. ¡Una niña que le escribe a Papá Noel diciendo: quiero tener una familia feliz y que mi hermano no nos odie! ¡Y que solo quería que estuvieras hoy en las novenas! ¡Ella lo esperó, Dante! ¡No quiso participar en nada porque usted no estaba ahí!

Dante guardó silencio un momento.

–Te ama, Dante. Tu hermana te ama y me encantaría saber qué pretende que le le digamos cuando pregunta por usted– Le siguió diciendo Nick–. ¿Puede tener alguien un momento de paz en esta casa? ¿Quiere ver lo que escribió su hermana para navidad? ¿Lo que pidió? No es algo que yo o tu padre, mi marido, le podamos dar así nada más.

–Daliah sabe que yo no la odio.

–Pero cree que odias a Dylan.

–¿Y es que acaso lo quiero?– Miré a mi hermano menor aún dormido en su cuna–. Me vale una mierda lo que le pase a tu hijo, Nicole.

Me acerqué a Dylan. Extendí mi mano para acariciarle la cabeza con tres pelos y me tomé un momento para agarrar la sábana.

–Sí, pero a tu hermana no. Ella sí ama a Dylan, y te ama a tí también, ¿La harías escoger?

–Si tiene que escoger, que escoja.

Me puse de puntillas para pasar la sábana por encima de la cuna, esperando que no sintiera mucho frío, aunque los truenos me tenían el corazón a mil por hora.

–Dante, por favor– le pidió mi papá.

–Lo mismo va para usted. Somos nosotros o su nueva familia.

–No voy a escoger entre mis hijos.

Dante murmuró algo que no alcance a escuchar, pero no quise seguir escuchando y cerré la puerta de la habitación. Fendyr ladró un poco al sentir a Dante llegar. Me acerqué para acomodar la sábana para mi hermano, de solo cuatro meses en ese momento.

–Yo te escojo a tí, Dylan– murmuré acariciándolo y llorando.

Me apresuré a rodear la cuna para no ser vista cuando escuché pasos acercarse al cuarto. Apenas pude ver en los barandales cuando escuché la manilla moverse.

–Daliah– la puerta se abrió tras de mí y me volteé para ver a Nick–. Mi vida, ¿Qué haces aquí?

–Hace frío– contesté, temblando por el susto–. Y Dylan no estaba arropado.

Mi papá apareció atrás de ella con el rostro cansado. Nick suspiró, me dió mucha pena pensar que haberme metido al cuarto de Dylan pudo haberlos molestado.

Mi hermano volvió a roncar, casi como un oso.

–No se despertó– dije, intentando justificarme.

–¿Y usted no tiene frío?– Nick se acercó a mí para cargarme.

–Un poco.

–Entonces venga, para que usted también duerma arropadita– me llevó hasta mi cuarto con mi papá siguiéndole los talones.

–¿Y Dante?– Pregunté cuando ella se sentó en mi cama para dejarme ahí, todavía podía escuchar la lluvia cayendo como granizo.

–Él no ha tenido una noche fácil– respondió mi papá buscando sábanas en mi armario–, pero está bien.

Rodeó la cama con dos sábanas y se sentó a mi lado para cubrirme. Yo aproveché para acurrucarme con él, complacida de tener a mi papá a mi lado.

–¿Y usted?– Me preguntó.

–¿Yo? Yo estoy bien. Ya aprendí a escribir mi nombre– me trabe un poco al pronunciar las «r».

Él me miró con una sonrisa que no le llegó a los ojos, pero sabía que no le sacaría nada, incluso en ese entonces.

–Papi, te quiero– le dije abrazándolo.

La sonrisa se volvió menos forzada y me apretó más a él. Lo sentí suspirar, un poco más relajado.

–Yo también te quiero, princesa.

–Nick– giré la cabeza para mirarla. Parecía estar perdida en sus pensamientos, pero miró la escena con cariño–. También te quiero.

–Y yo a tí.

–Ven– la invité a unirse al abrazo.

Ella se acomodó con nosotros, también más relajada y peinó con sus manos algunos mechones sueltos que se me habían salido de la trenza que siempre me hacía antes de dormir.

–También a Dylan lo quiero.

–Puede decírselo mañana cuando despierte– la voz calmada de Nick me hizo sentir un nudo en la garganta. Conocía ese tono, estaba aguantando las lágrimas.

Me volteé a mirarla, aún así me sonrió y me dió un beso en la frente.

–Buenas noches– me dijo.

–Buenas noches– susurré abrazando más a mi papá.

︵‿︵‿︵☀️︵‿︵‿︵

La puerta de mi habitación se abrió, permitiéndole al escándalo de abajo hacerse más fuerte durante un momento. Dejé de intentar quedarme dormida y abrí los ojos, a unos centímetros, mi gata —quién todavía no le tenía nombre— daba vueltas dormida.

–¿Está despierta?– Me preguntó Dylan cerrando la puerta con una almohada en la mano.

Me acomodé un poco para asentir. Se sentó en mi cama.

–¿Quiere ir al balcón?– Volví a asentir y lo seguí hasta mi balcón con cuidado de no despertar a mi criatura y cogiendo mi almohada y dos cojines que tenía en mi silla –. ¿Aún no se dan cuenta de que hay una gata? Ya va para mes y medio.

Puse los cojines en el piso y mi hermano y yo apoyamos nuestras espaldas contra las almohadas en la pared.

–No, pero estoy pensando vacunarla y comprarle una comida para ella, aunque le ha gustado la carne cuando se la ablando. Todavía no me animo a dársela dura.

–¿Y el nombre? Ya le dije que Chiara es lindo.

–Pero es lindo con «K», Kiara, no Chia-ra, ni que fuera semilla o municipio.

–Pero Mina tampoco es– algo parecido al sonido de un mueble caer y otra ronda de insultos lo interrumpió–... Qué hombre tan terco.

–¿Mi papá, Dante o usted?

–Los dos primeros.

Wrong answer; los tres.

–Deje el spaninglish. Están hablando de negocios.

–Si así hablan con todos sus socios, me sorprende que aún tengamos casa y comida.

Por lo general, solía evitar saber al respecto de JBTCol, la empresa de transporte, antes de mi tatarabuelo, y ahora de mi papá. Antes de que llegara la industria actual a Latinoamérica, mi tatarabuelo y su padre solían aceptar encargos de ciudad en ciudad y pueblo en pueblo, hicieron su marca poco después de manera nacional y para cuando nació mi abuelo ya era algo demasiado estable, para ser bisnieto de inmigrantes africanos en esa época.

Era raro para algunos que siendo de origen africano mi bisabuelo fuera, no blanco, era negro, pero sí más claro que algunos colombianos, a muchos se les olvidaba que América no fue el único continente que tuvo colonias y que también es muy diverso.

Conforme creció la industria, mi bisabuelo tuvo la oportunidad económica de contar con equipo antes que la mayoría y ganar clientes en el sector obrero e industrial para llevar las materias primas y los productos a nivel nacional, e internacional para los 80’s.

Por desgracia, mi tatarabuelo no sobrevivió al Bogotazo para ver lo que logró su hijo.

Al igual que mi abuelo tampoco sobrevivió a un ataque de las guerrillas cuando mi papá tenía ocho años.

–Esta vez tienen fundamentos– murmuró Dylan reubicándome al ahora–. Dante quiere hacer un negocio en Cartagena y Montería, pero no tiene en cuesta el costo de la inversión en relación a la ganancia. Y tampoco aproximó bien los intereses para el año siguiente.

–¿Por qué lo dices?

–No contempló el cambio del dólar, y parece que los socios del trato tienen relaciones en Estados Unidos y no me acuerdo dónde más, las ganancias de ellos dependerán del cambio de la moneda, el caso es que, puede beneficiarnos a todos, a una parte o a ninguno.

–¿Qué porcentaje de cambio tuvo en cuenta?

–El 2.2%– fruncí los labios–. Tiene metido en la cabeza un trato en Barranquilla, pero meterse con un banco nacional…

–No aguanta con uno internacional. ¿Cómo le fue a los de Barranquilla?

–En palabras más lindas que las de mi mamá: feo, pero sostenible con la gracia de Dios y mantenido bajo control.

–O sea que es una situación delicada.

Se inclinó un poco para murmurar:

–Estuvieron a un error de un embargue– puntualizó mostrándome su dedo índice–. La ganancia cumplió, pero no llegó a lo que se esperaba.

–¿De cuánto hablamos?

–Mmm, como a sesenta y tres millones de los setenta y cinco de la meta mínima para sí mismos, siendo cincuenta el mínimo para no contar la historia a los santos, los bancos pidieron sus partes, socios, prestamistas, trabajadores…

–¿Mucha deuda?

–La pagadera solo dejó migajas. Es ganar para perder y no contaron con el cierre de dos vuelos y la pérdida y destrozo de productos de los cuales dependían los socios para pagar. ¿Y quién dependía de los socios?

–Nosotros.

–Solo esa entrada era la segura, falló un poco y casi arrastró todo el negocio.

–Mi papá debería contratarlo como asesor financiero, entonces– me crucé de brazos cuando una brisa me acarició la piel expuesta y la volvió chinita.

–Me diría que mi sueldo es mi comida y el colegio. Así no aguanto como empleado– él también se abrazó a sí mismo por el frío. Luego sonrió–. ¿Qué has sabido de la loca?

–Mi tío dijo que se encargará de una indemnización por daños y perjuicios contra Zara, cuando yo logre convencerla.

–¿Se lo ha dicho?

–Nope– negué con la cabeza. Estiré mi suéter para dormir y metí mis rodillas abajo de este–. Me va a decir que es demasiado, no puede, está ocupada, sería una vuelta, luego otra, y otra, y otra…

–Pero mi tío se ofreció. Entre él y Dante dijeron que podría hacer algo más allá de la plata, y si ella te quiso acusar a tí primero por lo del carro de…

–Mi papá no se puede enterar que yo proyecté esas imágenes, Dylan. Menos que fue idea yuya– lo señalé con la barbilla.

–Ah, pero usted me buscó primero antes de.

–Que mi tío sepa que le iban a manipular las notas no significa que tenga que saber que usted y yo hicimos la presentación en un correo falso de una biblioteca pública.

–Se estresa mucho, como si la fiscalía estuviera pendiente de adolescente. Oiga, pero ya va a ser mayor de edad. Puede…

–No termine esa idea porque en más líos no me voy a meter. Lo importante: ya no está en el colegio.

–¡Ratero imbécil!– Gritó mi papá en el pasillo.

Casi me ví a mi misma con las orejas creciendo como las de Dumbo.

–¡Si multiplicamos en Barranquilla lo podemos hacer en Cartagena y Montería!

–¡No nos hunda otra vez en esto, Dante!– Le gritó Nick–. ¡Vea lo que pasó con ese hombre!

Dylan y yo nos mantuvimos la mirada.

–¿Qué habrá pasado?– Se preguntó Dylan, ni susurró, solo movió los labios para que yo los leyera.

–¡Ese hombre era un imbécil por dejarse…!– No terminó la oración, mi papá lo interrumpió.

–¡No tiene el derecho a faltarle el respeto a ese hombre ni a su familia!– Entrecerramos los ojos.

–Ya tienes qué averiguar para mañana– tampoco hice sonido al decirlo.

¡Si tanta lástima le tienen, vayan y cuidenle a los hijos también!

Mi hermano y yo alzamos las cejas cuando escuchamos la puerta del cuarto de Dante cerrarse de golpe.

Ese desgraciado me tiene hasta la piedra de sus estupideces– escuchamos atentos a mi papá.

–Mi amor, creo que es mejor descansar. Mira que los niños estén dormidos. Ya sabes cómo les gusta escuchar lo que no deben.

Nuestras alarmas se dispararon. Cogimos las almohadas y cojines lo más rápido posible, Dylan se tiró a mi cama sin pensarlo y cuando aterrizó mi papá abrió la puerta. Yo no había llegado a mi cama, pero la llegada de Dylan, no solo no fue disimulada, hizo despertar a… cualquier nombre que todavía no le habíamos puesto.

¡Miau!

–¿Qué hace ese gato en esta casa?– Me miró enfadado.

–Felicidades, eres abuelo de una hermosa gata– fue lo único que se me ocurrió, y me gané una mirada aún más mercenaria.

Miau.

︵‿︵‿︵☀️︵‿︵‿︵

–Es que para qué traen un gato– comentó Dante en la silla de mi escritorio con ella en su regazo.

Antes que los rencores, el chisme.

El muy metiche apenas aguanto unos minutos en su cuarto cuando escuchó el escándalo en el  mío y enseguida se unió al público.

–Tiene que entender que– empecé a decir.

–No– mi papá me interrumpió señalandome–, es que usted es quién tiene que entender. Y usted– señaló a Dylan, sentado en mi cama– debe dejar de alcahuetearle todo.

–¿Yo?– separó los labios con indignación.

–Lleva casi dos meses viviendo aquí y no sabían nada de ella– continué.

–¿Y por qué estaba en su cama?– Me preguntó Nick–. ¿O es que acaso no le hemos explicado cuántas infecciones traen esos animales?

–Y justo por eso sería bueno vacunarla.

–Nada más que no será usted quien la acompañe.

–¡Papá!

–No tienes la capacidad de cuidar a otro ser vivo, Daliah. Menos a un animal.

–¡La he cuidado por un mes y medio! ¡Y Dante tuvo a Fendyr cuando tenía la mitad de mi edad!– Lo señalé.

–¡Dante a esa edad sabía cruzar la calle! ¡No necesitaba a Tiffany agarrándole la mano!– me ofendí–. Y Fendyr llegó a esta casa con autorización, su madre se lo regaló.

–Bueno, a mí me la regaló Dios. Y mejor aún, porque yo la encontré, yo conecté con ella. Dante no tuvo esa oportunidad.

–Oiga, yo a Fendyr lo quise y lo cuidé mucho. No por nada vivió tanto.

–¿Ve? Así como Dante quisó a Fendyr yo quiero a… a mi gata.

–¿A su gata?– Nick se cruzó de brazos–. ¿Y cuál es el nombre de su gata?

La miré en el regazo de Dante. Busqué en mi mente alguna idea. Pasé mi mirada por toda la habitación, hasta que ví unas fotos de un collage de pinturas de Vincent Van Gohg.

–Vicenta.

–¿Vicenta?– Todos fruncieron el ceño.

Miau?

Ni a la gata le gustó.

–Le digo Visie.

–¿Vicenta?– Volvieron a repetir.

–Usted le escogió el nombre por Dante Alighieri y a él por el actor de Stiles en Teen Wolf– Señalé a mis hermanos conforme mencioné los hechos. Y por último me señalé a mí–. Yo tengo el nombre de una flor, ¿No le puedo poner a mi criatura su nombre por un pintor?

–¿Y usted desde cuándo es tan fan del arte?– Me preguntó Dante.

–Usted le pusó a su perro el nombre de un perro de la mitología nórdica solo conociendo a Thor– le recordé.

–Esa gata no se puede quedar aquí, Daliah– me dijo mi papá–. No tienes edad para cuidar de otro ser vivo.

Miré a Dante un momento. Él y mi papá captaron el mensaje enseguida.

–Es diferente.

–¿Por qué yo a ella la elijo tener y no fue un descuido que apareció en mi vida sin querer?–Me tomé un momento para mirar a Dante–. Sin ofender.

Se encogió de hombros.

–Dice que no tengo edad para cuidar a otro ser vivo– seguí insistiendo–, pero a mí edad ya estaba cambiando pañales, por su propia irresponsabilidad. Y antes que yo, Dante también tuvo una mascota con ocho años. ¿Y yo que tengo diecisiete no soy capaz? No la habrían notado si no entraban ahorita a mi cuarto. Ha comido y hecho todas sus necesidades, y no ha molestado a nadie.

Esperé un poco y nadie habló. Así que volví a tomar la palabra, con un poco más de calma.

–Solo le pido, de corazón, que, por favor, please, de verdad, me ayudes con sus vacunas. Yo le prepararé la comida, con carne y…

–El caso es que es otra boca que alimentar. Nick y yo compramos la comida que usted le prepararía. ¿Sabe qué hizo Dante con Fendyr?- Lo señaló con la barbilla–. Apenas cumplió dieciséis los gastos de Fendyr corrieron por cuenta de él, él trae su dinero a esta casa y lo que antes era mitad Nick y mitad yo, ahora es una quinta parte él y cuatro quintas partes nosotros. Incluso cuando no vivió acá, después de que cumplió dieciocho él pagó la comida de Fendyr hasta su muerte, por eso Fendyr murió en esta casa.

–¿Quiere que le pague?– Miré a la recién bautizada Visie y luego a mi papá–. No tengo nada. Bueno, pocos ahorros, pero…

–Si no tiene para mantenerlos, no los tenga.

Lo fulminé con la mirada.

Hipócrita.

¡A él lo echaron de la casa por embarazar a su novia! ¡Esta casa era de mi bisabuelo! ¡Él tampoco tenía nada para Dante! Ah, pero bien que tuvo para hacerlo.

–No me miren así que sé lo que están pensando.

Mis hermanos y yo cruzamos miradas. A los tres se nos pasó el mismo pensamiento.

–No quiero gatos en esta casa– sentenció–. ¿Entendido?

Seguí mirándolo con rabia y los brazos cruzados.

–¿Daliah?

–Sí, señor.

–¿Dylan?

–Sí, señor.

–¿Dante?

–Pues, yo ya me gano mi plata– murmuró acariciando a Visie–. Y mi nombre es uno de los tres que aparecen en la propiedad, así que conmigo tendrá que cambiar un poco las cláusulas.

La herencia fue objeto de debate después de la muerte de mi bisabuelo. La casa no era propiedad de mi papá, había heredado todo, menos la casa. La cláusula decía que sería propiedad de todo hijo suyo, siempre que pasara por una prueba de ADN —por la cual pasamos los tres— y que solo sería de él si los tres decidíamos venderle nuestra parte. Otra cláusula también decía que, en caso de cometer algún delito cuya pena sea mayor de cinco años, nuestra parte pertenecería a los dos hermanos restantes. Si teníamos hijos, no reconocidos o abandonados, estos debían hacerse una prueba de ADN y nuestra parte pasaría hacer de ellos.

También nos dejó a cada uno un crédito universitario, que mi papá jamás podría tocar. Pues decía que, de la herencia de él, tenía que dividir un porcentaje entre cada hijo y que este tendría el derecho de recibirlo al graduarse. Solo podía sumar dinero, no retirarlo, o la herencia pasaría a la madre de los hijos u otro tutor legal.

Lo que fue muy conveniente, porque Dylan y yo no habíamos nacido cuando murió. Así que le jodimos un poco los planes a Dante

Mi papá lo fulminó con la mirada. Nick se dirigió a mí.

–Tiene una semana para encontrarle un hogar.

–Dos– pedí–. Por favor.

Mi papá y Nick se miraron. Ella asintió en dirección a él.

–Dos y media– dijo mi papá–. Ahora, todo el mundo fuera del cuarto de Daliah. Dante, Dylan.

Mi hermano mayor dejó a Visie en la silla con delicadeza y salió al tiempo que Dylan.

–¡Dante!– Lo llamé.

Él se regresó y miró a mi papá un momento. Nick y mi papá salieron y Dante cerró la puerta.

–Dime.

–¿Aceptarías ayudarme con Visie?

–¿Perdón?

Tocaron la puerta. Papá la abrió y se asomó.

–Se me olvidó comentarles, no sé puede pagar por ajenos. Si no es tu mascota, no la pagas. No sé aceptan préstamos ni tratados. ¿Sí me entendieron?– Lo último lo preguntó con una sonrisa. Ambos dijimos que sí con la cabeza–. Qué duerman bien, niños.

Cerró la puerta y Dante se volteó para verme.

–Parece que hasta aquí llegó tu idea– me dijo y se dirigió a la puerta–. Buenas noches.

Miré a Visie.

Mi papá había dicho que no la podía tener en esta casa, hasta que fuera capaz de pagarle lo suyo. Pero, nunca mencionó que podía aplicar la técnica del «voy a comprar cigarrillos» con un toque de presencia emocional y financiera.

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