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14. Un Vampiro

☀️DALIAH☀️

El villano no nace, se hace.

Y el exámen del sábado me hizo desear llevar a Hanna a la mismísima tumba. Aprobaron pocas personas, incluso Zara sacó una nota debajo de la básica, y Tiffany estaba hiperventilando, porque sacó un tres cerrado. La nota mínima para ganar.

El hombre se desquitó con todo el mundo, ni él se sabía las respuestas seguro. Como si fuera poco, hizo una alianza con él profesor de economía, ciencias políticas y tecnología —el cuartel de los miserables, como les decíamos los estudiantes— para hacer una empresa en grupos de hasta cinco personas, se permitían alianzas entre nosotros, pero cada grupo tendría que permanecer con una empresa estable con una duración mínima de seis meses en funcionamiento.

¿Lo difícil? Los profesores eran quienes daban los reportes de capital, ventas, servicios, etc. Ellos nos ponían casi que la soga al cuello.

¡Y no podía compartir salón con Zara y Tiffany!

Desde quinto éramos las tres y ya. Por suerte, nos dejaron hacer la empresa entre salones, gracias a Dios porque no quería hacerla con nadie más. Pero eso no cambiaba el hecho de que desde kinder no me separaba de Tiffany.

¡Y no dejaban cambiar a nadie!

Así que nos reuníamos en los recesos para acordar cómo haríamos la empresa. Solo que Zara se creía millonaria con solo mil millones de base.

–¿Y por qué no lo podemos usar y ya?– Me preguntó.

–De que lo podemos usar, podemos. Pero no nos basta para todo lo que pide. Solo en un terreno como sede principal serían mínimo veinte millones, mínimo, en maquinaría, de cien a trescientos millones. Luego están las afiliaciones, si quiere cubrir la EPS y otros servicios de los trabajadores, uniformes, equipos de seguridad, exportaciones, transacciones, sueldos, instalaciones, mantenimiento…

–No me venga con numeritos porque así no nos vamos a entender– me dijo Zara–. Tiffany, tradúceme a Dalila la matemática.

–Que el dinero imaginario no nos alcanza, tenemos que ahorrar gastos para producciones.

–¿Pues qué tanto es?

–Usted quiso una empresa industrial– la acusé–. Yo le dije que era mejor una cibernética sin sede no nada. Ahora tenemos que ver proveedores de materia prima, costear los tiempos, ventas buscar proveedores, gente…

–A ver, vuelvame a hacer cuentas.

–A ver– empecé a consultar con mi calculadora.

–¡Buenas tardes, visionarias!– Llegó Evan con nosotras–. ¿Cómo les va?

–Embarcados, según Daliah– le respondió Zara.

–Soportamos un mes mínimo– explicó Tiffany–, pero recuerda que el profesor va a ser el que nos dé las ventas que vamos a presentar. Y eso será lo que defina la capital de otro mes y otros ingresos.

–El plan de negocios lo está haciendo Dalila matemática.

–¿Y será que Dalila matemática nos puede ayudar?– Evan juntó sus palmas–. Por favor. El periodo pasado no teníamos tres materias encima y estuvimos relajados. Marc y Carlos hacen los cálculos, pero usted sabe cómo es Carlos y Daniel y Josué hacen la maqueta.

–¿Y usted?– Le preguntó Zara.

–Yo los mantengo felices y unidos. Aporto la alegría y el ambiente en este espacio laboral.

–Sobretodo.

–Pero yo no vine a hablar con ustedes. Yo vine a hablar con Daliah la matemática y contadora de esta bella privada y parece que pública institución.

–Dime– dije aún concentrada en los apuntes.

No tenía idea de cómo funcionaba el negocio de los textiles, aunque sabía del crochet, realizar la evaluación del mercado llevaba más que solo saber las cifras del producto en solitario.

–¿Será que le colaboras al hueco de Carlos y al pobrecito de Marc a hacer el plan de negocios? Porque hemos pensado que les podíamos ayudar un poquitito ya que ninguno tiene ni idea de cómo hacer eso.

–¿De que es su empresa?

–Materia prima.

–Entonces tráeme plastilina para explicarle a Carlos y diles que vengan para acá.

El primer compromiso de la semana era hacer el plan de negocios, fácil entre comillas. Pero todavía estaba en las evaluaciones del mercado pendientes, además de que teníamos que dividir la empresa entre sus departamentos para hacer un informe concreto del estado inicial junto con la materia prima a ingresar y el producto a exportar.

Marc era el único que más o menos entendía lo que yo estaba hablando, y Tiffany y Carlos habían desempeñado los importantes roles que manejar la calculadora y tomar notas. En cambio, Evan y Zara solo nos miraban como dos niños curiosos e iban y venían con dulces.

Y Daniel y Josué sabrá Dios.

–¡Pero qué belleza!– Exclamó el profesor de biología tras de nosotros–. Como siempre Evan y Zara agarrándome a estos dos para hacer sus trabajos con numeritos.

–N-nosotros estamos colaborando– intentó decir Evan.

–Sí, comiendo Doritos. No se preocupe. Me he dado cuenta de que en el grupo de sus compañeros tanto Daniel como Josué ocupame el mismo salón. Al igual que Marcos y Carlos. ¿Porque no puede el señorito aquí presente– Evan intentó aplicarla de no me muevo no me ven– salir del grupo al de las señorita Jaramillo aprovechando que ambos comparten salón. Además, le conviene más las matemáticas de Derbez.

–Es Jebet– murmuré.

–Pero…

–Sin peros. Esta tarde su profesor de economía les dará un espacio de dos horas en el salón múltiple para que sigan encargándose de sus trabajos. Que no se olviden que deben profundizar en la biología y ciencias utilizadas en la producción de sus empresas. Así sea en maquinaria no me interesa. Si me tienen que explicar un software me lo explican.

–Pero sin mí el grupo está incompleto– le dijo Evan.

–Esta tarde ingresan dos alumnos nuevos. Así que el grupo de Cortés y de Duarte pueden agregar a Dean Montgomery y el grupo de Pérez, Villavicencio y Jaramillo puede añadir a la señorita Amaia Rivera, aprovechando que el límite es de cinco estudiantes.

–Pero…– intentamos decir todos.

–¿Se niegan a realizar el trabajo?

Todos nos negamos enseguida. No acepto más vueltas, y aquel profesor que siempre se abra más con nosotros pareció que nunca hubiera existido.

–Bueno– decía Evan–, Daliah sabe matemáticas, Zara sabe de oratoria, Tiffany sabe de ambas… Ya gané.

–Así cualquiera– le dijo Marc.

–Para envidias no estamos, hermano.

–¿Qué envidia?– Preguntó Zara–. Sabrá Dios quién es esa Amaia y ese Dean. Tiene nombre de gringo.

–Ah, sí– murmuró Evan–. Pamela dijo que entraba un gringo con una puertorriqueña.

Ay, esa sapa…

Aún sentía rabia cuando me acordaba de cuando conocí a Elías. Él era de doce cuando yo estaba en décimo, fue lo más parecido al primer romance adolescente que tuve. Era alguien calmado, serio frente a situaciones que lo ameritaba , pero gentil en todos los demás aspectos.

Había perdido el contacto con él después de los golpes que le dió Dante, entre otras cosas que hizo. Luego me enteré que, en venganza por el saque de volley que dió con su proyecto, Pamela creyó que sería gracioso decirle a mi hermano que yo le enviaba fotos a Elías y editar supuestas capturas.

Para empezar, había que reconocer que la imbécil sabía editar, pero yo no tengo tantas pecas alrededor de las costillas y la de las fotos tenía un lunar cercano a las costillas que yo no. Supe que fue ella porque se delató, y después Zara la agarró a metros de la salida, lejos del colegio para evitar problemas.

Pero no pasó nada por falta de pruebas. Además, no concordaba que si Zara y ella se habían agarrado, Zara estuviera intacta y Pamela toda morada.

–Así sea gringo, puertorriqueño, argentino o asgardiano, con que trabajen me basta a mí– dijo Zara.

No nos volvimos a ver hasta las horas de economía. Era horrible, no tenía a Tiffany para hacerle trenzas ni Zara comentando todo.

Pensé que, tal vez, era un augurio. Ya era medio año, casi, y todavía no sabía que iba a ser con mi vida. Qué carrera estudiaría, con quién seguiría hablando, en qué trabajaría… Sabía con quién qué hay que seguir hablando pero no sabía si los años cambiarían eso. Si yo ya no era la misma.

Y no saber qué iba a pasar, quién sería o qué haría, era algo que me aterraba.

Los primeros diez minutos en el salón fueron mil órdenes, gritos y explicaciones por parte del profesor. Los dos estudiantes nuevos, un joven de cabello castaño dorado y ojos grises, un poco azules, y una jovencita de cabello un poco ondulado, muy hermosa, de piel morena pero clara y ojos negros con una sonrisa brillante.

A fuerza, los pusieron con nosotros. Ellos parecían un poco apenados, pero fue ella quién tomó la iniciativa.

–Hola, buenas tardes– saludó con energía. El acento puertorriqueño la hacía sonar más alegre y melodiosa, más elocuente y única–. Bueno, perdón pues por las presentaciones de golpe. Él es mi hermano Dean y yo soy Amaia. Mucho gusto.

–Pero no tienen el mismo apellido– dijo Josué–. ¿Son de padres separados?

–No, somos adoptados. Al igual que nuestra hermana menor, que va a iniciar ahorita en octavo.

Good afternoon, nice to meet you. What are you working on?

Reconfiguren a este, el público es hispano.

–Eh…– Tiffany tomó la palabra–We have to… to create a new company for our economics... class and we're working in groups. Your group, the men, have the materials and we... the women, work on them to ¿Sold? No… eh

Sell– dijo Marc.

Sell. Yes, to sell.

–Los está molestando– dijo su hermana–. Él habla español.

El gringo sonrió.

–Solo un little poco.

–Bueno– interrumpió Evan–. Ahora sí, las presentaciones. Yo soy Evan, estoy con las mujeres. Y ellos son Josué, Marcos, Daniel y Carlos. Y ellas son Tiffany, Daliah y Zara.

–Tú trabajas con nosotras– le dije a Amaia–. Y Desde trabajará con ellos. Hasta el lunes tenemos que entregar un plan de negocios para nuestras empresas, como escogimos una industrial y ellos escogieron de materia prima, hicimos una alianza. Con la materia prima hacemos productos e insumos textiles y ponernos como provedores del grupo que tiene una empresa de moda que está por allá– señalé al grupo donde estaba Wendy–. Zara es la que está redactando todo, yo me encargo de las cuentas y lo demás con Tiffany, pero todavía nos falta el diseño, con el que Daniel y Josué nos iban a ayudar. Pero sí quieres puedes…

–Claro. Díganme qué hacer y ya.

–Bueno, mientras se organizan Marc y yo haremos las cuentas.

–¿Por qué solo ustedes?– Preguntó Dean.

–Porque nadie más sabe hacer proyecciones económicas– contestó Marc un poco serio en lo que tomaba su libreta.

–Debes aumentar los porcentajes para mayor índice de cambios, así no nos agarran mal los meses– le susurré corrigiendo la ecuación–. ¿Tienes los datos de oferta y demanda?

Me dió unas hojas mientras Dean seguía hablando.

–Yo puedo ayudar. También sé cómo hacer, mi papá me enseñó.

–Entonces mejor– le dije–. Todavía nos dividimos los departamentos. Lo que me recuerda– miré a Amalia–. Yo seré la vicepresidenta financiera, Tiffany la presidenta general, Zara de gerente de puntos de venta, Evan gerente comercial y tú… no sé, ¿Vicepresidenta administrativa, quizás?

–Como quieras, quiero.

–Bueno, entonces por ahora ahí lo dejamos– me senté en medio de Marc y Dean–. ¿Y ustedes?

No negaré que el gringo tenía lo suyo. Sabía hacer cálculos rápidos y nos ayudó con la división de los departamentos de ambos grupos. Pero Marc todavía mantenía su expresión distante. En un momento dado, nos separamos del resto del grupo a firmar un triángulo para hacer las cuentas.

Todavía estaba serio cuando escribí una nota cerca de las cuentas que había hecho.

Qué pasó? Porq tan amargado?

Me miró por encima de la libreta y escribió.

No se no me cae bien

Por qué no?

No sé me da como mala espina

–Aquí está todo– dijo Dean entregándonos lo suyo–. Con eso hacen el informe– tartamudeó con la palabra.

–Gracias– se lo recibí.

–¿Qué más falta?

–Hacemos la estrategia y listo.

–¿Y ellos?– Miró a nuestros amigos jugando «abajo de mi casa» con su hermana.

–Ellos están en su mundo.

Nos quedamos en silencio incómodo. Marc no disimulaba sus pocas ganas de hablar, pero el chico era nuevo y no se me hacía bien excluirlo.

–¿De qué parte de Estados Unidos eres?

–¿Estados…? Ah, América.

–América es todo el continente– murmuró Marc con la libreta en su regazo.

Ya estaba cansada de tener la cola pegada al piso, no se iba a morir nadie por darnos unas sillas.

–Soy de Forks en Washington.

–¿Como Crepúsculo?– Le preguntó Marc levantando la mirada. Ante la confusión, añadió:– Twilight. La película de vampiros.

–Sí.

–¿No será que tienes más edad de la que aparentas?– Bromeé. Una sonrisa misteriosa se formó en su rostro–. Adivino: un siglo mínimo.

–Menos de la mitad. Pero eso no es algo que revelaré.

–Vampiro malvado.

La broma pareció divertirle en verdad.

–¿Y tú?– Le preguntó a Marc.

–¿Yo?

–No hablas como todos aquí. Ya escucho acentos, ¿Eres de Venezuela?

–No, soy de la costa. Barranquilla.

–¿Bara-ran qué?– Fue divertido verlo pelear con su acento.

–Barranquilla.

–¿De Shakira?

–Esa misma. Pero tiene mucho sol, no es apto para vampiros.

–¿Y por qué te mudaste aquí a Bogotá?

Marc se encogió de hombros e intercambio una mirada conmigo.

–Necesitaba tomar fresco. Usted se cambió de país, debe tener una historia más interesante que yo.

–No, para nada. ¿Lleva mucho aquí?

–Solo este año.

–¿No piensa volver?– Ya eran muchas preguntas.

–No le dé ideas– intervine– que ya lo adoptamos acá. Mejor diga, ¿Usted cómo llegó de Forks a Bogotá? Y a Puerto Rico también.

–Yo fuí abandonado con mis abuelos de pequeño, pero como eran grandes murieron y pase por casas de acogida hasta que una pareja colombiana me adoptó. Mi papá trabajaba allá pero fue movido a Puerto Rico cuando tenía doce y ahí me crié hasta hace un mes por el trabajo de él.

–¿Qué edad tienes?

–Dieciocho– tragó saliva, serio.

–¿Seguro?– Insistí.

Me miró aún más serio.

–Claro que sí. ¿Y ustedes?

–Yo tengo diecisiete y él dieciocho.

–¿Ustedes, todos, son muy amigos?

–Sí– me encogí de hombros. Teníamos nuestros subgrupos, no éramos todos tan cercanos o tan íntimos, pero sí podíamos contar los unos con los otros–. Pues sí.

–¿Y siempre han sido…?

–Al principio no tanto– miré a Marc, seguro también se acordó de cómo nos conocimos– pero lo importante es el ahora.

–Claro, claro.

Gringo raro.

Raro y chismoso.

–Daliah– Marc llamó mi atención–, mira esto.

Me pasó la libreta.

Ves que sí es especialito? Qué tiene que hacer con tanta preguntadera?

Lo fulminé con la mirada y se la devolví.

–Después vemos– le dije antes de dirigirme a Dean–. ¿Y en qué salón le tocó.

–12-A.

–Hum– soltó Marc.

–¿Y a Amalia?

–El mismo.

–Ah, entonces están con nosotros– dije para disimular la alegría brillando en Marc, casi dando saltos, y nótese el sarcasmo–. Ya sabe que….

–¡Se acabó el tiempo!– Exclamó el profesor–. Tienen cinco minutos para recoger y en diez minutos todos deben estar en sus salones o en coordinación. El que llegue tarde tiene un cuatro como máximo en su nota individual y en grupo.

–Este parece que la mujer le pegó una cachera…– murmuró Josué recogiendo lo suyo

–¿Algo que quiera decir, Ruiz?

Negó enseguida.

Fuimos de nuevo a nuestros salones. Para la gracia de Marc, tenía al gringo al lado. A falta de mi dúo favorito para formar un trío inigualable, me conformé con Marc alante y Carlos al lado. Pero a nuestra izquierda, yo tenía a Amalia y Marc a Dean.

Amalia no me molestaba, era divertida y ocurrente. A veces se unía a nuestras conversaciones, incluso cambiaba de puesto con Carlos, ya que a él si le había caído bien Dean.

Con quién más empecé a hablar fue con Marc. No supe si era porque él ya se había sincero conmigo, pero de repente había empezado a contarle más de mí, de mi entorno. Entendía la situación con Dante, y le había dado bandera verde para que opinara al respecto, entre otras situaciones.

Creamos una carpeta de drive juntos para poner fotos y videos de Visie. A veces salíamos junto con ella y con los demás. Una vez, me la llevo un rato mientras yo pasaba con Zara y Tiffany.

Zara recibió un zarpazo cuando tuvo que sacarle a Jackie de la boca a Visie. Tiffany tuvo una reacción similar a la mía cuando se enteró de la existencia de la rata: gritando y montándose en una silla. Apenas aprendí a acercarme a ella un poco, pero después del miedo inicial Tiffany ya la dejaba montarse encima de ella.

Pero Visie estaba preciosa. Siempre que podía me veía con ella, aunque como se creía mayorcita ya no le gustaba el contacto físico. Marc me contó que su hermana es la única que le puede hacer de todo, que Visie no le intentará sacar el ojo.

Carlos se había esfumado una tarde. La misma amistad que yo tenía con Marc, Zara la tenía con Evan y Tiffany con Daniel y josué. Nada más que la combinación Zara-Evan requería la paciencia del grupo de Tiffany, Daniel y Josué. Y luego estaban los hermanitos, Dean y Amalia, que se habían pegado a nosotros.

–Ya llegué– anunció Carlos.

Levanté la mirada por encima del hombro de Marc, viéndolo jugar algún juego en su celular, cuyo nombre todavía no me aprendía.

–¡Gracias a Dios!– Exclamó Josué y Zara y Evan les sacaron la lengua–. Engendros del demonio.

–Les tengo una propuesta– siguió Carlos–. Mis papás me aseguraron que los puedo invitar al ver que tiene un tío.

–¡Eso!

–Pero, no pueden tomar tragos.

–¿Entonces qué sentido tiene?– Preguntó Marc.

–Está como un poco indignado con eso– le murmuré al oído.

–Los menores de dieciocho.

–Y esas son ustedes dos– Evan nos señaló a mí y a Zara.

Ella se encogió de hombros. Ya tenía mucho con su mamá como para pensar en beber, más habiéndola visto consumiéndose por el vicio desde que tenía memoria.

–¿Todos vamos?– Preguntó Tiffany.

Una mirada discreta se dirigió hacia ambos hermanos. No tenían el mejor ambiente, bueno, Amalia sí, pero Dean era un poco más amargado. No era alguien de una buena energía, aunque él se llevaba bien con Carlos.

Marc me había comentado los intentos de él por llevarse bien con él, pero Marc simplemente no le daba entrada. Sentía como si tuviera un interés detrás, como si no quisiera una amistad genuina.

–Sí, vamos todos– miró a los hermanos–. Yo me encargo de pasarles la dirección y lo que necesiten. Pueden venir con más amigos, familiares…

–Con mi hermana no te vas a cuadrar– le dijo Marc enseguida.

Carlos levantó las manos.

–Yo nada más comentaba.

–Con mi futura esposa no te vas a ver Carlos– le dijo Josué.

–Mi hermana ya sale con alguien– el pobre Josué pusó cara de infarto, mientras Marc cogía mi tupper lleno de frutas cerca de Zara para compartir.

–¿Y quién en ese quita mujeres?

–Mi mejor amigo– Carlos fue el que puso cara de infarto esa vez–, Manuel.

–Ahhhh, ¿Su mejor amigo?– Marc levantó la mirada de mi tupper, devolviendolo a Zara para que cogiera unas uvas–. Está bien.

–Carlos.

–No, Marcos. Está bien. Está bien, está perfecto.

–Tiene como algo ahí haciéndole chichón en la frente– Zara le señaló la cabeza.

–Ay, sí– la apoyó Evan con una sonrisa–. Tienen pinta de cacho.

–Carlos– volvió a intentar decirle Marc.

–Por mí ni se preocupe. Ahí tiene al mozo ese para que le dé culo y lo que se usted quiera.

–Carlos, a él lo conocí antes.

–¿Y eso qué significa?

–Que el mozo es usted– le dijo Evan soltando una risa.

–Usted es el cacho– Zara también se rió con él.

–Ahora resulta. Yo no soy ningún plato de segunda mesa…

–Es que él es como mi hermano, Carlos– le dijo Marc sonriendo–. Tú eres…  mi amigo, pues.

–Está bien, está bien– asintió–. Gringo.

–¿Hum?

–Usted y yo somos mejores amigos de ahora en adelante– se sentó a su lado.

Yo también me reí un poco. Pasé la mano por encima del hombro de Marc y él se reubicó para quedar apoyado en mi hombro cuando tomé el teléfono y era mi turno de jugar.

–Siga riéndose, Daliah– me dijo Carlos–. De seguro él también tiene una moza a la que llama mejor amiga.

–Mi mejor amigo es usted, no él.

Marc se vió ofendido, pero Carlos puso su sonrisa radiante.

–Saque de ahí, hombre– le dijo a Marc para acomodarse en su lugar–. Este puesto está ocupado.

Marc lo miró feo, pero se puso de mi otro lado.

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