14. Encuentros inesperados
Nicolae pellizcó la mejilla de su sobrino sin dejar de sonreír. No entendía cómo, en tan poco tiempo, el pequeño había logrado robarle el corazón por completo. Nunca se imaginó cuidando a alguien tan frágil y dulce como lo era Jimmy; agradecía tanto que le hubiera devuelto un poco más de luz a su vida.
—Nico, ¿estás listo? —escuchó la voz de Niall tras su espalda.
—Sí —se inclinó hacia delante para besar suavemente la redonda mejilla de su sobrino. Éste, al sentirlo, soltó un quejido lloroso que se disipó una vez que retomó el sueño.
Se giró hacia el moreno y sonrió inconscientemente. Aún no podía reponerse sobre la mentira que le habían hecho creer a Isabella, pero era la única manera de que ella se mantuviera tranquila el tiempo que fuera necesario... hasta que lograra sacarse esa diminuta —pero dolorosa— espina que se agarraba fuertemente a su corazón.
—¿De verdad te sientes bien? —Niall dio un paso hacia delante para colocar una mano sobre su mejilla, acariciándola con las yemas—. Podemos cancelar nuestra asistencia.
Nicolae sacudió la cabeza en forma de negación. No podía hacerle eso a Hugo —ni mucho menos a Luca— cuando le habían ayudado muchísimo este último tiempo.
—No te preocupes. Quiero ir.
Decidieron que cada uno llevaría su automóvil, ya que cualquiera podría irse antes o después de la fiesta y no querían molestar a nadie para que les dieran un aventón hacia sus respectivos departamentos. Nicolae tenía claro que no se pasaría con el alcohol debido a la presencia de su sobrino una vez regresara del cóctel. Muchos puntos de su vida tenían que cambiar si Jimmy iba a criarse a su lado de ahora en adelante.
Guardó su móvil en el bolsillo trasero del pantalón y esperó a que Niall encontrara aparcamiento por las anchas calles de Los Ángeles. Hacía bastante frío y empezaba a congelarse por cada minuto que pasaba.
—Lo siento —sintió la mano de Niall treparse por sobre su cintura y sonrió un poco incómodo, más bien muriéndose de frío—. Creo que han invitado a bastante gente y todo estaba repleto de coches.
—Luc suele pasarse mucho cuando se trata de estos eventos —rio levemente y se encaminaron hacia la entrada del bloque.
Llegaban un poco tarde, pero no había sido culpa de ellos. Entre la conversación que tuvieron con Isabella y su cambio de ropa —el cual le costó decidir— no lograron organizarse bien respecto a la hora en que debían llegar al cóctel. Una vez estuvieron frente a la puerta del departamento, tocaron el timbre.
—¡Pensé que no llegarían!
Tanto Nicolae, como Niall, miraron con la mandíbula desencajada la elegante figura de Luca. Bien, ellos eran consciente de que el pelinegro era exageradamente atractivo, pero cuando se lo tomaba en serio y se arreglaba se convertía en un jodido Dios.
—¿Qué me miran? —bramó el muchacho, con tono confundido—. ¡Basta! Estaba a punto de ir a sus departamentos para arrastrarlos hacia acá.
Nicolae sacudió la cabeza y dio un paso hacia delante, aun sintiendo el agarre de Niall sobre su cintura.
—Te ves muy bien, Luc.
—Eso es cierto —prosiguió el muchacho de tez morena, mostrando su sonrisa angelical.
—¡Vayan a felicitar a Jones! —con las mejillas sonrosadas, Luca les empujó bruscamente hacia la entrada del departamento.
La gente no les prestó atención en absoluto, estaban tan absorbidos por la suave música y el alcohol que residía en una alargada mesa de madera que nadie giró el rostro para saludarlos. Caminaron por toda la estancia hasta que vieron a Hugo hablando con uno de los invitados, por lo que decidieron mantenerse al margen y aceptar una copa de vino por el camarero que había trabajando ahí.
—Está muy bien currado —comentó Niall para después darle un trago a su copa, observando todo el departamento. Elegante y acogedor. No estaba para nada recargado de adornos innecesarios.
—Se lo toma muy en serio, ya te dije —el menor rio levemente y miró de izquierda a derecha hasta que se atragantó con su propia saliva al ver una presencia muy conocida para él—. Oye Niall, ¿me acompañas?
—¿A dónde?
—Tú sólo ven —Nicolae cogió la mano libre del moreno y lo arrastró hasta el otro lado del departamento hasta detenerse en una esquina donde varias gente lograba esconderlos del centro—. Aquí estamos muy bien, ¿no?
Niall frunció el ceño y le miró como si de un bicho raro se tratase.
—¿De quién te estás escondiendo, Nico?
—De nadie —frunció el ceño de forma graciosa y le dio un último trago a su copa de vino hasta finalizar el contenido. La colocó en una repisa y se frotó las manos—. Cuando Hugo se desocupe vamos a felicitarlo.
—Más te vale. No quiero morir a manos de Luca.
Estuvieron hablando de temas triviales, olvidando por completo el paradero de Hugo y su pareja. Cada minuto que pasaba iba llegando más gente y parecía que iban a estar bastante apretujados en el departamento como sardinas enlatadas; sin embargo, no parecía tan agobiante como pensaron. Nicolae ya llevaba un par de copas encima, al igual que Niall, pero seguían completamente consciente de lo que pasaba a su alrededor.
De un momento a otro, el ambiente del evento cambió radicalmente. Hugo había pedido un cumpleaños tranquilo, sin fiesta y sin ebrios, pero él era el primero en encontrarse frente a todos los invitados dando saltos como imbécil. La pareja no dudó en reírse del hombre de hebras negras hasta que éste se dio cuenta y los correteó por todo el departamento amenazándoles con decapitarlos.
Nicolae, entre risas y burlas, se perdió de toda su compañía y empezó a caminar tranquilamente entre toda la multitud. La mayoría se había contagiado por la energía de Hugo y se encontraban bailando y bebiendo más de la cuenta. En resumen, a Luca se le había ido de las manos el evento tan recatado y elegante que pretendía festejar.
—Auch —se sobó la frente cuando sintió como se chocaba con alguien más. Entrecerró los ojos y alzó la mirada para encontrarse con unos ojos que se le hicieron jodidamente familiares—. ¿Gael?
—Oh, hola otra vez —el muchacho le sonrió enormemente y se sintió abrumado. Algo se empezaba a formar en su pecho y no sabía cómo explicarlo—. ¿Conoces a Hugo?
—S-sí —sacudió la cabeza, dándose cuenta de lo idiota que se estaba viendo, y sonrió agradado por encontrar al hombre ahí—. Soy el mejor amigo de Luca, su pareja.
—Qué coincidencia —el hombre sacudió sus cabellos con la palma de la mano y se sintió un poco molesto. Quizá le llevaba unos cuantos años, pero no era para tanto—. Qué fiesta tan... compleja, ¿no?
Nicolae se rio levemente y aceptó una copa de vino por parte de Gael. Todos a su alrededor ya se encontraban bailando y haciendo jaleo, por lo que cogió la mano del hombre y tironeó de él hasta que lograron encontrar el balcón del departamento. Había una pareja liándose a besos, pero no le importó. Prefería aguantar eso que estar entre aquel barullo de gente que le agobiaba un poco.
—No sabía que conocías a Hugo —apoyó la copa de vino sobre los barrotes del balcón, al igual que un costado de su cuerpo.
—Bueno, nos conocemos poco, pero Luca insistió en que viniera —Gael se relamió los labios después de saciarse con el vino y cruzaron miradas silenciosas, como si intentaran entablar una conversación, pero algo les impidiera ejecutar el cometido.
Nicolae sabía que, desde que coincidieron en aquel pequeño incidente, siempre había un sentimiento de incomodidad y tensión por sobre sus cabezas. Aquello no les dejaba socializar o flirtear como le gustaría, llenándolo de inseguridad.
Pretendió abrir la boca para intentar retomar la conversación; sin embargo, escucharon como alguien más entraba al balcón y le sorprendió bastante de quién se trataba.
—¡Nana!
—Nicolae, cariño —la mujer le recibió gustosa en sus brazos y él no perdió oportunidad de fundirse en aquel abrazo. Habían coincidido en algunas calles de Los Ángeles, pero podía contar aquello con los dedos de su mano izquierda; verla le hacía realmente feliz—. Oh, mírate. Estás guapísimo.
El muchacho de hebras platinadas se sonrojó inevitablemente. Retuvo sus lágrimas lo más fuerte que pudo, tenerla frente a él le traían demasiados recuerdos felices, los cuales no lograba arrancarse del corazón, por mucho que su cabeza se lo exigiera.
—A ti los años no te pasan factura —se mordió el labio inferior, suavizando su mirada y amenazando con empezar a llorar. Esa mujer, en tan poco tiempo, le había hecho sentir un niño de cinco años—. Estás preciosa, nana.
Nadia hizo un gesto con la mano, restando importancia a lo que había dicho y sonrió nuevamente, sujetándole la mejilla para que se sintiera reconfortado y no desechara aquellas lágrimas que tanto tiempo había retenido. Quizá debía aguantar un poco más.
—Te quiero presentar a alguien —sin soltar la mano de Nadia, se giró con una sonrisa que desapareció al instante. Gael había desaparecido dejando las dos copas de vino sobre los barrotes del balcón—. Oh... Se ha ido.
—¿De quién se trataba, cariño?
Volvió a girarse en dirección hacia la mujer y sonrió levemente decepcionado.
—Un hombre que conocí hoy.
—Bueno —Nadia le arregló el cuello de su camisa oscura y le palmeó el pecho—. Estoy buscando a alguien, ¿me ayudas? No estoy para este tipo de fiestas y quiero irme a casa.
Nicolae se sintió un poco inseguro al saber de quién se trataba. Estaba buscando al padre de Romeo y no tenía ni la menor idea de si éste se encontraba entre la multitud que celebraba el cumpleaños de Hugo. Caminó entre la gente sin un rumbo decidido y se mareó un poco al percibir el olor a alcohol y humanidad mezclados.
Se rio interiormente al pensar cómo de histérico se encontraría Luca al darse cuenta de que todo su sacrificio se había ido por la borda.
Siguió caminando hasta que volvió a chocar con alguien más; sin embargo, no le dio tiempo a reaccionar cuando, lo menos que deseó, se hizo realidad. Romeo se giró al instante que lo sintió chocar contra él y ambos par de ojos se cruzaron para compartir una mirada llena de un sentimiento totalmente horrible.
Cuando sintió que su pecho empezaba a arder, se giró con intenciones de desaparecer. Se hizo hueco entre la gente que se encontraba compartiendo risas y vino, con los ojos fijos en el suelo de madera y con el corazón bombeando sangre sin detenerse.
Dio un respingo cuando una mano atrapó su muñeca y, en un pestañeo, su cuerpo se encontraba pegado al de Romeo, quien le miraba tan profundamente que se sintió vulnerable.
—Suéltame —habló firme, luchando para que su voz no temblara.
El moreno se mantuvo en silencio, tan sólo observando cada centímetro de su rostro. Aquello le estaba confundiendo de sobremanera; ¿por qué le miraba así?
—Romeo —mordió su labio inferior con fuerza, reteniendo las ganas de soltarse a llorar.
—Yo... Estás tan-
Antes de que lograra terminar aquella frase, alguien chocó con ellos logrando que el moreno suavizara el agarre contra su cadera y pudiera deshacerse de aquella cercanía tan incómoda. Se separó y tomó camino por el lado contrario, intentando que la gente no se volviera en su contra y le retuviera. No podría soportar una vez más que Romeo le atrapara.
—¿Nicolae?
Alzó el rostro con rapidez y se echó hacia aquel cuerpo una vez pudo darse cuenta de que se trataba de Niall. Retuvo las ganas de llorar como pudo e ignoró el nudo que había revivido en el centro de su pecho, torturándole como hace tiempo atrás.
El mayor aún no entendía por qué Nicolae se encontraba en aquellas condiciones, había perdido su rastro cuando Hugo empezó a perseguirlos y no pensó que la situación acabaría de esa manera.
—¿Qué ha pasado? —se dio el permiso de preguntar, sintiendo los temblores del platinado bajo su pecho.
—Sólo abrázame.
Nicolae se reafirmó contra el cuerpo de su amigo y cerró los ojos con fuerza. Ver a Romeo después de tanto tiempo le había devuelto cada uno de los momentos que compartieron juntos y no le gustaba saber que algunos de ellos eran realmente horribles.
El dolor y la decepción acaparó su corazón por completo, como si el tiempo volviera hacia atrás y le hiciera revivir la odisea que pasó después de separarse de Romeo. No era agradable, era jodidamente feo volver a sentir que el corazón se le desmoronaba en pedazos.
—Vámonos de aquí —Niall rodeó su cintura, posicionándose detrás de él para caminar entre la gente que empezaba a ser echada por Luca.
Se sorbió la nariz frotándola con el dorso de su mano y miró hacía en frente, dándose cuenta de que Romeo aún se encontraba por esa zona y les estaba mirando fijamente. Fue inevitable no reafirmarse con más fuerza a los brazos de Niall, intentando que el calor de éste se mezclara con el suyo.
—Ustedes realmente parecen pareja.
—¡Luc! Menos mal que apareces —el moreno tuvo intenciones de separarse; sin embargo, Nicolae le sostuvo los brazos alrededor de su cintura. No le tomó importancia porque realmente se sentía bien estar de esa manera con él—. Nos vamos. Creo que Nicolae bebió demasiado.
Luca rodó los ojos y palmeó el rostro del susodicho.
—Hombre, era de esperarse. Pero será mejor que te acuestes a dormir tan rápido como llegues a tu departamento; estás pálido.
Nicolae asintió apartando la cara para que dejara de tocarlo. Tan sólo quería salir del mismo lugar donde Romeo se encontraba. Una vez se despidieron de la pareja, cogieron el coche de Niall y decidieron que él mismo iría a recoger el del menor una vez que saliera el sol al despertar.
—¿Me vas a decir qué te pasa? —preguntó el mayor cuando ambos ya estaban sumergidos en la soledad y silencio del coche.
Nicolae se mantuvo en silencio y suspiró. No le servía de nada quedarse callado.
—Me encontré con Romeo.
—¿Te dijo algo?
Negó sacudiendo la cabeza. Prácticamente era así... sólo habían compartido miradas hasta que sintió miedo al verlo entreabrir los labios para hablar.
[...]
—Señor, la señorita Isabella está en la entrada del local asegurando que usted le ha dado trabajo —habló Blake una vez tuvo acceso al despacho de Romeo.
—Lo había olvidado por completo —refunfuñó por lo bajo mientras jalaba suavemente sus cabellos. No estaba de humor. Más bien, nunca lo estaba—. Dile que vaya con Hugo, no tengo ganas de verla.
Blake retuvo sus ganas de soltar una carcajada y salió del despacho en total silencio. Se encaminó hacia donde la muchacha le estaba esperando y le dio la grata noticia de que debía ir a recibir su horario con el señor Jones, no con quien ella pretendía encerrarse a hablar.
Romeo, por otra parte, se intentaba concentrar en su trabajo. Hoy tenían una fiesta de cumpleaños en ROYAL y debían organizar todo el local como aquella gente lo había pedido, después de todo que hubiera incorporado a Isabella como subordinada no era tan malo.
—No puedo creer que hayas contratado a esta muchacha —Hugo, luego de entrar a toda velocidad a su despacho, tiró los documentos de contratación contra su escritorio de madera, se veía realmente molesto.
Tuvo que inhalar y exhalar para tranquilizarse.
—Sólo vienes a mi despacho para quejarte.
—Me da igual —el más alto en estatura se sentó frente a él, manteniendo aquel semblante que intimidaba a tantos—. Quiero una buena explicación o ella se larga de mi negocio.
—Hoy hay un gran evento y necesitábamos más empleados —dijo lo primero que pensó. En realidad no le importaba que fuera creíble o no, tan sólo quería quedarse en su despacho.
—Entonces será sólo un día, ¿no?
Romeo gruñó por lo bajo.
—No. Tendrá un contrato de tres meses y cuando aspire, la despedimos —compartieron una mirada jodidamente fría—. No es muy difícil aguantarla, Hugo. No dramatices.
—Si aguantarla puedo, el problema es que será un mueble más de ROYAL —bramó. Los ojos de Jones se veían inyectados en sangre, ¿quién tendría la valentía de hablarle en ese estado? Claramente Romeo Donati—. Recuerda que esto es una asociación, si algo no me gusta a mí no puede ser, ¿de acuerdo?
—Haz lo que se té la gana —hizo un gesto con la mano para que se fuera; sin embargo, tuvo que presenciar como Hugo rompía el contrato de empleo frente a sus ojos—. Lárgate. Si se pone a llorar frente a ti, aguántala tú.
Tuvo por respuesta un portazo y, después de aquella escena, logró tranquilizarse. Cerró los ojos por unos segundos y decidió tomarse una siesta antes de abrir las puertas de ROYAL; no le vendría mal evadir los problemas con el sueño.
La imagen de Nicolae, su sonrisa y sus bonitos ojos se hicieron presentes entre la oscuridad. No le sorprendía ya, todo lo contrario; le alegraba tenerlo, aunque sea en sus pensamientos y sueños.
Un recuerdo surcó por sobre su cabeza, el cual no le permitió dormir como quería. Abrió los ojos y buscó una llave que siempre cargaba en los bolsillos interiores de su americana, una vez la encontró la introdujo en uno de los cajones que había en su escritorio de madera. Cuando lo abrió, su corazón se disparó en un doloroso latido.
Miles de fotografías se encontraban reposando en el interior de aquel cajón, aquellos pequeños recuerdos donde se veía la sonrisa de Nicolae mezclada con la suya.
Cogió el montón de fotos y empezó a pasarlas una por una.
Curvó sus labios cuando se chocó con una de Nicolae tapándose la cara, con una sábana blanca, escondiendo su cuerpo desnudo, en sus casi inexistentes vacaciones de Madrid. Aquel día lo había hecho suyo y ni siquiera recordaba cuantas veces lo repitieron. Sólo sabía que lo había disfrutado jodidamente bien.
En otra foto estaba él, atrás y acostado en la cama, colocándose un brazo sobre los ojos, ya que no quería salir en la foto, mientras que Nicolae, en primer plano y sentado, sonreía exageradamente con los ojos cerrados y haciendo el signo de la paz.
Su corazón se estrujó.
La última fue la que más le dolió en lo profundo de su alma. Sólo salían de cabeza hacia abajo, cortando en la zona de las clavículas. Recordaba que Nicolae se encontraba sobre su regazo, sonriendo como un niño travieso para después mordisquear y estirar su labio inferior; lo había hecho con intenciones de sacar una foto y molestarle. Después de aquello le había arrebatado la cámara para hacerlo suyo.
Nunca se cansaba.
Nunca lo haría.
Guardó rápidamente las fotografías en su respectivo lugar y cerró el cajón con llave. No quería que nadie supiera donde escondía aquellos recuerdos y debería hacer algo similar con las que tenía en su departamento. Desconfiaba de Gael y su intromisión en los asuntos que no eran de su incumbencia.
Miró la hora y tuvo que dejar el despacho para ir a supervisar cómo progresaba la decoración del evento que tenían hoy. Le sorprendió ver a Isabella siendo guiada por uno de sus empleados más veteranos, por lo que se giró hacia donde se encontraba Hugo y le pidió una explicación la mirada. Su mejor amigo simplemente se encogió de hombros y apartó los ojos de él para seguir organizando los menús de bebidas alcohólicas que pedían.
—Romi.
Aguantó soltar un suspiro agotador y miró a Isabella.
—¿Qué haces aquí? Ve a trabajar —fue tajante. Como siempre.
—Sólo quería darte las gracias —vio como la muchacha de pálida piel tenía intenciones de abrazarlo; sin embargo, se hizo hacia atrás esquivándola con sutileza.
—Recuerda que ahora eres mi empleada —alzó un poco más la voz para que sus demás subordinados supieran que no tenía ningún tipo de trato especial con ella.
Ni con ninguna otra persona.
—Lo siento...
Isabella volvió a su trabajo y él miró a los demás, quienes empezaron a murmurar por el suceso ocurrido hace segundos. Gritó que estuvieran pendientes de lo que verdaderamente importaba y ellos desistieron.
Ya no le causaba el mismo sentimiento de superioridad cuando veía que sus empleados seguían tan sumisos y callados como siempre. Ahora detestaba que le tuvieran miedo o algún tipo de respeto exagerado.
[...]
Nicolae dio un respingo cuando sintió que la punta de su lengua empezaba arder por el café caliente que acababa de prepararse. Eran las tres de la madrugada y le preocupaba que Isabella no regresara de trabajar. Jimmy se había quedado dormido hace un par de horas, después de insistir tanto y darle mimos, el pequeño humano acabó agotado para su suerte.
Bajó la mirada hacia Micifú, el cual dormía sobre su pequeña cama. Muchas veces le gustaría estar en ese lugar; sin preocupaciones, ni problemas. Sólo comiendo y siendo consentido por los dueños. Sonrió un poco. Micifú era uno de los mayores y más bonitos recuerdos que le quedarían de Romeo. Había sido tan lindo de su parte dándole un gato.
Despegó la mirada de aquella bola de pelo negro cuando escuchó que manipulaban la cerradura de la puerta. Tan pronto como se abrió, vio a una agotada y pálida Isabella entrando al departamento; prácticamente venía arrastrándose.
—¿Cómo te fue el primer día? —preguntó. No tenía intenciones de asustarla, pero así fue.
—Oh, estás ahí —su hermana menor se movió hacia el sofá para dejarse caer sobre él y soltar un gemido de dolor—. Ha sido horrible, Nico.
—¿Qué te mandaron a hacer? —sopló suavemente hacia su café. Quería tomárselo tan pronto como pudiera e irse a la cama.
Le extrañó que su hermana se quedara callada; sin embargo, habló después de un pequeño laxo de tiempo.
—Romeo sólo quería ponerme en la barra, pero yo me ofrecí a ayudar con las decoraciones.
—Oh...
—Si vieras lo lindo que fue conmigo —siguió hablando, mostrando energía y alegría en su voz—. Quería que hiciera el menor esfuerzo posible.
—No me parece bien —afrontó la mirada despectiva de su hermana. Quería ser sincero en la mayoría de cosas y ésta era una de ellas—. Tiene que tratarte por igual si eres su empleada, Isabella. Los demás podrían causar conflictos por ello.
—Sí, lo que digas. Por eso me ofrecí a ayudar con las decoraciones —aunque Isabella intentara esconderlo, él sabía que no estaba de acuerdo en todo lo que había dicho. No le importaba, de todos modos—. Es muy bonito, ¿sabes? Bueno, no. No lo sabes. Nunca sabrás lo genial que se siente cuando eres importante para Romeo Donati.
Nicolae estuvo a punto, a tan solo dos segundos, de decirle que lo sabía perfectamente. Que él sí había causado un sentimiento de amor en el moreno, algo que ella no logró. Ni logrará nunca. Apretó los puños, se tranquilizó y volvió a hablar.
—Mucho mejor para mí. No quiero sentirme importante por ser una diversión de dos meses para que después me dejen tirado.
Isabella entreabrió los labios sorprendida y dolida por aquellas palabras tan cortantes; sin embargo, no le dio mucha importancia. Quería irse a dormir y olvidar que quizá Romeo volvía a ser el mismo de siempre, y lo peor de todo, que estaba intentando enredar a Isabella en el mismo juego de dos años atrás.
Más tarde, a las siete de la mañana, se despertó debido a los sollozos de Jimmy, por lo que tuvo que despertarse y entrar en la habitación de Isabella para cargarlo y arrullarlo. Entró a la cocina y colocó un biberón en el microondas, con el paso del tiempo había aprendido que su sobrino era de buen comer.
—¿Qué, mi amor? —le habló en voz baja, dando suaves palmadas a su pequeña espalda. Se tuvo que quedar quieto cuando lo oyó volver a sollozar—. Okey, okey. No te gusta.
Cuando el biberón estuvo totalmente preparado, se sentó en el sofá y acomodó a Jimmy sobre sus brazos para dárselo. No estaba de acuerdo con Isabella sobre no darle de lactar, pero tampoco tenía voto, ni palabra sobre la decisión de ella; respetaría aquello y le compraría sus cereales a Jimmy cada vez que fuera necesario.
Vio como su sobrino se quedaba dormido poco a poco y una sonrisa se deslizó por sobre sus labios. Era tan bonito y le recordaba tanto a él de bebé que no podía evitar sentirse nostálgico. Cuando lo vio totalmente dormido, lo dejó en su cuna de nuevo.
Había olvidado ponerle de comer a Micifú y de seguro su pobre bola de pelo negro estaría rabiando de los celos. Cuando entró al pequeño balcón de la cocina donde se encontraba la lavadora, la caja de arena de su gato, y demás, vio que las ventanas estaban abiertas y un sentimiento de miedo se apoderó de su cuerpo. Volvió a mirar hacia el interior de su departamento y no dio con Micifú por ningún sitio de la cocina.
Empezó a desesperarse y recorrió toda la casa gritando su nombre. Ya no le importaba despertar a Jimmy, a él podrían dormirle con otro biberón o simplemente arrullando su pequeño cuerpo; sin embargo, con Micifú era totalmente diferente.
Se asomó a los balcones, sintiendo terror de encontrarlo tirado en mitad de la carretera, sin vida, totalmente aplastado; pero no fue así y supo que su pequeña mascota se había escapado. Él recordaba a la perfección haber cerrado todas las ventanas del departamento antes de irse a dormir, nunca se olvidaba, ni siquiera cuando se encontraba dando tumbos de lo borracho que estaba a veces.
—¿Qué son esos gritos? Vas a despertar a Jimmy —vio que Isabella se había levantado y empezaba a prepararse un café.
—Micifú se ha escapado —tiró todos los cojines del sofá intentando encontrar su teléfono móvil hasta que dio con él.
Luchaba para que las lágrimas no se desbordaran por sus ojos. No quería parecer imbécil, ni exagerado, pero anoche había recordado lo importante que Micifú era para él y ahora...
Ahora ya no estaba.
Gimoteó cuando escuchó la voz somnolienta de Niall al otro lado de la línea.
—¿Nicolae?
—Micifú no está, Niall. Se ha escapado...
—Voy para allá.
El pitido que se escuchó en su teléfono a la hora de colgar simplemente le dejó un sentimiento más impaciente y doloroso.
—Lo siento tanto, Nico —oyó a Isabella a la lejanía.
Por alguna extraña razón sentía que las palabras de su hermana pequeña no eran para nada verdaderas.
[...]
Blake tuvo que frotarse los ojos cuando vio que Nicolae se estaba aproximando hacia la puerta del despacho de su jefe. Hacía prácticamente un año y poco más que no lo veía, tampoco necesitaba preguntar para saber qué había pasado con la relación amorosa que compartía con Romeo; no obstante, le sorprendía estar viendo aquello con sus propios y bonitos ojos.
—Apártate, imbécil.
—Sí, ha sido tanto tiempo... —tuvo intenciones de seguir hablando, pero lo vio entrar y prefirió callarse hasta que se dio cuenta de que otro sujeto se acercaba hacia él—. Alto ahí.
—Apártate, idiota.
Blake realmente estaba a punto de cortarse las venas con tanto insulto. Menos mal que estaba hecho de acero gracias al trato que le daba su jefe.
—Mi jefe ahora está ocupado —inevitablemente se quedó mirando la nariz peculiar de aquel muchacho. No era malo, ni juzgaba el físico, pero esa nariz era bastante graciosa—. Amigo, la cirugía te salió mal, ¿no?
—¿Qué-
—¡Niall! —la voz de Hugo, otro de sus jefes, hizo eco en el pasillo de los despachos. Tuvo que ponerse recto inmediatamente—. Ven aquí, anda. Déjalos.
—Pero... Nicolae está ahí dentro —el muchacho fue sujetado por los hombros y arrastrado hacia el despacho de Jones.
—Él sabe lo que hace —logró escuchar por parte del pelinegro de alto rango.
Blake se sacudió el traje despreocupado y ladeó la cabeza un poco confundido. Desde los ojos de un guardaespaldas todo se vivía más violentamente. No quería saber cómo lo estaba pasando su jefe Romeo.
[...]
Nicolae gimoteó mientras se tapaba el rostro. No había tenido otra elección; le daba igual perder su orgullo o dignidad. Quería encontrar a Micifú antes de que fuera realmente tarde y ya habían perdido demasiado tiempo valioso.
Romeo le estaba observando desde la otra punta del despacho. Le sorprendió tanto verlo que se imaginó estupideces hasta que le contó por qué realmente se encontraba ahí, por desgracia vio como cambiaba su expresión radicalmente. Le agradó verlo preocupado porque eso significaba que aún seguía teniendo presente la existencia de Micifú.
—Lo encontraremos.
Nicolae despegó las manos de su rostro y le miró. Le importaba una mierda, parecer una bola de mocos y lágrimas; no estaba ni en sus mejores fachas... Sólo quería saber dónde mierdas se había metido Micifú y aguardarlo entre sus brazos. Aunque tuviera que suplicarle a Romeo, haría lo imposible. Lo tenía decidido.
No se movió cuando vio que su expareja se estaba acercando a él, simplemente se encogió y gimoteó de miedo al sentir que aquellos brazos donde se sintió protegido por mucho tiempo volvían a atraparle. Su respiración se aceleró y, al parecer, Romeo supo detener aquello antes de que le diera un ataque de ansiedad en mitad del despacho.
No quería sentir la piel del moreno sobre la suya nunca más. Le hacía sentir mal consigo mismo, le traía tantos malos recuerdos de la pelea aquella noche que era imposible no soltar más lágrimas. Ahora era un caso diferente, si incluso debía dejarse besar por Romeo, le dejaría. El amor que sentía por Micifú sobrepasaba sus límites.
—Por favor, tranquilízate...
Cerró los ojos con fuerza cuando sintió la mano del moreno sobre su húmeda mejilla izquierda. Los golpes que se repartieron hará un año atrás volvieron a su mente y dio un paso hacia atrás, completamente cohibido.
—Sólo quiero que hagas tu magia —tragó saliva para intentar pasar el nudo que había en su garganta—. Sé que tienes muchos contactos... Me gustaría saber si lo han acogido en algún albergue para animales abandonados.
—De acuerdo.
Ambos compartieron una mirada y Nicolae frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Siéntate —le señaló el sofá que había en el despacho—. Le pediré a mi asistente que te traiga un té para que te relajes un poco. No te hará bien estar de esa manera.
—Está bien... Pero sólo hasta que llames a eso —puntualizó antes de sentarse en el sofá. Se veía y era más cómodo que el anterior, por lo que no pudo hacer nada cuando se quedó completamente dormido.
Romeo suspiró y se pasó la mano por el cabello. Se acercó al menor colocándose de cuclillas frente a frente y se tomó el tiempo suficiente para observar cada detalle de su hermoso rostro. Que tuviera el cabello platinado le hacía ver su piel más brillante.
No le causaba ningún sentimiento bonito el ver como Nicolae reaccionaba de mala manera a su toque. Sentía asco por sí mismo, incluso odio. Pero también sabía que se lo merecía por haber sido tan imbécil hace un año. Todo esto le indicaba que no tenía ni una sola oportunidad para volver a tenerlo sobre su pecho, y le dolía, dolía como el demonio mismo.
Alguien carraspeó y se irguió tan rápido como pudo. Al saber que se trataba de Hugo, simplemente le ignoró y colocó una manta aterciopelada sobre el cuerpo del menor para que no sintiera nada de frío. Noviembre realmente no se andaba con bromas respecto al clima que se había ajustado.
—He logrado que Niall se tranquilizara un poco —su mejor amigo se sentó en el sofá de en frente y miró a ambos—. Se piensa que estaré todo el rato con Nicolae, pero sinceramente tengo muchas cosas que hacer.
—No te preocupes. Yo me haré cargo —se relamió los labios cuando vio que su pequeño platinado se removía entre el sofá y las sábanas. Ansiaba tanto atraparlo entre sus brazos.
—Sé cuidadoso. No es algo fácil de olvidar.
Romeo sabía que su mejor amigo no lo decía a malas, incluso tenía razón en cada palabra pronunciaba; sin embargo, eso no significaba que le hacía sentir mejor. Todo lo contrario. Se sentía como la mismísima mierda que era.
—¿Tú crees que encontremos a Micifú?
—Puede pasar cualquier cosa... Ese gato era demasiado molesto y activo.
—Imbécil —dijo entre dientes.
—Bueno —vio como su mejor amigo se levantaba y se fijaba en la hora—, espero que tengáis la suerte de encontrarlo. Nicolae es bastante apegado a él.
Romeo asintió y se guardó sus pensamientos para sí mismo. Le gustaba saber que Nicolae apresaba un recuerdo bonito de él. Siempre pensó que en cualquier momento el menor vendría a devolvérselo, pero no fue así y aquello le creaba pequeñas esperanzas. No las suficientes para sentirse seguro de dar un paso grande, no obstante; eran esperanzas. Eso era lo último que se perdía.
Después de hacer un par de llamadas supo que algunos albergues tenían gatos que daban similitudes con el perfil de Micifú y se alegró. Sólo esperaba que así fuera y lo encontraran para desechar este sentimiento tan feo. Se dio un descanso y se sentó al lado de Nicolae, quien había formado en una pequeña bola con su cuerpo para resguardarse de sí mismo. Le acarició el cabello y sonrió levemente al verlo ronronear por el toque.
—Romi... —le escuchó decir en sueños y su corazón empezó a bombear sangre con más intensidad—. Romi... Romeo —le siguió llamando entre pequeños movimientos bruscos y sueños que parecían ser bonitos; sin embargo, cambió de opinión cuando lo vio fruncir el ceño totalmente—. D-Detente...
Dio un salto cuando vio como Nicolae se sobresaltaba, colocándose rápidamente en el sofá, con la respiración agitada y lágrimas secas pegadas a sus mejillas. Ambos compartieron una mirada llena de emociones diferentes, por lo que Romeo tuvo intenciones de hablar el primero.
—No. No te atrevas —murmuró el menor y suavizó su respiración poco a poco—. No me sirven de nada tus disculpas.
Romeo apartó la mirada, escuchando como su alma se agrietaba. Dolía más tener a Nicolae junto a él y reclamándole, indirectamente, que tenerlo alejado a sabiendas de que podría llegar a ser feliz al lado de otra persona que no era él.
—¿Lograste averiguar algo?
—Sí —articuló simplemente, volviendo la mirada hacia el frente—. Hay un par de albergues que dicen tener...
—¡Oh, mi Dios! —Nicolae se acercó tanto a él que pensó que en cualquier momento podrían unir sus labios si tan sólo se moviera un par de milímetros. Sentía su respiración mentolada chocando con su rostro, tan malditamente provocador—. Ah... Mi culpa. Lo sien-
—Romi, ¿puedes creer que- —la puerta fue azotada contra la pared del despacho y ambos se separaron de un rápido salto viendo de quién se trataba. Asustándose al mismo momento que vieron el rostro inexpresivo de Isabella—. ¿N-Nicolae?
—Ah... Isabella —el menor se levantó y miró a su mayor con miedo; sin embargo, volvió los ojos hacia su hermana pequeña—. Sólo quería saber si estabas haciendo bien tu trabajo, por eso vine aquí.
Isabella frunció el ceño.
—¡Ibas a besarle! ¡No mientas!
Romeo se levantó sobresaltado, colocándose al lado de Nicolae. No quería que Isabella empezara a especular aquellas tonterías —por mucho que quisiera que fuera verdad—, sobre todo cuando el menor no parecía feliz con ello.
—No, Isabella. Escúchame primero-
—¡No te voy a escuchar! ¡A ti te gusta Romeo! —cuando se dio cuenta de que Isabella tenía intenciones de acercarse a su hermano con agresividad, se colocó frente a ella para detenerla.
—Romeo, di algo joder —vociferó el platinado con la voz temblorosa.
Miró a Isabella con el ceño fruncido y suspiró. Estaba tan harto de que la muchacha se creara más ilusiones con él, que esta era la oportunidad perfecta para decir la verdad. Para cerrar el círculo vicioso que la muchacha había formado ella sola.
—Yo no le gusto a tu hermano, Isabella. Es más, me odia —murmuró agotado—. Pero él a mí sí me gusta... Mejor dicho; estoy enamorado de tu hermano, de cada centímetro de su cuerpo y alma, de todas y cada una de sus facetas, del hermoso corazón que alberga en su pecho, Isabella. Y no voy a pedir disculpas por ello, porque es lo mejor que me ha pasado en la vida.
N/A: el último párrafo es épico gente!!!!
¿Opiniones? ¿Qué piensan que pasará en los siguientes capítulos?
Recuerden; no soy profesional, escribo porque me gusta y con el sueño de que algún día llegar a publicar un libro en físico.
Quizás este, nadie sabe uwu ksks.
Pero no admito que anden criticando la historia de mala manera, yo jamás os he faltado el respeto o ilustrado. Siempre he venido con buenas vibras y feliz. Así que limítese a criticar la historia.
Acá todo pasa por algo, por eso es una novela XD.
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