Holden y su murmullo
1)
La caja de cereal estaba vacía. Holden se había servido todo el cereal en su plato tan bonito decorado con cactus. Holden miraba a una mujer que parloteaba dentro de la televisión. Creyó que ella estaba leyendo las cartas de tarot, pero luego le pareció que anunciaba el horóscopo. La mujer hablaba y hablaba. Holden se inclinó hacia delante, estaban por anunciar el horóscopo de su signo: Libra. Holden le dio un sorbo a su cuchara, y la televisión interrumpió la transmisión. Ahora se interpretaba el himno nacional de las doce.
Gloria a nuestra patria libre,
unión eterna de pueblos hermanos.
Holden se dejó caer en el respaldo del sillón y siguió masticando las hojuelas de maíz. Los ojos le ardían y le lloraban. Eso pasaba cuando miraba la televisión por ocho horas seguidas.
Sabiduría heredada de nuestros
antepasados.
¡Gloria a la patria! Nos enorgullecemos de tí.
Subió las piernas al sofá. Tenía calcetines y un pantalón corto. En realidad, tenía mucho frío, pero le daba pereza subir a buscar una manta.
De los mares del sur a las tierras polares
se extienden nuestros bosques y nuestros campos.
" Doce en punto". Le dijo el hombre al oído.
Tomó el control remoto y subió el volumen al tope. La sala retumbaba del fastidioso sonido del himno.
" Doce" Holden podía escuchar la voz fuerte y clara. Sobresalía de las voces que interpretaban el himno. " En punto".
Holden se llevó una cantidad obscena de hojuelas de maíz a la boca. Mastico con la boca abierta y con fuerza. Tenía la esperanza de ahogar la voz del hombre.
" No está. No ha llegado "
La mujer del horóscopo volvió. Pero a Holden le fue imposible prestar atención a las predicciones de libra. Y del signo que le siguió.
" No está..."
— ¿Y qué? — contestó Holden por fin.
".. no ha llegado."
— ¡¿Y qué?!
" Qué idiota. Tú padre es un idiota. Tú eres un idiota. Idiota. Idiota. Los idiotas no pueden quererse entre sí. "
— Basta...
" Por eso estás solo. Por eso Rachel ya no te habla. Por eso Michael olvidó tu cumpleaños. Por eso tú madre se marchó. Por eso Rachel ya no te habla... "
Su respiración se volvió irregular. Holden comenzó a tener la sensación que tanto odiaba. Sintió que el sillón desaparecía y que estaba sentado sobre nada. El plato que tenía se volvió una suave pluma que no pesaba. Estaba ocurriendo de nuevo. Holden sintió que se desmayaba, aunque en realidad estaba intacto sobre el sillón.
La voz del hombre continuó hablando. Cada oración se volvía más fuerte, más asfixiante. Holden procuraba no moverse, pues de verdad sentía que iba a caer al vacío de hacerlo.
" Por eso Michael.. "
La puerta se abrió. El chillido de la puerta mató la voz del hombre de un segundo a otro. Holden parpadeó varias veces. Asustado, aliviado e incrédulo.
— ¿Holden? Estás pálido — le dijo su padre desde el arco del pasillo— ¿Estás bien?
— Dijiste que llegarías a las nueve.
— Surgió algo inesperado— se rascó la barba—. Mañana veremos la película.
— Sé suponía que la veríamos la semana pasada.
— Holden.
—Y dijiste que te tomarías un descanso del trabajo.
— Hago lo que puedo, ¿sí?
— No. No es cierto.
Holden se quedó sólo. Se levantó y arrojó el plato a la mesa. Regresó a la sala y buscó el disco con la película. Leyó el título "Stars Wars: La guerra de los clones" y se dispuso a reproducirla en la televisión.
2)
El sueño lo había vencido y se había perdido los últimos quince minutos de película. Ahora iba quince minutos tarde a la escuela. Cargaba pesadamente con la mochila. La escuela nunca le pareció tan lejana.
Antes de entrar al salón de clases, miró su reflejo en una de las ventanas. Su cara se veía cansada y el cabello lo tenía todo aplastado y asqueroso. Se veía como un idiota. Abrió su mochila rápidamente y sacó el gorro para invierno que nunca se ponía. Dudo entre que era mejor: lucir el ridículo gorro o lucir el cabello grasiento. Se decidió por el gorro.
El profesor le dio un sermón delante de todos. Ellos se burlaban del espectáculo, pues para ellos era divertido verlo como un perro regañado. Les gustaba la forma en que abría los ojos y fruncía los labios. Y más con el gorro que ahora traía.
Cuando se dirigió hacia su asiento (el penúltimo de la segunda fila), ellos pusieron los pies a mitad del camino de Holden, de tal forma que parecía que querian hacerlo tropezar. Pero Holden sabía que no era así. Holden miró los zapatos Converse, Nike y Puma. Se sabía de memoria las marcas que sus compañeros usaban. Fingió no prestar atención, pero en cuanto llegó a su lugar, clavó los ojos en sus propios tenis. Inmediatamente los escondió debajo del asiento. Se sentía idiota. Quería desaparecer.
— Holden. — le murmuró la voz de Rebeca, quien se sentaba atrás.
El chico esperó un par de segundos. Volvió a escuchar su nombre acompañado de un golpecito en la espalda. Ahora se giró para ver a Rebeca.
— Estamos en la lección 23. — le dijo Rebeca señalando el libro.
Holden asintió. Miró la página y no entendió ninguno de los problemas.
Para la hora del almuerzo, Holden comió en la misma mesa que Rebeca. Rebeca parloteaba y parloteaba como la mujer de la televisión. A Holden le costaba entender. Observó el movimiento de la boca de Rebeca, como si de alguna manera eso le hiciera entender. Distinguió que Rebeca dijo su nombre. Y luego dónde, y luego gorro. Y luego mañana. Asumió que le preguntó: ¿Dónde está tu gorro que llevabas en la mañana?
— Se perdió. — su aturdimiento se despejo un poco.
— Vi que Richard llevaba uno idéntico.
— Ajá.
— Estás raro. Pareces perdido...
Holden volvió a sumergirse en el agua. O así lo sentía. Algo estaba mal. Tres veces en una semana era demasiado. Solía ocurrirle sólo una vez. Y ahora, notó Holden, es peor. Se levantó e inventó cualquier excusa para esconderse en el baño.
Decidió faltar al resto de clases y eso pareció calmar a su mente. Aunque cuando las distracciones desaparecieron, Holden fue invadido por una ola de desdicha. Se sentía irremediablemente solo e incomprendido. Como encerrado en un pequeño armario del que nadie estaba dispuesto a sacarlo. Se dio cuenta de la ironía y salió del cubículo riéndose.
Holden procuro relajarse un poco, mandar todo al diablo e intentar alegrarse con lo que pudiera.
A la hora de la salida se reencontró con Rebeca. Rebeca ya no sé veía feliz. Holden prefirió esperar a que Rebeca le dijera por sí misma. Ambos caminaron por la acera, uno al lado del otro. Estaban pasando por una de las calles más concurridas. Los autos pasaban uno tras otro.
— ¿Dónde estuviste? Faltaste a tres clases.
— Tenía que.. buscar algo en la biblioteca.
— ¿Por tres horas?
— Sí, por tres horas.
Hubo silencio. Holden tenia la punta de la nariz adolorida y las orejas heladas por el viento.
— ¿Te pasa algo? — dijo Holden.
— Bueno, dieron los resultados del examen de cálculo — La voz de Rebeca tembló antes de seguir. — Obtuve un 42 de 100. Sabía que iba a irme mal. ¡Soy un asco en el cálculo! Pero esto..
Rebeca se paró y Holden también lo hizo.
— Nunca en la vida había tenido menos de 85. ¡Me siento como una idiota!
Rebeca se puso a llorar en silencio. Algo ocurrió en Holden. De pronto fue como si nada más en el mundo existiera. Ni él mismo, ni los automóviles, ni las demás personas. Sólo Rebeca y el 42. Su cabeza explotó en gritos:
"Se ríe de ti"
— ¿Estás llorando por un 42...?
— Es que...
— Es un jodido 42
"Grita más fuerte. Grita más fuerte. Se está burlando de ti. "
— ¡¿Por qué demonios crees que eso es más importante?! ¡¿Por qué te crees mejor a mí?! ¡¿Por qué inválidas mis problemas?!
Rebeca se sobresaltó. Holden nunca antes le había gritado y mucho menos de esa forma. Rebeca dejó de llorar, ahora estaba enteramente conmocionada.
— ¿De qué hablas, Holden? Cálmate.
" No le importas. A nadie nunca le importas. Jodelos. Solo me tienes a mí"
— ¡Eres cómo Richard! ¡Eres una maldita zorra! ¡No te importó yo!
— ¡Cállate! No estás bien.
" Un 42 es más importante que tú y tus problemas con Richard y tu padre. Un 42 siempre será más importante que todo tu ser."
Holden estaba completamente rojo. No era consciente de nada y no podía detenerse. Estaba confundido. Estaba furioso. Realmente podría matar a Rebeca, y no sé preguntó el porqué.
— ¡Lloras por una nota! ¡¿Sabes lo que se siente ser yo?!
— No. Nunca me cuentas nada — dijo Rebeca lentamente. — Holden, no eres tú. Detente.
"Está bien. Es correcto"
Holden tomó por los hombros a Rebeca y la arrojó al suelo. Rebeca gritó y antes de que pudiera levantarse, Holden ya había comenzado a patearla. Holden no estaba golpeando a Rebeca. Estaba golpeando a su padre, y a Richard y a su vida misma. Todo había explotado con un fósforo mínimo de odio. La voz festejaba a Holden. Le alentaba a seguir y no detenerse.
Las personas escucharon el escándalo y ya corrían a auxiliar a Rebeca. La voz repentinamente tomó una postura contraria a Holden. Se comenzó a burlar con la risa más horrible que Holden hubiera escuchado jamás. Holden se hundió en un dolor extremo. Dejó de patear y se preocupó por cubrirse las orejas.
— ¡Cállate! ¡No puedo más! ¡¿Qué quieres?!
" Eres como tú padre. Me das asco."
Holden gritó horrorizado. Corrió algunos metros por la acera y se topó con un hombre que intentó someterlo. Pero Holden tenía una fuerza descomunal dada por la locura. Empujó al hombre y corrió por la única ruta libre: la calle. Corrió en línea recta y un primer auto alcanzó a frenar, pero el segundo auto lo lanzó varios metros hacia delante.
++++
Inspirado en: Pumped up kicks, de Foster the People y en el personaje Charles, de la novela Rabia de Stephen King.
Esta historia no me gusta del todo. Eran un montón de ideas que tenía y al final creo que no llegué a ningún lado. De cualquier forma, la publico para escuchar criticas destructivas :d
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