Escribir relatos cortos no es un gran mérito comparado con otras cosas, pero de cualquier forma a mí me hace estúpidamente feliz. Me encanta pensar en historias locas mientras lavo los platos, mientras voy en el transporte público, mientras estoy comiendo. Y también me encanta apresurarme a hacer mis obligaciones para tener tiempo de escribir. Me encanta. Me hace sentir más viva. Seguiré haciéndolo hasta dónde sea que tenga que esto me lleve.

Así que, le doy las gracias a mi hermana I. por soportar mi vómito mental (que ocurre mínimo tres veces por semana).  Yo no merezco que la ayuda que me da. También gradezco a mí mejor amiga A. por motivarme a empezar con esto como nadie lo ha hecho. Gracias a N. por ser la más entusiasta de los escasos lectores que tengo.

Le doy las gracias a todas las personas que se tomaron el tiempo de leerme y de comentarme. No saben lo feliz que me hace escuchar un ¨ ¿me pasas tus historias? ¨ 

Así mismo le agradezco a 1984 (por engancharme de nuevo a la lectura después de tanto y por mostrarme que un libro es más que una historia entretenida), a El Guardián entre el centeno (por ayudarme a superar mi infancia y poder por fin progresar como persona) y al Señor de las moscas (por hacerme apreciar lo que realmente es un libro: ideas, opiniones, sentimientos, y reflejos de la mente, con tanta fuerza como para trasmitirse a través de algo tan simple como las palabras sobre papel). 

Y es todo. 

¨Era el rostro de la muchacha que conocía el lenguaje de las nubes, que sabía lo que significaba un diente de león bajo la barbilla y que no temía que le quemasen las luciérnagas¨ 

Fahrenheit 451