Por el bien de alguien más
Cosme y Nivey ya estaban en la parte más baja de la colina, habían caminado por media hora, y como el camino era muy oscuro y solitario, preferían quedarse juntos y evitar demasiados peligros.
El viento agitaba la capucha con estampado étnico de Nivey y su cabello castaño oscuro atado en una coleta. Ella era relativamente alta para su edad, tenía quince años, una tez clara y ojos color miel. Y Cosme, por su parte, compartía muchas cualidades físicas con su hermana, como el color de ojos y de cabello, pero su corte de pelo era corto. En ese momento tenía doce años y vestía un suéter rojo con unos pantalones de lino holgados.
Una vez que llegaron a la parte plana del pueblo se sentaron para descansar unos minutos en una banca de hierro frente a un conjunto de casas pequeñas.
—Solo nos vamos a quedar aquí un rato ¿OK?
Cosme asintió.
Todas las fachadas estaban saturadas de decoraciones navideñas, series con esferas de todos los colores, coronas en las puertas, bastones de caramelo gigantes, muñecos de nieve y árboles decorados con muchos colores. Ellos se quedaron embobados admirando a su alrededor, parecían haber olvidado todo lo que las épocas festivas significaban.
—Tenemos que irnos.
"No hay prisa, ya dejamos pasar un año, podemos esperar un rato más".
—Está bien.
Se quedaron en la banca platicando por unos minutos más, la bajada por la colina había sido agotadora, se agradecían unos minutos para descansar.
Después de un rato solo se quedaron viendo los fuegos artificiales. Ahora estallaban con más frecuencia y con muchos más colores. La vista no era tan impresionante como desde su hogar, pero seguía siendo un buen espectáculo, eso ninguno de los dos podía negarlo.
Cosme tocó el hombro de Nivey, se estaba quedando dormida, ese acto la despertó abruptamente, lo que ocasionó un giro muy rápido.
—¿Si?
"¿Por qué nos tocó a nosotros vivir esto?". Esas palabras conmocionaron a Nivey, no sabía cómo responder a eso, ni siquiera como decir una mentira en esa situación.
—...Seguro es por el bien de alguien más.
Fue lo único que pudo decir.
—Ya descansamos lo suficiente, ahora vámonos— Dijo después de unos segundos de silencio total.
Siguieron caminando. Se encontraban a muchos niños jugando en las calles, familias bailando con música en un volumen muy elevado, fiestas interrumpiendo el paso, personas cantando villancicos frente las puertas de las casas y muñecos de nieve en proceso. Se sentían muy fuera del lugar. Mientras todos festejaban la nochebuena, ellos buscaban casi a ciegas algún rastro o pista sobre la muerte de su hermano. Sentían que habían perdido muchas más cosas que solo a Nokka.
Sin embargo, ahí estaban, caminando vagamente hasta llegar a un lugar con dirección a la calle Rosette con la esperanza de encontrarse a la persona que, según la autora de la carta anónima, lloraba constantemente frente al lugar donde se llevó a Nokka. Tal vez no se lo encontraran ese día, pero pensaban que al menos debían intentarlo.
—Por aquí se llega a la calle Rosette— Nivey se paró al llegar al cruce de las calles.
Cosme no dijo nada, se quedó viendo a un punto fijo con mucha atención.
—¿Qué pas-?
Cosme volteó a verla con su dedo índice en sus labios en señal de silencio. Ella entendió el gesto y se calló. Él le señaló a una persona a lo lejos, estaba parada frente a una ventana mirando un objeto en sus manos.
—Hay que acercarnos lentamente— Nivey susurró mientras daba pasos lentos y ligeros hacía el interior de esa calle, donde se encontraba la misteriosa persona.
Ya estando más de cerca pudieron observar que se trataba de un jóven de no más de dieciocho, estaba llorando y sostenía una carta en sus manos, de no ser por que tenía cabello corto, era el retrato exacto de la persona de la que hablaba la carta.
"¿Qué hacemos?", Cosme ahora hacía sus movimientos con mucha delicadeza para no llamar la atención.
—Hay que hablarle— susurró— Pero muy discretamente, sígueme la corriente.
Poco a poco empezaron a acercarse al sospechoso. El corazón de Cosme latía muy rápido, estaba tembloroso y sentía que le faltaba la respiración, pero Nivey lo tranquilizó con una amable y delicada sonrisa.
Ya estaban justo detrás de la persona misteriosa, listos para descubrir lo que tenía por decir y Cosme muy ansioso por descubrir si lo que la carta anónima decía era verdad.
—Buenas noche-— El misterioso volteó abruptamente, guardo la carta que estaba sosteniendo en sus bolsillos y los miró con un rostro tétrico y nervioso mientras movía su mano en forma de saludo muy rígidamente.
Los miró por unos segundos, después empezó a correr.
—¡COSME, DETRÁS DE ÉL!— gritó Nivey mientras ella ya estaba en movimiento, enseguida su hermano se le unió.
Estaban corriendo detrás del supuesto asesino de su hermano, él llevaba la delantera, pero Cosme era muy rápido y ese momento estaba dando todo de sí para poder alcanzarlo. Todas las personas volteaban a verlos con curiosidad, los niños dejaban de jugar, las familias bajaban el volumen de su música, las personas en las fiestas moviéndose para que no los empujaran, los villancicos dejaban de sonar y los muñecos de nieve eran aplastados, pero los tres corrían tan rápido que ni siquiera lo notaban.
Cuando Nivey llegó a la calle Rosette estaba ya muy cansada, aún así segía corriendo tan rápido como podía. Hasta que sintió que alguien la tomó del hombro y la aventó a un callejón sin salida.
Estaba tirada en el piso, sin fuerzas, hiperventilada y apenas con ganas de seguir viviendo, ya ni siquiera recordaba que hace un año ella estaba sonriendo en la cena de navidad con toda su familia, intercambiando regalos, cantando villancicos y construyendo muñecos de nieve con Nokka presente.
—¿Por qué sigues con esto?— Le dijo la persona que la aventó, pero su vista estaba muy borrosa y solo veía una sombra negra— No tienes suficiente con haberlo matado, ¿verdad?
—¿Q-Qué quieres de m-mí?— Gruñó Nivey entre una ola incontrolable de tos.
—Que pares con esto, o que al menos no arrastres a tu hermano a tus problemas.
—Él quiere respuestas, yo no pienso darle eso, pero puedo darle algo mucho mejor. Esperanza.
—¡Pero todo es mentira, por un carajo!
—¡Dime algo en esta vida que no sea una mentira! — Nivey empezaba a volver a sí misma y a levantarse. Pudo ver a un hombre de traje con sombrero y lentes oscuros, era el hombre que la ayudó a disfrazar el asesinato de Nokka.
—Millones de cosas. Millones, Nivey. Pero te diré una sola, que tienes un hermano que te necesita ahora mismo para que lo apoyes más que nunca con completa sinceridad.
Nivey se quedó callada, nunca se rendía ante una discusión, pero ahora no habían palabras que pudiera expresar. Él tenía razón. Estaba fallando como hermana por segunda vez.
—Tienes otra oportunidad, todavía no es muy tarde para intentarlo de nuevo... Tan solo mira— le señaló la casa frente a ellos en la que podía verse las siluetas de una familia festejando en conjunto— Hoy puedes empezar de nuevo, ve a la plaza y compra regalos para tu familia. Nunca es demasiado tarde, Nivey, nunca.
—... ¿Eso es todo lo que querías decirme?
El hombre asintió— Para ésto lo antes posible, tienes una larga vida para disfrutar.
Nivey caminó a la salida del callejón sin mirarlo, pero antes de que pudiera salir él habló.
—Siempre he tenido curiosidad, ¿Por qué lo hiciste?
—Tú sabes bien por qué— Dijo sin voltear a verlo, después siguió con su camino.
Nivey estaba en la plaza, frente a un puesto de antigüedades, comprando regalos para cada miembro de su familia. Nunca antes había pensado en hacerlo, hasta hacía unos minutos. Toda la gente y luz en ese lugar la hacía sentir incómoda, pero trataba de ignorarlo con la idea de que todo era para un bien mayor.
Entonces vio a Cosme y al hombre del que hablaba la carta falsa que escribió ella misma acercarse.
—¡Alto ahí!— exclamó Nivey cuando el chico estaba a unos cuantos metros de ella.
—¡Por favor, yo no hice nada, lo juro!
—Hmmm, ¿Por qué estabas llorando hace rato?
—¿P-por eso me perseguían? B-bueno... mi novia dejó una carta frente a mi casa diciendo que terminábamos. Yo la amaba demasiado, pero las cosas poco a poco dejaron de ir bien entre nosotros... supongo que esto iba a pasar tarde o temprano, ¿S-saben?— Dijo el chico entre sollozos.
Cosme se llevó la mano a la frente y dijo en lenguaje de señas "¿Para esto corrí tanto?", Nivey se rió ligeramente.
—Puedes irte, tipo incorrecto. Lo sentimos de verdad.
Ante esas palabras el jóven se retiró llorando y con pasos lentos, el correr demasiado dejó agotados tanto a él como a Cosme. Una vez que se fue Nivey abrazó a Cosme muy fuerte.
—Hay que olvidar esto, ¿Ok? Es por el bien de nosotros mismos.
Una vez que dejaron de abrazarse su hermano expresó "Si me prometes que tú también lo harás, a veces eres un desastre". Nivey se echó a reír.
—Lo prometo— Lo volvió a abrazar y, en ese mismo instante los fuegos artificiales brillaron como nunca lo habían hecho antes, todos en la plaza voltearon al cielo e hicieron gestos de impresión por el asombroso espectáculo ante ellos, pero ellos se miraron fijamente mientras sonreían, una forma de declarar la paz entre ellos y su pasado. El pacto estaba firmado.
—Por cierto, hay algo que tengo que darte, y no, no es una carta anónima— Bromeó— ven.
Se dirigieron a una banca idéntica a la de hace casi una hora y se sentaron.
—Ten— le entregó a Cosme una caja pequeña envuelta en papel de regalo plateado con un moño rojo— quería dártelo hasta mañana, pero ¿por qué esperar?
Cosme se quedó viéndolo, no podía creer que su hermana le diera un regalo justo después de abrazarlo y llorar. "¿Estás bien?", dijo con una cara de preocupación.
—Sí, supongo que estoy bien— sonrió— Y... ¿no piensas abrirlo?
Cosme asintió, agitó la caja de regalo con delicadeza y procedió a abrirla. Era un pequeño globo de nieve con un chico y una chica dentro haciendo un muñeco de nieve. Cosme estaba encantado.
—¿Te gustó?
Cosme asintió rápidamente, en señal de que amaba el regalo, enseguida abrazó a su hermana con mucha fuerza de nuevo, estaba muy feliz a pesar de todo lo que había pasado ese día y el último año, sabía que había una oportunidad de que todo cambiara frente ellos. No iban a desaprovecharla.
El reloj de la plaza sonó.
La navidad había llegado, todos gritaban emocionados, se escuchaba el alboroto de casas cercanas, las personas se abrazaban, aventaban serpentina al aire, brindaban y compartían su felicidad. No querían perderse de eso ni una sola vez en su vida de nuevo, tenían claro el camino que debían seguir, especialmente Nivey.
—Hay que irnos, papá y mamá deben de estar preocupados.
"Pero..."
—Nunca es demasiado tarde, Cosme. Me voy a disculpar con ellos— le sonrió y le mostró dos cajas de regalo, una para cada uno de ellos.
Cosme asintió con un aspecto tremendamente feliz.
Y ahí, en ese pequeño globo de nieve, una historia de crueldad se enterró para que creciera la prosperidad y felicidad en la familia Flirtz, iba a ser difícil sobrellevarlo, pero tenían que aprender a hacerlo tarde o temprano, pues tenían las navidades, cumpleaños, regalos, muñecos de nieve, fuegos artificiales y sus largas vidas delante de ellos.
Pero ahora la navidad los envolvía, era el momento de vivirla, hasta que fuera demasiado tarde.
¡Gracias por leer!
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