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Prólogo


Una tarde a principios de Noviembre 2009.

Elyria, Ohio

Deandre

El cielo mañanero despejado, con apenas rastros de nubes, es solo un recuerdo.

La tarde, en conjunto con mi estado de ánimo, muestra los primeros tintes grises ofreciendo pistas de un inminente aguacero vespertino, común en esta parte del estado en otoño.

Las primeras gruesas gotas de lluvia las sentí como una especie de martilleo sobre mi cabeza al bajarme del carro y no dude en dejar salir por mi boca algunas palabras soeces que abandonaron mi garganta, mientras apresuraba el paso para alcanzar la puerta trasera de la casa.

Maldije en voz baja, esa tarde no me encontraba en mi mejor momento, me sentía absurdamente molesto. Y preocupado, pues llevaba días sin saber de mi mejor amiga, su silencio era realmente extraño y aunque el día anterior su madre me aseguró que ella se encontraba bien una sensación de inquietud no me abandonaba.

Y es que últimamente tenía la sensibilidad a mil y no era la primera vez que sentía que todo confabulaba en mi contra. Minutos después, mientras los remanentes del agua lluvia recorrían mi rostro hasta morir entre el cuello de mi camisa de algodón, me reclamé mis anteriores pensamientos y ridícula sensibilidad.

Cerré la puerta trasera con más fuerza de la necesaria para luego cruzar la cocina en dirección a la escalera que me llevaría al piso superior mientras intentaba despejar mi mente de pensamientos negativos y mi ser de la novel sensación de inapropiado.

Intenté no sobrepensar las cosas y me propuse recuperar al Deandre positivo y alegre que por lo general era. Necesitaba que permaneciera sobre el Deandre receloso, aciago y melancólico en el que sentía, por aquellos días, me estaba convirtiendo.

Y era que ciertos recuerdos no tan lejanos detonaban emociones contradictorias y confusas. Y cierta persona y mis estúpidos sentimientos hacia él desataban emociones fuertes, y añoranzas casi imposibles de reprimir. Y lo peor de todo era que en ocasiones estuve a punto de desear por primera vez en mi vida no sentir como siento, no ser como soy.

¡Totalmente Absurdo!

***********************

Tiempo después, justo cuando estaba a tres escalones del primer piso ya más calmado, pensando en recalentar los restos de la cena de la noche anterior para comer antes de pasar por la casa de mi amiga, escuché golpes en la puerta principal de la casa.

No esperaba a nadie, podría ser cualquiera.

Como era costumbre, una muy desatinada, obvie el uso del pequeño visor en la puerta cuyo único propósito, mirar quien tocaba antes de abrir, yo pasaba por alto. En su lugar solía atisbar hacia el exterior de la casa separando del marco de la estrecha ventana al lado derecho de la puerta una de las esquinas de la cortina que la cubría y olvidando la enorme mata artificial que mamá tenía en el exterior justo a un lado de la puerta y que obstaculizaba mi visión.

Sus largas y anchas hojas me impedían ver bien a la persona afuera que para colmo, parecía no dejar de moverse. Llevé la vista hacia abajo siendo los tenis Converse en color negro deslavado del visitante lo primero que vi con claridad. No tardé en reconocerlos y sin necesidad de más supe quién era su dueño y visitante.

Un vacío se abrió en mi estómago y una poco placentera sensación se adueñó de mi al mismo tiempo que los latidos de mi corazón aumentaron su velocidad.

Peyton Blossom tenía ese efecto en mí.

Me cruzó por la mente dejar que el inesperado visitante envejeciera tocando la puerta, era lo más sensato, pero últimamente la sensatez no formaba parte de mi carácter.

Y mientras giraba el picaporte después de abrir el pestillo, imágenes de la madrugada dos días atrás que compartí con él cobraron vida frente a mis ojos. Sin embargo, no fue solo eso, también recordé mi confusión y algunos pensamientos inquietantes gracias a mi estúpido enamoramiento.

—¿Qué haces aquí ? —pregunté a modo de saludo una vez lo tuve de frente y sin evitar la rudeza. Verdaderamente no sabía que hacia allí, estaba enojado no solo con él sino conmigo y mi ridículo corazón que con solo verlo se desbocaba.

—¿Por qué le hablaste a mi hermana sobre lo que sucedió en el campo de futbol?! — exclamó Peyton, sus ojos oscuros fijos en mi, sus encantadores labios fruncidos en un rictus de ira.

Peyton lucia bastante enojado y mientras yo recién había salido de bañarme y llevaba ropa seca, sus cabellos, ropa y calzado escurrían agua lluvia. Me obligue a concentrarme y analizar su pregunta, o mejor dicho su acusación.

—Perdón, ¡No sé de qué hablas, sabes que no le he dicho a nadie lo que realmente sucedió y mucho menos a Zoey!—Casi grite con mi mano derecha sobre la puerta mientras gesticulaba con la izquierda.

Decía la verdad. Su reclamo me pareció un soberano atrevimiento y él un descarado. Recordé lo arrepentido que lucía hacía dos días atrás y me pregunté si había sido sincero.

Peyton era un atrevido que había puesto mi plácida vida patas arriba desde que lo volví a ver. Aquel pensamiento encendió más mi enojo.

—¡No te creo! —exclamó él. Lo miré a los ojos, apenas creía que estaba allí en modo reclamación cuando él era el último que debía hacerlo.

—Da igual, piensa lo que quieras Peyton y lárgate —contesté cansado e hice amago de cerrar la puerta. No deseaba tenerlo frente a mi, y mucho menos para gritarnos estúpidos reclamos que no contribuían a nada.

Su presencia no tenía sentido, me dolía gritarle y más me dolía comprobar otra vez su rechazo hacia mí persona y lo que representaba. No obstante, lo peor seguía siendo su negación y desprecio a sus propios sentimientos que luchaban por liberarse y que él insistía en sepultar bajo prejuicios, vergüenza y temor.

—No tan de prisa, Deandre —Lo oí decir.

Entonces Peyton había hecho un movimiento equivocado, y yo reaccioné sin pensar y por puro miedo.

Fue en cuestión de segundos, y seguramente inesperado para Peyton Blossom verse atacado por mi y terminar sentado en el suelo con la nariz sangrante gracias a un solo puñetazo que sin pensarlo e impulsado por el miedo le propine. Y mientras Peyton gemía cubriendo su maltrecha nariz con su mano derecha, yo lo miraba desde arriba con una mezcla de emociones.

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