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Capítulo 3

Dulce y Picante


Peyton


Recordar su aroma me provocaba enterrar mi nariz en el hueco de su cuello, mantenerme allí y sentir la tibieza de su suave piel mientras aspiro la dulce fragancia a vainilla. Sin embargo, la tarde anterior detecté en su aroma algo más que la dulce vainilla.

Siempre identifiqué a Deandre por su peculiar olor que fluía cada vez que se movía o el viento sacudía sus cabellos rojizos. También lo notaba cuando caminaba a sus espaldas, mientras él jugaba con Zoey juegos de mesa en el comedor.

Desde que tengo catorce años soy muy consciente de su presencia, demasiado consciente para mi gusto.

Cuando Deandre llegaba a casa de visita yo procuraba mantenerme ocupado y lejos de él, así fue durante los últimos meses antes de su inesperado viaje y posterior silencio. Y es que ante su presencia comencé a sentir emociones nuevas e inquietantes que me convencí solo merecían mi rechazo.

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Cuando se es un niño, uno suele querer emular a su padre. La figura paterna es muy importante y de enorme influencia en nuestra vida. También solemos pasar por alto rasgos inquietantes del carácter de la figura de autoridad, en este caso mi padre y su marcada adversidad hacia la homosexualidad.

Papá era homofóbico y solía burlarse del señor Smith, el dueño de uno de los restaurantes del pueblo. Papá solía llamarlo amanerado de manera despectiva, asegurando vivía junto al señor Thompson en el apartamento de los altos del negocio.

   —Son pareja, Peyton. Como tú madre y yo, ¿puedes imaginar algo más desagradable? —repetía papá cada vez que tenía la oportunidad, mientras sacudía la cabeza en gesto negativo.

A temprana edad yo no entendía totalmente el significado de sus comentarios. Y crecí oyendo a papá, a espaldas de mamá, burlarse y llamar con palabras soeces y tono de rechazo a algunas personas, por lo general hombres delicados y de gestos afeminados. Para mi padre aquellos manierismos eran sinónimo de homosexualismo y motivo de exclusión.

Mi padre no ocultaba a casi nadie su malestar ante el homosexualismo, solo disimulaba su desprecio cuando mamá estaba presente, ella no toleraba oírlo despotricar sobre ese tema.

"Tu madre cree en la igualdad y todas esas boberías "decía él.


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Yo siempre lo tuve claro,  no quería ser como el señor Smith o como él señor Thompson. Deseaba ser como mi padre, el hombre que a todas luces era mi héroe, mi ejemplo a seguir.

Por aquel tiempo, con quizás nueve años y a pesar de sentir cierta incomodidad frente a las burlas de papá, su actitud a mi entender no significaba una ofensa hacia los agredidos. E imaginaba en mi futuro una familia tradicional compuesta por la mujer que sería mi esposa, dos o tres hijos y un perro.

Lo que no me paso por la mente fue que ese hombre al cual admiraba, mi modelo a seguir, eventualmente asentaría un fuerte golpe emocional a mi madre, mis hermanas y también a mí al irse con otra mujer, destruyendo a su paso la típica familia americana que tenia.

Mas ese tema es harina de otro costal.

********************

El lunes después de la parrillada, desperté con el recuerdo del aroma a vainilla en mis fosas nasales y una vergonzosa erección.

No recordaba haber soñado, pero el dolor en mi entrepierna pudiera ser evidencia de que así fue y no tuve que ser muy ingenioso para saber con quien.

Rumiando, me puse de pie con la sola idea de deshacerme del problemita bajo una extensa ducha de agua fría. Media hora después, envuelto en mi bata de toalla, de pie frente a una de las ventanas de la sala que daba a la calle principal, disfrutaba de una taza de café bien cargado.

Fue entonces que llamó mi atención un carro pequeño y rojo que estacionó justo detrás de la guagua de mamá. Traté de identificar al o los ocupantes del auto, pero los arbustos a los costados de la entrada principal me impidieron lograr mi cometido.

Segundos después retrocedí unos pasos sorprendido y poco faltó para que mi bebida caliente se desbordara de la taza al ver a Deandre subir las escaleras hasta el balcón, mi balcón.

No estaba preparado para lidiar con su presencia y enojado fui consciente del aumento en la velocidad de mi pulso. No, enojado era poco, me sentí furioso.

¿Por qué tiene que volver Deandre a formar parte de mi vida?

¿Por qué no se quedo lejos, donde estaba?

Hacía cuatro años que se habia marchado. Y durante ese tiempo no me vi atormentado por pensamientos inadecuados hacia otro varón, pensamientos que yo consideraba inquietantes y prohibidos.

¿En serio Peyton, ya olvidaste a O'Reilly?

¿Peter O'Reilly y los inquietantes sueños que provocaba en ti?

   —¡Maldición! —exclamé. Lo menos que deseaba era recordar a uno de mis ex compañero de clase.

Dejé la pegajosa taza sobre una de las mesitas cerca de la puerta principal. En esos instantes oí tres fuertes golpes sobre la madera de la puerta.

Impulsado por la ira, preparado para dejar la amabilidad a un lado y decirle a Deandre que se fuera por donde llegó, abrí la puerta de un jalón.

No toleraría como antes, su continúa presencia en mi casa, me dije. El recuerdo de la última vez que estuvo aquí asalto mi mente burlándose de mi. Aquel sorpresivo y rápido beso que compartimos.

¿Qué dices? ¿Qué beso?

¡Ese instante en que Deandre se atrevió a posar sus labios sobre los míos no merece ser llamado beso!

¡Ajá!

¡Instante que no pudiste dejar de pensar por varias semanas!

Aquella maliciosa vocecita, que no era otra que la voz de mis propios pensamientos comenzaba a hartarme.

Me planté frente a Deandre y lo taladré con la mirada. Él me devolvió el gesto, curvando sus labios en un intento de sonrisita y arqueando su poblada ceja derecha, mientras recorría mi bata de toalla con su expresiva mirada.

  —Zoey todavía duerme, antes de volver, llama —mencioné sin perder el tiempo con buenos modales. Tampoco me importaron mis fachas, ¡al diablo la bata de toalla!

No perdí tiempo al intentar volver a cerrar la puerta principal. Me valía mierda si él se sentía maltratado o no. Lo único que deseaba era no volverlo a ver.

Mas Deandre fue rápido y obstaculizó mi movimiento con su pie y mano izquierda. Su dulce aroma a vainilla, inundó mis fosas nasales.

   —No tan rápido. Creo que estás en un error Peyton, acabo de hablar con tu hermana y me está esperando —Su tono de voz armonioso pareció meterse en mi cerebro.

Hale la puerta hacia mi.

   —¿Volverás  a ser la sombra de Zoey? — quise saber y no oculté mi malestar.

   —¿Algún problema con que sea amigo de Zoey? —preguntó él haciendo gestos con sus expresivos ojos verdes.

    —Zoey no necesita de amigos como tú, que se van por cuatro años, olvidándose de ella —mencioné mientras la maliciosa vocecita insistía en preguntarme si la ausencia de Deandre no solo había afectado a mi hermana, sino también a mi.

¡Jamás!

   —Como si eso te importara — dijo Deandre, sus palabras avivaron mi coraje. Di unos pasos acercándome a él.

¿Qué sabe él lo que me importa o no?

    —No sé por qué tanto coraje hacia mi, ayer parecías de todo menos enojado. —Su comentario, dicho con un tonito burlesco y desafiante provocó una incómoda ola de calor sobre mi rostro.

A punto estuve de gritarle que se fuera de mi casa, fue entonces que lo vi sonreír apenado, mientras miraba sobre mi hombro al interior del pasillo.

—Hola amiga.

  —¿Qué pasa contigo, Peyton? ¿Por qué discutes con Deandre?


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