Capítulo 22
Intentando limpiarme el alma
Peyton
No había dejado de correr como un poseso recorriendo las calles del lugar donde vivía y equivocándome en el camino en varias ocasiones, desorientado. Recuerdo que unos fuertes temblores sacudían mi mojado cuerpo después de aquella solitaria carrera, mientras una brisa helada envolvía cada parte de mí. Traté de controlar mis agitadas respiraciones en tanto mis piernas parecían querer fallarme en cualquier momento amenazándome con dejarme caer en el duro cemento de la acera, pero me las arregle, al fin, para dar los pasos que me llevarían detrás de unos arbustos que formaban parte del patio frontal de mi casa. Allí me sentía a buen recaudo de las posibles miradas indiscretas de los vecinos.
No pude más y me dejé caer sobre el césped mojado y fangoso. Mi mente era un amasijo de pensamientos, iban y venían atormentándome.
«Deandre está mal herido y nadie lo ayudara»
«Regresa, no seas hijo de puta»
«Ahora aprenderá a no acercarse a mí, se lo merecía»
«Mentiroso, aléjate tú de él, solo lo lastimas»
-Si, si lo lastime...-Desesperado llevé ambas manos sobre la cabeza inclinándome hacia el frente mientras unos intensos deseos de llorar sobrecogieron mi pecho aturdido por la fuerza de aquella emoción, meciéndome desde atrás hacia adelante y dejando escapar un alarido de rabia y dolor, un hondo pesar de culpa y remordimiento.
No podía parar, no podia dejar de mecerme, «¿Y si Deandre me acusaba con la policía?»
Mientras una brisa fría parecía meterse entre mis huesos cubriendo de escarcha mis articulaciones.
Con dificultad logré ponerme de pie, sentía que en cualquier minuto podía haberme congelado allí sentado y por primera vez desde que llegue mis ojos se enfocaron en la casa apenas iluminada, y el carro de mamá estacionado en el camino de entrada. Y de pronto me acometió la necesidad de peinar con la mirada ambos lados de la calle porque súbditamente estuve seguro de que dos o más patrullas de la policía con las luces encendidas llegarían, con sus ocupantes dispuestos a arrestarme.
No podía quedarme allí afuera, pero a la misma vez dudaba en entrar a la casa, mientras miraba hacia el balcón, mis ideas eran inestables. Entonces decidí que entraría a la casa y le confesaría a mamá lo que había hecho, ella de seguro sabría qué hacer. Sin embargo, estuve varios minutos frente a la puerta buscando armarme de valor, entrar y hablar con mi progenitora. Ya no llovía, pero la brisa que se sentía era demasiado helada.
Cuando por fin entré goteando agua lluvia desde la cabeza a los pies y mojando la madera del pasillo lo primero que pude ver fue a Zoey sentada sobre su andador, en ese preciso momento la mano de mi hermana colocaba el auricular del teléfono fijo sobre su base en la pared. Me giré para asegurarme que la puerta estuviese bien encajada y pase el pestillo, lo había hecho con sumo sigilo, porque aunque tenia intenciones de hablar con mamá a la misma vez deseaba pasar desapercibido para mi familia.
Zoey me daba la espalda, y pude avanzar hacia la escalera y desaparecer, pero dudé unos segundos.
-¡Voy por ahí Zoey! -La voz de mamá y sus apresurados pasos la situaron bajando la escalera.
Entonces Zoey se movió y me encontré en su campo de visión, pude ver el momento justo en que su expresión pensativa cambio a una de sorpresa que no le duro mucho porque luego note su gesto analítico sobre mí, con el entrecejo fruncido mirándome de arriba abajo. La atención de sus ojos azules tardaron bastante sobre mi nariz golpeada.
Mamá apareció en el pasillo llevando un enorme paragua y un par de capas impermeables. Toda su atención estaba en mi hermana y no se dio cuenta de mi presencia.
-Déjame ayudarte con esta capa -Aproveché para escabullirme escalera arriba como lo que soy, un cobarde. Atrás quedaron las intenciones de confesar mi crimen con mamá.
-¿Peyton ya está en casa? -preguntó ella cuando me encontraba a media escalera y detuve el ascenso.
-Acaba de llegar, pero por favor apurémoslo mamá, la madre de Deandre nos espera para ir al hospital -No esperaba que mencionaran su nombre, tampoco pensé a donde irían mamá y Zoey a esa hora y con aquel mal tiempo. Al escuchar a Zoey tuve que recargar el cuerpo contra la pared con el corazón latiendo nuevamente agitado y volviendo a sentirme miserable, Deandre se encontraba en el hospital.
-Válgame Dios ¿quién pudo golpear al pobre chico? -exclamó mamá con verdadero tono de horror -Y en los predios de la escuela -añadió.
Mamá y Zoey no tardaron en abandonar la casa, oí el rotundo sonido de la puerta principal al cerrarse detrás de ellas. Me deslice hasta sentarme sobre uno de los escalones y me llevé las manos sobre la cabeza. Incliné el cuerpo hacia adelante colocando los codos sobre las rodillas sin dejar de jalarme los cabellos.
Nuevamente la posibilidad de un encuentro con la policía se hizo presente. Está vez Deandre no pasaría por alto lo sucedido pues llegamos muy lejos. Aquella golpiza había llevado a Deandre directo al hospital, y un sinnúmero de posibles escenarios sobre su estado de salud cruzaron por mi mente.
Tenia miedo y coraje, me sentía vulnerable, cualquier cosa podría suceder en cualquier momento. También me sentía como un imbécil por haberme dejado llevar por Alexander, ser una marioneta en sus manos para llevar a cabo sus nefastos propósitos.
Me percate que tenía las mejillas húmedas, y no de agua lluvia y eso desato que casi me ahogara con el súbito deseo de dejar salir el mar de incertidumbre y temor que había guardado por tanto tiempo. Sollozos fuertes salían de mi pecho amenazando con no detenerse jamás.
Era como si intentara limpiarme el alma de tanta porquería.
Allí sentado en aquel escalón estuve largos minutos, después casi tuve que arrastrarme hasta el interior de mi cuarto. Ya no lloraba como afuera ya no lloviznaba, cansado cerré la puerta y a trompicones llegué frente a la cama para dejarme caer sobre el colchón y encorvar el cuerpo hacia adentro hasta abrazarme las rodillas. Mi afán por demostrar que no era gay, y que Deandre nunca me atrajo me habían convertido en un abusador. Tenía que aceptarlo y hacerme responsable por las consecuencias.
Entre conjeturas y arrepentimientos tardíos transcurrieron las próximas horas. Inmóvil, con la ropa secándose sobre mi y empapando las sábanas. Tenía el firme propósito de esperar el regreso de mi hermana, necesitaba saber cómo se encontraba Deandre, como estaba físicamente. Quizás algo risible después de ser parte de la golpiza que lo llevo al hospital.
No supe en qué momento me dormí, tampoco cuanto tiempo llevaba dormido. Lo cierto fue que un lacerante dolor de garganta fue parte de mi despertar, nunca había tenido un dolor de garganta tan intenso. Parpadeé y arrugue la cara nuevamente ante el casi inevitable reflejo de tragar, mientras algunos escalofríos se apoderaban de mi cuerpo. Con una de mis manos palmee a uno de mis lados, no supe si fue el derecho o el izquierdo, en un intento por agarrar una de las frazadas que sabia tenía sobre la cama y cubrirme con ella.
El pensamiento de que estaba enfermo me cruzo por la mente cuando todo lo anterior se unió al dolor que sentía cada vez que movía las piernas y brazos. Poco tiempo me llevo darme cuenta de que no solo sentía dolor en las extremidades sino en la cabeza, pero lo peor vino cuando de un torpe movimiento lleve una de mis manos sobre mi nariz y un ramalazo de dolor se adueñó de ella haciéndome lagrimear.
Recordé de golpe todo lo que sucedió con Deandre en el parque y ahogando un grito de dolor me incorporé sobre la cama. El cuarto permanecía tenuemente iluminado por la poca luz proveniente de una lámpara sobre mi escritorio, pero al mirar hacia una de las ventanas del cuarto cubierta con una pesada y oscura cortina pude ver por los resquicios entre el marco y la tela algo de claridad y supuse que estaba amaneciendo.
Aturdido por los malestares que me acometían y la repentina incertidumbre que me embargaba al recordar que no tenia idea de cómo habían ido las cosas con Deandre me animé a abandonar la cama en busca de respuestas haciendo caso omiso a la sensación de mareo que se había apoderado de mí.
Ya sintiéndome más estable abandoné el cuarto y comprobé, al fijarme en la claridad que entraba por la única ventana al final del pasillo, que no debían de ser más de las primeras horas de la mañana del martes. Incluso me pareció que ni siquiera eran las siete de la mañana y por eso mamá no había subido a aporrear la puerta de mi cuarto para que me levantara como solía hacer. Antes de llegar a la escalera me encontré con Chelsea que sin mucho ánimo casi se arrastraba de vuelta a su cuarto desde el baño. Mi hermana ni siquiera me miró y yo torcí hacia la derecha para bajar la escalera.
-A mí no me engañas Deandre, es más entiendo porque no quieres decirle a nadie quienes te agredieron, pero cuando lo compruebe voy a ser yo misma quien los acuse con la policía, esto no se puede quedar así -Las palabras de Zoey detuvieron mis pasos justo cuando estaba a punto de hacerme visible, también provocaron en mi estómago un repentino retorcijón y nauseas. Supuse que el escalofrío que recorrió mi espalda en esos momentos no solo era un síntoma más de mi resfriado sino una señal de que mi lista hermana menor sabía cosas que yo no estaba aún listo para afrontar.
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