Capítulo 21
Dime que pasó, amigo
Deandre
Cuando desperté lo primero que vi, rodeada por una intensa luz blanquecina, fue el lindo rostro de Zoey. Me fijé que escaneaba ávidamente con sus hermosos ojos azules mi rostro, mientras apretaba sus labios. Parpadeé repetidamente desorientado y tratando de enfocar el entorno, pero mi atención volvió sobre ella.
—¡Al fin despertaste, Deandre! —El rostro de Zoey se ilumino con una enorme sonrisa, mientras no dejaba de moverse sobre su silla de ruedas evidentemente emocionada. La preocupación se fue diluyendo de su expresión.
Aunque poco a poco me había echo una idea del lugar donde nos encontrábamos, me había fijado que en el dorso de mi mano izquierda tenía insertado un catéter por el que recibía hidratación o quizás algún medicamento, le pregunté que era ese lugar y porque nos encontrábamos allí. No obstante, antes de que Zoey pudiera decir algo mi mente ya estaba segura de que aquel lugar era parte de la sala de emergencia del hospital más cercano a la escuela.
De pronto los sonidos y olores típicos de este tipo de lugares se dejaron sentir. Al mismo tiempo mi amiga comenzó a hablar explicándome paso por paso la parte de la historia que ella conocía.
Según Zoey, ella trato de comunicarse conmigo en la tarde llamando al teléfono fijo de la casa porque yo no contestaba el móvil, pero tampoco tuvo suerte. Más tarde fue mamá la que contestó, derrumbándose con mi amiga, y contándole que yo me encontraba en sala de emergencias. Entonces Zoey convenció a su madre de llevarla al hospital, y de paso buscar a mi madre. Según Zoey, no podría dormir si no sabía de mi estado aunque mamá le había asegurado que yo solo presentaba algunos golpes y cortaduras leves.
Mientras Zoey relataba que una patrulla de la policía que hacía patrullaje preventivo en los alrededores de la escuela dio conmigo inconsciente, tirado sobre el césped mojado y lodoso del terreno detrás de la escuela donde se practicaban deportes, a mi memoria volvieron de pronto los recuerdos de lo sucedido.
Recuerdo que el sentido de las palabras de mi amiga se perdieron, incluso me pareció que por un momento perdí hasta la audición porque ni siquiera podía oír el timbre de su voz, solo la veía gesticular a mi lado. No podía oír o entender nada y tuve miedo de las consecuencias del golpe que sabía tenía en la frente, aquel que seguramente provoco mi perdida de conciencia.
Sin embargo, las imágenes fragmentadas de lo que me sucedió en el parque ocupaban mi mente por completo. Poco a poco los recuerdos tomaban claridad llenándome de la tan conocida sensación de humillación.
La humillación se mezclaba con la ira, y aquellas dos con el desprecio hacia aquellos imbéciles que se creían mejores que los demás y que se atrevían a señalar a los que asumían estaban por debajo. A señalar, a criticar, a burlarse, humillar y juzgar. Y también a golpear.
El caudal de emociones amenazaba con ahogarme y opté por cerrar los párpados en afán de controlarme y no comenzar a gritar, y a halarme los cabellos.
—Deandre...—
Vagamente creí oír mi nombre, seguramente era Zoey tratando de rescatarme del pozo en que había caído aún sin ella saberlo. El tibio roce de unos dedos en una de mis manos y de pronto la cacofonía producto de múltiples sonidos que nos rodeaban fue internándose en mi cerebro obligándome a volver a la realidad.
Una enfermera corrió, de un solo movimiento, la cortina del cubículo en que me encontraba, era una mujer joven y atlética, nada que ver con la antaño típica enfermera con cara de madre amable y amorosa. Mientras Mrs. Carter, así leía la plaquita plástica que llevaba sobre su seno derecho, se internaba en el espacio del cubículo, por el lado contrario a donde se encontraba Zoey, divagué un poco sobre el aspecto de la mujer y su profesionalismo.
La joven profesional nos dedico una sonrisa —¿Cómo te encuentras Deandre, cariño? —Mrs. Carter iba al mando de un innovador escritorio portátil con computadora integrada donde indudablemente tenía abierto mi expediente.
—Estoy bien —dije aunque no podía negar que me encontraba bastante adolorido era como si hubiese salido de un entrenamiento intensivo en un gym o después de correr un maratón. Aquellos pensamientos se intercalaban unos con otros, no, definitivamente me encontraba algo confundido — .Aunque me siento algo confundido y machucado —La mujer se me acerco lo suficiente para activar la maquina de tomar mis vitales, ya tenía el medidor ajustado a mi brazo derecho, y entre sonrisas le echo un vistazo al golpe en la frente.
Me distraje cuando vi a mamá asomar su rostro tras las cortinas. Luego de segundos de vacilación ella entró al cubículo, la enfermera reparó en ella e intercambiaron impresiones, mientras yo cerraba los ojos, mi intención era descansar la vista, no dormir.
Podía oír la charla de mamá con la enfermera y los movimientos de Zoey, pero estaba muy cansado además sabía que pronto comenzarían las preguntas sobre lo que sucedió y definitivamente no tenía ánimo para enfrentarme a ellas.
Además, no estaba claro sobre lo que quería contar y que no porque contra todo lo que entendía fue un total abuso y que pude haber salido mucho peor que con solo un golpe en la frente estaba el hecho de que pensar en acusar a Peyton Blossom con la policía se me hacía demasiado difícil.
************************
—A mi me puedes decir que fue lo que te sucedió realmente —La madre de Zoey manejaba con mamá a su lado, mi amiga y yo nos encontrábamos sentados en la parte trasera del vehículo. Abandonábamos el hospital después de una última revisión por parte del médico y una incómoda visita de parte de la pareja de policías que me encontró en el parque. Los oficiales querían saber que me sucedió, oír mi versión de los hechos que me dejaron tirado en un lodazal y mencionaron que alcanzaron a ver a varias personas correr hasta perderse de vista.
Me preguntaron si conocía a los que me golpearon e insistieron en que mi versión de un robo no les parecía correcta. Sin embargo, yo me mantuve con lo que había dicho anteriormente a pesar de que los nervios estuvieron a punto de traicionarme. Lo cierto fue que tuve la impresión que no solo la policía dudaba de mis dichos, mi amiga Zoey tampoco me creía.
—No hay nada más que decir Zoey —
Eso fue lo último que dije sobre el tema, mientras el vehículo donde íbamos se movilizaba a buen paso por las mojadas calles de Elyria no muy lejos de casa. Ya había parado de llover y el ambiente se sentía frío aun con la calefacción del auto encendida. Sobre mis hombros llevaba una manta tejida que mamá había llevado al hospital en la que traté de hundir la cabeza al tiempo que cerraba los ojos para intentar mantener lejos de mis mejillas las lágrimas que pugnaban por salir.
¿Qué diría Zoey si le dijera que fue su hermano mayor junto con su grupo de amigos los que me atacaron en el parque? ¿Me creería?
Probablemente Zoey creería en mis palabras, sin embargo, una vez más decidí callar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro