Capítulo 2
Cuatro años antes...
Deandre Isaac Mortimer
¿Alguna vez has sentido una mezcla de admiración, respeto y temor hacia alguien?
Aquella combinación de emociones me embargaba cada vez que veía a Peyton Blossom, el hermano mayor de mi mejor amiga Zoey.
Y hasta ahí, todo iba bien.
Sin embargo, al pasar los años a esas primeras emociones se unieron la inquietud y el nerviosismo para dar paso a la torpeza más absoluta cuando Peyton me dirigía la palabra, mientras fijaba su oscura mirada sobre mi.
Y eso no fue todo. Al entrar a la adolescencia me percaté de que con su sola presencia mi estómago parecía llenarse de miles de revoltosas mariposas, mientras un intenso calor cubría mis mejillas. Aquel bochorno me había obligado en más de una ocasión a encerrarme en el baño de la casa de Zoey hasta recuperarme.
Lo cierto fue que con Peyton descubrí por primera vez hacia donde iba mi sexualidad.
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Una de mis preocupaciones por aquel entonces era que Zoey, su familia o el mismo Peyton, se percataran de mis sentimientos, pues temia su reacción. Me daba pavor que sospecharan sobre los sentimientos y emociones que Peyton provocaba en mi.
Zoey era mi mejor amiga, una amiga que me demostraba en todo momento su lealtad y cariño, sin embargo, yo no podia echar a un lado el temor a su reacción y abrirme a confesarle mis intensos sentimientos, en ese momento así los sentía, hacia su hermano mayor. Y muchas veces fue incómodo, pero a la vez emocionante.
Cuando Peyton estaba presente ya fuera cerca de mi en el comedor o algo lejos, como por ejemplo su habitación en la planta superior de la casa, era muy consciente de su presencia y perdía concentración por estar pendiente a él.
Pendiente a sus lejanos pasos caminando sobre nosotros, a sus carreras al bajar la escalera, a su alegre tono de voz al saludar a su mejor amigo James y pendiente a sus majaderias cuando le daba por ponerse quisquilloso con Bleu, la gata de mi amiga, cuando está saltaba a su regazo.
Por aquel período de tiempo Peyton se convirtio en mi amor platónico y yo era feliz imaginando todo tipo de escenarios donde él me miraba con los mismos ojos que yo a él, los ojos del primer amor.
En mis fantasias fui temerario, siendo una de mis favoritas el momento en que Peyton declaraba en voz alta su amor por mi.
¡Absurdo! pero ¿qué adolescente no tuvo un amor platónico?
Y despertaba de mis sueños siempre de la misma manera, asegurándome que para Peyton Blossom yo jamás sería objeto de su amor.
Al pasar los meses no solo me preocupaba la reacción de los demás, también comencé a sentir temor por las noveles e intensas emociones que experimentaba.
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Creo que jamás hubiese reunido el valor suficiente para confesar mis sentimientos a no ser por la locura que se apodero de mi una tarde. Fue a raíz de las palabras de mi madre y su anuncio.
—Nos mudamos para Columbus, Deandre.
Así, de pronto.
No, realmente no fue como si jamás hubiese oído de la posibilidad de mudarnos con la abuela a Columbus después de que mis padres se separaron. Solía sorprender a mamá hablando consigo misma sobre el asunto cuando preparaba café y pensaba que nadie la oía.
En su monólogo hablaba sobre las dificultades económicas, lo sola y agotada que se sentía entre otras quejas. Casi siempre terminaba preguntándole al aire si sería buena idea mudarse con la abuela y alquilar la casa donde vivíamos.
Cada vez que la oía, el miedo hacia presa de mi por varias horas, miedo a la posibilidad de dejar Elyria y alejarme de Peyton. Luego me sentía mal, culpable y hasta mal hijo por no sentir empatía con mamá y sus sentimientos.
Y aunque llevaba meses escuchándola mencionar la posible mudanza a otra ciudad, cuando oí de sus labios que el cambio era un hecho la desesperación me agobió, por absurdo que fuera.
¡Y es que a mis trece años yo vivía convencido que al mudarme lejos de Peyton Blossom moriría de tristeza!
Tengo que admitir que siempre fui bastante fantasioso, en la actualidad me gusta pensar que controlo mejor esa parte de mi personalidad. Para esa época, sin embargo, algo más acompaño la estúpida idea de que no podría vivir lejos del hermano mayor de Zoey y es que estaba absolutamente convencido de que solo necesitaba acercarme a Peyton y dejarle saber mis sentimientos para lograr que él se diera cuenta de que compartíamos el mismo sentir.
En mi mente era sencillo, Peyton solo necesitaba un empujóncito de mi parte para darse cuenta que me amaba y así juntos planearíamos nuestra futura reunión cuando ambos fuésemos mayores de edad.
¡Como desee después no dejar volar de esa manera la imaginación!
Me hubiese ahorrado la humillación más intensa de mi corta vida y la dolorosa ruptura de mi primera ilusión amorosa.
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En mi defensa me gusta pensar que esa tarde, al entrar al cuarto de Peyton unos días antes de mi viaje, mis facultades mentales no se encontraban en su mejor momento.
Él me daba la espalda, sentado sobre una silla frente a sus cuadernos, al parecer concentrado en alguna tarea. En la planta inferior de la casa, Zoey y su madre preparaban la cena.
Y yo, cuál iluso, caminaba hacia el vacío.
Recuerdo el segundo exacto en que al verlo hacer una pausa en sus movimientos al escribir, con una agilidad y rapidez que no sabía existían en mi hice girar la silla donde se encontraba para tenerlo de frente.
Recuerdo mi emoción al anticipar mis próximos movimientos y la expresión de total sorpresa que cubrió las hermosas facciones de Peyton. Recuerdo inclinarme sobre él y asaltar sus entreabiertos labios con un pequeño beso de los ansiosos míos.
Recuerdo lo entregado que fuí, con que emoción y anhelo brinde mi demostración de amor. Y los segundos que juraría percibí sus suaves labios acariciándome, correspondiendo. Aquello último me atormentó por varios meses, pero lo siguiente aún me avergüenza.
Un gruñido de rabia brotó de la garganta de Peyton, mientras me empujaba lejos de él y se ponía de pie.
—¡Es que estás demente, maldito pervertido de mierda! —gritó desbordando ira mientras me taladraba con sus ojos oscuros.
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