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Capítulo 18



Bailando bajo la lluvia...hasta que un golpe me derribó


Deandre


En los primeros días después del incidente con Alexander no fueron pocas las veces cuando al pasar frente a Thomas y Charles oía algunos comentarios maliciosos, mencionando mi nombre y el de Peyton entre risas y burlas.

Me di cuenta de la ausencia de Alexander durante dos días consecutivos en los que me dedique a ignorar no solo a sus amigotes, en estos incluía a mi primo Elijah, sino a Peyton. Al principio se me hizo fácil ignorar la presencia del hermano de Zoey pues con solo pensarlo recordaba el mal rato que me hizo pasar su amigo, pero conforme pasaban los días a mis traicioneros ojos le costaba mantenerse lejos de él cada vez que entraba al salón o cuando nos encontrábamos en los pasillos de la escuela. Así las cosas no puedo decir que logré lo que me propuse, pasar por alto a Peyton Blossom.

Ya para el viernes de esa semana Alexander había regresado a clases después de su cobarde retirada, quizás porque temía que yo fuera con la dirección a levantar un reporte sobre lo que sucedió en el baño. Ausencia que no tenia lógica, pues de yo haberme quejado contra ellos en la dirección, las consecuencias lo hubiesen alcanzado de cualquier forma.

Note cierta atmosfera pesada entre Peyton y los demás, de hecho, este último paso solo y aislado los dos últimos días de esa semana. El pendejo de Alex y sus dos fieles seguidores parecían pasar de Peyton, castigarlo con su silencio, Zoey y yo lo vimos en más de una ocasión. 

En cierto momento me sentí muy mal por Peyton, inevitablemente me puse en su lugar y entendí que la estaba pasando pésimo, pero aún yo y mi extrema sensibilidad teníamos un limite o quizás esa parte que se cuestionaba lo ingenuo que podía llegar a ser al compadecerme de cierta persona que solo había demostrado ser un total asno, y que me disculpen los asnos.

Así que esa semana fue como un sube y baja emocional, y mi paz mental se vio perturbada en más de una ocasión.


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El lunes siguiente regresé a clases después de un fin de semana familiar pues mamá y la abuela me arrastraron con ellas a varias expediciones de compras pre otoño, eso sí tanto en sábado como el domingo disfrute de sendas sabrosas comidas. El sábado visitamos un restaurante Japones del que había oído buenas reseñas y terminamos el domingo en un bufé muy completo.

Siempre he disfrutado muchísimo salir a comer, conocer nuevos lugares, probar comidas y postres de diferentes países y culturas, luego me dedicaba a inventar en casa tratando de emular los platos que más me gustaban. Después de la danza y una buena siesta, comer siempre ha sido mi segunda actividad preferida, tanto que incluso años atrás llegue a pensar en estudiar para convertirme en uno de los mejores chefs del país, pero mi pasión por el baile sembró en mi otras metas cambiando mis planes.

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Ese día a finales de septiembre cuando Zoey y yo entramos al pasillo principal de la escuela nos encontramos a Miss Kuzact, una de las secretarias de la escuela y mujer de poca estatura, tratando de enganchar una visiblemente pesada corona de hojas otoñales y pequeñas calabacitas en un gancho que previamente habían colocado en la puerta principal de la oficina de registraduría. Sintiéndome dadivoso y con ánimos de ser muy amable le ofrecí mi ayuda a la pequeña mujer que me lo agradeció con una enorme sonrisa.

—Muchas gracias, muchacho —dijo y se dispuso a entrar a la oficina, mientras yo retrocedía algunos pasos alejándome de la puerta para admirar el hermoso detalle sin percatarme del grupo de personas que desfilaban en esos momentos tras de mi, ni siquiera Zoey o la señora Kuzact pudieron avisarme a tiempo para evitar que me echara encima del estudiante que caminaba al extremo izquierdo del grupo de cinco.

—¡Podrías tener más cuidado, Mortimer! —Lo primero que me cuestioné fue porque de tantos estudiantes que desfilaban por los pasillos tuve que tropezarme justo con Peyton quien se dirigió a mi al tiempo que detenía mi ciego avance en retroceso empujándome hacia adelante. No pude evitar tropezar con mis propios pies antes de lograr estabilizarme, lo que provoco silbidos y risas entre los demás que acompañaban al hermano de Zoey.

Me giré topándome con la mirada de Alex quien quedo atrás para echarle uno de sus brazos al cuello de su amigo Peyton y casi arrastrarlo junto a él en pos de Thomas, Charles y Elijah.

—¡Nadie te manda a caminar sin rumbo hermanito, fíjate tú por donde vas! —exclamó Zoey agitada, pero el grupo se encontraba bastante alejado y ninguno pareció enterarse lo cual preferí.

Segundos después se escucho el timbre que marcaba el inicio de las clases y mi amiga y yo nos despedimos para ir a nuestros respectivos salones, antes de guiar su silla de ruedas lejos de mi Zoey comento a manera de análisis que el grupito de los indeseables, como ella los bautizo, volvía a estar completo con Peyton en sus filas nuevamente. Yo sabía que ver a Elijah con ellos mortificaba muchísimo a mi amiga, pero mi primo al igual que Peyton parecían estar muy cómodos bajo el influjo de Alexander Morris.

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Lunes de clase de danza.

Pude ver que llovía copiosamente cuando miré a través de los ventanales del salón de baile antes de apresurarme a salir del plantel seguro de que el encargado de cerrar las puertas se encontraba a punto de cerrar las mismas. No sería la primera vez que me arriesgaba a que algo así sucediera los lunes y los miércoles. Y era que después de finalizada la clase de danza gustaba de quedarme unos minutos repasando la lección del día.

—Uno de estos días cerraré las puertas de la escuela y tendrás que dormir dentro, muchacho —comentó Mr .Morales con aparente rostro severo cuando pasé junto a él rumbo a una de las puertas de salida laterales que permanecía abierta, mientras él removía hacia el exterior algunas bolsas con basura. Aquella puerta de encontraba a solo unos pasos del estacionamiento que colindaba con una de las esquinas del parque donde se hacia deporte.

—Que pases buenas noches, Rafa —Rafael Morales siempre se mostro amable conmigo, yo sabía que su advertencia sobre cerrar las puertas paso de ser seria al principio, a convertirse con el paso de las semanas en algo que se dice por decir.

Cuando crucé las puertas tenía la esperanza de que el aguacero hubiese disminuido, pero rápidamente me di cuenta que era todo lo contrario, me detuve justo a tiempo debajo del estrecho alero para evitar mojarme y allí permanecí largos minutos. La tarde lucia verdaderamente oscura para todavía no ser las cinco. El cielo se apreciaba nublado y gris, pronto la dirección del viento cambió y gruesas gotas de fría lluvia fueron a parar sobre mí.

Era inevitable mojarse ya fuera de camino a mi vehículo o incluso parado alli esperando que escampara. Entonces una idea loca se apodero de mi, en ocasiones, fantasiosa mente. Era algo que siempre había querido hacer.

He de decir que no era fanático de los días lluviosos, pero si de las películas antiguas y esa tarde me sentía extrañamente animado a emular la memorable escena de la famosa película de 1952 protagonizada por Gene Kelly "Cantando bajo la lluvia" donde el protagonista, Don Lockwood bailaba y cantaba con su paragua negro en mano.

Entonces después de poner "Singing in the rain" en mi Mp3 y si pensarlo más me lancé a imitarlo, aunque me faltara el icónico paraguas.

Me desplaze dando saltos al ritmo de la vieja canción, evitando los charcos de agua hasta llegar a la verja que separaba el concreto del césped mojado de la extensión de tierra donde se practicaba deportes. Moví mi cuerpo de izquierda a derecha con mi brazo derecho extendido hacia arriba imaginando tener un paraguas en mi mano para cubrirme de la lluvia. Y mientras la lluvia me empapaba bajé el brazo y junte las manos simulando cerrar el paraguas frente a mi. Luego hice un movimiento como si lo llevara sobre mi hombro antes de volver a caminar cruzando un pie frente al otro. La lluvia no disminuía y yo con cada minuto que pasaba me adentraba más en el personaje bailando y cantando.

Entonces fue ahí cuando me atacaron.

La situación me rebasó, el primer golpe fue leve, justo en el hombro derecho. Luego sentí un zarandeo, esta vez con bastante fuerza, tanta que perdí el equilibrio y fui a dar al césped. Una vez sobre el sentí el peso de algo sobre mi espalda y estuve seguro de que se trataba de un pie.

Fue todo confusión, de manera rápida y dolorosa. Intente levantarme, mientras las manos se me hundían en el fango, mis rodillas resbalaban y el miedo más puro se apoderaba de mi ser. Por unos segundos no sabia que estaba pasando, desconocía quien me atacaba y por qué. Mas pronto identifique aquel coro de risas de hienas, odiosas y crueles. Risas que oía con frecuencia en los pasillos de la escuela cuando caminaba frente al grupo de Alex y sus amigos.

Un fuerte tirón de cabello hacia arriba me obligo a alzar la cabeza.

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*Gene Kelly en la memorable escena de la película de 1952.

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