Levanto una pesa y la dejo en el suelo bruscamente.

Siento mi propio sudor empapando mi ropa deportiva. Mi respiración se ha acelerado por culpa del esfuerzo.

—¡A mover el culo, vieja!

Veo a Igor pasando delante de mí a una gran velocidad mientras ríe a carcajadas al verme.

Le falta poquísimo para descojonarse en ese momento.

Me hace la burla cuando enciende una de las máquinas de correr al ver mi cara de... Vamos a decir la verdad: mi cara de mala ostia.

Levanto el dedo corazón enseñándoselo. Es ahora cuando se descojona delante de mi cara.

Camino hacia los vestuarios bebiendo agua de la botella naranja que va conmigo siempre que acudo al gimnasio.

Sin darme cuenta, al girar hacia la derecha del pasillo lleno de decoraciones azules y marrones, mi cuerpo impacta con el de una persona.

La botella cae al suelo haciendo un gran ruido. Y, por otro lado, mi cuerpo es sujetado por un brazo tatuado con tinta negra creando unos dibujos de líneas y figuras similares a la piel de una serpiente.

Ese brazo rodea mi cintura, haciéndome sentir pequeña, diminuta.

Veo a esa persona y me centro mucho en su rostro a pesar del susto que acabo de recibir.

—¿Estás bien? —me pregunta alejando su brazo de mi cuerpo una vez que mis piernas están rígidas.

—Sí, sí. Estoy bien. Lo siento.

Aparto un mechón de pelo de mi frente y cojo la botella.

Se la enseño como si estuviera enseñándole el camino que iba a seguir hace unos segundos.

Sonríe sin enseñar los dientes. Su barba de unos tres días es un poco abundante. Sus ojos castaños me ven con detenimiento.

Sonrío un poco sin saber porqué.

Y sigo mi camino hacia los vestuarios.

—¡Amiga! ¡Qué bien te ha sentado la ducha! —exclama Igor cuando salgo del gimnasio. Se ríe al verme.

¿Os he contado alguna vez lo insoportable que es mi mejor amigo cuando consigue un hombre?

Es insoportable, os lo aseguro. Le encanta molestar por cualquier cosa.

—Vámonos a casa —le pido. Paso una mano por mi frente. Camino hacia el parking del lugar.

—Sí, sí. Para que Damiano te de un buen meneo hasta que explotes de tanto placer.

Y, como me lo esperaba, Igor comienza a gemir bastante alto, llamando la atención de todos los allí presentes.

Suspiro enfadada con mi propio amigo. Abro el coche con el mando y, antes de entrar en este, le digo:

—Que ganas tengo de que te vayas ya de vacaciones y me dejes tranquila.

Su risa desaparece repentinamente como si mis palabras fueran una bofetada.

Me ve sin poder creer lo que acabo de decir.

—¿Qué te pasa, Sienna? Nunca me habías hablado así —dice una vez que está dentro del coche, a mi lado.

Eso, Sienna. ¿Qué te pasa?

•••

****

Holaaa.

Seguro que ya lo he dicho pero se viene mucho drama.

Ahora lo único que escribo en este libro es puro drama, mucho mucho drama.

Agárrense, que vienen curvassss.

Sienna, ¿qué te ocurre? ¿Quién es ese hombre?

¡Nos vemos!