12
Una vez que encendí el móvil, me llegaron muchas notificaciones, las cuales eran de mi padre preguntando dónde estaba, qué hacía y más preguntas sin sentido...
Digo que no tienen sentido porque es un sobreprotector que no le hace gracia que esté con Damiano.
Damiano, ese chico que está caminando por la casa llevando solo una toalla alrededor de su cintura. En su rostro tiene una sonrisita.
Y allí estoy yo, lista para irnos a comer a algún restaurante, pero parece que no tiene prisa porque está yendo de un lado al otro con el móvil en la mano.
Acude a mí con una sonrisa, mostrándome el aparato electrónico.
—¿Te gusta?
En la pantalla de este hay varias fotos que acaba de sacarse en el espejo del baño, el cual estaba con vaho y ha pasado una mano por este.
Muchas de estas son similares, pero cambian por las expresiones de su rostro y la postura de sus brazos.
—Me gustan. Te encantan las fotos, ¿no? —asiente con una pequeña sonrisa—. ¿Y no te gusta vestirte para salir conmigo?
Niega riendo a carcajadas desapareciendo en la habitación.
Pongo las manos sobre mi vientre, el cual está hinchado por comer una hamburguesa enorme, la cual estaba deliciosa.
Su mirada me ve con cariño.
Hemos pasado un día completo juntos. Hemos dormido juntos una vez más.
Ninguno ha pasado por su casa, solo por aquella vivienda tan preciosa, tan tranquila.
Y yo me siento en paz pasando el rato con él. Me da esa tranquilidad que necesitaba esos días al estar con William.
Coloca un mechón detrás de la oreja y se inclina hacia delante. Me dice:
—¿Tienes sitio para el postre? —niego estirándome un poco. Alza una ceja mirándome—. ¿Tienes sueño?
Rio y niego moviendo un dedo de un lado al otro.
Damiano ve hacia la derecha y luego hacia la izquierda, coge la silla en donde está sentado y comienza a caminar rápido hacia donde estoy. La coloca a mi lado y me mira allí sentado.
—No llevo ni maquillaje y me miras bastante —comento y me cruzo de brazos.
—Bueno, ¿crees que es un problema el no llevarlo? —no me deja contestar porque habla más rápido que yo—. Eres preciosa de ambas maneras.
Sonrío sabiendo que mis mejillas están pintándose de rojo. Escondo mi rostro en su hombro.
Una de sus manos se coloca despacio en mi cadera, la cual acaricia. Siento su piel contra la mía porque llevo un top.
Sentir su calor corporal es algo que me está encantando. Pero me gusta mucho más cuando besa alguna parte de mi cuerpo, por ejemplo ahora.
Acaba de besar mi cabeza.
—Debemos irnos para dar un paseo —comento—. No quiero que...
Cierro la boca. Iba a decir una gilipollez sin sentido.
¿Por qué me pasa esto?
Me ve acariciando mi cintura. Me ve con sus ojos atentos.
—¿Qué ibas a decir? Puedes contármelo.
—Damiano, era algo sin sentido. Te lo aseguro. Me siento idiota por pensar eso, bueno, por casi decirlo.
Hace una mueca con sus labios sin estar muy convencido de lo que digo.
Pero al final nos vamos de allí después de enfadarnos un poco a la hora de pagar la comida.
Y yo me arrepiento de mis palabras, pero menos mal que no las dije...
Iba a decir: No quiero que William critique mi cuerpo por haber comido algo que no se denomina muy sano.
En serio, debo estar volviéndome loca para volver a pensar como en el pasado cuando era una niña.
Debo irme de esa casa.
Sujeta mi mano cuando estoy manteniendo el equilibrio subida en el borde de la acera.
Sonrío contenta porque estoy con Damiano, pero también porque hace muy buen tiempo a pesar de la lluvia de ayer.
Seguimos caminando después de que saltara del borde e intentara correr por el comienzo de aquel parque lleno de gente, de bancos, de árboles e hierba recién cortada, pero también mojada.
Acerco a Damiano a mí tirando de su mano. Nuestros zapatos empiezan a mojarse cuando corremos por encima de la hierba.
Ambos corremos cogidos de la mano mientras rio y él se dedica a llamarme la loca que mata bichitos al pisar la hierba.
Nos alejamos de toda aquella gente riendo contentos. La risa se detiene cuando coloca una mano en mi nuca y besa mis labios como si aquel beso fuera el último.
Me besa sin parar en aquel lugar en el que llega el sol directamente a nuestros cuerpos, el cual nos hace sudar.
Entre besos y sonrisas, sentimos el calor insoportable. Se me hace muy molesto.
Me alejo un poco para ver a este chico. Su sonrisa es pilla y es por eso que mis pensamientos subidos de tono aparecen en mi mente.
Pero no, esos no son sus planes.
Sus planes son quitarse la camiseta en un movimiento rápido y desabrocharse el pantalones.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto aguantando la risa.
—Hace calor —se queja quitándose los pantalones estando de pie. Estos acaban en el suelo al lado de toda su ropa. Menos los calzoncillos, claro. Los cuales los lleva puestos.
—Pero, ¿qué?
Pasa corriendo delante de mí antes de que diga algo más y salta al agua. Su cuerpo desaparece en aquel lago.
Alzo las cejas viendo lo que acaba de hacer. En mis labios se dibuja una sonrisa al verlo salir a la superficie.
Se aparta el pelo hacia atrás. Me centro en su cuerpo una vez más, el cual veo disimuladamente.
Soy bastante buena viendo de ese modo.
Me acerco al lago y me agacho para ver al chico.
—Estás loco —confieso intentando no reír.
—Bueno, pero a ti te gusta este loco, ¿no? —asiento sonriendo. Toca mi brazo desnudo y me quejo—. ¿Qué te pasa ahora? —frunce el ceño haciendo el tontito de nuevo.
—El agua está fría. Y mira el calor que hace. Sal de ahí ya, Damiano. Te pondrás enfermo.
Niega como un niño pequeño. Se aleja de la orilla nadando.
Exclamo su nombre, pero no me hace caso.
Suspiro para después ver a Damiano disfrutando en aquel lago. Nadando de un lado al otro con tranquilidad, dejándose hundir a veces.
El sol me derrite al ver a aquel ser lleno de vida, pero ni siquiera me importa que me esté muriendo de calor allí.
Me siento en el suelo con las piernas cruzadas. Sigo viendo a Damiano, el cual sigue allí disfrutando de aquel lugar tan grande solo para él.
Se acerca a mí nadando y ríe cuando me pilla pasando las manos por mi cabello, intentando apartarlo para que pueda tener menos calor.
—¿Derritiéndote al sol o cómo es la cosa? —se burla con una sonrisa.
—Prefiero eso a ponerme enferma, señor insoportable.
Se ofende dramáticamente haciendo muecas y moviendo sus manos. Me recuerda a Igor.
Me rio a carcajadas al oír como se queja por llamarlo de esa manera.
Entre broma y broma, empezamos a odiarnos un poco más. Odiando cada tontería que nos decimos para hacernos reír.
—Oye, pequeña —dice una vez que se acerca mucho a mí colocando sus antebrazos en la madera cercana al agua—, no sabes lo mucho que me alegro de que te rías de esa manera. Me encanta verte así.
Beso sus labios fríos después de sonreír. Estoy sonriendo tanto que me duelen las mejillas desde hace muchos minutos.
—Me haces sentir viva, tontito.
—¿El tontito que quieres? —rio al oírlo. Él sonríe sin apartar su mirada de la mía.
—El tontito que ha conseguido robar mi corazón una vez más.
•••
****
Holaaa.
Se me hace tan tan dulce escribir sobre estos dos que sigo escribiendo escenas tiernas.
Por cierto, ¿estáis preparados para darle la bienvenida a nuevos personajes?
Dentro de poquito conoceros a un personaje que nos derretirá mucho, nos encantará. Y es muy importante para Damiano.
Gracias por comentar tanto. Ver vuestros comentarios es una de las mejores cosas que hay cuando publico.
¡Nos vemos!
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