11
Su mirada era incómoda. Se sentía perdido, incómodo.
Y mi mente creaba algún plan para verlo teniendo placer gracias a mí.
No me di cuenta de lo seria y extraña que estaba delante de él. El pobre chico se asustó.
Se asustó pensando que lo que acabábamos de hacer era un error, que yo estaría arrepentida.
Todo lo contrario, pero no abrí la boca para hablar sobre la sesión de sexo que tuvimos.
No dije lo maravilloso que fue.
Me tragué las palabras.
Y ahora está aquí, cerca de mí acorralándome contra los azulejos de la pequeña ducha.
—Lo siento —dice riendo cuando intenta coger la alcachofa de la ducha—. Este lugar es bastante pequeño para dos personas.
—Normal que lo sea si estás así de cerca de mí —comento intentando no sonreír.
El chico se bloquea rápidamente. No se mueve, solo me ve asustado.
—Perdón —se aleja un poco de mí con la alcachofa de la ducha en las manos.
Le quito el objeto para colocarlo en su respectivo soporte. Dejo que el agua moje mi cuerpo. Tomo su mano y lo acerco a mí.
Ambos quedamos debajo del agua. Mi mano acaricia su mejilla. Él no toca mi piel en ningún momento.
—Damiano —digo teniéndolo cerca de mí, pero no tan cerca como desearía.
—Lo siento mucho. De verdad que lo siento. Estoy cruzando la raya. Me estoy pasando con todo lo que estoy haciendo.
Habla muy rápido, tan rápido que siento su ansiedad en cada palabra que sale de su boca.
—Damiano, en serio....
—Sienna, esto es demasiado —me interrumpe—. Es...
No puede continuar hablando porque su respiración se acelera, su cuerpo tiembla y solloza delante de mí. Sus manos cubren su rostro.
Detengo el agua y abrazo a Damiano rápidamente.
Se derrumba en mi hombro y yo sigo sintiendo su cuerpo. Sigue temblando.
Está teniendo un ataque de ansiedad.
Abrazo su cuerpo con fuerza sin hacer mucho más.
Todo está en silencio. Solo se escuchan sus sollozos y su respiración en toda esta vivienda.
—Estás conmigo. No voy a alejarme de ti —digo con calma—. Te lo prometo. Me tienes contigo.
—Sienna... Sienna...
—Estoy aquí, cariño. Estoy contigo.
Pestañeo recordando algo. Algo bastante lejano que me confunde, pero le presto atención.
El recuerdo es en una casa, en una parte de esta o eso creo. Estoy agachada delante de Damiano, el cual mira hacia arriba controlando su respiración.
Mis manos están acariciando las suyas, le digo algo. Él me dice algo.
No sé que es lo que decimos en ese recuerdo, pero sé que no es la primera vez que Damiano sufre un ataque de ansiedad.
No es la primera vez que está conmigo en uno de ellos.
Sus brazos se colocan alrededor de mi cuerpo mientras le digo, una vez más, que estoy con él.
—¿Necesitas algo? —le pregunto una vez que se ha calmado casi del todo. Aparto su pelo mojado de su rostro.
—Necesito hablar contigo.
Asiento teniendo nuestras manos entrelazadas.
—Te escucho.
—¿Por dónde empiezo? —sonrío un poco sintiendo pena al verlo de esa manera, tan débil ante mis ojos—. Siento que estoy estropeando todo. Siento que te alejarás de mí porque voy rápido.
—No vas rápido.
—¿Y qué le llamas a lo que ha pasado en esta casa? —acaricio una parte de su mano con el pulgar.
—A todo esto —señalo donde estamos ahora—, todo, lo llamo así: Sienna está cómoda contigo y no tiene intención de alejarse de ti.
Sonríe mientras algunas lágrimas salen de sus bonitos ojos.
—¿Sabes? Me siento muy cómoda contigo. Y me encantaría estar más tiempo contigo haciendo cualquier cosa.
—Pero... —coge aire sintiéndose culpable por todo lo que ha pasado en esta vivienda—. Siento que me estoy aprovechando de ti por el simple hecho de que eras mi novia. No me recuerdas y yo estoy haciendo todo esto, todas estas gilipolleces que no están bien.
Muerde su labio inferior intentando no sollozar.
Me duele oír sus palabras. Me duele como se siente.
—Damiano, escúchame bien —comienzo y me presta atención a pesar de que está llorando en silencio, solo se oye como sorbe por la nariz—. Primero, no estás haciendo ninguna gilipollez. Solo haces cosas que deseas hacer y eres muy valiente llevándolas a cabo a pesar de lo que me ocurrió —hago una pausa sonriendo—. Yo que tú, tendría cuidado porque puede ser que te de algún puñetazo si te pasas.
Ríe mientras llora. Le doy un beso en la mejilla después de sonreír mucho.
—Tendré cuidado entonces, señorita.
Asiento. Estrecho nuestras manos entrelazadas.
Me encantaría que Damiano me tocara más ahora mismo.
Coloco su mano libre en mi cintura. Siento su calor corporal a pesar de las gotas ya frías que están en nuestra piel.
—Y, segundo, ¿quién ha dicho que era tu novia y no soy tu novia?
Pestañea varias veces y se queda pensando. Le calma el hecho de que esté sonriendo, viéndolo.
—Sienna, me lo pones complicado. ¿Cómo se supone que tengo que responder esta pregunta?
Rio viendo al chico que me quiere de verdad. Sonríe y, por fin, siento su mano en mi cintura moviéndose, acercándome a él.
—No hace falta que respondas —miro al chico a los ojos—. Damiano, haz lo que quieras. Estoy bien con ello. Trátame como lo hacías antes, por favor.
En su sonrisa se dibuja la alegría. La alegría como si él fuera un niño pequeño y le dijese que vamos a su sitio favorito o le diera algún regalo.
—¿De verdad? —me pregunta con sus ojos brillantes. Unos ojos que ahora muestran entusiasmo.
—De verdad —susurro.
Su rostro se acerca más al mío hasta tal punto de besarme.
Me besa lento. Un beso tierno, en el que me muestra cuanto me quiere.
Su amor es puro. Este ser es un ángel.
Damiano, trátame como siempre, por favor. No cambies, cielo.
•••
****
Holaaa.
¿Cómo lleváis esto de tanta ternura cuando estos dos están juntos?
Yo estoy muy derretida escribiendo todo esto. Necesitaba escribir algo muy tierno que derritiese mi corazón mientras lloro un poquito al escribir algo de drama.
Tenemos que cuidar a Damiano. Está chiquito y necesita mucho amor.
Me da mucha pena que lo haya pasado tan mal. Ahora es inseguro por todas sus propias acciones y eso me duele.
Necesita ser feliz.
Sienna, no le rompas el corazón a este bebé.
¡Nos vemos!
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