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06

Una semana en aquella casa. Una semana siendo una persona falsa en todo momento. Una semana aguantando las muestras de cariño de mi padre.

Y las cosas del presente me recuerdan al pasado.

Aquella muchacha joven mirando por la ventana de su habitación sabiendo que estaba castigada sin ninguna razón. O tal vez había una razón, pero no tenía sentido para mí.

Mi padre me castigaba porque no soportaba saber que estaba fuera de casa con quién sabe quién, pero siempre, según él, volvería a casa con algo tóxico metido en la cabeza.

La gente de mi edad me haría daño con sus idioteces. No podía estar con ellos, solo comunicarme con estas personas en el instituto.

Injusto, ¿verdad? Bueno, pues esto es lo que tuve que aguantar por culpa de William.

Tuve que estar alejada de toda la vida que tenía que vivir en aquel entonces. Alejada entre libros, hojas llenas de palabras y números, comida asquerosa, gritos e injusticias que me hacían pensar que yo era el problema.

El problema que había criado mi padre. Un hombre con gran fama de ser un buen trabajador en la empresa de un tal millonario que ni él conoce.

Mucha fama buena, pero nadie sabía nada de este hombre de la puerta de su casa a dentro.

Solo yo sabía como era tanto fuera como dentro de casa.

Vi sus dos facetas. Y ninguna me gustó.

Era patético ver su gran sonrisa al saludar a sus compañeros de trabajo o al quedar con sus amigos para tomarse "la última" delante de una menor como yo.

Vi muchas cosas a una temprana edad y, al ir creciendo, me di cuenta de que me había convertido en una chica seria en la vida, pero muy risueña con las personas que me hacen sentir bien, segura.

La gente de mi instituto me miraba mal, pero no solo a mí. Sino también a ese maricón llamado Igor.

Usaban esa palabra para referirse a mi amigo.

Cuando eres distinto, la gente te aplasta con sus miradas o sus acciones.

Y fue ahí cuando vi como le daban una paliza a mi mejor amigo por su orientación sexual.

Mis lágrimas no sirvieron de nada. Tampoco mis empujones.

Igor acabó con la nariz sangrando, dolor en las piernas y en el estómago.

Sentía más cosas, pero no me dijo nada más para no preocuparme.

Ver sangre en su uniforme del instituto ya me asustaba bastante.

Y claro, mi padre no aceptó a mi único amigo en aquel entonces. No lo aceptó por ser tan cerrado de mente, por ser tan imbécil discriminando a los demás con una copa en la mano.

Me sentó mal que William no aceptara a Igor, pero no me importó.

No me importó y empecé a hacer lo que yo quería en realidad: alejarme de sus idioteces y darle sustos de muerte haciéndole saber que no iba a regresar a casa tan temprano como lo hacía siempre.

En más de una ocasión, mi padre dijo que Igor era una mala influencia para mí. Y me lo decía gritando. Veía esa gran rabia en sus ojos tan abiertos, en sus manos moviéndose de un lado al otro mientras gritaba.

Lo que pasaba es que le jodía que su hija se relacionara más y que viviera la vida como una persona de su edad.

Igor me enseñó muchas cosas. Me llevó a muchos lugares de Italia e hicimos locuras como faltar a clase mientras estábamos "sin querer" muy lejos del instituto.

Las calles de Italia se llenaron de nuestras risas y nuestras tonterías, queriéndonos con locura.

El poco dinero que teníamos nos permitía viajar a muchos lugares de nuestro país.

Disfrutábamos visitando cualquier sitio mientras mi amigo opinaba sobre todo y nos echábamos unas risas al oír lo que él mismo decía.

Mi vida cambió mucho gracias a la fortaleza de Igor. Gracias a su orgullo y a su amor propio.

Y ahora estoy aquí en esta habitación cuando perfectamente podría estar con él, en su casa.

Mis pensamientos son muy estúpidos numerosas veces. Ojalá fuera una persona que se lanza y hace las cosas decidida. No funciono así.

Quiero irme de la casa de William. Siento como me ahogo con el paso de las horas y de los días.

Me ahogo al ver esa irritante personalidad que odio con todo mi ser.

Y para darle más acción al asunto, desearía que se fuera de casa y así tocar sus cosas para saber en donde está metido ahora.

¿Drogas? ¿Tráfico de algo ilegal?

Es que lo veo metido en estas cosas, no voy a mentir.

Nunca me deja sola en casa. Esto me agobia porque siempre está encima de mí cuando salgo de esta habitación.

Suspiro y cojo mi móvil.

Busco su nombre entre las conversaciones. Escribo:

«¿Puedes recogerme? Necesito tomar aire. Estoy encerrada en la maldita habitación que tanto odio».

Borro lo que he escrito y bloqueo el móvil.

Veo por la ventana de nuevo. Me arrepiento, así que desbloqueo el móvil y escribo de nuevo lo mismo.

Esta vez lo envío.

Pocos minutos después contesta:

«Me pillas tomando algo con un compañero de trabajo, pero no pasa nada. Dentro de poco estoy allí. Espero que ya estés preparada para verme tan... ¿Hermoso?».

Frunzo el ceño y rio al leer aquel mensaje.

¿Está ignorando su plan para verme? ¿Por qué haría eso?


Espero a Damiano bajo el porche de la casa de mi padre mientras tengo los brazos cruzados sintiendo frío por culpa del cambio del tiempo tan raro. Los días anteriores se estaba muy bien en cualquier sitio, pero ahora hace frío y llueve de vez en cuando.

Es ahora cuando está lloviendo en esta calle y yo estoy esperando a que este chico aparezca.

Un coche se para enfrente de la casa, así que corro bajo la lluvia con el abrigo encima de mi cabeza. Rio al sentir las gotas. Me siento como si estuviera en esas películas tan bonitas en las que hay alguna escena bajo la lluvia.

Para mi sorpresa, Damiano ha saltado fuera del coche y ahora está a mi lado.

Viste un traje gris, camisa blanca y corbata de color rojo. Su pelo está más o menos peinado y sus rizos se notan más gracias a la lluvia.

Se nota que ha pasado un tiempo bajo la lluvia anteriormente porque ya tiene gotas de agua en el traje.

Una de sus manos se coloca en mi cintura, ayudándome a entrar más rápido en su coche.

No digo nada porque no me oirá por la lluvia que está cayendo ahora, pero se lo digo cuando ya está sentado a mi lado.

Aparta el pelo hacia atrás suspirando y luego sonríe. Me ve con esa bonita sonrisa.

Me mata cuando su lengua pasa por encima de sus labios un poco mojados por las gotas.

—Le apetecía llover hoy —dice intentando no reír. Asiento sonriendo sin enseñar mis dientes—. Pensé que llovería muy poquito, pero hace tiempo que está lloviendo sin parar.

Y al decir esto, las gotas chocan con más fuerza en el techo de su vehículo.

Por mi cuerpo pasa un escalofrío y él se da cuenta. Es por eso que enciende la calefacción.

—No hacía falta que bajaras del coche para ayudarme a subir —digo finalmente. Pestañeo al ver su mirada seria—. Es decir —me explico rápido para que no piense que soy una rarita o una desagradecida—, que no hacía falta, pero se agradece... Supongo.

Suspiro molesta por lo que acabo de decir.

Bien, Sienna. No tiene ningún sentido.

Él solo sabe reírse al oírme. Y mis nervios disminuyen al escuchar su risa.

—No le temo a la lluvia. Es como si estuvieras duchándote, ¿no crees?

De nuevo esa mirada viéndome, pero esta vez buscando una respuesta.

—En la ducha puedes cambiar la temperatura del agua —digo como respuesta. Ambos reímos.

Estoy nerviosa, así que empieza a conducir.

No sé si vamos a un lugar concreto o está conduciendo sin rumbo.

—¿Y qué haces con traje? —le pregunto para hablar de algo, cosa que le hace reír.

—Me he casado hoy —alza su mano para que la vea—. ¿Lo ves? Tengo un anillo.

En su mano no hay nada, pero aprovecha para pasarla cerca de mi rostro y hacerme reír.

Este chico me conoce mucho. Sabe que estoy nerviosa y me hace reír para que esos nervios desaparezcan poco a poco.

—He ido a una entrevista de trabajo y luego he estado con un compañero de trabajo —comenta mirando la carretera.

—Has repetido la palabra trabajo dos veces —digo intentando no reír. Damiano sonríe y asiente.

—Trabajo trabajo.

—Cuatro veces —cuento con los dedos y ambos sonreímos. Miro al frente para luego verlo de nuevo—. Eh... ¿No tienes trabajo? No hace falta que me respondas si no quieres.

—Sienna —dice mi nombre con seguridad y con una familiaridad que me hace sonreír de nuevo, pero ahora con lágrimas en los ojos. Está siendo serio—, te contaré todo lo que quieras sobre mí y sobre mi vida. Como si tengo que repetirlo miles de veces.

Me sonrojo un poco, así que escondo mis mejillas en la tela de mi chaqueta. Aprovecho también para secar las lágrimas disimuladamente.

Damiano me cuenta su situación. Esa situación que no lo tiene muy contento porque no está alegre en su trabajo. Un edificio con muchas plantas y, en una de ellas, trabaja detrás de la pantalla de un ordenador. Pasa muchas horas así, es por eso que necesita cambiar de empleo y descansar la vista, también los músculos de la zona de la espalda porque le duelen.

La entrevista de trabajo a la que acudió ha sido para una empresa que diseña tanto joyas como ropa.

Está muy interesado en trabajar en este sector, el sector de la moda y crecer viendo todo lo que es capaz de hacer.

Le encanta la moda y desea que los niños pequeños se dediquen a esto si es uno de sus sueños.

Ha destacado bastante que tanto niños como niñas deben de hacer lo que quieran sin importar su género. Quiere que cada persona sea distinta, persiguiendo sus sueños.

Todo esto me ha entretenido mucho. He visto su ilusión mientras me explicaba las cosas. He visto su sonrisa hablando sobre lo que le gusta.

Este chico se merece ser feliz siempre.

No merece sentir tristeza, esa que sintió cuando me fui de este mundo por unos días.

Cada vez que lo pienso, me hace daño.

Me abrazo a mí misma viendo como el agua cae con fuerza contra los cristales del coche.

Me gusta ir en este vehículo, pero no me agrada la idea de que esté lloviendo tanto porque eso me pone más nerviosa de lo que ya estoy.

Mi mente me traiciona y piensa cosas negativas.

La carretera, el coche y la lluvia en conjunto no me gusta nada. Me da miedo de que haya algún accidente, de que el coche pierda el control.

Puedo estar tranquila porque a mi lado está Damiano, el cual conduce despacio y con seguridad. Sus ojos están clavados en la carretera, prestándole atención a todo lo que ocurre delante de nosotros.

Algunos coches nos adelantan a gran velocidad. Esto me agobia porque tengo miedo a que se choquen con nosotros.

Salgo de mis pensamientos cuando siento las yemas de sus dedos rozando el dorso de mi mano.

Es un gesto cariñoso. Intenta calmarme mientras sigue con una mano en el volante.

Nos vemos a la vez por muy poquitos segundos y, cuando esto pasa, pronuncia las siguientes palabras:

—Tranquila, Sienna. Estás a salvo conmigo. No pasará nada, te lo prometo.

Mi corazón volvió a sentirse igual que antes del accidente. Sentí algo en el pecho cuando vi sus ojos y oí lo que salía de su boca.

De nuevo, una vez más, me estoy enamorando de Damiano.

•••

****

Holaa.

Tuve un ratito para publicar, así que aquí tenéis un nuevo capítulo.

Estoy teniendo muchas ideas para el personaje de William y me están gustando bastante. No diré mucho más, pero vienen muchas cosas...

Damiano es un ser maravilloso. Y yo me derrito cada vez que escribo un capítulo de este libro.

Espero que os siga gustando esta historia. Y gracias por tener paciencia esperando actualizaciones.

¡Nos vemos!

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