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05

Estar en un coche oyendo los grititos de mi mejor amigo Igor no era mi plan para volver a casa esa noche, pero tuve que aguantarme porque me parecía injusto decirle que se callara por el simple hecho de que aún me dolía la cabeza.

Despertarse y tener dolor de cabeza día sí y día también.

Santos medicamentos que me ayudaron bastante.

Mi cabeza descansaba en el hombro de Damiano mientras él acariciaba mi cabello, atrayéndome a su cuerpo.

Me despertó con delicadeza cuando el coche se detuvo.

Fue en ese momento cuando conocí, de nuevo, una parte dulce suya.


—Te acompañaré a la puerta de casa —me dice Damiano con una sonrisa estando cerca de la puerta abierta del coche de Igor.

—No hace falta. No queda muy lejos.

Mentirosa. Quieres que este chico vaya contigo.

Señalo la casa de mi padre, la cual está algo lejos.

William vive en una zona bastante rica y pija. Me hace sentir incómoda el hecho de quedarme aquí un tiempo. No me gusta este lugar y los vecinos son demasiado extraños...

—Sé donde está la casa —me dice Damiano con una voz seria mientras me ve sin parar.

Me doy cuenta de que sus dedos están agarrando mi muñeca, acariciándola con estos.

Sonrío un poco. Estoy nerviosa.

—Vale. Puedes venir conmigo.

Juraría que Igor se ha puesto a saltar en el asiento del coche sin hacer ningún sonido.

Esto me hace reír, pero me callo cuando Damiano y yo caminamos por aquella calle después de despedirme de mi amigo.

—¿Sabes cosas de mi familia? —le pregunto para tener una conversación.

Su respuesta es una risa bastante dulce.

—Sé bastantes cosas, Sienna —me ve y siento algo en el pecho viendo a aquel chico. Un chico distinto a los demás—. Y aún recuerdo todo lo que me decías las tantas veces que te enfadabas con ellos.

Trago saliva molesta porque no me acuerdo de lo que le he dicho, pero seguro que le he contado las peores cosas estando muy enfadada.

—¿Nunca me callaste? Seguro que era... Bueno, es que soy muy pesada. No cierro la boca nunca.

Sonríe viendo sus propios pies para después verme de una manera que me revoluciona el cuerpo.

—¿Debo responder esa pregunta? —dice con una pequeña sonrisa que me está volviendo loca.

Niego pensando bastante mal.

Sonrío viendo las casas. Pongo cara de asco para empezar a señalar las viviendas y hablar mal sobre los tantos lujos que tenemos delante de nuestras narices.

Nuestras risas son muy sonoras y ni siquiera nos importa.

¡Que les den a estos pijos ricos que tratan mal a los demás que no son iguales a ellos!

Damiano tiene que parar de caminar para recuperarse de una gran carcajada que seguro que se escucha a muchos metros de distancia.

Una de sus manos está en su pecho mientras sigue riéndose.

Es hermoso, eso lo tengo que decir.

Tanto él como Igor son las personas más bonitas que tengo en esta vida. Ambos tienen una belleza única y son bonitos a su manera.

Detengo mis pasos riendo. Apoyo la espalda en uno de los muros de una de las casas pijas.

Grito al sentir como mi cuerpo se resbala un poco hacia atrás sin darme cuenta de que hay un arbusto enorme para que nadie vea el jardín de la vivienda.

El brazo de Damiano se coloca alrededor de mi cintura, sosteniéndome.

Los perros de los vecinos están ladrando al oír el gran ruido que estamos haciendo.

Cuando me sostiene, ambos paramos de reír. Nos vemos en silencio con una sonrisa en nuestros labios.

Siento su aliento contra mi piel. Su mano libre aparta un mechón de mi pelo despacio.

—¿Estás bien? —me pregunta con cariño sin alejarse ni un centímetro de mí. Asiento—. ¿Y el dolor de cabeza?

Me encojo de hombros sin darle importancia. La verdad es que me duele hasta tal punto de estar mareada varias veces.

—Mejorará —digo por fin.

Sonríe, pero me ve inseguro cuando se da cuenta de que dos casas más allá, se encuentra la casa de mi padre.

—Ahora tienes mi número de teléfono y quiero decirte algo —comienza. Le presto atención sin darme cuenta de que mi cuerpo se acomoda contra el suyo—. Sé absolutamente todo. Me lo has contado. Así que, si necesitas salir de ese infierno, no dudes en llamarme. Estoy aquí.

Trago saliva intentando controlar mis lágrimas.

Sí que sabe como me siento en esas paredes. Odio estar entre ellas.

Sabe que estar con William es como estar en el infierno. Sabe lo mal que lo puedo pasar con sus comentarios o sus enfados sin sentido.

A pesar de mi edad de 30 años, puede tratarme como una niña pequeña. Controlando todo y siendo sobreprotector.

Y ahora vivo bajo su techo, tragando cada gilipollez que hace o que suelta por la boca.

—Sienna, tienes a Igor. ¿Por qué no te has ido a su casa? Sabes que te adoptaría sin ni siquiera pensárselo dos veces. Y, además, con él estás muy bien.

Abrazo a Damiano cerrando los ojos.

Sintiendo esa mierda que una siente cuando piensa que molesta a todo el mundo.

Cuando piensas que no puedes quedarte un periodo de tiempo con algún amigo por el simple hecho de que tu mente te dice que molestas siempre.

Sus manos acarician mi espalda mientras, en silencio, me desahogo en su hombro. Mi cuerpo tiembla un poco por culpa de las lágrimas.

—Cuenta con nosotros. Hablo en serio —me dice una vez que tiene mi rostro entre sus manos, secando mis lágrimas con sus pulgares—. Te queremos mucho.

—Gracias, Damiano. Esto me anima a... Bueno, a seguir adelante a pesar de las idioteces de mi padre.

¿Le habré contado las veces que sentía como me ahogaba en esa casa?

¿Le he dicho lo mal que lo he pasado muchas veces?

—Pequeña, yo lo sé todo —me recuerda—. Me lo has contado.

Sonríe antes de dejar un beso en mi frente.

—Necesitas descansar, pero no tengas el móvil muy lejos. Lo digo por si quieres hablarnos.

Rio al imaginarme a Damiano y a Igor entusiasmados escribiéndome mensajes.

El buenas noches de aquella noche fue muy bonito.

Me sentía como una adolescente cerca de ese chico que le hace sentirse bien, como si estuviera en otro mundo.

Cuando estaba a punto de entrar en mi antigua habitación, casi me muero del susto. Mi padre apareció mirándome de arriba abajo.

—¿Has salido y has bebido? —me preguntó.

Mi cara, tan expresiva como siempre, no se cortó ni un pelo para enseñar mi confusión.

—Voy a dormir —anuncié—. Estoy cansada.

Sentí la vibración de mi móvil en el bolsillo trasero de mis pantalones.

Di gracias porque este estaba en silencio y así William no me haría más preguntas.

Una vez en mi habitación, pasé el pestillo despacio para no hacer ruido.

Me cambié de ropa antes de ver aquel mensaje.

Lo vi estando tumbada en el colchón de mi cama. Reí en bajo leyendo:

«Menos mal que estás en casa y no aguantando la voz alegre de Igor.

¿Sabes cómo puedo callarlo y así puedo ir tranquilo de camino a casa? ¡Me va a explotar la cabeza!»

Respondí con una sonrisa:

«Cuando le hable al guitarrista, no va a cerrar la boca ni un segundo. Espero estar recuperada al cien por cien para que no me duela mucho la cabeza.

Cuídate mucho, Damiano. Quiero tenerte vivo más tiempo y no sería agradable enfadarme con Igor porque te ha matado»

Me moví un poco en la cama, ilusionada teniendo el móvil en mis manos.

A los pocos segundos, me respondió:

«Estaré bien, pequeña.

Cuídate mucho. Necesito que estés bien para verte miles de veces más»

•••

****

Holaaa.

He vuelto, por fin.

Después de muchos días sin publicar capítulo, por fin comparto uno nuevo con todxs vosotrxs.

Me parece un capítulo muy tierno que me ha encantado escribir. Siempre imaginándome lo que sienten los personajes, sus reacciones.

Espero que estéis muy bien y gracias por ser pacientes, esperando una actualización de mi nuevo libro.

¡Nos vemos!

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