Capítulo 4: La reunión
Heres
-Buenos días a todo el mundo. -Empezó, seria. Y se apuró la garganta. -Supongo que muchos de vosotros ya sabéis lo que hacéis aquí. Aunque me han informado de que otros... no.
Todo el público presente en la sala miró alrededor, fila por fila, buscando a esa gente tan extraña que no estaba informada de la situación. Yo, sintiéndome más que identificado, miré a mis hermanos, que a la vez se miraban entre sí.
Una de las mujeres acababa de empezar a hablar, y por el tono de voz que ponía, parecía preocupada. Entonces el hombre que estaba sentado a su lado le colocó la mano con suavidad en el hombro. La mujer lo miró y sonrió. Luego prosiguió con la charla:
-Bueno, muchos sabéis que es una situación difícil... y más porque sois pequeños... yo... -Miró a la otra mujer. -creía que hacer este discurso sería más fácil y... -Escondió la cabeza entre las manos para empezar a llorar. El hombre, que parecía incómodo, apagó el micrófono y la intentó consolar para que no llorara más. Pero ella no paró, en absoluto.
Al ver que la situación no mejoraba, la otra mujer apretó un botón de su micrófono y habló por ella:
-Discúlpennos, -dijo. -es una situación complicada para todos los presentes. -El hombre asintió. -Bueno, bueno... -Continuó, apuntando algo en una libreta. Luego, miró a todo el público y siguió hablando. -Empezamos. -Se escuchó gritar a una niña pequeña. Posiblemente, estaba cansada de esperar.
La adulta se puso en pie y se dirigió al centro del escenario, bajo las miradas intrigadas de todos.
-Tenemos un grave problema. -Dijo paseando la mirada por la sala. -Todos nosotros estamos en peligro. -Noté que mi piel se volvía más blanca de lo normal. Aldara me miró, preocupada por mi, pero la tranquilicé con un gesto con la mano.
Todo el mundo murmuró muchas cosas, pero la mujer hizo que parásemos con la mano.
-Sabemos que es una situación difícil de entender y digerir, pero es importante que lo sepáis. Nos ha llegado un aviso de guerra nuclear. Bien, le ha llegado al gobierno, pero lo han compartido con empresas que pueden ayudar, como nosotros. Muchos debéis saber que de una guerra nuclear... no se va a salvar nadie, excepto nosotros y vuestras familias. -Hubo un breve silencio. -Si queremos salvarnos de la guerra nuclear, sólo tenemos una opción: huir. Nosotros no tenemos nada que hacer para intentar recuperar el planeta, ni siquiera podemos conservarlo. Si estáis aquí, es porque vuestros padres y madres ven la realidad como la vemos nosotros. Seguro que muchos de vuestros familiares son ecologistas famosos, o algo por el estilo. ¿Me equivoco? Yo misma soy una. -Buscó una cabeza entre el público y sonrió. -Y quiero salvar a mi hijo, al igual que quiero salvaros a todos y todas vosotros. Entonces el hombre se levantó y se puso junto a la mujer. Ambos se dirigieron una mirada rápida, hasta que él empezó a hablar:
-En este planeta nos estamos encontrando con varios problemas: el cambio climático, por ejemplo. Estamos destruyendo el planeta y ya no hay vuelta atrás. También las guerras: nunca hay ganadores. Pero esto los políticos no lo entienden, ¿sabéis? -Abrió los brazos. -¿Y qué queréis que os diga? ¡Nunca lo entenderán!
Vera
Notaba que tenía los ojos más abiertos que nunca. No solía estar atenta a discursos o reuniones... pensaba que no me aportarían nada. Pero... no podía pensar con claridad.
Moví la cabeza de un lado a otro para intentar ordenar los pensamientos, lo que me estaba resultando muy complicado en ese momento.
-Vera, ¿estás bien? -Me preguntó Heres, pasando un brazo tras mi cuello. Yo asentí y me abracé a su brazo tan fuerte como pude, como si quisiera asegurarme de que no se marcharía a ningún sitio: y menos sin mí. Porque no tenía ni idea de cuáles eran las intenciones de aquellas tres personas que nos miraban a todos con cara de pena y preocupación. Porque no pensaba dejar que me separaran de mis hermanos. Eso nunca.
-Heres... -Dije con un hilo de voz. Pero no pude seguir hablando. Él me miró un instante y me acarició el pelo para tranquilizarme.
-¡Los políticos no entienden nada! -Repitió el hombre. Ante su grito, todo el público susurró, y los más pequeños ahogaron un grito.
-¡Perdón! Pero si lo entendieran, nada de esto pasaría. La mujer le dijo algo al oído, pero parecía que él no estaba de acuerdo, porque hizo unos movimientos muy amplios con sus brazos. Al final él bajó los brazos, rendido, y se dedicó a escuchar lo que decía ella.
-El caso es que queremos... escapar. ¡Marcharnos de aquí! Irnos de este planeta.
Ante esta frase todo el mundo se quedó en silencio. Nadie sabía qué decir, o si tenía que decirlo. Pero un grito interrumpió el silencio. Y después hubo otro, y otro... hasta que la sala entera estaba gritando y perdiendo los nervios.
Los tres adultos también gritaban, para intentar tranquilizarnos y proseguir con el discurso, pero la gente estaba demasiado histérica para escuchar cualquier cosa.
Al final, después de varios minutos de espera, nos consiguieron hacer callar.
-Por favor, por favor... -Decía la mujer. -Dejadnos contároslo con más calma, o cuando subamos a los cohetes no sabréis qué hacer. -La gran mayoría del público se puso pálido. Eso sí que nadie lo esperaba. -Sí, cohetes. Este planeta será inhabitable para gente "normal" como nosotros en un santiamén, así que tenemos que irnos a un lugar mejor... a otro planeta, por ejemplo. Por desgracia... no hay suficientes cohetes para todas las personas del mundo, así que sólo las familias con más dinero, como las vuestras, podrán subir.
-¿Quieres decir que los pobres morirán por el simple hecho de ser pobres? -Grité, levantándome del asiento. -¡Pero eso no es justo! -La mujer me observó con una mirada tan fría que notaba como si me estuviese atravesando el cuerpo, pero yo no me rendí. -¿Por qué? -Exclamé, cada vez más enfurecida. En la otra punta de la sala, otra niña, unos años mayor que yo también se levantó y empezó a gritar.-¡No es justo!
Liam
Había muchas cosas que no entendía, pero no dije nada. Había mucha gente y me daba vergüenza preguntar. Ya preguntaría a mis hermanos al llegar a casa.
Vera se había levantado y puesto a gritar, y un montón más de gente se había unido a ella. Aldara y Heres se miraban, desconcertados. Lyra se estaba riendo mientras miraba alrededor: todo aquello parecía hacerle mucha gracia. Y yo... yo no sé muy bien lo que estaba haciendo. Supongo que debía estar mirando a todos.
La mujer que seguía sentada en la mesa sobre el escenario se puso en pie y también protestó, para sorpresa de los otros dos adultos. Los tres discutieron, hasta que uno de ellos hizo callar a todo el mundo dando una patada en el escenario. La gente miró al escenario.
-Lo sentimos, -dijo el hombre. -pensábamos que la reunión estaría más organizada, pero... -Se apuró la garganta. -no ha sido así, en absoluto. Como este tema es complicado de entender, para asegurarnos de que sois conscientes de la situación, os repartiremos estas hojas que os darán más detalles.
Dirigió una mirada rápida a uno de los vigilantes, que enseguida sacó unos papeles de una bolsa de plástico. A continuación, empezó a repartirlos por toda la sala. Una vez repartidos, el hombre sobre el escenario siguió hablando.
-Los folletos tienen información por delante y por detrás: en la cara delantera están algunos de los problemas por los cuales queremos abandonar el planeta. Y en la cara de detrás, en cambio, está toda la información que necesitáis saber sobre cómo será el viaje: cómo nos organizaremos, el tiempo que tardaremos en llegar a nuestro destino, cuántos cohetes necesitaremos... os lo podéis mirar con más calma en vuestras casas. -Entonces los tres adultos se dirigieron una mirada rápida y dieron media vuelta. Pero antes de irse, una de las mujeres dijo una última frase.
-Nos vemos en unos días: eso si no morimos antes por culpa de...-Esta última palabra la dijo tan floja que creo que no tenía como intención que la escuchásemos. Pero lo hice.
Se me pusieron los pelos de punta y el cuerpo entero me tembló.
Vera me miró, con los ojos como unas naranjas. Abrió la boca para decir algo, pero yo le tapé esta con la mano.
-Vera, todos lo hemos escuchado. -Dijo Aldara. -De verdad, no hace falta que lo repitas.
Mi hermana dejó de intentar hablar y finalmente se apoyó, rendida, sobre el asiento.
-No he entendido nada. -Dijo finalmente.
-A mí me hubiese gustado no hacerlo. -Contestó Aldara, con los ojos fijos en el escenario.
Los minutos siguientes transcurrieron en silencio: los cinco observábamos a nuestro alrededor, Aldara susurraba cosas sin sentido alguno y Lyra lloraba por el simple hecho de haber oído la palabra "morir". El resto seguíamos totalmente desconcertados: yo no era capaz de mover un solo músculo.
Lyra
Antes de irse, la mujer había dicho una última palabra que me había dejado... desconcertada.
Nunca escuché la palabra "morir" en televisión (tanto mi madre como mi padre cambiaban de canal o apagaban la pantalla si la oían), pero tampoco era un tema del que en casa hablásemos mucho.
Sabía su significado porque un día me picó la curiosidad después de que una amiga de la escuela me dijera que le tenía miedo.
Al llegar a casa después de clase, le pregunté a mi madre por su significado. Al principio ella se encogió de hombros e intentó dejar la conversación en el aire, pero yo insistí y finalmente cedió. Recuerdo cómo fue la conversación:
-Mamá, -Dije. Ella me miró con una sonrisa. -Clara me ha dicho que tiene miedo a la muerte. ¿Qué es? -Abrió mucho los ojos.
-Bueno... es una palabra que da miedo a mucha gente.
-Pero, ¿es la palabra, lo que da miedo? ¿O el significado? -Me tocó la nariz con la punta de un dedo. -Aún eres demasiado pequeña para hacerte esas preguntas...
-¿Por qué? ¿Acaso las preguntas tienen una edad asignada? -Ella negó con la cabeza e intentó marcharse.
-Por favor, ¡mamá!
Se agachó para quedar a mi altura y me miró con ojos tristes.
-La muerte... bueno, la muerte es algo que tú experimentarás dentro de muchísimos años. Muchísimos, ¿vale? -Me la miré, atenta. Pero no contesté. -La muerte es cuando una persona... deja de vivir. Así de simple, ¿vale?
-¿Un día estás y al día siguiente ya no estás?
-No exactamente... pero se aproxima. Hay una causa de muerte: puedes morir porque eres una persona mayor, por una enfermedad, o por culpa de humanos muy malos.
-¿Hay humanos malos? ¿Cuáles? ¿Y dónde están?
-Eh... de esto ya hablaremos otro día, ¿de acuerdo? -Y se fue, dejándome allí plantada, mirando como su sombra se esfumaba tras una pared. Desde ese día había pensado cuándo llegaría mi hora de desaparecer, al igual que desaparece el sol cada noche.
¿Y si era mi hora? ¿Eran las personas que iban a empezar la guerra las personas malas de las que me habló mamá?
Pero esto había gente que no lo entendía. Y por culpa de sus amenazas debíamos huir de un planeta que no pertenecía a nadie, y menos a gente como ellos. Teníamos que hacer algo. Pero... ¿qué? Lo más probable era que acabáramos todos muertos y ellos ganaran. Iban a ganar de todas formas. ¿Acaso valía la pena luchar?
Este planeta ya tenía un destino asignado, y era ser conquistado por el país más fuerte.
Pero... y después, ¿qué? ¿Qué pensaban hacer después de asesinar brutalmente a la mayor parte de la población? Nosotros ya habríamos huido, y sólo quedarían soldados y unas pocas personas del país ganador. Esto con suerte, por supuesto.
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