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4. Mario

No me la quito de la cabeza. Esa mirada que tiene, esa voz... Es dulce y curiosa. Observadora y precavida. Me resulta muy interesante.
Mi madre ha salido con Jesús a la playa. Van a estar todo el día tirados en la toalla.
Como son casi las doce decido ir ya a la posada.
Una vez llego a la puerta, me adentro. Veo a la dueña tras la barra.
Me mira con curiosidad.
- Hola, ¿está Muriel?- pregunto.
- Sí... voy a decirle.- se aleja de la barra y veo como me mira brevemente antes de subir las  escaleras. Oigo que pica a una puerta.

Al poco baja Muriel con una sonrisa.
- Hola, ¿cómo estás?
- Bien.- sonríe.- ¿tú?
- También. ¿Puedes venir a comer? ¿Te apetece e una paella?
-Sí, claro. Vamos. - y me coge del brazo. No me lo esperaba. Noto como se me eriza el vello.

Una vez llegamos y pedimos, ella pone las manos en la cara y me mira sonriente.
- Hoy estás contenta...- le digo apoyando los brazos en la mesa y acercándome a ella.
- Sí. Hoy promete ser un muy buen día.- me guiña un ojo.
Hace que algo dentro de mí vibre.
Cuando llega la comida, ella la observa emocionada. Con el tenedor va toqueteando todo. 
- Que aproveche.- le digo.
- Igualmente.- empieza a comer. Saborea despacio. Cierra los ojos. Está disfrutando de la comida. Me gusta verle disfrutar de todo.
De postre se pide una mouse de chocolate. La devora.
Río.
- ¿Qué pasa?- dice con el cejo fruncido.
- Nada. Me gusta ver como disfrutas de la comida.
Ella se queda pensativa.
- Es que está muy bueno todo... donde vivo no hay este tipo de comida.- se limpia la boca con una servilleta.

Me quedo mirando sus labios. Son carnosos. Rosados. Elevo la mirada a sus ojos de nuevo. Nos quedamos mirando en silencio unos instantes. Ella sonríe y se echa hacia adelante poniendo los brazos en la mesa. Yo también. Estamos muy cerca. Miramos nuestros labios. Ella entrecierra los ojos. ¿Me va a besar? Se acerca más... noto su respiración. No aguanto más y cuando voy a besarla se echa hacia atrás. Ríe.
¿En serio? Agacho la cabeza y me río también. Así que le gusta jugar... pues jugaremos.

- A todo esto... ¿no me vas a decir de dónde vienes?- le pregunto. Siento curiosidad.
- De lejos...
Suspiro.
Pago la comida.
- No espera... tengo para poder pagar...
- No, yo invito...
- Gracias.

Salimos a la calle. Y vamos paseando tranquilamente.
Ya en el paseo de al lado de la playa, Muriel se detiene a contemplarla. Hay mucha gente. Veo como le brillan los ojos.
- ¿Seguro que no quieres meterte en el agua? ¿No sabes nadar? Te puedo enseñar...
Ella se gira y con una dulce sonrisa me contesta:
- No...
Y sigue andando. Esta chica es todo un misterio. Entonces ve unas paraditas de cosas artesanales. Me coge del brazo y tira de mí. Vamos corriendo a ellas. Se tira mucho rato mirando todo. Coge cosas, como jabones artesanales. Los huele, los deja. Con las velas lo mismo...
- Te regalo lo que quieras. - le digo.- Así tendrás algo de recuerdo...
Ella se queda parada y me mira.  Vuelve la mirada al montón de cosas que venden. Está indecisa. Entonces ve un bol pequeño de cerámica. Lo coge. Es de tonos azulados y blancos. El típico para poner aperitivos. Tiene grabado Sitges en un lado. Lo toca con suavidad. Unas manos perfectas. Me dijo en ellas,  son finas y están muy bien cuidadas. Entonces reparo en el leve brillo que sale de su piel. Se ha de haber echado algún tipo de crema que da un brillo sutil y bonito a la piel...

- Esto... esto sería perfecto.- dice.

Con su compra que lleva como un tesoro, paramos a tomar algo en una terraza. Ella lo paga. Intento sonsacarle más de su origen o saber qué hace aquí. No hay forma. No dice nada. Siempre cambia de tema con preguntas sobre mí o del pueblo.
- ¿Barcelona entonces es bonita?
- ¡Sí! Es mucho más grande que este pueblo. Las playas también, son enormes... mi sueño es vivir donde las torres Mapfre. Son dos torres, bueno una es un hotel, el Arts, al lado está la torre Mapfre. Ojalá pueda trabajar en una de ellas. Son altas y tiene que generar unas vistas... y vivir ahí al lado...

Ella me mira con curiosidad.
- Me gustaría verla un día...
Entonces se me ocurre una idea.
- ¡Podemos verla! ¿Quieres ir mañana? Hay un tren que nos lleva... Podemos pasar el día. Díselo a Alana si quiere. Os la enseño.

Ella duda. Lo medita. Agacha la cabeza y vuelve a mirarme.
- Vale. Me gustaría mucho.
Una alegría me invade. Otro día más para estar con ella, conocerla...

Nos levantamos y la acompaño a la posada.
- Me lo he pasado muy bien. - le digo. Le veo un mechón rubio muy cerca de su ojo, así que sin pensármelo se lo retiro con suavidad. Me acerco más a ella.
Parece que se estremece un poco. Me mira seria. Se me acerca también... me da un beso en la mejilla sujetándose con una mano en mi bíceps. Su olor... olor a sal... a mar... cierro los ojos y aspiro su olor. Esto quedará grabado en mi memoria. ¿Qué me hace esta chica? Me va a volver loco.
Se despega de mí, me acaricia la cara. Le cojo la mano.
- Muriel...- le susurro.
- Shhh...- dice ella. Sonríe. Y se separa de mí.
- Mejor así, no crucemos la línea. Nos vemos mañana.

Me quedo sin respiración.  Solo deseo besarla, si no es hoy... intento recuperar el sentido.

- Te paso a buscar a las nueve si te va bien. - le digo.
- Perfecto...

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