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18. Mario

Este tío es un plasta. Qué mierda quiere.
- Pasa...- le digo con tono seco.
Abre la puerta y me quedo blanco. ¿Muriel?
Me levanto rápidamente.
- Muriel... ¿Qué haces aquí? ¿Te ha pasado algo?
- No... solo he venido a traerte algo...- dice mirando el tarro de metal.
- Ah... pasa...- le digo. Voy hacia la puerta y miro a Luis. Él tiene una sonrisa odiosa. - Gracias por traerla.- le digo agarrando la puerta. Solo deseo que se vaya ya.
- De nada... - dice. Mira a Muriel.- Espero que nos veamos mañana en la cena.- le dice. Es un pesado.
Ella se gira.
- Sí... allí nos veremos. Gracias.
Luis nos mira y se marcha. Cierro la puerta y me acerco a ella.
- ¿Todo bien?- le pregunto acariciándole la mejilla.
- Sí.- sonríe y me alarga el tarro.- Te he traído esto por si tenías hambre... las ha hecho Elionor.
- Oh... - abro el tarro y veo las galletas. Mis favoritas.- Muchas gracias, pero no tenías porque venir expresamente.- le digo cogiendo una y llevándomela a la boca. Le ofrezco el tarro. Ella levanta la mano y niega con la cabeza.
- No, ya he comido bastantes...- dice. Se gira y se acerca al ventanal con vistas al mar. - Qué vistas tan bonitas...
Me pongo a su lado.
- La verdad que sí... siempre he querido trabajar en un edificio así, con vistas, como en las películas. -Río. La miro y sus ojos se cruzan con los míos. El sol se le refleja en la cara. Su cabello brilla aún más. Me acerco. Ella no se retira. Me mantiene la mirada.
- Muriel...- le digo cogiéndole un mechón de su pelo... lo acaricio y bajo mi mirada a sus carnosos labios. Ella los entreabre un poco. Paso una mano por su nuca y ella suspira. Suena el teléfono. ¿En serio?
- ¡Mierda!- exclamo.
Ella se aleja.
- He de volver...Te espero en casa.
- Vale... hasta ahora. Y gracias...
Con una sonrisa se despide y sale por la puerta.
Contesto al teléfono. Es la recepcionista. Hay un cliente esperando abajo. Bajo y lo atiendo.

Tras la reunión de casi dos horas, me despido de él. Estoy ya agotado. No paro de pensar en Muriel. Recojo todo y bajo para salir ya de la oficina.
Salgo por la puerta a la calle y casi choco con Claudia.
- Claudia...
- Hola Mario.
- ¿Estás esperando a Luis?- pregunto, aunque es obvio.
- Sí... ¿Cómo estás?
- Bien... ya me voy para casa.
- Ah... sales puntual...- me lo tomo como un zasca. Cuando estaba con ella últimamente salía muy tarde...
- Sí... tengo menos trabajo últimamente.
Me parece ver un reflejo de tristeza.
- Ya... ya veo...- carraspea.- ¿Nos veremos mañana en la cena?- pregunta.
- Sí. Claro.
Parece que va a decir algo más, pero cierra la boca, y en ese momento noto una presencia por detrás.
- Claudia, mi vida.- la odiosa voz de Luis tras de mí.
La abraza y le da un largo beso. Ella parece algo incómoda.
-Hola cariño.- le contesta. Ya sobro aquí.
- Me marcho. Nos vemos mañana.
- Hasta mañana, Mario... y vaya forma tan buena de acabar la tarde ¿eh? Su querida Muriel ha venido a traerle algo.- le dice a Claudia. Ella me mira algo seria.
- Sí, un detalle por su parte. Adiós.- le digo, no quiero hablar ni un segundo más con él.
Me despido con la mano y echo a andar a casa.

Cuando llego, Muriel está viendo la televisión. Al oírme la apaga y se me acerca. Me da un beso en la mejilla y esto hace que note en todo el cuerpo una agradable calidez. Le sonrío.
-Hola... ¿Te apetece ir a cenar fuera?- le pregunto.
Ella me mira a los ojos. Asiente con la cabeza.

Ya arreglados, vamos al parking y subimos al coche. Tengo pensado en ir a un restaurante que está en la Avenida del Tibidabo. Tiene unas vistas muy bonitas.
De camino llamo para confirmar reserva.
Aparcamos en una zona de aparcamientos y damos una vuelta para contemplar las vistas de toda la ciudad.
- Esto... es precioso... - dice Muriel.- Tantas luces...
Me arrimo a ella. Le beso en la cabeza. No me canso de olerla. La abrazo. Ella se deja abrazar.
- Espero que llegues a recordarme... - le susurro.
Noto como ella me agarra con más fuerza.
Nos quedamos así un buen rato, hasta que es la hora de ir al restaurante.

Yo ya había estado aquí con Claudia alguna vez. Es muy grande y las vistas son espectaculares. Es caro, pero merece la pena.
Pedimos un menú degustación y un buen vino.
- ¿Tú madre no viene en Navidades?- pregunta.
- No... vive en Canarias, con su pareja y trabaja... así que le es imposible. De echo casi nunca viene... hace su vida... hablamos una vez al mes, para ponernos al día y poco más...
- Ah... vaya...
- Estoy acostumbrado, no te preocupes, me tuvo muy joven... luego mi padre... bueno nos abandonó, y ya cuando conoció a su actual pareja pues decidió vivir la vida sin preocupaciones...
Ella ladea la cabeza y se muerde el labio. Creo que quiere decir algo pero prefiere callarse.
- Me han venido recuerdos de mis padres. Sus nombres, sus caras... pero poco más. Solo les recuerdo a ellos, a mi amiga y... mi casa. Creo que tengo relación buena con ellos...- dice pensativa.

Una vez acabamos de cenar, volvemos al mirador.
Ella está risueña, creo que el vino se le ha subido un poco.
- Me lo estoy pasando muy bien. Tengo ganas de la cena de mañana. ¡Quiero ponerme el vestido nuevo!- ríe y da una vuelta sobre sí misma, pero tropieza y casi cae, la agarro y la traigo hacia mí.
- Cuidado...- le digo riendo.
Ella me mira a los ojos y me besa. Me coge de la cara y me sigue besando con avidez. Yo la agarro y le echo la cabeza hacia atrás.
- Muriel...- le digo con voz ronca. Le devuelvo el beso, largo e intenso.
Ya sin aire me separo. Quiero ir poco a poco.
- Deberíamos ir a casa a descansar... mañana será un día largo...- le digo acariciándole la mejilla.
- Sí... -susurra. Me coge la mano y me la besa.

Una vez en casa, nos damos las buenas noches y nos metemos cada uno en su cuarto. Cuando cierro la puerta aprieto los puños. No sé cuánto más voy a poder controlarme... esta mujer... me tiene hechizado...

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