16. Barcelona, año 2001
Estoy en la cama y oigo la puerta abrirse. Es la del comedor, así que ha de ser mi padre. Me levanto de golpe y voy corriendo a recibirle. Está colgando la chaqueta.
- ¡Papá!- le saludo.
- Pequeñajo. ¿Qué haces despierto?
- ¿Has visto alguna sirena hoy? - pregunto esperanzado. Cada día que vuelve le hago la misma pregunta. Últimamente se decepciona cuando le pregunto, ya que desde aquel día que me contó que vio a una, no ha vuelto a ver nada. Esta vez me sonríe. Eso es bueno.
- Pues... mejor... la he oído. - Dice sentándose en el sofá. Yo voy a su lado.- Estaba yo mirando por todos lados cuando de repente oí una voz... una hermosa voz de mujer. Era un canto. Estaba cantando. Dirigí el barco hacia esa voz... estaba en unas rocas... me acerqué a ellas con cuidado de no chocar... y de repente... ¡Splash!
Doy un bote en el sofá. Me río.
-¿Qué? Qué? ¿Qué era?
- Seguramente la sirena... la muy pécora me atrajo con su voz hacia las rocas. Seguro que quería que me estrellara... No te fíes de voces melodiosas hijo...
- ¡Vale ya! ¿Otra vez con lo mismo?- la voz de mi madre irrumpe en el comedor. La miro y está de brazos cruzados en la puerta de su cuarto.- Deja de meterle esas tonterías en la cabeza...
Mi padre se levanta de golpe hacía ella. La coge del brazo.
- ¡No estoy loco! Sé muy bien lo que digo y ni se te ocurra hablar de mí así delante del niño.
Mi madre se suelta de él. Lo mira con odio. Tras unos segundos de tensión me mira mí.
- A la cama.- me dice.
No le debato nada. Miro a mi padre, que me mira serio y me voy a mi habitación. Me tumbo en la cama. Cierro los ojos pero no tengo sueño. Empiezo a imaginarme la escena contada por mi padre. No está loco. No puede estarlo.
Y así con imágenes de sirenas doradas cantando en una roca, me prometo que un día demostraré que mi padre no está loco. Que existen las sirenas.
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