14. Muriel
Mario se ha marchado a trabajar. Hoy no viene Elionor, así que como estaré sola, decido primero ir a comprar. Luego veré más de la televisión.
Cojo el dinero que me ha dejado Mario en la mesa. Hay bastantes billetes, pero no quiero gastar tanto. Dejo algunos donde estaban y el resto me lo guardo en el bolsito.
No sé bien por dónde ir... pero entonces recuerdo que por donde estuvimos ayer me dijo que había un centro comercial o algo así, con muchas tiendas. Así que allí voy.
Está cerca del mar. Lo observo unos instantes, y me adentro en las tiendas.
Me pruebo varias cosas. Acabo comprándome unos pantalones más y un jersey de color rosa pastel. Luego entro en una tienda de vestidos muy bonitos.
- ¡Buenos días!- me saluda una chica bien arreglada.- ¿Te puedo ayudar?
- Hola... Sí. El viernes tengo una cena... elegante. Buscaba un vestido... y... zapatos.- digo mirando una estantería llenos de ellos.
- ¡Perfecto! - dice juntando las manos y mirándome de arriba a bajo.- Eres muy guapa... y ese cabello platino... los ojos azules... ¿Qué tal un vestido azul pastel y que brille un poco?
- Vale. Mi color favorito es el azul.- digo sonriendo acordándome de mi cola...
- Tienes piernas largas y esbeltas... un vestido que lleve una buena abertura en un lado... - dice modo pensativo. - Mira, te los enseñaré.
La sigo. Me saca un vestido precioso azul, tal como me ha descrito. Me encanta.
- Es muy bonito. - le digo acariciando la tela.
- Y creo que con unos zapatos plateados... estarás deslumbrante. - me pone unos zapatos plateados de tacón.- Pruébatelo. Y ya me enseñas.
Entro al probador. Me desvisto y me pongo el vestido con los tacones. Me miro al espejo. Me gusta lo que veo. Tal y como me lo imaginaba.
Corro la cortina y asomo la cabeza.
- ¡A ver! Voy.- dice la chica.- ¡Uauu! Te queda perfecto.
¿Te gusta?
- Sí. Le digo dándome un último vistazo.
Salgo contenta con mis compras. Aún me ha sobrado dinero. Entonces empieza a rugirme el estómago. Veo un restaurante y huele a pescado asado.
Me siento y pido un plato de pescado. Saco el móvil. Empiezo a toquetear sin saber. En ese momento suena. Le doy al botón verde y me lo acerco.
- Hola Muriel. ¿Cómo estás?
-Hola, bien, de compras y ahora he parado para comer. - le contesto.
- ¿Ya tienes el vestido?
- Así es. Me ha ayudado una chica muy amable.
- Me alegro. Mañana me cogeré el día de fiesta... he pensado en que si quieres podemos ir a... donde nos conocimos. Allí tenías una conocida que lo mismo te puede ayudar a recordar algo más...
- Ah... sí, estaría bien. Gracias.
- Luego nos vemos. Cuídate.
- Hasta luego. - Cuelgo.
Donde nos conocimos... espero tener más respuestas, desbloquear recuerdos...
- Preciosa.- una voz interrumpe mis pensamientos. Alzo la mirada. Es un chico.- ¿Estás sola? ¿Puedo hacerte compañía?- dice guiñando un ojo.
- Pues estoy sola, sí. Y preferiría que no te sientes. Quiero estar sola. Gracias.
El chico se queda asombrado.
- Serás borde...
- Me has preguntado y yo te he contestado.
Se gira y se va. Que humanos más raros hay por aquí...
Una vez he disfrutado del manjar, pago y cojo mis cosas.
De camino a casa de Mario, me paro a observar el mar. Hay gente por el paseo y algo en mí desea meterse en el agua, pero ahora es peligroso. A la noche quizás...
Cuando llego a casa pongo la televisión. Hay un programa de canto. Sale gente cantando y me quedo fascinada viendo como cantan.
El sonido de la puerta hace que retire mi atención de la televisión. Es Mario, ya ha llegado a casa.
- Hola. Perdona, tenía una reunión hoy y he llegado tarde...
-Hola.- le saludo. Me levanto y lo abrazo. - Te he echado de menos.- le sonrío. Él se queda algo parado.
Así se saludan, ¿no? Además tenía una necesidad de abrazarlo... Me separo y vuelvo al sofá.
- ¿Qué estás viendo?
- Un... pro... programa de esos de cantar. Cantan muy bien.- contesto.
- Tú cantas mucho mejor, seguro. Nunca olvidaré la primera vez que escuché tu voz.- dice sentándose a mi lado. Noto algo que me revolotea por dentro. Intento recordar... nada.
- Voy a hacer algo de cenar. Recuerda que mañana por la mañana vamos a Sitges, tal y como te comenté, a ver si hablando con la posadera puedes recordar algo.- me dice sonriendo.
Cenamos escuchando música. Lo observo. Algo dentro de mí quiere recordarle. Tuvo que ser alguien que me marcó... pero mi gran pregunta es ¿cómo acabe aquí si soy sirena? Tuvo que haber una tormenta o algo...necesito saber qué me hizo alejarme de mi hogar... quizás si me adentro en el mar un poco...
Cuando acabamos de cenar y recogemos todo, decido meterme en mi cuarto.
- Creo que debería irme a descansar...
- Yo también, estoy agotado... - dice mirándome a los ojos. Se me acerca. Noto su dulce aliento... me coge de los hombros me da un beso en la frente. Una pequeña decepción me invade. ¿Por qué? - Buenas noches.
- Buenas noches.
Estoy con la misma ropa tumbada en la cama. Creo que habrá pasado una hora... solo hay silencio. Me levanto sigilosamente y abro la puerta con cuidado. No se escucha nada. Su puerta está cerrada.
Cojo las llaves y salgo. Espero no haber hecho ruido.
El conserje ya no está. Perfecto. Mejor.
Me dirijo a la playa. Apenas hay gente paseando. Me adentro en la arena. No hay nadie. Voy hacia un rincón con rocas y miro a mi alrededor para asegurarme que no hay nadie. Me desnudo y dejo la ropa en las rocas. Suspiro. Empiezo a adentrarme en el mar. Ese sonido tan familiar... las olas... el olor... noto un escozor y leve dolor en las piernas. Me zambullo de cabeza. Me vienen imágenes de corrientes marinas. Grandes olas y viento. ¿Es lo que viví antes de acabar donde me encontró Mario? Saco la cabeza del agua y miro hacia la ciudad. Me resulta familiar estas vistas. Nado más, adentrándome más adentro y localizo unas rocas en medio del mar. Me subo a ellas y sentada contemplo de nuevo la ciudad. He estado aquí antes. He venido varias veces aquí... ¿por qué? Y me viene una imagen del chico de ojos grises. Mario de joven. Tuvo que ser por él... Él ha de ser la razón por la que he venido varias veces aquí. Me llevo la mano al colgante pero no me vienen más imágenes. Salto al agua y nado hacia la orilla. Una vez en las rocas espero a secarme y me pongo de nuevo la ropa. Retomo el camino a casa de Mario.
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