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Capítulo 49 (Sin Editar)

Ellie se arrinconó en una de las esquinas del cuarto cuando escuchó el seguro de la puerta ser quitado.

No se encontraba en las condiciones adecuadas para ver a James, aun.

Observó a Ana —la chica rubia que le llevaba agua y comida—, ingresar y se acercó a ella a paso apresurado.

—Hola —la saludó la chica sin detenerse a mirar sus ropas sucias y rasgadas. La veía y le sonreía con amabilidad.

—Hola —respondió Ellie apenas, no podía mover la boca porque tenía los labios agrietados y le dolía, eso sin contar con que tenía la garganta seca.

—Toma esto —susurró la muchacha extendiéndole una botella pequeña de plástico que contenía un líquido café claro.

A Ellie no le importó lo que fuera, esta sedienta y todo su ser le rogaba por algo de líquido. Ya había agotado todas las formas de hacerse agua la boca.

—Gracias, gracias —dijo Ellie después de acabarse el té tibio que le había llevado Ana. Sintió que por fin volvía a respirar con normalidad.

Aun seguía con dolor en todo el cuerpo, tenía un frío de los mil demonios y no estaba del todo lúcida pero al menos había parado de sangrar.

Antes de salir del baño dónde descubrió que había perdido a su bebé, tomó varias toallas sanitarias y se las escondió en los pechos y entre el pantalón. Una instantes atrás había revisado y solo había un poco de sangre, no como el de antes pero todavía le dolía el estómago hasta el punto de tener que hacerse un ovillo en el suelo durante tiempo prolongado sin importarle el frío, el hambre e incluso la misma sed.

—Es muy lindo.

La voz de Ana la asustó ya que había olvidado que estaba allí junto a ella.

—¿Qué dijiste? —le preguntó Ellie, regresando a la realidad.

—El pequeño —Ana señaló la hoja donde estaba plasmada la imagen de Chris.

Ellie no respondió y sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas. Cada segundo que pasaba era una tortura, el no saber nada de su familia ni de que estaba pasando la volvían loca.

—¿James sigue aquí? —preguntó Ellie en un susurro.

—Si y parece mucho más molestó que antes —la muchacha se sentó a su lado y peinó con los dedos los cabellos enredados de Ellie. La ojiazul apreciaba el gesto pero le dolían los tirones de cabello que le daba la joven rubia.

La puerta fue abierta y ambas mujeres pegaron un brinco debido al susto de ver al mastodonte aparecer frente a ellas.

—¡Sal de aquí! —le ordenó a Ana.

—Adios —se despidió la chica al levantarse del suelo—. Trataré de venir más tarde.

Ellie observó el rostro del hombre y supo de inmediato que Ana no volvería a entrar por ahí. En parte se sintió agradecida ya que esa jovencita le recordaba mucho a ella cuando estaba de esa edad.

Ambos salieron y la dejaron sola nuevamente pero, no por mucho rato ya que pocos minutos después James apareció frente a ella, con esa maldita sonrisa de autosuficiencia que Ellie tanto odiaba.

—Hola querida —dijo él acercándose a ella y frunciendo el ceño al verla tan descompuesta—. Te has vuelto tan débil en estos años, te enfermas de la nada —se quejó, acariciando con demasiada brusquedad sus mejillas.

—Sácame de aquí —le exigió, después de un ataque de tos.

—Lo haré, a su tiempo —le aseguró él acariciando su cabello oscuro—. Te llevaré lejos de aquí, tan lejos donde nadie pueda encontrarte.

Ellie se resistió las ganas de llorar al intentar comprender las palabras de James. ¿A qué estaba refiriéndose con llevársela lejos? ¿Acaso ya no se encontraba lejos de todos?

— Pero ahora tengo una mala noticia que darte —el tono de su voz cambió radicalmente y su expresión fue de tristeza legítima—. Me acabo de enterar oficialmente que mi adorada esposa Elena y mi amigo William estan muertos.

Los vellos de todo el cuerpo se le erizaron a Ellie al escuchar eso y no pudo aguantar el llanto que se apoderó de su ser.

James la abrazó por los hombros  y la joven no pudo luchar por soltarse de su agarre. Durante el tiempo que llevaba encerrada su mente y su corazón le decían que William estaba bien, que nada malo le había pasado pero escuchar la certeza con la que hablaba James la hacían dudar de todo lo que creía.

—Por lo que me han dicho fue un asalto al restaurante de mi mujer, ellos estaban allí conversando y los ladrones los mataron, ambos murieron en el quirófano —la voz de James era apenas un susurro pero al tenerlo tan cerca podía escucharlo a la perfección.

—Cállate —le pidió entre lágrimas y sollozos. No deseaba escuchar nada más. William ya no estaba y todo era su culpa.

—Dicen que fue un lindo funeral el de mi querido William —continuó él a pasar de todo—. Todos sus familiares y amigos dandole la despedida.

Por el rabillo del ojo Ellie pudo percatarse de la presencia del mastodonte, quien veía a cualquier otro lado menos en dirección a ella y a James. Tenía los puños y la mandíbula apretados y parecía realmente frustrado. Ese hombre debía ser nuevo en ese lugar, no parecía del todo acostumbrado a la forma tan retorcida de ser de James y Ellie lo aprovecharía para salir de ahí.

—Eres un desgraciado —dijo Ellie tratando de apartarse de él, claro en un intento fallido—, vas a pagar por lo que has hecho, por lo que nos has hecho a todos nosotros.

James sonrió y sus hoyuelos se remarcaron en su rostro lleno de moretones.

—Después de todos estos años pareces no conocerme Kendall, siempre consigo lo que quiero —su sonrisa quedó a un lado y esta vez sus ojos azules volvieron a tener esa chispa de maldad que siempre habían tenido—. Y lo que quiero ahora es a ese pequeño conmigo.

Ellie sabía que James no olvidaría a Chris pero ella tampoco y ya ese maldito le había quitado  a William y al bebé que estaba esperando, no iba a permitir que dañara lo único bueno que tenía en el mundo.

—Ya te dije que no voy a decirte donde esta mi hijo —Ellie se apartó de James apenas arrastrandose por él suelo pero no avanzó mucho.

James se apartó de ella pero solo lo hizo para acostarla en el suelo, aprisionar su cuerpo con el de él y  tomarla del cuello con ambas manos. No era un agarre muy fuerte que llegara a asfixiarla pero si lo suficiente como para hacerla entrar en pánico otra vez. Era una de sus formas de jugar con ella y sus temores.

—Tú crees que estoy jugando a la hora de decirte que realmente voy a dañar a tu familia si no me entregas a mi hijo —la nariz de James chocó con la suya y Ellie hizo un esfuerzo sobrehumano para no decir nada y tratar de mantener la compostura—. No me importó matar a una mujer con la que pase más de diez años, créeme que me importara muy poco acabar con tu familia.

Ellie quería llorar, gritar y patalear pero había entrado en tal estado de pánico que le fue imposible reaccionar.

—Tienes una hermana muy linda y aun esta joven —dijo de pronto, cambiando el tono de su voz y liberando su cuello. Ellie se masajeó la zona e intentó levantarse —. Podría encontrame un lugar aquí y la zorra de Rachel... Leila es que se hace llamar ahora, está todavía de buen ver. Y la pequeña Melody, es hija de tu hermano, ¿cierto?

—¡No te les acerques! —le exigió Ellie con la voz algo ronca. Intentó lanzarse sobre él nuevamente pero este se percató a tiempo y la detuvo.

—Todo dependerá de ti entonces —James se acercó hasta las fotografías que estaban en el otro extremo y las examinó por un largo rato —. ¿Vas a decirme dónde demonios esta mi hijo? ¡Respóndeme!

Ellie se quedó cabizbaja y callada. No le iba a lograr sacar ni una sola palabra. Nunca.

—De acuerdo, no hables —James se dirigió a la salida pero antes le habló al mastodonte—. Llévala con Tanya y que la preparé para Mike, vendrá en una hora a reemplazarme por unos días. Iré a enterrar a mi querida esposa. ¿Quieres que le lleve un mensaje a alguien, cariño? —le preguntó en tono de burla.

Ellie apretó los puños y se mordió con fuerza la lengua. El otro hombre hizo un asentimiento de cabeza y se dirigió hacia ella para levantarla del suelo sin mucha delicadeza.

—¿A dónde me lleva? ¿Quién es Mike?

El sujeto la ignoró, la sacó del cuarto  y continuó su camino hasta las escaleras que daban a la segunda planta.

—¿Eres nuevo, verdad? —continuó ella el cuestionario. Lejos de James se sentía con más valor para hablar—. Vete de aquí antes de que sea tarde, James es un maldito psicópata.

—Entra y cállate —el hombre tomó el pomo de una de las primeras puertas y abrió.

Una mujer de piel oscura, bastante alta, delgada y cabello al rape los observó a ambos y con las manos en las caderas. Parecía molesta.

—¿Quién es esta? —exigió saber, su voz era bastante grave y áspera. No parecía feliz ver a Ellie.

—James la quiere lista en una hora para que reciba a Mike —le respondió el sujeto soltando el brazo de Ellie.

—De acuerdo, intentaré hacer algo con esto de aquí —la mujer suspiró con frustración, tomo con fuerza del brazo a Ellie y la hizo sentarse en el catre viejo que tenía por cama.

El mastodonte salió y la mujer la examinó con obvio desagrado.

—¿Tu eres la que esta encerrada en el cuarto asqueroso? —le preguntó, acariciando las mejillas de Ellie, quien de inmediato se apartó—. No creí que soportaras tantos días en ese lugar tan lúgubre.

—¿Días? —preguntó Ellie, alzando la vista para dejarla clavada en los ojos oscuros de la mujer.

—Te comprendo, estar encerrada en ese sitio te hace perder la noción del tiempo —se burló la mujer—. Llevas casi cinco días encerrada allí.

Ellie colocó ambas manos sobre su rostro y trató de sofocar el llanto pero fue imposible. Sabía que llevaba un buen rato encerrada pero jamás pensó que fuesen tantos días.

Su primer pensamiento fue para Chris, él debía estar preguntando por ella y del por qué no se había comunicado con él aun.

—¡Hey, no llores! —la mujer la obligó a verla a la cara mientras clavaba sus uñas en las mejillas—. A Mike no le gustan las muchachitas lloronas.

—¡Y mi me vale una mierda lo que a ese hijo de puta le guste o no!

La mujer que respondía al nombre de Tanya, sonrió sin mucho ánimo.

—Muy bien, vamos a que te bañes, apestas a muerto.

El agua estaba helada y  sintió que le clavaban cuchillas en la piel con cada gota que le caía encima pero al menos ya no se sentía pegajosa ni sudorosa. El sangrado había cesado pero lejos de hacer sentir mejor empeoraba su malestar.

La mujer se metió al baño cuando Ellie se estaba secando y la observó de pies a cabeza.

—Vamos.

Ellie se colocó una ropa interior que le quedaba demasiado ajustada y un vestido negro de latex demasiado corto. Si de por si ya le costaba respirar ahora con ese traje era casi una misión lograrlo.

—¿Quién es Mike? —Ellie estaba sentada en el catre mientras la mujer le peinaba el cabello, la morena parecía querer arrancarle el cabello por la forma en que le jalaba los nudos.

—Querida, Mike tu peor pesadilla y la de cualquier mujer aquí. Su forma de... jugar es bastante peculiar. James, es un ángel en comparación a  Mike.

Ellie no podía pensar en otra persona peor James pero por como lo describía esa mujer, el tal Mike, era mucho peor.

— Bien, has quedado medio decente, algo pálida y ojerosa pero que se le puede hacer.

Ellie evitó ver su reflejo en el espejo empañado que estaba frente a ella y se levantó del catre.

Llevaba puestos unos zapatos de tacón  de aguja demasiado altos y probablemente dos números más pequeños, sentía que las piernas se le doblaban con cada paso que daba y tuvo que sostenerse de la pared para no caer al suelo.

Abrieron la puerta del cuarto y Ellie se echó para atrás al ver a Theo de pie en la entrada.

El degenerado se pasó la lengua por el labio inferior y su mirada lasciva se posó en su busto que estaba bastante descubierto.

—Te ha quedado bien —apremió Theo a la mujer.

—Hice lo mejor que pude.

—Vamos Kendall, te estan esperando.

Theo la guió por el pasillo hasta una tercera planta, obligándola a caminar sin importar que en un par de ocasiones se torció el tobillo.

En esa otra planta solo habían dos puerta, una enfrente de la otra. Theo tocó con los nudillos  una de ellas y una voz masculina desde adentro ordenó que entrara.

Ellie sentía que el corazón se le saldría del pecho debido al miedo que le invadía cada fibra de su ser.

Cuando Theo abrió la puerta, la luz blanca que salió de ese lugar la hizo cerrar los ojos por un instante y cuando su visión ae acostumbró a semejante claridad pudo ver que se encontraba en una habitación parecida a la de los hoteles de lujo que salían en la televisón.

Pero la mirada de Ellie no estaba fijándose en los detalles del cuarto sino más bien en el hombre que estaba frente a ella y a una corta distancia.

Era un hombre grande, musculoso, de tez clara, cabello castaño claro, largo y ondulado hasta la altura de los hombros, con una barba bastante crecida y unos ojos entre marrones y verdes.

Cuando la vió ladeó la cabeza a un lado, examinandola con detenimiento y sonrió al cabo de unos segundos.

—¿Está es la princesita de James? —preguntó el hombre con un acento muy marcado y dejaba bastante claro que no era americano.

—Así es —respondió Theo—. No quiere colaborar así que, tal vez después de conocerte sea un poco más cooperativa.

Ellie fulminó con la mirada a Theo y se soltó de su agarre, luego de sus primeros años de encierro le había perdido el miedo a ese infeliz y él lo sabía.

El hombre que respondía al nombre de Mike se carcajeo al ver la reacción de ella.

—Déjanos a solas —pidió entonces Mike.

Theo salió y cerró la puerta.

El grandulón le dio la espalda a Ellie y se dirigió a la cama mientras se quitaba la camisa y la dejaba tirada en el suelo.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó él  sin voltear a verla.

Ellie sentía el corazón en la garganta y le estaba costando trabajo respirar siquiera, no podía articular ni una sola palabra. Se forzó para abrir la boca y responder.

—Ellie —logró responder apenas en un murmullo. Le ardía la garganta de igual manera, no podía hablar tan bien que digamos.

—Lindo nombre —Mike se levantó de la cama y se acercó a ella a paso lento—. ¿Es un abreviado de Elizabeth o Elise?

Cuando el tipo llegó hasta ella, Ellie, tuvo que alzar la vista  para verlo a los ojos, era más alto que el mastodonte del guardia.

—No, es solo Ellie —Ellie intentó que la voz no le fallara a la hora de hablar pero era imposible—. Sacame de aquí, por favor —le pidió en un susurro.

—¿Y dime, qué le hiciste a mi amigo James para que decidiera enviarte conmigo? —el hombre se colocó detrás de ella y le acarició los hombros con las manos, ignorando su petición, Ellie instintivamente se apartó ante el contacto pero el tipo fue más rápido que ella y la tomó de la cintura, dejando sus cuerpos totalmente pegado uno del otro—. No huyas de mí, pequeña —le susurró al oído mientras pasaba su lengua por el lóbulo

Ellie apretó la mandíbula tan fuerte que los dientes le rechinaron. Ya sabía lo que ese hombre haría con ella y no soportaría que alguien más la obligara a hacer algo que no quería.

—Quítate el vestido —ordenó él apartándose de ella y quedando frente a frente otra vez.

— Vete al diablo. No me voy a quitar nada —respondió ella, viéndolo con absoluto odio.

Algo en su interior le decía a gritos que había hecho mal al tratar de desafiar a ese hombre pero no pudo evitarlo, las palabras solo salieron de su boca sin ningún filtro.

La expresión de Mike cambió rotundamente y esta vez se acercó a ella con rudeza. La tomó del cabello con demasiada fuerza hasta sentir como le sonaba la nuca.

Se quejó del dolor inmediatamente.

—Si te dije que te quitarás esta mierda de vestido tu lo haces. De ahora en adelante, me perteneces y harás lo que yo quiera, ¿entendiste?

Ellie no contestó y apenas el sujeto la soltó dejó que su enojo actuara por ella y golpeó con fuerza la mejilla del hombre, quien ni siquiera se movió de donde estaba.

No tardó ni un segundo cuando sintió la mano pesada del hombre sobre su rostro en un par de ocasiones, haciéndola caer al suelo al perder el equilibro.

Sabía que se había roto la mejilla por dentro porque sintió el sabor de la sangre en su boca.

—Conmigo las cosas funcionan así, si quieres golpearme hazlo, pero ten presente que te devolveré el golpe al doble, pequeña.

Se sentía humillada y adolorida.

Se quitó los malditos zapatos y los tiró en dirección al hombre que estaba camino a la cama nuevamente. Solo uno de ellos lo golpeó apenas en el hombro.

—Te dejaré pasar esa, fue un golpe muy penoso. Ahora, ven aquí.

Ellie se puso de pie y en lugar de dirigirse  a la cama se dirigió  a la puerta. Giró el pomo en varias ocasiones pero estaba cerrado con llave. Theo debió cerrarla por fuera. Pateó la puerta en un par de veces antes de sentir que la levantaban del suelo de forma brusca.

Peleó lo más que pudo con ese hombre pero ninguno de sus intentos de lucha parecían afectarlo, al contrario, parecían excitarlo.

—¡Eres tan asqueroso como James! —le gritó Ellie, pero apenas le salía la voz.

—No, yo soy peor que él, pequeña.

El tipo le rompió de un solo tirón el vestido de látex al tiempo que Ellie luchaba por quitárselo de encima, dandole golpeas a diestra, mientras intentaba gritar pidiendo ayuda pero, no pudo luchar más cuando el hombre le devolvió cada uno de los golpes que ella le había dado a él al tiempo que abusaba de ella y le decía cuanto le gustaba verla llorar y sangrar gracias a él.



Ellie intentó abrir los ojos pero solo fue capaz de abrir uno a medias y no podía ver bien del todo. No había una sola parte de su cuerpo que no le doliera, en ese momento deseaba estar realmente muerta antes de sentir ese dolor, impotencia y asco.

Ese desgraciado la había obligado a hacer cosas que ni siquiera James había hecho, en un par de ocasiones fue tanto el asco que sintió que vomitó y el maldito la había castigado con golpes por todas partes.

Con mucho esfuerzo se puso de pie y se colocó la ropa interior que estaba tirada al pie de la cama y logró verse varios moretones en las piernas y rasguños en la entrepierna, su estomago estaban peor que sus piernas, al igual que los brazos.

¿Cómo un ser humano era capaz de dañar a otro de tal manera?

¿Quiénes se creían ellos al decidir sobre sus vidas, sus cuerpos, su ser?

Nunca antes se había sentido tan sucia y asqueada. Sentía que no valía nada para nadie, solo era una pieza más en ese maldito juego en el que la habían introducido desde niña y del que nunca había salido, solo había tomado un pequeño respiro pero en realidad jamás estuvo fuera.

Sintió las lágrimas derramar sobre sus mejillas y se apresuró a recoger lo que había quedado del vestido para cubrir su cuerpo.

—Espero verte nuevamente por aquí —le dijo Mike, con una gran sonrisa mientras abría la puerta del cuarto y la echaba como si fuera un desecho y cerró nuevamente la puerta a sus espaldas.

Ellie no pudo ni dar dos pasos al frente debido al dolor y se recostó en la pared del pasillo y se desahogó lo más que pudo al no haber nadie cerca.

No podía pensar en escapar ya que no tenía las fuerza ni para mover un solo dedo.

Ya había gritado todo lo que pudo para pedir ayuda y nadie acudió a sus suplicas. En ese lugar ya no estaban Gabe ni Leila, mucho menos Liam ni Will. Finalmente estaba sola. Justo como lo había deseado James toda la vida.

—¡Mierda!

Ellie reconoció esa voz apesar del aturdimiento que tenía. Era la voz del mastodonte.

Ni siquiera se apartó cuando este la tocó, la tomó en brazos y se la llevó lejos de la habitación de ese monstruo.

Podía escuchar el palpitar acelerado del corazón del  hombre que la llevaba en brazos.

— Matame, por favor —le suplicó en un susurro, mientras el llanto la vencía de nuevo—. No...me lleves a ese sitio otra vez, te lo suplico.

—Resiste, te llevaré a un lugar seguro —murmuró él, con la respiración agitada.

Ellie se percató que había  algo distinto en el sujeto, no sabía con exactitud que era, pero su forma de ser fría había desaparecido y había preocupación en el tono de su voz.

El hombre se detuvo y escuchó una puerta abrirse y sintió el frío suelo en sus costillas.

—Sé que me escuchas y comprendes lo que digo —Ellie se esforzó por verlo pero apenas si podía abrir el ojo y veía borroso—. No trates de salir de aquí, yo vendré por ti en cuanto todo acabe. Aguanta un poco más.

Ellie abrió la boca para preguntarle a que se refería con eso pero el mastodonte cerró la puerta antes de que ella dijera algo.

¿De qué estaba hablando ese hombre? ¿Por qué de repente se comportaba de esa forma con ella?

Por unos segundos no escuchó nada que no fuese su respiración irregular y los latidos de su corazón, hasta que escuchó varias voces cerca de donde ella estaba.

—¡Despejado! —gritaban una y otra vez las distintas voces.

La joven no dejaba de temblar debido al frío y al miedo al escuchar esas voces tan cerca de ella y no sentía nada al rededor que pudiera servirle para defenderse.

"Uno, dos, tres, cuatro..."

Transcurrieron mil seiscientos veinte segundos hasta que la puerta del lugar en donde estaba escondida fue abierta nuevamente.

Ellie se tensó al no oír la voz del mastodonte a pesar de que también le tenía miedo.

—Soy yo, Kendall. Me llamo Owen, no te asustes.

Ellie reconoció la voz, pero no comprendía porque la llamaba de esa manera.

Sintió una suave tela caer sobre su cuerpo semidesnudo y agradeció con toda su alma el gesto.

—Un paramédico está conmigo, te pondremos en una camilla, no te asustes, ¿de acuerdo?

Ellie sintió dos pares de manos sobre su cuerpo y deseo quitárselos de inmediato a pesar de saber que la estaban ayudando.

Su mente era un caos en ese instante. ¿Por qué ese hombre que la había secuestrado días atrás la estaba ayudando? ¿Dónde estaba James?

—¿Qué...qué está...? —intentó hablar pero las palabras no salían de su boca.

—No hables —le ordenó Owen—. Habrá tiempo para explicaciones luego.

Ellie no terminaba de fiarse de lo que decía ese hombre pero la estaba ayudando a salir de allí y en ese momento era lo único que le interesaba.

Con forme más avanzaba la camilla más grande era el escándalo que se escuchaba alrededor y Ellie deseó con todas sus fuerzas poder abrir sus ojos para saber que estaba pasando. Escuchaba llanto, risas histéricas y maldiciones.

Se movió inquieta en la camilla hasta que alguien la sujetó del brazo y sintió como clavaban una aguja y un frío descomunal le recorrió todo el cuerpo.

—¿Qué me... inyectaron? —logró preguntar, presa del pánico.

—Tranquila, es un sedante —le dijo una voz femenina que no lograba identificar.

—¡Ellie! ¡Ellie!

Por un segundo Ellie creyó que había muerto al escuchar esa voz pero, en su interior sabía que esa voz era muy real, estaba allí, con ella.

Era la voz de su hermano.

Apenas logró esbozar una ligera sonrisa antes de quedar inconsciente. 

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