Capítulo 15 (Sin Editar)
Ellie se encontraba bastante nerviosa debido al viaje que estaba haciendo junto a Will.
Llevaban casi un mes saliendo juntos y Will quería que conociera a su familia y la verdad es que Ellie quería conocerlos, a pesar de que le aterraba la idea de no agradarles.
Leila se había encargado de arreglarla y Ellie se sintió bastante incómoda, a decir verdad; no le gustaba maquillarse, ni arreglarse demasiado, no le agradaba que la notarán y a cómo andaba hacia lo opuesto a lo que quería.
—Ellie, eres muy guapa, deja de esconderte detrás de toda esa ropa —le dijo Leila cuando le estaba aplicando un poco de labial.
—Me gusta cómo me visto —le gruño Ellie molesta por la crítica.
—Deja de quejarte.
—Deja de criticarme.
—Lista. Mírate.
Ellie se observó al espejo y parpadeo varias veces al no lograr reconocerse.
Su rostro tenía color, sus ojos estaban iluminados por sombras y delineado, y su boca podía verse a kilómetros por el labial rojo que Leila había puesto en ella. Verse así, fuera de su zona de confort le trajo a la mente muy malos recuerdos, pero supo controlarse; sabía que no había razón alguna para tener miedo de sentirse bonita, lucir bien para ella misma y para alguien a quien en serio le gustaba.
No encontraba palabras para describir como se sentía cuando estaba con Will. Se sentía a punto del éxtasis cuando sabía que lo iba a ver, sonreía con solo oír su voz, no necesitaba decir palabra alguna para sentirse cómoda a su lado, era bastante torpe cuando le hablaba y eso la hacía sentir frustración, el estómago por lo general lo sentía revuelto, su corazón palpitaba con demasiada velocidad. Rayos, era mucho más intenso que lo que había sentido años atrás con Gabe.
Últimamente pensaba demasiado en Gabe —no es que hubiese dejado de pensar en el en los últimos seis años —, en el amor que le había tenido; había sido un amor tan puro y leal a pesar de las circunstancias en las que ambos se encontraban, un amor que estaba segura de que si los dos hubiesen salido de ese lugar aún conservarían.
Pensaba en él incluso estando con Will y no era que no quisiera a Will, más bien ese era el dilema, estaba empezando a querer a William de una manera que jamás había imaginado que se podía querer a alguien. Era un sentimiento arrasador, que la dejaba con cualquier defensa caída.
—¿Debería preocuparme cuando tu mente viaje quien sabe Dios a dónde?
La voz de Will hizo que regresara a la realidad, al asiento del copiloto del ostentoso auto de médico.
—No mucho —confeso ella ofreciéndole una cálida sonrisa.
—¿Estás nerviosa? —pregunto él regresando la vista a la carretera.
—¿En serio me preguntas eso?
—Les vas a encantar a mis padres- le aseguro él tomándole la mano.
—Tu solo mantén las dos manos en el volante —le reclamo ella.
Odiaba con todas sus ganas los autos y William no se la estaba poniendo fácil al desviar la mirada de la carretera y soltar las manos del volante.
—Ellie, soy un conductor decente —se burló él.
—Buen chico, continúa siendo decente.
La carcajada de Will hizo que la molestia de Ellie se evaporara por completo.
¿Cómo rayo había conseguido ese hombre que ella se enamorara tan rápido de él?
—Jesse está ansiosa de conocerte —comento Will sacándola nuevamente de sus pensamientos.
Jesse, la pequeña sobrina de Will que recientemente había quedado huérfana de padre y madre.
—¿De verdad? —pregunto Ellie sorprendida. Will no mencionaba mucho a la pequeña ni a su hermano fallecido.
Tanto Jesse como sus padres habían sido víctimas de un robo a su casa, los tres fueron atacados, pero milagrosamente la niña salió solo con heridas leves, no así sus padres que murieron en el acto.
—Sí, no ha dejado de preguntar por ti todos estos días —confirmo Will al tiempo que doblaba en una esquina y quedo al descubierto un restaurante que Ellie solo veía en las películas con Leila.
Era un lugar enorme, casi abarcaba la mitad de un cuadrante, de un color blanco perfecto, con unos enormes ventanales por donde se pudiera apreciar, tenía dos pisos, por Dios, ¿qué acaso no tenían suficiente con un solo piso?
—Vaya doctor Stewart, usted sí que frecuenta lugares elegantes —bromeo ella, más para tratar de aliviar sus nervios que para molestar a Will.
Will sonrió y se sonrojo.
Ellie se carcajeo esta vez. Que William Stewart se sonrojara más que ella no pasaba muy a menudo.
—Es el restaurante de unos amigos de la familia, la dueña insistió en que cenáramos aquí ya que es una noche muy especial —respondió Will mientras le daba las llaves del auto al Valet Parking
William la tomó de la mano y camino junto a ella hasta la impecable entrada del restaurante.
—Buenas noches señor Stewart —lo saludo el host a la entrada del lugar.
—Buenas noches Sam —Will le ofreció una sonrisa amable al hombre.
—Su mesa está por aquí —continuo Sam con su trabajo llevándolos por el bello Salón con varias mesas circulares, manteles blancos y plantearía fina, hasta una mesa en donde se encontraban dos adultos y una pequeña niña.
Ellie quería que se la tragara la tierra en ese momento, los padres de Will- dos señores muy elegantes, por cierto- la observaban de pies a cabeza con bastante seriedad.
Deseaba haberse puesto el vestido negro y largo que ella tenía, en vez del vestido azul marino de encaje y corto hasta un poco arriba de la rodilla que Leila le había prestado.
Sentía como le ardían las mejillas debido a la vergüenza que tenía, sino hubiese sido porque Will la tenía agarrada de la mano, estaría corriendo por todo Manhattan hasta llegar a casa
"Diablos, diablos, diablos" "¿En qué rayos me he metido?, pensó ella aterrada.
Will apartó la silla que estaba junto a la señora Stewart y Ellie se apresuró a sentarse ya que las piernas le temblaban igual que gelatina.
—Mamá, papá —saludo William a sus padres con un asentimiento de cabeza.
—William —dijo el hombre calvo de impecable traje negro y de ojos oscuros con seriedad.
—Hola hijo —hablo esta vez la mujer de cabellera color chocolate elegantemente recogido en un moño y ojos idénticos a los de Will.
—Ellie —Will se dirigió a ella esta vez. La joven hizo un gran esfuerzo en voltear a ver —. Te presento a mis padres, Roger y Bárbara Stewart.
Ellie se armó del poco valor que tenía y enfrento a los padres de su novio.
—Mucho gusto señor y señora Stewart —dijo con voz temblorosa—. Soy Ellie Rainer.
—Señorita Rainer —respondió el señor de manera altiva.
—¿Abuelo, abuela, por qué están hablando de esa manera tan rara?
Ellie volteo a ver inmediatamente a la pequeña Jesse, era una niña preciosa, de cabello rubio y ojos marrones, era menudita y se veía tan delicada.
Los padres de William y el mismo William se soltaron a reír a carcajadas cuando la pequeña los observo como si estuvieran locos.
Ellie empezó a creer que toda la familia Stewart necesitaban ver a un psicólogo con urgencia.
—Lo siento, no pude resistirme —dijo William mientras intentaba dejar de reírse.
—¿De qué estás...?
—Lo sentimos mucho querida —la madre de Will le tomo la mano con calidez.
—Fue todo idea de William —se excusó el señor Stewart.
—Les dije a mis padres que estabas aterrada con la idea de conocerlos y de no agradarles —le explico Will.
—¿Todo esto fue una broma? —pregunto Ellie sin saber cómo sentirse; si enojada por la broma de William o aliviada por que los padres de este no la odiaran.
—Lo lamento —se volvió a disculpar el mientras le besaba las manos.
Ellie quería estar furiosa, esas cosas no se hacían, casi le provoca un paro cardíaco, pero simplemente no podía enojarse con él.
—Eres un... casi salgo corriendo de este lugar como una loca —le reclamo ella al tiempo que una estúpida risa se apoderaba de ella.
—Dime que me perdonas —Will la vio a los ojos y esa maldita mirada de inocencia pareció otra vez.
El corazón de Ellie se derritió en ese momento.
—Discúlpanos a nosotros también, a veces olvidamos que ya somos un poco viejos para estas cosas —dijo la matriarca de los Stewart.
—No se preocupen —respondió Ellie con honestidad.
— ¿Que está pasando? —pregunto la niña reclamando la atención hacia ella nuevamente.
—Nada cielo —le respondió su abuelo —. Solo le estábamos dando la bienvenida a Ellie a la familia.
Ellie sonrió ante las palabras del hombre.
—No te creas nada de lo que paso aquí. Nosotros no somos así —le aseguro Bárbara con una inmensa sonrisa —. Si tú haces feliz a nuestro hijo también nos haces feliz a nosotros.
—Lo estoy intentando —le aseguro la chica.
—Mamá, Ellie me regaña demasiado a veces —se quejó William mientras tomaba un trago de la copa de vino que tenía al lado.
—Estoy segura de que te has ganado cada uno de esos regaños mi vida.
Ellie se rio ante las palabras de su suegra.
—Y Ellie, ¿por qué no has traído a tu hijo contigo? —pregunto el señor Stewart.
—¿Les hablaste de Chris? —la joven se dirigió a Will, que la observaba maravillado.
—Claro que lo hice, ¿cómo voy a hablar de ti son mencionar al pequeño súper man?
Súper man, el apodo que Will le había puesto a Chris después de verlo con el pijama del súper héroe casi por una semana seguida.
—Y también de tu hermana Leila —lo delato su padre.
Ellie sintió como se le quitaba de encima el peso de todo el mundo al ir conociendo poco a poco más sobre la vida de Will.
Bárbara se encargó de avergonzar a William contando anécdotas de cuando era pequeño y adolescentes, pero también lo alabó al hablar de su rol como médico, hijo, hermano y tío.
Ellie decido dar su voto de confianza a la familia Stewart y hablo más abiertamente de su hijo y de Leila, se lo merecían.
Por un segundo —sólo por una ráfaga de segundo — pensó en su familia.
¿Serían igual de cariñosos que los Stewart?
La joven sintió un inmenso dolor al pensar en ellos y sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas.
—Me disculpan un momento, necesito ir al tocador —susurró ella mientras se levantaba de la silla.
No le dio tiempo a nadie para decir nada y prácticamente corrió para refugiarse en el baño.
Por esa razón intentaba bajo todos los medios posibles no pensar en su familia, en bloquear los vagos recuerdos que tenía a cerca de ellos, ya que le dolía en el alma saber que no podría verlos nunca más.
Se observó en el espejo y su nariz se había puesto roja a pesar de que retuvo las lágrimas para que no salieran. Pero no era nada que unos segundos más en el cómodo y elegante baño no arreglará.
Estaba preparada para salir del baño cuando un golpe en una de las puertas de los servicios llamo su atención.
Se atrevió a tocar la puerta de dónde provenía el ruido.
—Hola —dijo con voz suave y calmada —. ¿Se encuentra usted bien?
Espero respuesta, pero no hubo nada, así que volvió a tocar nuevamente.
—Señora, voy a abrir la puerta —aviso Ellie al tiempo que empujaba la puerta del baño con cuidado.
Tremendo susto que se llevó cuando una mujer de cabello corto y rubio caía a los pies de Ellie, inconsciente.
—Oh por Dios —susurró al tiempo que se lanzaba al suelo para ver si lograba que la mujer recobrara la conciencia.
Efectivamente, la mujer respiraba — con dificultad, pero lo hacía — así que Ellie se calmó un poco.
La chica decidió salir por ayuda, pero de manera discreta.
Si había algo que detestaban los dueños de restaurantes y anfitriones de fiesta eran los escándalos y Ellie conocía a la perfección como manejarse con discreción. Ese era parte de su trabajo en el Catering Service.
Se asomó apenas por la puerta del baño y para su suerte una camarera pasó cerca.
—Hey —le llamó Ellie en un murmuró. La chica de cabello negro se acercó a ella bastante sorprendida.
—¿Se le ofrece algo señorita? —preguntó la chica con amabilidad.
—Necesito que vayas a la mesa siete y traigas con mucha discreción al doctor Stewart aquí mismo, es una emergencia.
La joven obedeció sin chistar así que Ellie volvió a concentrarse en la mujer inconsciente.
¿Su familia o algún conocido estarían ahí con ella?
Se veía que era una mujer bastante elegante, andaba joyas hasta por donde se pudiera ver. Y, aun así, inconsciente era bastante guapa.
Ellie mojo algunas toallas y las paso con delicadeza por la frente y el cuello a la señora.
No tardó mucho rato cuando la puerta de tocador fue abierta y Ellie supo que se trataba de William.
Suspiro aliviada al verlo.
—Oh rayos, Elena —gruño al ver a la mujer desmayada —¿Qué pasó Ellie? —preguntó su novio al tiempo que revisaba los signos vitales de la mujer.
—No lo sé. Sólo escuché un ruido dentro de uno de los servicios y al no responder nadie abrí la puerta y ella ya estaba así. ¿Está bien? ¿Qué tiene?
—No lo sé, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que la encontraste? —preguntó esta vez mientras sacaba un móvil de la parte interior del saco y marcaba al nueve uno, uno.
—No hace ni cinco minutos.
Will hablo con el operario del servicio de Emergencias y pidió una ambulancia urgentemente.
—¿La conoces? —preguntó Ellie al ver la expresión preocupada de Will.
—Ella es Elena Evans, la dueña del restaurante.
—¿La amiga de tus padres?
—La misma
Con el pasar de los minutos la gente empezó a sospechar que algo no andaba bien y la llegada de la ambulancia todos quedaron sorprendidos al ver a quien llevaban en la camilla.
—Hijo, tu lleva a Jesse a casa, nosotros iremos con Lena —lo tranquilizó la señora Stewart —. Su esposo está en camino junto con Lori
La mención de esa chica le hizo hervir la sangre a Ellie. No le agradaba para nada.
—Disculpa que está velada tan linda haya acabado así —sé disculpó el señor Stewart.
—No tiene nada de que disculparse —le aseguró Ellie.
—La próxima que nos veamos trae contigo a tu pequeño hijo y a tu hermana —le pidió Bárbara mientras le daba un cálido abrazo —. Me encanto conocerte linda.
—A mí también —le aseguro Ellie.
La ambulancia se marchó al mismo tiempo que el Valet Parking le entregaba a Will las llaves de su coche.
Will ayudó a Jesse a subir a la parte trasera del auto y a Ellie al asiento del acompañante.
Ellie pudo ver a un hombre acercarse velozmente al auto que estaban subiendo los padres de William, estaba de espaldas a ella así que sólo pudo ver la espalda ancha de un hombre bastante alto y cabello corto y rubio.
Ellie sintió un escalofrío recorrerle por la columna vertebral y un hueco en la boca del estómago, que de inmediato fue reemplazado por el cálido contacto de William.
—¿Estás bien? —le pregunto él mientras la besaba con delicadeza.
—Perfectamente —aseguró ella con una sonrisa tonta dibujada en los labios.
—De acuerdo. Vamos a llevar a esta señorita a casa —anunció Will con júbilo mientras le guiñaba un ojo a Jesse por el retrovisor y la pequeña se carcajeaba.
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