Capítulo 4
Mi cumpleaños número 26, se celebraba tal como a todos los de la familia, en la mañana despertaba con el feliz cumpleaños y de todos los miembros de la casa, al medio día tu plato preferido y en la noche la cena con tus amigos o (novio o novia), si los tenías. En este instante, estábamos en el almuerzo y pese a que era mi comida preferida, no me sentía feliz. La presión de mis hermanos y padre, controlando cada paso o movimiento, me tenía estresada, no saber de Gerald, también.
Un día después de la boda, hace dos meses volvimos de Edimburgo, el tío Gael le recomendó a mi madre que lo mejor era irnos. Gino Doyle el heredero de toda la fortuna de su familia estaba siendo amenazado, según las fuentes, no lo querían al mando de todo y lo que era peor, alguien dentro de su familia, (se creía que uno de sus primos) estaba implicado o por lo menos, les daba información a los delincuentes.
No quiso que nosotros fuéramos señalados de traidores, al no ser del grupo de confianza nos señalarían rápidamente. Mis padres agradecieron ese gesto por parte del tío Gael y papá fue un poco más drástico. Nos dijo que lo mejor era que alejarnos de Edimburgo y todo ese ambiente tenso.
En cuanto al anillo fue fácil que mi padre no viera, pero no pude eludir la vista aguda de mis hermanos y mi madre. Mis hermanos insistieron en que estaba viviendo una ilusión, porque nuestra relación no sería bien vista, ni por los Doyle, ni por la sociedad. Mi madre no quería que me hiciera ilusiones con una relación que no sabía si tendría futuro, era mucho desgaste mental.
—¿Cuánto hace que regresamos de Edimburgo? —pregunta Luciano a Lorenzo, mientras yo suelto un suspiro largo y pesado.
Aquí vamos...
—Dos meses— escuché le respondía.
Aunque era una pregunta en apariencia inocente sé, que iba dirigida a mí. Gerald no había aparecido no hay señales de él y su móvil estaba apagado. No era dos meses, eran exactamente 58 días, 12 horas, treinta y cinco minutos de no escuchar su voz. Me llamó cuando estaba en el aeropuerto y me deseo buen viaje, prometió venir pronto. Por el supe que fue Gabriela quien daba la información, que estaba siendo coaccionada a ello, por unas fotos íntimas que envió y que quería de vuelta.
Mis padres no dijeron nada y como yo no tengo porque saberlo, no hice comentarios al respecto. Mi vida siguió según se planeaba, con la única diferencia que mis hermanos no se habían ido a Londres, porque no querían participar más en la empresa familiar del abuelo y si en la de nuestra familia.
No tener pareja trajo consigo que todos los ojos estuvieran puestos en mí, se acabaron los sábados de rumba, las tardes de cine y los fines de semana. Dentro de la empresa y fuera de ella, era vigilada por mis hermanos por orden de mi padre.
Antonio D'angelo, estaban la mayor parte del tiempo en nuestra creciente empresa de vino Luciano's, aquel que se hizo en honor al abuelo y que hoy por hoy, estaba bien posicionado en su mercado. Aún estábamos lejos de competir con el Dan'York, la independencia nos gustaba.
No era una mujer libre del todo, tenía que estar en casa, regirme por las reglas cuando mis hermanos podían entrar y salir de ella sin mayor problema. Ser mujer dentro de este grupo familiar fue hermoso hasta la adolescencia, desde entonces a mi alrededor solo hay normas, restricciones y control.
—Es mucho tiempo ¿No te parece? —insiste Lorenzo y yo sigo con la vista fija en mi almuerzo.
—Para una promesa... Si mucho tiempo —replica Luciano, no tengo que mirar su rostro para saber que me observa con rostro divertido.
Sus ojos grises estarán puestos en mí burlones, mofándose de mi corazón, deberían estar en Londres. Mi madre me había hecho mi plato preferido, Ravioles para mi cumpleaños número 26, pero ni eso logra animarme. Bajo el rostro moviendo de forma despreocupada el cubierto en mi plato.
—¿No te gustó la comida? —pregunta uno de mis hermanos.
—Quizás es el vino, ella prefiere Whisky.
—¡Quieren callarse! —reclamo enojada.
—Come Belliz —murmura mi padre.
—¿Es que no pueden estar en la mesa sin hacerla enojar? —mi madre, pienso al escuchar su voz.
Miro en su dirección observó que mi padre sonríe, mientras ella me observa preocupada, quería evitarme el dolor de no ser correspondida o ser usada, ella más que nadie sabe lo que se sufre. Yo sabía que era correspondida y que Gerald tenía un motivo para estar ausente, estaba segura de ello.
— Belliz estás muy susceptible te pregunto ¿Por qué será? ...
Sin poder controlar mis emociones me levanto sin importar que la comida fue hecha para celebrar mi cumpleaños y que lo no he tocado. Papá me exige regresar a mi puesto y mi madre reprende a mis hermanos, pero decido no seguir en esa mesa.
—Regresa a tu puesto Belliz, tu eres el motivo de este almuerzo no lo olvides —susurra mi padre y ese tono de voz debería alertarme que está enojado —la familia...
—La familia es importante... pero mi paz y privacidad también —le digo dejando la servilleta a un lado. —no estoy dispuesta a soportar sus burlas... nunca más, ya no soy una niña.
—Es broma... Vamos Belliz, no sueles ser tan llorona...
—... —aprieto mis manos en un puño y miro a mi padre en búsqueda que esta vez y solo por esta vez les diga que se detenga.
Pero el intercambio de miradas cómplices me dice que perderé el tiempo, desconozco que sucede entre mis hermanos y papá, solo sé que ellos tienen el camino libre para controlarme y/o burlarse de mí.
—No has comido nada y últimamente no te alimentas bien, es tu cumpleaños cariño. —ruega mamá acercándose en mi dirección, mientras Antonio D'angelo contempla la escena con rostro severo.
La presencia de una de las chicas del servicio nos hace callar y a todos mirar en su dirección.
—El señor Carlo solicita hablar con usted señor. —habla mirándome a mí preocupada.
La mención de ese nombre me tensa y miro a todos, que están en igual de condiciones que yo. Mi padre se incorpora y señala la silla, ordenándome con ese gesto regresar a la mesa, antes de irse nos mira molesto.
—Otra estupidez más en la mesa y sus cuentas serán bloqueadas —nos amenaza —no habrá lujos, autos, apartamentos de solteros o vacaciones ... ¡Nada! — sus palabras suenan duras y en un tono que jamás escuchado en mi padre—Basta de pataletas Belliz y ¡Come! O no te dejaré ir con Anneta y Dante Rossi.
Y mi cuerpo reacciona a esa palabra volviendo a mi silla, por un momento no digo nada y me limito a ver el plato lleno. Hasta que decido reaccionar, le doy varios bocados a mi comida que trago sin masticar y tomó el vino en la misma manera. Veo a mis hermanos observando mis movimientos con curiosidad y mi madre solo se aclara la garganta. Con la boca llena miro a uno y a otro, miro mi plato y solo me faltan tres o dos bocados. Cuando papá regrese a la mesa, yo habré terminado y no habrá excusas para no dejarme salir con los hermanos Rossi.
—Te vas a indigestar —reclaman mis hermanos y alzó mis hombros de manera indiferente.
—Belliz si lo que deseas es levantarte, hazlo, pero deja de comer de esa manera —insiste Lorenzo.
Mi madre tiene su cubierto cerca a los labios que deja a un lado, mientras se cruza de brazos y me observa en mi maratónica lucha por salir de allí. No sé qué quieren Carlo en ese lugar solo que no es nada bueno.
—Quiere que la traten como adulta, pero se comporta como niña. —habla Luciano —yo estaría más preocupado por la presencia de los Carlos Fusco en la villa, que por un novio a quien no le intereso.
—¡Basta! A los tres ¡Basta! —grita mi madre golpeado con la mano la mesa.
Luciano habla como si yo no estuviera allí, algo que hace desde que regresé de Edimburgo y confesé que me casaría con Gerald. Fue claro en decirme que él no se metería y Lorenzo tampoco, pero mis padres jamás aceptarían esa unión seamos familia o no.
Una vez mi padre entra en mi campo de visión, lo primero que hace es mirarle con enfado. Sus ojos viajan a mis manos y observa el anillo en mi dedo anular, no me molesto en ocultarlo, ya en ese instante poco importa. Camina lentamente y se instala en la cabeza de la mesa y nos observa a cada uno en silencio antes de hablar.
—¿Quién más lo sabía? —pregunta apretando sus dientes y sosteniendo con fuerza las manos en el respaldo de la silla.
—Solo Gerald, sus padres y yo —respondo porque no es mi deseo hundir a mis hermanos.
Los dos parecen sorprendidos por mi respuesta, pero soy consciente que esto fue algo de Gerald y mía, que no he hecho nada de lo que pueda arrepentirme. Si de lago estoy arrepentida es todas aquellas cosas que ese día pude hacer o decir y no hice por el miedo a enfrentar a mi padre.
—Megan no quiere, lo sé porque algo me contó el día de la boda, pero pensé... —guarda silencio y me observa decepcionado —me dije...mi hija no es capaz de ocultarme algo así. —trago fuerte y miro a mi madre en búsqueda de apoyo, pero ella sigue en silencio —No vas a casarte.
—Antonio...
—No va a casarse Gina—advierte — lo siento, pero esto no lo voy a permitir —insiste sin dejar de verme.
—Por lo menos escúchalos—me encuentro con sorpresa que Lorenzo me está defendiendo.
—Lorenzo tiene razón, no puedes negarle ese ...
—No, Gina, son primos y no me interesa que planes tengan a futuro, no van a casarse porque a los ojos de todos son familia. —insiste y mi madre se incorpora molesta —son familia Gina ¿Qué dirá la sociedad?
—Si dicen la verdad, hablaran de ellos por un tiempo hasta que encuentren otra víctima y tengan un hijo—dice Luciano que no deja de comer, como si lo que sucediera no fuera importante para él —entonces volverán a hablar, porque esperan que el niño nazca enfermo o algo asi, por ser familia y todas esas estupideces más.
—Luciano...
La voz de advertencia de mi padre debería preocuparle, pero Luciano D'angelo Turner, nació con ese don que no le teme a nada, ni siquiera a mi padre.
—Intenta ser racional, es mejor aceptar y evitamos que se vean a escondidas —la voz calmada de mi madre logra ese efecto en papá de calmarle, pero sigue en recio en su decisión. —es lo que harán, irán a verse a escondidas, nosotros salimos él entra ¿Es que ya lo olvidaste? ¿Todo lo que sufriste con mis hermanos?
—No era lo mismo Gina, tú eras independiente y ellos unos aparecidos, tóxicos, bullosos, testarudos. ...
—¿Y quieres vengarte con Gerald? —interrumpe y madre —¿Quieres que tu sobrino e hija pasen por lo mismo?
—¿Te estas escuchando? Mi sobrino y mi hija —repite levantando la voz—No se van a casar y tienes prohibido verle ¿Entendiste? —me señala.
Sonrió divertida ante esa prohibición, era un mujer hecha y derecha que podía e iba a tomar la decisión que mejor le pareciera. Lo único que quería era irme de casa con el apoyo de todos y toda la buena vibra...
Perdón por no ser una mujer que puedas controlar papá, pero te casaste con mamá y ella me enseñó a pelear por mis sueños e ideales.
—Tengo 26 años papá, una profesión a punto de terminar y... Ciertamente no soy como mamá, pero haré la lucha —le digo y ella sonríe en respuesta.
—Aun vives en casa Belliz, papá te mantiene —comenta Luciano —si quieres calmar las aguas llévale la corriente. —Lo dice en voz baja, te tal manera que solo yo lo escucho.
Papá ordena que tampoco iré a festejar el cumpleaños con los Rossi y en adelante no saldré de casa si no es con mis hermanos.
—Ahora entiendo porque la insistencia de Gael de verme —dice y sonríe —quieren pedir tu mano... —sus manos golpean con molestia el respaldo de la silla —No saldrás de aquí — toma la silla en sus manos y las lanza con fuerza a la mesa—no irás a ningún lado sin vigilancia. No permitiré que le hagas esto a tu familia ¡Son primos!
—¿Por qué? —pregunto de mal humor —¿Por qué eres mi padre?
—Belliz —habla mi madre y hermanos al tiempo, pero he decidido no permitir seguir siendo su bufón.
—No me faltes el respeto...
—No me dirás como hacer mi vida, nadie lo hará —sigo diciendo con la rabia subiendo cada vez más, mi padre se acerca lentamente, pero he decido no permitir que controlen más mi vida. —tu disfrutaste tu vida, mis hermanos también, ¿Cuantas veces lo hiciste con mi madre antes que tus cuñados lo supieran?
En segundos su mano golpea mi mejilla y el ardor que siento quema toda esa área. Nada es más doloroso que ser golpeada por primera vez por mi padre y aunque debería bajar la cabeza y pedir disculpas no es así.
—¡Antonio!... por Dios es tu hija...
— Todo el tiempo están diciéndome que hacer. No hables fuerte Belliz, no rías como hiena Belliz, Belliz no, no, no. —digo en medio de llanto y gritos. Alza de nuevo las manos y esta vez quien se atraviesa es Lorenzo e impide golpearme una segunda vez.
—Golpéame a mí —le dice dando un paso al frente —yo también lo sabía... golpéame a mí, no a ella.
Esas palabras lo hacen reaccionar y se queda mirando a mis dos hermanos, Luciano se levanta de mala gana, instalándose al lado de Lorenzo.
—Hablaré con el tío Alex y pediré trabajo, —suelto saliendo del comedor dejando a todos con la boca abierta — me iré a Londres y seguiré estudiando allí. —le digo señalándolos y caminando a la salida. —no estoy pidiendo permiso, les estoy comunicando mi decisión.
—Cielo —escucho a mamá y a mis hermanos llamarme, pero sigo en mi escapada a hacia los viñedos.
—Regresa ahora mismo Belliz... —sigo escuchando sus gritos. —¡Belliz D'angelo Turner!
Corro hasta que los gritos se pierden a lo lejos, tropiezo con algo que me hace caer al suelo. Las lágrimas que no he notado están brotando se mezclan con la tierra al aterrizar. Me levanto de nuevo y voy hacia la tumba de mi abuelo Lucíano. Una vez allí lloro desconsolada porque pueda ser que este luchando yo sola.
¿Dónde está y por qué no aparece? Empiezo a preguntarme desesperada, porque no puede ser que sea mi cumpleaños y él no aparezca. Pasan algunos minutos o horas no estoy segura hasta que una voz detrás de mí me hace saltar.
—Cara ¿Qué haces aquí? — dos pares de zapatos blancos deportivos están cerca de mi rostro.
Una vez alzo del todo mi rostro observo al hombre de cabello oscuro con rastro de canas a un lado, se sienta a mi lado y observa la tumba de su tío con nostalgia.
—Tío Pierre, pensé que estabas en América —digo al hombre que me abraza fuerte.
—Tuve un presentimiento de una dama de apuros y quise venir a su rescate —su comentario me hace reír y limpia mis lágrimas con sus dos pulgares —tuvo muchos defectos, pero siempre los protegió. —dice refiriéndose al abuelo y asiento.
—Es mi mejor psicólogo, puede escucharme por horas sin juzgarme —escucho su risa fuerte y toma mi rostro para luego besar ambas mejillas.
—Eres joven e impulsiva y tu padre un tipo ... raro, igual que Alex —río al verme estremecerse ante la mención del nombre de su hermano.
Me abraza sin dejar de consolarme, el tío Pierre tiene el poder de hacerme reír y bajar mi mal humor en segundos. En casa hay fotos suyas de cabello largo y un aspecto relajado y aunque sigue teniendo ese aspecto fresco, divertido, ya el corte de cabello es regio. Toma el móvil y mira la pantalla que me muestra con una media sonrisa y veo que es una llamada de mi padre.
—Tony ¿A qué se debe el honor de tan importante llamada?—pregunta y lo escucha en silencio —sí, está conmigo..
No Alex no está, creo que se encuentra en los viñedos ¿Por qué?. —empieza a decir me hace un guiño al ver que lo observo atenta —No te escucho Tony... lo siento creo que es la señal — su voz baja cada vez más hasta que cuelga y una vez lo hace sonríe —me dijo algo sobre que estuviera contigo todo lo que quisiera... algo al respecto.
—¿Tú crees? —pregunto y sonrío al ver su rostro inocente.
Afirma y me pregunta el motivo de mi llanto, mientras me dice que los problemas pierden poder cuando lo compartes y quizás él pueda ayudarme. No sé qué tan bueno es decirle lo que sucede, si ni siquiera Gerald a aparecido y toma mis manos.
—Confía en mí, lo que sea digas quedará aquí. —dice.
En realidad, no es mi tío, el tío Pierre, Alessandro y la tía Emma, son primos de mi padre y el tío Luciano. Son los dueños de la casa Dan'York de la que somos socios, pero desde pequeños le hemos dicho tíos por respeto, confieso que se han ganado todos ellos ese término.
Le cuento mi infortunio y como me acabo de enfrentar a mi padre sin saber si él está dispuesto a luchar por esto. Me escucha en silencio y comenta que los Doyle siguen en problemas. Alguien incendió la casa de campo de la tía Veruzka, y creyeron a Gino y Rose dentro. Han regresado de luna de miel, pero Rose y todos están en tensión y en cada una de sus sedes tienen escoltas.
—Quizás por eso no ha venido —lo excusa —o pueda que tu padre sepa más de lo que has creído y le ha negado a él acercarse a ti.
—¿Será? —le pregunto y se alza de hombros.
—Pueda que el tocara mi puerta y pidiera ayuda —sus ojos se han detenido detrás de mí y al girar hacia esa dirección veo a Gerald en pie. Jeans y Jersey blanco sonriendo —no puedo hacer que sus padres entren en razón, pero si darles un consejo... —me hace levantar y hace lo mismo y toma nuestras manos, mirando a uno y a otro—Tienen dos años para que averigüen si en verdad se quieren. Pelear sus padres no es la solución y ambos tienen que verse como responsables...
Al primero que abrazo es a él, porque gracias a él, Gerald está allí. Me abraza, antes de irse me da la bendición, recordándome que tengo cuatro horas para volver con él a la casa.
—Te llevaré con tus padres y hablaremos como adultos... Gerald debe volver esta noche a New York —afirmo y sonríe dejando un beso en mi frente. —ve tranquila... En cuanto a ti —le dice señalando no Gerald —no me defraudes, porque puedo ser peligroso si me lo propongo... No tienes idea de lo que soy capaz por proteger a los míos.
Gerald sonríe eliminando la distancia y tomando mis manos, no sin antes decirle que no iremos a ningún lugar extraño, incluso él puede quedarse con nosotros algo que lo hace negar horrorizado.
—Cuidado con lo que hacen —es todo lo que dice al irse.
Me pego a él con fuerza mientras me alza en brazos y se excusa por no venir antes. Su padre ha intentado hablar con él mio, pero le ha puesto tantas excusas que imagina Antonio D'angelo sabía el motivo de su llamada.
—Feliz cumpleaños mi cielo —me dice al dejarme en el suelo —él no se ha ido, sé que nos vigilara.
—¿Cómo lo sabes?
—Por qué, si fueras mi sobrina-prima yo haría lo mismo —dice sin dejar de reír y dejando besos por todo mi rostro.
—Pensé que te habías olvidado de mi —le digo y niega.
—¡Nunca! Siempre cumpliré nuestras citas y si alguna vez fallo a una... ven a buscarme, porque debo estar muerto o agonizando—acto seguido se arrodilla ante la tumba y golpea la loza dos veces para luego llevar sus manos en su corazón. Contemplo la escena sin decir nada y luego se levanta hacia mí sin dejar de sonreír.
—Se puede saber ¿Qué haces?
—Una promesa —murmura sin dejar de reír —la de amar a su nieta hasta el último de mis suspiros, mejor vamos que nos quedan tres hora y media.
(...)
El tiempo pasa volando para quien ama, dice un viejo poema, sentí que fue un abrir y cerrar de ojos. La visita había llegado a su fin y allí estaba en el mismo lugar junto a la tumba de mi abuelo.
—No llores princesa —ruega, pero siempre he odiado las despedidas—te llamaré todos los días, nadie está realmente lejos últimamente.
—Dos años Gerald...
—Realmente son 22 meses nena —interrumpe alejándose de mí y escuchamos un auto detenerse —no discutas con tu padre, el solo quiere tu bien, intenté hablarle, pero se negó en recibirme. No quería verte de esta manera, porque no hemos cometido delito, no tuve opción.
Le dije adiós, no supe porque en ese instante sentí que mi vida se iba junto con él. Recibo el abrazo del tío Pierre conduciéndome hasta mi casa, intento no pensar en que debo enfrentar a mi padre o hacer lo que él me dice. En la entrada está el auto del tío Alex, al mirar a su hermano solo me hace un guiño y me indica entrar.
Ya en la sala observo que todos están allí, al vernos entrar guardan silencio, mi padre mira molesto a Pierre, mientras este besa a cada uno sin la menor molestia hasta a su primo.
—¿Qué sucede con tu móvil? —le pregunta.
—Debo cambiarlo, —dice sacándolo de su pantalón y mirando en ambas direcciones —estos objetos son hechos para durar cierto tiempo.
—¡Feliz cumpleaños preciosa! —el tío Alex se acerca a mí y toma mis dos manos—tu padre me llamó, no soy partidario en mezclarme en asuntos amorosos... no he salido muy bien librado en épocas pasadas—dice y su hermano ríe detrás de él.
—¡No saldrás de Piamonte! No vas a casarte...
—De hecho, Tony, creo que Belliz podría hacerse cargo —interrumpe el tío Alex y mira a mis hermanos —¿Cambiaron de parecer?
—¡No! —repiten al tiempo y asiente sin dejar de verme.
Mira a mi padre y se lleva una mano en su bolsillo, por un momento no dice nada y tan solo observa la foto detrás de mi padre, es mi abuelo al lado de su hermano cuando tenían quizás la edad de mis hermanos. Baja la mirada a mis hermanos y luego regresa la vista a mi padre, se aclara la garganta y suelta las palabras que cambiarían mi vida.
—Belliz estará a cargo en Londres en lo que dure sus estudios... solo si tú lo permites —sigue con mi mano sostenida y creo que todos esperamos una respuesta con la misma tensión.
—De ti depende que salga con tu apoyo y sepas donde encontrarla—habla el tío Pierre —te recuerdo que es una D'angelo, lo que sea que se proponga lo hará...
—Todo con tal que esté lejos de su primo —y sonrío, bajando el rostro mientras siento las manos del tío Alex apretar las mías.
—Yo me encargo de la universidad —dice mi madre y alzo la vista encontrando que sonríe en mi dirección —vivirás con tus tíos Neall y Luisiana, ya estuve hablando con ellos —mi padre la mira con rostro severo y sonríe de manera coqueta —si mi hija quiere volar, no le cortaré las alas o le pondré trabas... quiero que regrese a mí, no que vuele tan alto y no la vuelva a ver.
—Neall Jarper no tiene un hijo de la edad de ustedes —dice Pierre señalando a mis hermanos. —y según he escuchado heredó el mismo vicio de su padre, antes de conocer a mi prima...
—Bajara en casa de mi hermano... ¡Sin discutir! —en respuesta Pierre sonríe, mientras murmura un.
—¡Son tan predecibles!
Eso no logro entender, pero que su guiño me indica que es lo realmente buscaba.
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