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Capítulo 13

Gerald

Los días que siguieron fueron pesados, mi cirugía había sido un éxito, desconozco como lo lograron, pero ubicaron al donante perfecto. No obstante, los médicos fueron sinceros al decirme que no estaba del todo sano. El medicamento que Charly me había proporcionado por meses y que debería contribuir a que mi neumonía se aliviara, habían dañado mi hígado.

—Me puede decir ¿Para qué operarme si igual iba a morir? —exijo saber al hombre de traje elegante que me observa fijamente.

—Para mejorar su calidad de vida señor Doyle —responde en calma, una que admiro pues estoy lejos de tener en este instante —no hemos dicho que va a morir....

—Sí, tiene razón, dijo que no garantiza que llegue a viejo —le interrumpo —deje solo —le pido lo escucho soltar el aire.

El jodido medicamento que tomé como estúpido era una mezcla de muchas sustancias tan comunes en la vida cotidiana, pero ninguna de ellas era para ser ingeridas. Las razones que llevaron a ese miserable a que yo consumiera, cal, arena, gasolina y hasta cianuro, eran un misterio, tanto o más como su paradero en este instante o el porque convivió con el cadáver de su esposa por más de un año. De lo único que era consciente, era que mi vida no volvería a ser la de antes y que podría acabarse en unos meses o años.

Lo único que se logró con esa cirugía era que mi calidad de vida mejorara, mas no que sanara al 100%. El ruido de la puerta abrirse, el aroma a flores y el suave toque en mis manos me dijo que Belliz estaba cerca, acompañada por lo que pude escuchar después.

—Hola precioso —saluda Belliz besando mis labios, para luego pasar sus dedos por ellos, ese simple contacto hace que mi piel se erice y que olvide por un instante la decisión que he tomado —¿Te tratan bien?

—No tengo quejas —respondo no sin antes aclararme la garganta y la veo sonreír.

Dios, es tan hermosa...

—Hola cariño —habla mamá —esta tarde puedes salir de aquí.

—Estamos haciendo los preparativos para el viaje a Edimburgo, seguirás tu recuperación allá —sigue mi padre —Belliz nos ayudará mientras tu...

—No me iré —aclaro y decido verles a todos, quienes me observan asombrados —ustedes sí —les digo señalando a todos.

Desde que lo supe, entendí que no podía hacerle esto a Belliz, ilusionarla con un esposo e hijos, cuando yo no podría hacerla feliz. Entre más me lo pensaba o buscaba solución, siempre llegaba a un mismo punto.

—Lo siento Belliz, pero lo nuestro es un error —murmuro mirándola fijamente — lo mejor es que regreses a Londres —sigo y miro a mi familia —no quiero verlos a ninguno de ustedes, sus rostros lastimeros o sufrimiento por mi estado... déjenme solo...

—Gerald, viejo no me decepciones —habla Gadien y lo enfrento—eres supuestamente el mas cuerdo de todos.

—Le hiciste una promesa a Belliz —interrumpe mi hermano Gael.

—Debe agradecer que fue ahora y no después de casados, casarse con quien no amas sería desastroso —comento mientras ella simplemente sale de la habitación sin decirme nada.

—¿Estás loco?

—Salgan —pido, pero al er que no hacen el mayor movimiento por irse debido levantar la voz —dije que largo. ¡Largo! Déjenme solo.

Se van y puedo ver en su rostro la decepción, yo también me siento así, por confiar de esa manera en un desconocido. No ver el peligro que representaba no solo para mí, también para Belliz. Gino me había contado, que él quiso llevársela y aunque ella decia que fue ella quien le llamó, las autoridades aseguraban que era un hombre peligroso. Con una extraña obsesión conmigo por ser hijo de ese miserable o por mi fortuna como decia Gino.

Por los motivos que fuera, yo nunca corroboré su currículo, no me aseguré que fuera un hombre de fiar. Solo me deje llevar, porque era al igual que yo huérfano y hoy estaba pagando las consecuencias de mi confianza. No regresaría a Edimburgo, no me casaría con Belliz, ella, mis padres y mi familia regresarían a Escocia e Italia y yo me quedaría aquí, el país que me vio nacer, me vería también morir.

Ellos no tenían por qué sufrir por mis errores y la mujer que amo, de ninguna manera tendría que sufrir mi ausencia. Lo mejor era que se acostumbrara a vivir sin mí y ello solo ocurriría si regresaba a su vida en Londres.

—Me dijeron que ahuyentaste a todos de aquí —escucho la voz de Gino—¿Recuerdas mi miedo a las tormentas? —la voz de Gino me llega lejana, pero el rose de sus manos en las mías lo siento cerca —eres el líder de todos y mayor por eso toqué a tu puerta esa noche... estaba asustado. —abro los ojos, está sentado en el mismo lugar en que estaba hace unos minutos mis padres.

—Pensé que había sido claro, no quiero a ninguno conmigo —le recuerdo y sus labios hacen una fina línea —te incluye.

—Obedecer no es mi mejor virtud, y alguien tiene que hacerse cargo a la empresa mientras tú te mejoras —responde —mis tíos se van esta noche.

—Belliz...

—No la he visto—me interrumpe y pasa las manos por su rostro con desesperación —no sé dónde anda.... Se fue con Gonzalo, de todas tus decisiones no casarte con ella es lo único que te lo entiendo, esa chica está loca —sonrío porque muy seguramente no lo obedece.

—La tía Gina me dice que sacó la terquedad de toda la familia, Walsh, D'angelo y Doyle —le recuerdo —no esperes mucho de ella o de sus dos hermanos.

Desperté y lo primero que vi fue a ella, confieso que mi alegría fue inmensa, me dije que al fin las cosas adquirieron el rumbo correcto, pero mi salud lo complicaba todo.

—Dormía con Gadien y Gael, porque no se adaptaban al castillo —recuerdo y Gino sonríe. —habíamos tenido una niñez extraña, de un lugar a otro, con policía a nuestro alrededor, mamá siempre decia que yo era el mayor y quien debía protegerlos.

Fue una dura época, porque no tuve a mi padre como lo hubiera querido, debía conformarme con sus video llamadas. Nos contaba cuentos para dormir por teléfono hasta que nos quedábamos dormidos, pese a lo atípico que era, siempre se las arregló para ser un buen padre. Vivir en el castillo fue lo mejor que nos pasó, pero mis hermanos le temían en las noches por lo inmenso, asi que los primeros mese solía dormir con ellos.

—Toqué en el cuarto de mis padres y no me respondieron —sigue diciendo sonriendo —en aquel entonces no lo supe...

—No pudiste dañar la noche de pasión a ellos, pero le dañamos la de mi padre y mi madre —ambos reímos ante ese recuerdo, nosotros pidiendo entrar a la habitación en donde Gael y Megan Doyle dormían, porque Gino le temía a la tormenta.

Ese día caía una enorme y Gino temía a los rayos, una vez escuchaba uno su cuerpo se paralizaba a tal punto que no podía moverse.

—El tío Gael y yo tuvimos que usar otra habitación... la del tío Guido con Laura, ambos estaban en el hospital —asiento porque lo recuerdo, pero no sé a dónde quiere llegar con eso. —ese día me contó que al igual que yo, él le temía ¿La has escuchado?

Una sola vez y fue hace mucho tiempo cuando era muy niño, pero recordaba cada detalle de esa historia. Se fue de pesca con unos amigos en bici muy temprano, aseguraba fue y será la mejor pesca de su vida, pero no por los peses que recogió. Ese día venció uno de sus mayores miedos, a los truenos, vio formarse la tormenta en el cielo a lo lejos, las grandes nubes negras acercarse conforme los vientos aumentaban.

—El anuncio que se acerca una tormenta muy fuerte son las aves —recuerdo contemplando mis manos—volaron súbitamente ese día.

Gino asiente y ambos sonreímos, quizás por recuerdos distintos, pero la enseñanza recibida fue del mismo hombre. No se fue pese a saber lo que venía, estaba tan maravillado con la vista que no se di cuenta, en que momento ya estaba encima de él y las gotas eran cada vez más grandes. No tuvo ningún lugar a donde esconderse del trueno, eso le hizo enfrentarlo, decia no tener opción.

—Ese día les perdió el miedo a las tormentas, el recuerdo que salió ileso en medio de ella me dijo que le impedía temerle. —Gino suelta el aire y toma mis manos entre las mías antes de seguir — recuerdo las palabras exactas, porque esa noche, mientras me narraba su miedo y como logró vencerlo, sin proponérselo el me hizo afrontar el mio —comenta —Me dijo "Estas a salvo aquí con tus padres, tus primos y tíos, no debes preocuparte por nada". No estás solo Gerald, nunca lo estuviste y no lo estarás ahora.

—No puedo fingir que no voy a morir —confieso y reclina su cuerpo en la silla.

Su rostro adquiere un semblante tenso, ha tenido días difíciles, no solo él también su esposa, el primo de está y toda mi familia. No deseo ser una carga o una cuenta que poco a poco se va vaciando hasta quedar solo saldos en rojos, ellos no lo merecen. Por un momento veo frente a mí, no al hombre sino al compañero de juegos, quien me ayudó a sembrar el rosal y luego se quedó conmigo al pie de este porque decia lloraría al quedarse solo allí.

Descubro que fui feliz al lado de ese hombre frio y de aspecto gruñón, pero que solía amar a los suyos con una fuerza tan poderosa que me hacían solo sentir hacia el respeto. Ese sentimiento a los suyos es lo que me hace tener la certeza que aun llora en silencio la traición del hombre que vio como un abuelo, pero es tan orgulloso que nunca lo aceptara.

—Empezamos a morir desde nuestro primer respiro Gerald, cuando venimos al mundo y lanzamos el primer llanto... allí empezamos a morir — dice soltando el aire —esa mujer (la muerte) puede llegar aquí en ese instante disfrazada de un paro cardiaco o al salir siendo una bala perdida, un rayo en una tormenta... todos vamos a morir. —sigue diciendo.

—Yo antes que ustedes —insisto y niega.

—Temes que Belliz quede sola o ser una carga, no deseas ser visto con lastima y te entiendo. —en sus ojos se asoman un manto de temor que nunca he visto en Gino Doyle Duncan, pero supongo que ser esposo y padre, te hace cambiar la perspectiva de como ver las cosas — tengo pavor en que Rose o mi hijo le pase algo, morirme y dejarla sola...la muerte del hijo de Thomas me ha marcado de por vida.

—Y lo Betf... —en respuesta sus ojos se oscurecen y su mandíbula se tensa.

No ha tocado el tema de la traición de Betf o lo hecho por su tío Tanned, mi madre me cuenta que es un tema prohibido para él. No obstante, ambos solemos ignorar los pedidos de otro, cuando sabemos que puede necesitar de compañía o desahogo.

—Se que lo importante que era para ti —empiezo a decir y su rostro gira hacia mí y me observa molesto—puedes decirlo, sabes que no diré a nadie que te vi en un estado muy vulnerable. —continuo y apoya ambas manos detrás de su cabeza —Tienes una imagen de hombre frío que cuidar.

En respuesta sonríe, pero no hay la menor muestra de humor en sus ojos.

—No es importante, nadie que me traicione a mí o los míos merece ser nombrado —habla en tono enérgico y me sorprende ver en él los primeros rastros de un líder —no tengo porque dedicarle palabras, pensamientos o llantos a quien solo causó daño, dolor, y sufrimiento mi hermana, mi madre y mis padres sería estúpido —finaliza.

—Tienes razón —acepto —es estúpido dedicarle pensamientos a quien solo te hará sufrir. Pero ello no quita recordar todo lo que hizo y a Gabriela.

Por fortuna, ese suceso amargo le sirvió para madurar y aunque me cuesta creer todo lo que dicen, es hoy día, tal parece que lo vivido la ha hecho ser otra persona. El silencio que sigue es cómodo y solo lo interrumpe el sonido del móvil de Gino, en segundos me veo en una video llamada con Rose. Quien me muestra su hijo orgulloso, una criatura de cabello tan rubio como su padre, pero con ese extraño color de ojos de su madre.

Es extraño verlo sonreír o decirle palabras tiernas a su hijo y lo que era sorprendente, el pequeño buscar a su padre con ojos curiosos. Cuatro meses de amor puro, fueron las palabras exactas al describir lo que ha sido su experiencia como padre.

—Te felicito —digo y estrechando su mano —no pensé que tú y Rose tuvieran futuro —se alza de hombros indiferente, pero sé que respira por esa mujer.

—¿Estás preparado si mejoras ver a Belliz de la mano de otro? —la pregunta me causa escozor en toda mi piel y lo veo en pie sonriente —en la medicina no hay nada escrito, no ha avanzado tanto para decirte a alguien con seguridad que va a morir en X tiempo. Solo son excusas, porque le temes a ser feliz o porque te culpas por confiar en ese hijo de puta... a mí no me engañas hermano—sigue diciendo acomodando su saco —eres un hombre de costumbres sana, pueda que sean días o meses lo que te falte, eso nadie lo sabe o décadas —habla dando media vuelta.

—Si ella es feliz yo lo seré —le digo y lo veo detenerse en la puerta.

—Muy tierno —comenta sin girar —pero una gran mentira —te repito la pregunta y esta vez respóndela para ti mismo ¿Estás preparado para verla feliz en manos de otro hombre? Tienes salida en una hora, iré a firmarla.

Sale dejándome sumido en mis pensamientos, lo que me acaba de decir me hizo pensar. Me digo a mi mismo que seré feliz con saber que ella lo es, Belliz tiene un alma hermosa, un rostro y cuerpo único, todo eso cargado de un fuego que por mucho tiempo quise ser yo quien lo apagara. Varios minutos después una enfermera llega con mi ropa y me indica que me ayudara a bañar y a vestir. En los minutos que siguen nadie llega a verme y la enferma no sabe que responder cuando le pregunto por Belliz.

—Estuvo todo el tiempo con usted, no quiso que nadie la reemplazara... la vi esta mañana con su sombra —dice desnudándome y ayudándome a entrar al baño —llega siempre con él, su escolta, se llevan bastante bien y todos les causa gracia.

—¿Por qué? —pregunto con mi corazón detenido por ese comentario

—No parecen jefa-empleado... se ven muy amigos —dice en tono inocente —venga que es hora de irse y continuar esa recuperación en casa.

Y de nuevo ese escozor, esta vez viene acompañado con las ganas de gritar o de golpear al tal Gonzalo. El baño se me hace eterno y la salida también, ella tenía que venir por mí, por lo menos a despedirse. Cuando las puertas se abren suelto el aire aliviado, pero mi preocupación aumenta al ver a mis padres y hermano, pero no hay rastros de Belliz.

—¿Belliz? —le pregunto a Gadien y se encoje de hombros.

—No sé, nos dijo que no se iría con nosotros —responde y mira a Gael en búsqueda de ayuda.

Me están ocultando algo, lo sé y le exijo que me lo digan.

—Una prima le dijo que le mostraría la ciudad —me explica —Isabella... algo y Gonzalo se ofreció a ser su guía turístico.

Que un jodido rayo me parta en dos ahora mismo, cuando dije que quería fuera feliz... me refería a lejos de mí y no que me restregara su felicidad.

—Si ella es feliz yo lo soy —canturrea Gino y lo observo enojado —una buena canción ...

—Tu Tambien te vas espero ...

Asegura que no lo hará hasta que no encuentre a Charly o a Spike como mierdas se llame ese loco infeliz. De pronto mi humor cambia, mi sangre es como lava ardiendo, y el cantico de Gino o las risas de mis padres y hermano no ayudan.

Insisten en que debo salir en silla de ruedas y por más que me niego no hubo poder humano que los convenciera, eran cinco contra uno. Salimos por los pasillos, descubriendo que al igual que yo, tres personas más dejan el endemoniado lugar.

—Espero no volver nunca a este infierno —comento de mal humor y un hombre quien va a acompañado de una chica castaña y una mujer en estado de embarazo avanzado rubia gira en nuestra dirección.

—Brady no eres el único desagradecido —comenta la chica entre rizas y la observo cojear. —solo que a ti te toca en un mes, cuando venga Avis al mundo.

En respuesta el tal Brady solo gruñe y mira en mi dirección indiferente, para luego fijar la vista a la salida.

—Ya vámonos Des o ese medico de pacotilla se inventa otra puta infección y me tengo que quedar a aquí otro mes más — por un momento me olvido que Belliz está con ese hombre, hasta que fijo la vista en Gino, quien se ha quedado viéndome con curiosidad.

—¿Me vas a llevar a ese auto sí o no?

—Yo te llevo —comenta mi padre, quien también está en silencio —no tienes que estar de mal humor, tu decidiste cortar ese compromiso y ella es como tu una Doyle ¿No esperabas que te rogara o sí?


Tienen razón, ella se alejó tal cual yo se lo había pedido y estaba haciendo lo que quería hiciera, pero entonces ¿Por qué dolía tanto?

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