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Capítulo Único.


JASON

Sentado en el sofá y sin ánimos de hacer nada, solo enciendo el televisor y dejo el primer canal que aparece. No es que tenga la intención de ver algo, es solo el ruido que me ayude a mí mismo a creer que no estoy tan solo.

Hoy se cumple un mes...

Me enamoré perdidamente de una linda chica el primer día de universidad, era un ángel. Su cabello castaño, sus ojos color miel y una hermosa sonrisa bastaron para llamar mi atención en cuanto pasó la puerta del salón.

No podía dejar de mirarla absorto entre pensamientos y luchando por prestar atención a las clases de Marketing. La chica volteó a verme encontrándose con mis ojos casi fijos en su persona. Sonrió desde la poca distancia que nos separaba, devolví la sonrisa, y decidí que en cuanto la clase terminara le hablaría; quería saber su nombre, invitarla a salir si se daba la posibilidad.

Al pasar las horas todos se levantaron de sus pupitres retirándose casi desesperados del aula impidiéndome de alguna manera poder concretar mi plan de cruzar palabras. Ya no estaba.

Con frustración comencé a caminar por los extensos pasillos de la universidad, y al salir hacia el campus, la divisé entre la multitud. Transitaba a pasos relajados con sus cuadernos en las manos. Corrí para alcanzarla, y a punto de llegar a tocar su hombro, mi celular cayó al suelo. Me agaché a recogerlo, levanté la vista, y ya no estaba. ¿A dónde se había ido?

Miré hacia los costados, incluso a mis espaldas, pero no había rastros. Mi mente me estaba haciendo una mala jugada, no lo sé. Fui a casa, definitivamente no estaba nada bien.

Al transcurrir las horas tras la misma posición en mi escritorio, me levanté y fui a la cocina en busca de una nueva taza de café que me ayudara a mantenerme despierto para terminar de estudiar. Mi cuello dolía, mis ojos se cerraban, pero mi cabeza solo pensaba en terminar y aprobar los futuros exámenes.

Me acerqué hacia el balcón en tanto daba un sorbo de mi taza bien cargada. Lo que más me ha gustado de este departamento es la vista al parque que se encuentra en frente. De día está lleno de niños correteando y sus gritos se escuchan hasta aquí, de noche es más tranquilo; no obstante, hay personas que salen a correr o simplemente a caminar y es relajante verlos.

Una chica sentada en un columpio llamó mi atención. No podía verla a detalle, la distancia era amplia, más si podía percibir que estaba sola. ¿Qué haría una chica sola a esa hora? No dejaba de observarla continuando con los sorbos a mi café que estaba a punto de acabarse. Decidí no darle importancia al asunto y regresé a mi escritorio en busca de mis apuntes. Las horas transcurrían, y harto de que nada se me quedara en la memoria, di por finalizado mi estudio del día.

Apagué las luces del departamento y recordé que el balcón había quedado abierto horas atrás. Noté que esa chica seguía allí, totalmente sola. Mire la hora, eran las 2 de la mañana ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Y si algo le sucedía?

Tomé un buzo, cogí mis llaves, y salí del edificio hacia el parque en busca de aquella joven; tal vez necesitaba ayuda. A medida que me iba a acercando mi corazón se aceleraba, no sabía si eran nervios o estaba asustado.

—Hola. —Le dije— ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas ayuda?

Ella levantó la vista hacia mí con los ojos brillando como estrellas. Lucía tranquila, como si no le importara que algo le pudiera suceder a altas horas de la madrugada. En su rostro se dibujó una sonrisa. Quedé atónito al darme cuenta de que era la chica de la universidad a la que yo había perseguido no pudiendo concretar nada.

—Me llamo Jason. Jason Bensark —Me alegré al saludarla.

Su sonrisa seguía intacta y la acompañó con un pequeño movimiento de su cabeza, más no hubo respuesta de su parte. Se levantó del columpio comenzando a caminar, dejándome solo a medida que se alejaba. Algo muy dentro de mí quería seguirla, pero otra parte más consciente de la hora decidió volver a casa.

Meses posteriores, en la universidad, la veía en clases y ella solía mirarme antes de sentarse en su pupitre, sin embargo, en cuanto terminaba el cursado desaparecía de manera fugaz.

—¡Jason! ¿Qué tienes? ¿A quién buscas? —Me preguntó Bruno, mi compañero, cuando nuestra clase terminó.

—La chica que se sienta en aquel pupitre. —Señalé—. Salió muy rápido y necesitaba hablar con ella.

—¿Qué chica?

—La del vestido blanco y campera de jean. Siempre lleva sus libros en la mano. Es muy callada, nunca he escuchado su voz en todo este tiempo.

—No tengo idea de quién hablas. No suelo mirar hacia el lado derecho del salón, las lindas están del lado izquierdo —bromeó.

—Como sea, Bruno, tengo que irme, ¡Nos vemos mañana!

Me cuestioné a mí mismo no haber seguido a aquella muchacha o no esperarla en la puerta del salón antes de que la clase terminara. Nunca había escuchado su voz y por momentos imaginé incluso que podía ser muda o tal vez no podía entenderme. Esa extraña chica se me había metido por los ojos hace meses, estaba en mi cabeza por horas. Se llevaba mi concentración en las clases, mis pensamientos estando en mi casa a punto de repasar con mis apuntes, a la vez que incrementó mi obsesión por acercarme hacia el balcón y mirar hacia el parque.

Salí de la universidad con la finalidad de ir al departamento, no prestaba atención a lo que sucedía a mi alrededor, permanecía inmerso en mis pensamientos. Crucé la calle sin mirar, con total imprudencia de mi parte, y sentí unas manos empujarme provocando mi caída inminente. Giré mi vista para darme cuenta de que el auto se había detenido. El conductor bajó con desespero acercándose a mí, disculpándose por algo que no le correspondía.

—Estoy bien. —contesté—. No debí cruzar sin mirar, es mi culpa, lo siento.

—No, discúlpame tú. —insistió—. No te vi y pensé lo peor. Por suerte no te ha pasado nada; déjame llevarte al hospital para que te revisen el brazo.

Mi brazo derecho estaba lastimado por el impacto contra el pavimento, nada grave; sin embargo, el conductor insistía en llevarme al hospital, así que accedí.

—Alguien me empujó. —Le dije cuando estaba a su lado en el asiento de copiloto—. Yo sentí a alguien empujarme, si no ¿Cómo llegué del otro lado?

Estaba muy confundido por lo ocurrido, no lo entendía.

—No había nadie contigo, las demás personas se quedaron en la acera esperando que el semáforo cambiara a rojo, solo tú cruzaste. ¿Estás bien? Quizás te golpeaste la cabeza —Me miró con lastima ante mis suposiciones estúpidas.

Una vez dentro del hospital me atendieron y curaron mi herida del brazo. No era nada grave, solo raspones y un pequeño corte que no hizo falta suturar. Me despedí del médico como así también del conductor que se ofreció a traerme y encaminé hacia la salida.

La chica misteriosa se dirigía por uno de los pasillos del hospital. Sin pensarlo dos veces la seguí, perdiéndola de vista como era costumbre. Con disimulo continúe mi camino entre los pasillos, y al mirar hacia una de las habitaciones, se encontraba en una de las camillas entubada y conectada a esa máquina que titilaba haciendo un corto sonido. ¡No! No puede ser, no es ella; me dije a mi mismo.

Quise acercarme, aunque era totalmente imprudente, no la conocía. Me quedé inmóvil en la puerta, y después de unos minutos, me animé a retroceder chocando con uno de los médicos que estaba a punto de entrar a la habitación.

—¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo? —Preguntó al verme pálido.

—¿Qué le pasó? —Señalé hacia la camilla.

—¿La conoces? Ella está en coma hace varios meses. Salió de la universidad y la embistió un auto.

—Ella es mi compañera en la universidad. —Mentí— ¿Puedo verla?

—No es horario de visita, pero te dejaré pasar 5 minutos. Más tarde vendrá su familia por si quieres esperarlos.

—Oh, de acuerdo, entraré ahora y luego hablaré con ellos —Volvi a engañarlo—. Gracias.

Me acerqué con cautela hacia la camilla para constatar que era ella, y sí, lo era. Se veía diferente por la cantidad de cables conectados en todo su cuerpo, y a pesar de eso, seguía viéndose bonita. Me atreví a tomar su mano sintiéndome un completo idiota. No la conocía, solo alucinaba con ella, o quizás era un recuerdo muy latente. De manera inexplicable me sentí relajado en cuanto mis dedos se cruzaron con los de su pequeña mano.

Los minutos pasaron y no la soltaba, solo podía hacer una conexión con lo que me había pasado horas atrás. Un auto casi me atropella de igual manera en la que ella se accidentó, pero su suerte no fue la misma, y por más descabellado que suene, presiento que ella intervino dándome otra oportunidad.

Una voz femenina se escuchó a mis espaldas y me llevé un susto terrible. ¿Qué se supone que debía hacer? ¡Ni siquiera sabía su nombre!

—Disculpa, ¿Quién eres?

Me di vuelta quedando frente a una chica joven de mi edad

—Yo... soy...

— ¿Tú eres Jason? ¡Sí, eres tú! —sonrió.

—¿Me conoces? —Me sorprendí al escucharla.

—Claro, Clarise me ha hablado mucho de ti, pero... pensé que tú no la conocías.

No lograba comprender, ¿Cómo es que podía hablarle de mí y yo no conocerla? ¿Cómo le explicaba a la chica frente a mis ojos la forma en la que llegué al hospital?

—¿Te encuentras bien? Estás muy pálido, siéntate.

—Yo no sé cómo...

—Soy Kelsie, la hermana mayor de Clarise.

—Escúchame, Kelsie —dije casi al borde de la locura—. Yo no conozco a tu hermana, no sé quién es... yo... hace días la vi en la universidad, luego en un parque, hace unas horas también la vi y casi me atropella un auto por eso estoy aquí. —Comencé a hablar rápido entre sollozos y evitando perder la cordura frente a la chica.

—¡Cálmate! ¡Estás muy alterado, no entiendo de que estás hablando! Mi hermana lleva meses así, la debiste confundir.

—¡No! Ella está en mis clases de la universidad, siempre va con sus libros en la mano y se sienta en los primeros bancos. Hoy también fue, con un vestido blanco y una campera de jean.

La cara de Kelsie fue sorpresiva, faltaba que llamara a un médico para que me sedaran y dejara de decir incoherencias. Ella sirvió un vaso con agua y me lo dio para tranquilizarme. Todo mi cuerpo temblaba, ¿Qué tan normal era eso? ¡No podía ni respirar!

Minutos después Kelsie me contó como sucedieron los hechos.

Clarise ni siquiera llegó a su primer día de clases. Se le había hecho tarde para salir de casa, por lo cual solo atinó a coger sus cuadernos y correr con ellos en las manos. Era tanta su ansiedad por llegar a las clases, que cruzó la calle sin tener en cuenta que el semáforo no había cambiado. Un vehículo la embistió, y casi sin poder creerlo, ya lleva más de 3 meses en coma.

—¡No, no! ¡Es que no puede ser! —Mi respiración volvió a agitarse y las lágrimas no tardaron en aparecer — ¿Acaso me estoy volviendo loco? ¿Cómo es que yo la vi? ¿Por qué?

—No tengo idea, Jason, quizás solo la confundes con otra compañera.

— ¿Cómo sabes mi nombre? ¡No entiendo!

Kelsie dio un fuerte suspiro, y mirando hacia la camilla de Clarise, dudó en si contarme o no los detalles, pero lo hizo.

—Mi hermana está enamorada de ti hace años. Dice que tú tienes el rostro más lindo de Boston —sonrió—. Y sin dudas es así.

—Pero... ¿De dónde me conoce?

—¡De la universidad! Ella solía contarme de un guapo compañero a quien no dejaba de observar en las clases. Este año lo que más le motivaba a ir era que se había decido hablarte y que tú supieras de su existencia. —rio—. Ella es muy bonita, ¿Cómo es que nunca la notaste?

—No lo sé —Respondí tomando la mano de Clarise —. Nunca la había visto antes, solo este año y quería saber su nombre para invitarla a salir, porque... es muy linda, llamó mi intención en cuanto ingresó al salón.

—No sé qué es lo que pasa, dices verla, pero no...

—Yo tampoco sé que pasa—negué— Sí la he visto, le he hablado en el parque, pero nunca me ha respondido. No he podido dejar de pensarla.

Kelsie sonrió con lágrimas en los ojos diciendo que mi forma de hablar respecto a su hermana era idéntica a cuando ella le hablaba de mí.

—Mi hermana decía que si una palabra pudiese definirte entonces sería "energía", y que no había nada más imposible para ella que atraerte. ¿No es irónico? Estás aquí sin ni siquiera comprenderlo, y ella no puede apreciarlo.

Una charla interminable con Kelsie me llevó a pasar horas dentro del hospital hasta que ambos decidimos marcharnos.

Llegué a mi departamento y me recosté en la cama a llorar como si fuera un niño pequeño. No podía concebir lo que ocurría, quería aferrarme a que todo se aclararía con el paso del tiempo. Intentaba recordar años anteriores en la universidad; la imagen de esa linda chica no venía a mis pensamientos. ¿Por qué no pude notarla antes? ¿Cómo es que ella conoce tantas cosas de mí?

Esa noche no pude dormir, tampoco quise ir a la universidad al día siguiente, una mezcla de miedo y angustia me invadía imposibilitando percibirlo al primer instante. Después de analizar los acontecimientos, y asimilar mis emociones vividas, me di cuenta de que nunca me había fijado en alguien como lo hice con Clarise.

Jamás la había notado y lo hice justo el día de su accidente. Tras meses de hablarle descubrí su condición, enterándome de sus sentimientos hacia mí. Y por más raro que suene todo eso yo... estaba enamorado de ella desde el primer momento que la vi. ¡Sí! ¡Fue así!

Me vestí y me dirigí hacia el hospital quedándome a su lado lo más que pude. Le pedí perdón tomando su mano, le dije que nunca nadie había llamado mi atención como ella lo estaba haciendo, y que en cuanto despertara y saliera del hospital, tendríamos nuestra primera cita.

—¿Me estás escuchando, Clarise? ¡Los dos rostros más bellos de Boston tendrán su primera cita! —besé su mano.

Kelsie llegó a la habitación sorprendiéndose con mi presencia. Pensó que me había vuelto tan loco que jamás querría volver a verla, pero eso no sucedería. Pretendía quedarme los días que fuesen necesarios al salir de la universidad, y lo hice.

Dos días después entré a la habitación a visitarla y mi corazón ya no podía soportar tanto aprecio y cariño que le tenía. A pesar de nunca haber escuchado su voz, a pesar de que no volví a verla en el salón de clases, ni mucho menos en el parque, creo que yo estaba donde ella quería que esté, a su lado. Ya no hacía falta buscarme o atraerme.

Me acerqué a Clarise depositando un tierno beso sobre su frente. Con toda la sinceridad contenida en mi pecho susurré "Te quiero" cerca de su oído.

Salí hacia la sala de espera y me encontré con Kelsie en tanto esperábamos al médico. De repente, el pitido de la maquina a la cual estaba conectada sonó mucho más fuerte; y Clarise comenzó a convulsionar.

—¡Jason, llama al médico! —Grito Kelsie.

Corrí en busca de ayuda, en cuestión de segundos todo un equipo médico estaba dentro de la habitación. Abracé a Kelsie que no dejaba de llorar, y aunque quise hacerme el fuerte, por dentro estaba rompiéndome a pedazos.

Fueron muchos intentos de reanimación, hasta que el aparato marcó una línea recta y entendimos que el corazón de Clarise había dejado de latir para siempre. Los gritos de Kelsie eran atroces, aferrándose al cuerpo de esa hermosa chica que supo conquistar mi corazón sin ni siquiera dirigirme la palabra.

No volví a ser el mismo. Días posteriores al deceso mi vida había dado un drástico giro. Me rehusaba ir a la universidad y recordarla, incluso el balcón de mi departamento permanece cerrado y no he vuelto a dirigir mi vista hacia el parque. Ninguno de mis amigos sabe de esto, pensarían que estoy completamente loco, y es posible que sea cierto.

El timbre del departamento suena, y sin ánimos de nada, me aproximo hacia la puerta. Una linda chica de pelo negro y lacio me mira haciendo una leve reverencia con su cabeza.

—Hola, discúlpame, pero... soy la nueva vecina. Mi gato se pasó hacia tu balcón y me preguntaba si podías dármelo.

—Oh, no hay problema —asiento—. Pasa y búscalo tú, tengo vértigo y no puedo asomarme al balcón —Me excuso detrás una simple mentira.

La chica ingresa a mi departamento, abre el balcón y toma a su gato entre sus brazos. Desde lejos observo la escena, ella lo regaña como si fuera un niño. Esto me ha causado gracia y creo que es la primera vez que rio en un mes.

—Muchas gracias —dice cerrando la puerta del balcón.

—No hay problema —Me acero y acaricio al gato—. ¡Es muy lindo!

—¡Es lindo, pero se porta mal! —ríe— ¿Cómo es tu nombre?

—Soy Jason. Jason Bensark.

—Bueno, como te dije, soy tu nueva vecina, y no lo sé... ¿Qué tal si para agradecerte el favor de dejarme rescatar a Louis te invito a comer algo? ¿O tal vez salir a caminar?

—Bueno... yo...

—Mi nombre es Clarise —estrecha su mano.

—¿Clarise? —inquiero con sorpresa.

—Así es —asiente—. Y bien, Jason Bensark, ¿Te gustaría salir conmigo? —sonríe.

¿Es acaso una coincidencia? ¿Una especie de señal? ¡Por supuesto que lo es, es mi segunda oportunidad!

—Dejemos a Louis en tu departamento y vayamos a caminar-

—¡Genial, vamos!

"Vida, si me das una segunda oportunidad prometo ganar esta partida"

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