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♥ Mas Que Deseo ♥

~Estas ganas de besarte, que ni besándote se me quitan~


Lo que Neyra no supo, fue que Alexander vio la duda en sus ojos y podría jurar que esa noche volverían a encontrarse. Esa mínima posibilidad de un encuentro hacía que él se sintiera como adolescente con las hormonas alborotadas, desesperado por volver a tenerla cerca, y contando los minutos para su próximo encuentro.

Se baño rápidamente, se puso su mejor loción y se cambió de ropa. Poco después caminaba de un lado a otro mientras se asomaba para ver si aún veía luz en la habitación de ella. Sabía que solo dos cosas podrían pasar después de que la recámara de Neyra se quedara a oscuras: ella se había quedado dormida y por lo tanto no saldría o se armaría de valor y saldría a buscarlo.

Alexander espero cerca de veinte minutos después de que la luz del cuarto de Neyra se apagó. Al no verla salir, supo que iba a necesitar algo fuerte para poder dormir esa noche, se sirvió licor y enfado salió a caminar un poco. Tenía la esperanza que el alcohol y la serenidad de la noche le ayudara a olvidar la enfermiza obsesión que tenía por Neyra. Se reía de sí mismo al pensar que en ese momento podía estar en la cama con cualquier otra mujer, en vez de estar como idiota esperando a la mujer que lo intranquilizaba. Para su desgracia, era la única mujer de quien se enamoró y la única con quien quería estar en ese momento.

Poco después Alexander vio Neyra entrar por puerta de las caballerizas y encendió una de las luces antes de que ella lo hiciera. Con la esperanza de que ella llegara ahí, tal como lo había hecho en el pasado, se dirigió ahí.

–Viniste. –dijo él tratando de ocultar la alegría que le dio verla.

–Venimos. –respondió ella con una sonrisa burlona y un poco nerviosa.

–Creí que ya no ibas a venir.

–Casi no vengo, pero después de pensarlo mucho me di cuenta de que tienes razón. Quizás esta va a ser la única vez que tú y yo nos volvamos a ver, o que ambos estemos solteros. Después de todo, si ya lo hicimos una vez y ni siquiera lo recuerdo, qué más da si lo volvemos hacer –confeso viéndolo a los ojos, mientras Alexander camino hacia ella.

–Finalmente estamos de acuerdo en algo, bonita. –comento antes de abrazarla.

–Ya después tendremos todo el tiempo del mundo para arrepentirnos y olvidarnos de estos días. –aseguro antes de corresponder a los besos de Alexander; los cuales pronto comenzaron a ser más apasionados y profundos obligándolos a separarse para recuperar su respiración.

–Acompáñame a la casa. Da lo mismo que lo hagamos aquí o lo hagamos en mi casa, pero va a ser más cómodo allá. –aseguro con una sonrisa sin poder creerlo aún. Neyra reconoció que una vez más tenía razón y acepto irse con él. Camino a su casa hablaron sobre la yegua hasta el momento en que llegaron a la entrada. Ella detuvo sus pasos, sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, pero lo deseaba y lo necesitaba. Alexander vio la indecisión en sus pasos, pero al verla a los ojos supo que no había cambiado de parecer; ella lo desea tanto como él.

Al cerrar la puerta se miraron a los ojos por unos segundos, ninguno menciono nada, las palabras salían sobrando y el deseo brotaba por cada poro de su piel. Sus bocas se apoderaron de la del otro, dando rienda suelta a la lujuria. Alexander sabía perfectamente cómo complacerla, por lo que Neyra no puso objeción; solo se dejó embriagar y disfruto el efecto que producían en su mente y en su cuerpo las caricias y los besos de él. En esa ocasión fue ella quien comenzó a quitarle a él la ropa y se deleitó acariciando sin prisa la piel de su espalda fuerte, sus brazos marcados, y por último su tonificado torso. Él no soporto más, las caricias de ella lo estaban derritiendo, a pesar de que lo estaba disfrutando como nunca no podía esperar más y tomo el control de la situación; la paciencia no era una de sus virtudes y menos cuando había esperado tantas horas para volver hacerla suya.

Rato después, el rostro de Neyra irradiaba felicidad y satisfacción. Estaba feliz por haber estado nuevamente con Alexander, ninguno de sus logros le había dado esa sensación de plenitud o satisfacción que él sin ningún esfuerzo le dio. Sonrió con pesar, al pensar que hubiera podido gozar de ese maravilloso placer cada que quisiera si en ese momento estuviera casada con él.

Lamentablemente no era su esposa y como todo lo bueno, el momento mágico termino.

Aun no recordaba lo que había pasado la vez pasada que estuvieron juntos; sin embargo, al ver la mirada de coraje y fastidio de Alexander, algo en ella le aseguró que esa no era la primera vez que él la mira con repulsión, por lo tanto, no le tomó por sorpresa. Por fortuna, ya estaba curada de espanto, él mismo se encargó de eso, siente años atrás. Ahora una simple mirada de odio o un gesto de desaprobación no la iba a quebrantar.

Alexander entro al baño molesto para deshacerse del preservativo y aprovecho para bañarse. Tenía la esperanza de que el agua fría le ayudara a bajar el coraje que tenía en ese momento consigo mismo. Trato de pensar fríamente y dejar a un lado el ridículo sentimentalismo, pero no podía.

Intento sentirse complacido por que una mujer lo había dejado satisfecho por primera vez en muchos años, se volvía a sentir completo; pero le era difícil ignorar el hecho de que precisamente esa mujer era la misma que él amo. La mujer con la que alguna vez planeo casarse y la misma que lo engaño. Nada más de recordar cuando la vio besándose con otro hombre, le hacía hervir la sangre de coraje. Horas antes le había prometido a Neyra no volver a reclamar nada, pero lo dudaba mucho, era más fuerte de él; por lo que anhelo que ella ya no estuviera ahí cuando él saliera del baño. Por fortuna cuándo salió ella ya no estaba.

La boda de Ana, una de las primas de Neyra sería en un par de días. La despedida de solteros de los futuros esposos se realizó el mismo día. Alexander asistió a la del novio, la cual termino primero y sin tener nada más que hacer decidió acompañar a los demás a recoger a sus parejas a la casa de otra prima donde se encontraban ellas incluyendo a Neyra.

Al llegar lo primero que escucharon fueron las carcajadas de las mujeres ya que se escuchaban desde afuera de la casa, esa fue la primera indicación de que la fiesta para ellas aún no terminaba y que probablemente todavía estaban bebiendo. Los hombres voltearon a verse unos con otros y se rieron al coincidir que la diversión de la noche aun no terminaba. Ese día había sido la despedida de Ana con primas y amigas porque el fin de semanas pasado había tenido una despedida religiosa a la cual asistieron las mamas, tías y abuelas de ambos novios.

El dueño de la casa y los demás hombres entraron y encontraron a todas las mujeres sentadas en el piso de la cocina alrededor de una jarra grande de margarita de fresa, a un lado un recipiente con hielo, tequila, sal y limones. Cuando Ana vio a su fututo esposo, hizo el intento de levantarse, pero fue inútil, todas las demás soltaron la carcajada y le recordaron porque habían decidido mantenerse sentadas en el suelo; por lo tanto, mejor invito al novio y los demás a que las acompañaran a sentarse con ellas. No había duda de que todas estaban tomadas pero la que se veía más alegre era Neyra quien no dejaba de reírse; ella estaba tan a gusto que no le importo cuando Alexander se sentó a un lado de ella.

La celebración continúo y cuando la mayoría de los invitados estaban abrazados, de la mano de sus parejas, o recargados en ellos, Neyra miraba a su alrededor y comenzó a sentirse fuera de lugar. Estaba ebria pero no tonta para esperar que Alexander se acerca así a ella, no después de como terminaron las cosas el último día que estuvieron juntos. Pudo ignorar ese detalle hasta el momento en que comenzaron a hablar del matrimonio, de la familia y de los hijos. Eran temas que no le gustaba hablar, por lo tanto, decidió que era tiempo de irse. Alexander fue el único que noto el cambio de actitud de Neyra, ahora ella estaba callada y pensativa. Su semblante de alegría había cambiado por uno de nostalgia a pesar de que trataba de sonreír y disimular que aún estaba a gusto.

Le fue imposible a Neyra evitar que vinieran a su mente las frases de amor de Alexander, los sueños que tenían de formar algún día una hermosa familia, y las promesas que se habían hecho ambos. Ella se había negado a pensar en esas tonterías a partir de la boda del hermano de él, pero esa noche le fue imposible no hacerlo. Prefirió levantarse para servirse un poco de agua y para prepararse un café bien cargado. Después de terminar de beber el agua lo más pautado y lento que pudo, se dirigió al baño; cuando regreso se sirvió el café y decidió salir un momento afuera para despejar un poco su mente y para tomarse su café. Antes de salir, fue a la sala para tomar su bolso porque pensaba irse tan pronto terminara su café.

–No pensaras manejar así? –pregunto Ana al ver a Neyra sacando las llaves de su bolsa.

–No, primero pienso tomarme mi café y aún está muy caliente. –respondió ella alegre.

–Neyra estás borracha y no se te va a quitar con un café, no puedes manejar así.

–Estoy solo un poco mareada, pero no estoy borracha. Yo fui la que tomo menos.

–Pero tú no estás acostumbrada a tomar y nosotras sí.

–Está bien, me voy a esperar un poco más, después de que termine de tomarme mi café, mientras tanto me voy a sentar un rato afuera y cuando se me pase un poco lo mareado entonces me voy.

–No de ninguna manera, dame tu bolsa porque te quiero bien para el día de la boda.

–Hay no seas exagerada. –respondió Neyra, tartamudeando al hablar y después soltó la risa al escucharse hablar.

–La necedad es un síntoma de los borrachos. –aseguro su prima

–Está bien, no me voy a poner necia. Voy a esperar medía hora y si para entonces no me siento bien, entonces veo con quien me puedo ir. ¿Te parece?

–Sí, pero dame tus llaves.

Neyra no muy de acuerdo se las dio y volvió a dejar su bolso en uno de los sillones de la sala y salió. Al momento de salir se dio cuenta de lo frio que estaba la noche y de que la blusa roja de seda de manga larga que llevaba no había sido la mejor opción. Por un momento pensó en regresar a la sala, pero al sentir el aire fresco y percibir ese olor singular de las noches en ese lugar decidió que valdría la pena aguantarse el frio por un momento. Volteo a su alrededor y al no encontrar un lugar donde sentarse fue a la parte trasera de la camioneta, abrió la puerta de la caja y se sentó sobre ella. Soplo un poco al café y le dio el primer trago antes de ponerlo a un lado de ella para abrocharse los tres últimos botones de su blusa y así evitar sentir el frio en esa parte.

El cielo estaba despejado y podía apreciar todas las estrellas hasta donde su vista le permitía ver. Algo en ese lugar la hacía sentirse relajada y feliz, con la taza de café en la mano cruzo por su mente que posiblemente se sentía así por el efecto del alcohol y eso la hizo reírse.

–Interrumpo tu momento de reflexión. –pregunto Alexander, sonriendo al verla aun riéndose.

–No. –dijo antes de darle otro sorbo a su bebida y en vez de colocarla a un lado de ella, la sostuvo con ambas manos con la intención de aminorar un poco el frio que tenía. En realidad, estaba a punto de cruzar sus brazos para frotarlos con las palmas opuestas, pero ahora que Alexander estaba ahí no quiso hacerlo para que no se le fuera ocurrir ofrecerle su chamarra o peor aún abrazarla.

–Es una noche fría. –comento él, mientras se sentó a un lado de ella y la observaba.

–Y muy bonita, vale la pena un poco de frio. –respondió ella antes de volver a tomar un poco de café.

Alexander se quitó su chamarra para colocarla sobre la espalda de ella.

–No te molestes, no es necesario.

–No es ninguna molestia, por favor acéptala y no me lleves la contraria.

–Yo puedo pedirle algo mi prima para abrigarme.

–Mientras lo haces, déjatela. –sugirió casi ordenándoselo, sin comprender porque era tan testaruda.

Neyra lo vio con una mirada desafiante, pero prefirió ignorar su tono y termino sonriendo y continúo tomando su café sin poner objeción a que cubriera su espalda con la chamarra. No tardó mucho en darse cuenta de que la chamarra estaba impregnada de olor a él, no era solo el perfume, era también su esencia de él y la mezcla de ambos eran una alta dosis de feromonas puras. Podía hacerse adicta a ese aroma seductor, si no es que ya lo estaba.

Neyra sin pensarlo cerro los ojos y levanto un poco uno de sus hombros, apoyando su mejilla sobre la piel de la chamarra; lo que la llevo a recordar el pasado, al tener de nuevo puesta una de las chamarras de él. Vinieron a su mente los bellos momentos y con ellos se dibujó una sonrisa en su rostro; al recordar cuando Alexander la abrazaba fuertemente entre sus brazos mientras se besaban.

Ella se negaba abrir sus ojos por temor a que esos recuerdos desaparecieran. La alarma de otra camioneta la hizo volver al presente y aún con una sonrisa volvió a beber su café hasta que se lo termino y puso la taza atrás de ella. Termino extendiendo sus brazos hacia atrás e inclinando su cabeza también hacia atrás para poder ver mejor el cielo y para buscar la luna la cual no la veía por ningún lado.

Alexander la miraba solo a ella y eso empezó a ponerla nerviosa, por lo que decidió que era tiempo de que se fuera antes de que terminara haciendo algo tonto o de que saliera mal con él.

–Gracias por la chamarra, tómala por favor. Voy a llevar la taza adentro y voy a aprovechar para pedirle algo calientito a mi prima. –dijo Neyra evitando verlo a los ojos después de haber recordado los apasionados besos que se daban y giró su torso dándole la espalda para que el tomara su chamarra. Ella no quería tocar la chamarra porque temía que si lo hacía terminaría estrechándola contra tu pecho, lo cual sería muy vergonzoso además de muy obvio cuanto extrañaba tenerlo entre sus brazos.

Lo que no sabía era que ella no fue la única que recordó el pasado. Alexander también lo hizo, al verla a ella disfrutar el aroma de su chamarra tal como lo hacía en el pasado y su imaginación voló al verla tan seductora mientras ella veía las estrellas.

Neyra espero un momento y cuando se dio cuenta Alexander no iba hacer lo que ella le pidió, se decidió a bajarse, pero antes tomo la taza.

–Espera por favor. –pidió él, al ver que ella ya se iba a bajar y aprovecho que ella estaba sentada en una de las orillas de puerta trasera de la camioneta y fue el quien se puso de pie justamente a un costado para poder estar más cerca de ella. Ella tenía sus piernas aun hacia enfrente pero su torso y su cara estaba mirando hacia el lado que él se acercó y al ver que se estaba enfrente de ella, volteo a otro lado para no verlo.

–Déjate la chamarra hasta entres a la casa.

–De acuerdo.

Alexander con delicadeza la hizo voltear a verlo.

–Ya te dije sí. –aseguro nerviosa, negándose a verlo a los ojos.

–¿También es un si para esto? –pregunto y comenzó a besarla desesperado y con pasión. Ya no podía contener el deseo de besarla, Neyra respondió con un beso lleno de amor mientras acariciaba su rostro.

Abruptamente Alexander se retiró de ella porque se desconcertó al recibir ese beso de ella, el cual lo hizo dudar que ella solo sintiera atracción por él, o que estuviera planeando jugar con él. En realidad, le dio temor porque por un momento le dio la impresión de que había sido un beso de amor. Neyra sorprendida por su reacción y apenada se quitó la chamarra y se la dejo a un lado de él, entrando a prisa a la casa para tomar su bolsa y pedirle las llaves a su prima.

–Neyra no creo que sea conveniente que manejes así. –le dijo Ana.

–No lo hará; yo ya me voy, será un placer pasar a dejarla a su casa.

Neyra volteo sorprendida al escuchar que Alexander se había ofrecido a llevarla.

–No es necesario gracias. –dijo viendo a Alexander y a su prima.

–Me voy a quedar más tranquila si te vas con él, de lo contrario le voy a pedir a mi prometido que te lleve él.

–No hace falta que molestes a nadie, yo puedo manejar. – le aseguro Neyra a su prima.

–Ella tiene razón. –menciono Alexander a la prima y Neyra sonrió, pero dejo de hacerlo en cuanto el termino de hablar.

–Yo me encargo de que llegue bien a su casa. –dijo él a la prima y le pidió las llaves de Neyra.

Neyra no quiso negarse más para no demostrarle a Alexander que ese beso había significado algo para ella.

–Siendo así, mañana paso por la camioneta. –dijo Neyra, mientras le pido las llaves a su prima y después que se las dio se despidió en general de todos y se fue.








En la siguiente parte finalmente se aclararan las dudas de Alexander y de Neyra.

MIL GRACIAS POR CONTINUAR LEYENDO.

!LES MANDO UN CORDIAL SALUDO Y MUCHAS BENDICIONES!

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