
Capítulo 9
Ese otro día Tanned Duncan, llamó a que terminará el trabajo. No le respondí, apagué el móvil y desde entonces han pasado tres días. Dejo la última caja de lo que funcionara como suelo de la ciudad cuando estucho su voz.
—¿Cómo está mi sobrino favorito? —Me quedo petrificada, al dejar la última caja.
Dos cajas con los rieles ya funcionales, los paquetes de alfombras y los materiales para instalarlas era lo que apilaba en ese instante. A eso me dedicaría el día de hoy y me quedo expectante escuchando la respuesta de Gino. Están por lo que puede oírse cerca de esta habitación y miro a todos lados en búsqueda de una salida.
Observo el balcón del segundo piso con anhelo, al tiempo que cuestiono a Dios por no dotarnos de alas.
—Bastante bien, ahora que has cumplido tu palabra —escucho a su Gino decirle.
—No podía negarme a ver el desastre que hicieron con tus juguetes y de paso ver a la famosa nieta Rose Mackay—mi piel se eriza, desconozco si puede saber que lo escucho, pero tomo sus palabras como una amenaza.
—Ven, debe estar en la habitación ordenando—todos mis sentidos se activan al escucharlo decir aquello.
Miro a todos lados aterrada, estoy en mitad de la habitación de la ciudad, sin probabilidades de ir a ningún lado, pues para salir debo obligatoriamente pasar por el pasillo. Corro asustado directamente al baño, de la habitación, es la primera vez que estoy en uno de los baños oficiales del castillo.
Lo primero que llama mi atención es el lujo, luego la inmensidad del sitio, que fácilmente alguien puede dormir en mitad de él. Una puerta frente a mí llama mi atención, tiene dos seguros que suelto y abro rápidamente. Voy directo a otra habitación, suspiro aliviada al cerrar la puerta y al girar me encuentro a Gerald Doyle, el hijo de Gael mirándome con curiosidad. Unos en el pasillo me hacen mirar aterrada, él está en un escritorio detrás de un PC y sus dedos se han detenido al ver notar mi silenciosa entrada.
—¿Gerald? ¿Has visto a la señorita Mackay? —ante esa pregunta mira en mi dirección.
El maldito pestillo de la puerta empieza a moverse y el corre la silla en la que está, notando mi miedo y me señala que me esconda debajo de sus piernas. Sin esperar razonar corro rápidamente hacia él y sin mucha ceremonia me tiro dentro del escritorio en medio de sus piernas.
—¿Por qué no contestas? —inquiere su primo al entrar.
El tiempo parece detenerse y apoyo mis manos en su pantorrilla, para que recuerde que estoy allí, que si me estoy ocultando es por algo. Su alma de abogado debe prever que estoy en peligro y lo que dice me hace respirar olivada.
—¿Desde cuándo soy el guardián de esta casa? —responde con fastidio —estoy a cinco minutos de una video conferencia, por lo que te sugiero jugar a las escondidas con la señorita Mackay en otro lugar... ¿Quieres?
Si mi situación no fuera delicada, hasta me hubiera reído de su ingenio, su primo sale rezongando, que solo hizo una pregunta. Siento la silla rodarse y su rostro asomarse sonriente... es la hora de dar explicaciones. Me muestra una mano que tomo sin pensarlo, salgo del lugar y sin soltarme me deja en la cama.
—¿No es por Gino o sí? —niego y asiente —¿Huyes de Tanned? —vuelvo a asentir y suelta el aire —¿Esas salidas en las noches tiene algo que ver?
—No puedo decirle nada, por favor no le diga a nadie —ruego y apoya una mano en la mía.
Aprieto con fuerza rogando internamente que no sea de esos hombres. Le doy detalles fugaces que mi abuela le debe algo al hombre y que ante su enfermedad el insiste en que yo continúe pagando por ella.
—Es imposible —dice—sin importar lo que diga ese contrato, si usted no firma uno igual no puede obligarla. Si es de Duncan es ilegal lo que firma, ningún juez tomaría una demanda de esa naturaleza, pero ustedes sí podrían denunciarlo —la convicción de sus palabras me hace respirar aliviada, sin embargo, él no sabe el trasfondo que encierra todo
¡Amenaza con matar a mi único familiar vivo! Grita mi mente, cuenta con todo el poder, los medios y perversión para ello. Guardo silencio un instante ante de poder decir cualquier cosa me acerca a él.
—Hay cosas que no tenemos por qué cargar nosotros solos Rose —murmura y sollozo —si necesitas solo desahogarte, habla conmigo. No te voy a juzgar y prometo buscar solución a tu problema... te ayudaré a salir, —habla al fin y se aleja de mí.
—Gracias ... muchas gracias —sonríe y se levanta se queda en la puerta y me dice que los va a entretener en la entrada.
—Espere diez y salga por la puerta de siempre—me lanza unas llaves que saca de su bolsillo y sonríe —está en la entrada posterior izquierda, nadie la verá, Ferrari negro no lo ralle o mi padre me castra.
Me quedo sentada viendo como su poderosa presencia sale del lugar y miro mi reloj, regreso a la habitación de al lado por mi bolso y vuelvo a la misma habitación. Una vez pasa el tiempo, salgo a toca carrera y en minutos estoy buscando el auto que me ha dicho. La sorpresa es evidente al ver el auto que me ha prestado, me da terror solo sentarme y ensuciarlo. No obstante, tengo una conversación pendiente con la abuela y hacia allá me dirijo.
(...)
—Debes entender Rose que no había manera que yo previera que esta enfermedad me aquejara —se defiende la abuela y sollozo.
Sentadas en la sala de la mansión una al lado de la otra y solas como lo hemos estado desde hace tres años en que el abuelo murió. Ella intenta darme sus motivos y le doy la razón, hace años ella no tenía idea de la enfermedad que la aquejaría. Pero, Eso no la excusaba aquella madrugada en que me despertó para que fuera por ella hacer un trabajo.
Flashback.
—¿Rose? ¿Rose? —escuché en sueños la voz lejana llamarme.
Levanto la cabeza de la almohada y en la oscuridad las luces verdes fluorescentes del despertador me dicen que son las tres de la mañana. Bajo un pie de la cama y espero que el resto del cuerpo despierte para bajar el otro y levantarme. El día anterior había sido difícil, la pintura de los Macgregord me había agotado.
—Voy—respondo al escuchar los toques esta vez más fuertes.
Lanzo un bostezo largo y alzo los brazos intentado no tirarme en el piso y seguir el sueño allí mismo. Una vez llego a la puerta, la abro y me reprende por encerrarme, no tengo ganas de discutir. No cuando son las tres de la madrugada, me he acostado a las una y debo estar lista a las cinco.
—Necesito que vayas por mí a un lugar —ruega y me muestra las manos, tiene los dedos acalambrados.
—Tienes que ir al doctor —aconsejo porque que no es la primera vez.
Froto mis manos con las suyas y masajeo sus dedos suavemente. El frío de la noche le afecta e ir a esos trabajos de madrugada y forzar sus manos peor.
—Fui ayer cariño. Solo serán un par de días y mientras yo me logro reponerme un poco —asiento confiada y acepto ir por ella.
Media hora después, aún con el sueño en mi rostro voy en un auto cuyo conductor no logro ver y quien no cruza palabra alguna conmigo. He intentado me diga de trata el trabajo o hacia dónde vamos, ya que la abuela no fue muy clara en ello. Solo me dijo, que iría a trabajar con los Duncan, los hombres que le habían ayudado a encontrar los cuerpos de mis padres.
El auto oscuro se detiene en las rejas y un hombre vestido de negro me abre las puertas me ordena salir y girar para ser revisada. Una mujer con el mismo rostro sombrío de todos ellos, me revisa y luego me hacen entrar al vehículo. Luego al lugar en donde estaría los doce días siguientes que él me llamara.
Mi labor era restauran un jarrón japonés antiguo que fue dañado por accidente. Era excéntrico que venga una anciana solo para eso, pero como estaba en juego el apellido Mackay hice mi mayor esfuerzo.
—Terminé —hablé en voz alta varias horas después y el gorila que tenía frente a mí, habló por radio con alguien.
Jamás estuve sola, por lo menos cinco hombres vigilaron mi trabajo. No pronunciaron palabra alguna, aunque si me veían con curiosidad. Me había ido vestida con atuendo de trabajo, no preguntaron porque no fue mi abuela y dado su poca o nula falta de conversación, decidí callar.
—Cuando Rosé me dijo que tenía una nieta, pensé que era una chiquilla —habla una voz detrás de mí.
Giró rápidamente para encontrarme con un hombre de más de 80 años, cabello blanco y ojos negros fríos como esa noche. Viene en pijama, encima lleva una bata de seda negra y calza unos extraños zapatos bajos que se ven cómodos y cubren los pies del frío. Ambos nos detallamos con curiosidad, camina a mi alrededor y me observa como si fuera a comprar ganado.
Cuando su escrutinio acaba, se acerca a la mesa y detalla el jarrón, me felicita diciendo que lo hice en menos tiempo que la abuela y me siento feliz porque ello significa que me iré a casa temprano y podré dormir, también que no hice quedar en vergüenza a la abuela.
—Rose tiene razón, eres mejor que ella —dice luego de detallar el jarrón.
—Está enferma, no podrá venir en unos días....
—El contrato termina en quince noches más... Ella asegura que tú puedes terminarlo. —asientos gustosa y sonríe mordiendo el fino cigarro que tiene en sus labios. —esto —señala la mesa y luego a mí —fue solo la prueba que Rose sabía te haría, tu verdadero trabajo es ese.
Tres hombres cargan una mesa y otros cinco que vienen detrás vienen con una estatua y varios paquetes. No necesito ser un genio y adivino para saber lo que hay en el interior de los paquetes de aluminio cuadrado. Era la primera vez que sabía lo que hacia mí abuela en las noches, cuando le preguntaba al abuelo, decía que estaba cumpliendo una promesa. La decepción fue evidente y mi negativa obvia, solo que no me permitieron salir, fui golpeada y obligada ese día a trabajar. Mi primer día con Tanned, duró casi veinticuatro horas, regresé a casa a las dos de la mañana del día siguiente, sin comer o tomar líquido y con la firme convicción que Dios no me amaba.
Fin del flashback
—Debes irte Rose, es la única salida —habla al ver que me he quedado callada.
Intenta tomar mis manos que retiro rápidamente porque para mí, ella me ha traicionado. La única persona que tenía de confianza me entregó a la mafia y no había forma de salir.
Para hacer de mi desgracia más grande, han mandado a su casa un documento, el contrato a mi nombre. Recuerdo las palabras de Gerald y me niego a firmar.
—¿Ha donde iré abuela? —pregunto con la voz rota y el alma destrozada —¿En qué lugar podré esconderme de él?
—Rose —ruega tomando mi mano y abrazándome después —mi pequeña Rose. Eres mi vida entera nunca lo olvides, yo tengo un lugar en donde ingresar...estaré rodeada de personas de mi edad, no estaré sola. —sigue diciendo y niego sin mirarla —tengo a un amigo en Río de Janeiro, te aseguro que estarás a salvo. Trabajarás y estarás lejos de todo esto, no mires atrás, no pienses en mí. Yo estoy viviendo horas extras Rose, tu apenas empiezas a vivir.
Esa mañana decidimos no firmaría el documento, la abuela hizo los arreglos para su ingreso. Mi viaje no sería posible hasta no que no hablara con el señor Gino, no había manera de suspender el contrato, por lo que sólo me quedaba terminarlo y luego irme. Con esa firme intención me fui al castillo, era imposible que dentro del castillo el me hiciera daño o que sus ocupantes lo permitieran. Entraría hoy allí y no saldría hasta que estuviera todo terminado.
A pocos pasos del castillo y ya para cruzar a la única vía que existía para entrar en él. El auto negro de siempre me esperaba, estaba cruzado. Retrocedo el vehículo y me encuentro con otro auto detrás, dos hombres se bajan de lado y lado. Aprieto el volante con fuerza subo los vidrios, una mano ingresa me quita la llave del auto mientras ordena.
—¡Salga! —su voz es casi un trueno y cierro los ojos mientras tiemblo de la cabeza a los pies — Tenemos un mensaje que darle del señor Duncan —no esperan que salga, tampoco pensaba obedecer, mi cuerpo no respondía de ninguna manera.
Tiran con fuerza mi cabello y me hacen salir del auto. Allí en medio de la nada y sin testigos le golpean, al tiempo que dicen que esperan por mí a la misma hora y con él contrato firmado.
—Mientras tanto, tu abuela estará con nosotros... Ya sabe, para que no se le olvide. —sin decir nada más, se van.
El sabor metálico en mi boca y la humedad en ella me hacen pasar los dedos por mis labios, descubro que estoy sangrando. Tomo el móvil y marco rápidamente a la abuela, pero no contesta y en la casa me dicen que salió a una reunión con el señor Duncan. Ingreso al auto busco Pañuelos desechables dentro de mí mochila, me limpio todo lo que puedo.
Con dedos temblorosos enciendo el auto y meto el acelerador, en las rejas del castillo los guardias preguntan por mi aspecto y les digo que me asaltaron. Bastante creíble, mi ropa está llena de tierra, mi cabello hecho un caos y mis labios partidos. ¿Por qué no me quitaron el auto? No tengo idea, sinceramente no lo preví al mentir.
—¿Pondrá la denuncia? —niego.
—Solo necesito dormir — digo se miran entre sí con duda y decido seguir —Opuse resistencia, no me robaron nada.
—¿Tiene algo de valor que valga tanto como su vida? —habla uno de ellos con rudeza y asiento.
—Sí, el auto de Gerald —es mi única respuesta y hago referencia a la abuela.
Una vez soy revisada me indican entrar y al estar dentro me doy cuenta que la familia ha llegado, las distintas voces y las risas me reciben. No obstante, estoy de suerte, encuentro las puertas abiertas y logro escabullirme por el pasillo de empleados. Cruzo un corredor y llegó a unas escaleras alternas, que en otros siglos se usaba para que el personal de servicio no tropezara con los dueños. Es la primera vez que estoy por esos lados y descubro otros cuadros que jamás he visto.
En otras circunstancias disfrutaría la vista, pero dado mi angustia y el dolor en mi rostro no puedo más. Marco a Thomas y le cuento lo que estoy viviendo, como era de esperarse se enoja con la abuela. La culpa a ella, de todo lo que estoy viviendo y me pide que me vaya del país y me olvide de todo.
—Es imposible lo que me pides Thomas —habló entre llantos —la abuela es todo para mí, es lo único que me queda.
Pongo el altavoz al estar ya dentro de la habitación y observo mi imagen en el espejo. Espero que los guardias no me tiren de cabeza con los dueños, porque no deseo mentirles.
—Ella misma lo dijo que no miraras atrás. Tanned no le hará daño, porque todos saben que ella estaba reunida con él... No es tan estúpido —habla con violencia —tu abuela te mintió Rose ¿Quién te dice que no lo ha hecho en otras oportunidades? Basta una mentira para poner en duda todas las verdades. Si yo fuera tú, pensara muy bien lo que voy a hacer y no estás sola. Me tiene a tu primo preferido y a Udine, ella te quiere tanto como yo.
Intenta decirme que no vaya este día y que no firme el documento, pero esto ya lo he hecho y lo tengo en mi mesa de noche. Le miento diciéndole que no lo haré, esperaré que él y su esposa regresen de ver a sus padres. Me desnudo y entró a la ducha, me aseo y maquillo un poco para evitar que ese golpe se vea tal cual es en realidad.
El resto del día, me quedo en la habitación observando los planos del castillo, leyendo algunos libros de historia del mismo que he tomado de la biblioteca. Ya en la tarde y cuando al parecer todo el castillo dormía me fui a la habitación de la ciudad en miniatura, empecé a armar el piso que había traído. Era una alfombra lisa más gruesa que las demás, tenían todo el aspecto de los suelos antiguos. Estuve en mi labor casi por seis horas, nadie llegó a verme o vi a alguien esa tarde, lo que contribuyó a que mi trabajo avanzará tanto que, a las diez de la noche, el piso estaba totalmente listo. Lo ocuparía, solo la ciudad, por lo que no había problemas en que las pisadas lo dañaran. Voy por las bases del castillo, que es lo que de momento tengo listo y lo instalo.
Siguen los rieles y para ello necesito los bocetos que he dibujado de como quiero la ciudad y descubro que mi trabajo es mi mejor mantra. Diez minutos antes de la hora estipulada estoy cruzando la vieja vía del servicio. El auto me espera un poco más cerca esta vez no necesito correr o caminar de más. Al ingresar y me encuentro que van dos hombres, deben ser aquellos que me amenazaron y golpearon esta mañana.
—Aquí está el contrato —extiendo el documento y es el que va al lado del chófer quien me lo recibe. —¿Dónde está mi abuela?
—...
No dicen nada y tampoco esperaba que me hablaran, no obstante, abrigaba la esperanza que por lo menos me dijeran mi abuela estaba en casa. Apoyo la cabeza en el ventanal y no les dirijo la palabra. Una vez en las rejas estas se abren y nadie sale a revisarme, pero estoy tan sumida en mi tristeza que nada me importa.
—Puedo quedarme aquí, trabajaría los 900 días y luego me iría —hablo al entrar al sendero —sé que tienen mucha influencia con Tanned, más que su esposa... Lo que es un poco raro. Ella debería ser de confianza ¿Qué mujer con sus cinco sentidos activos y funcionales se acuesta con un hombre que puede ser su abuelo? Y logra dormirse. Pienso que Selene debe tener un tornillo suelto o muchos...
Escucho la risa de ellos y me alzo de hombros, en ese punto de mi vida en que estoy envuelta en tragedia nada me importa. El vehículo se detiene en el mismo lugar de siempre. Me bajo al ver en la puerta al dueño de mi vida, en las siguientes 900 madrugadas, porque él ha duplicado los días por mi rebeldía y me sonríe sin decir nada. Le da una calada al cigarrillo que suelta en el aire y mira hacia el conductor del vehículo.
—¿Te dio problemas?
—No en realidad no, —la risa del anciano cesa y yo conozco esa voz.
Una vez le doy el frente me encuentro a Gino y a Gael. Nunca he tenido la oportunidad de verlos cerca, todos ellos tienen algo en común, sea el porte, sus ojos, la elegancia. Algo los hacia saber que eran conocidos, no obstante, si bien tenían la misma descripción Gerald era diferente a todos ellos, hasta en su temperamento. Ambos tienen el rostro sombrío, Gino no deja de ver a su tío, mientras Gerald mira en mi dirección.
No conozco a toda la familia salvo en las fotos, todos ellos tienen algo en común con sus padres, salvo Gerald. Gadien y el escurridizo de Gael, es identifico al señor Gael, el menor de los tres Doyle. Gino Jr., era quien conducía el vehículo, mientras que su primo fue el que me recibió el contrato que muestra a Tanned.
—Fui claro en decirte lo que ocurriría —amenaza.
Mi rostro va a cada uno sin poder creer que esto esté pasando, no sé si reír o llorar. En otra ocasión y en ambiente diferente estaría más que feliz. No saber dónde está mi abuela, hace difícil que me alegre o relaje la predecía de ambos allí. Me acerco al
—Lo siento.... Le aseguro que yo los traje —reaccionó al ver que me mira enojado —lo juro —Avanzo hacia ellos y tomó las manos del mayor de los dos e intento arrodillarme y me lo impide con rostro neutral —solo váyanse y olvídense de eso, por favor.
—Señorita Mackay, espérenos en la entrada —la voz suave (por primera vez) de Gino me hace verle y niego.
Camino hacia el señor Tanned y entre lágrimas le ruego me deje ver a mi abuela y lo veo reírse de mi sufrimiento. Unas manos en mi brazo me hacen girar, el heredero de los Doyle está ante mí con rostro neutral. Intento sacudirme porque él no me entiende, jamás podrá entenderme y toma mi rostro entre sus manos. Solo cuando limpia mis lágrimas con sus pulgares me doy cuenta que estoy histérica llorando.
—Confíe en nosotros vaya a la entrada y allí me espera.... Por favor —vuelvo a negar y suelta el aire.
Sus ojos celestes se posan en los míos y lucho por liberarme para volver a rogar porque me dejen verla. Le explico que es todo lo que tengo, que no cuento con nadie más.
—Soy consciente de ello señorita Mackay... Espere en la entrada —vuelve a insistirme —en nada el tío Gael la llamará y podrá a hablar con su abuela.
Lo observo en búsqueda de burla en sus ojos, pero sólo encuentro seriedad. Acaricia de forma extraña mi golpe y luego fija sus ojos en mi rostro. Es como si tiempo se hubiera detenido o estuviéramos solos él y yo, es una sensación extraña la que siento. Algo me dice que él también la siente ya que él se retira tan confundido como yo.
Regreso sobre mis pies y miro al hombre que detrás de nosotros nos observa en silencio y con una media sonrisa. Mi móvil vibrar en mi braga, me hace alejar de mi letargo y la voz de la abuela me recibe.
—¿Rose? ¿Cariño dime que estas bien? —y es todo lo que necesito para romper en llanto sin importarme nada a mi alrededor.
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