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Capítulo 39.

... Horas antes.

Rose

Llegué a preocuparme cuando los vi encerrado y hasta podría apostar que discutiendo. Sin embargo, una vez se fue me pidieron seguirlos, el hombre quien se presentó como Xavier Doyle, hijo de Betf, el hombre que Gino, le llamaba abuelo. Me contó mientras bajábamos por los ascensores al lado de Beatriz su asistente que su hermano era el psicólogo de la empresa.

—No entiendo muy bien eso de la familia Doyle en la empresa ¿De quién es realmente la destilería? —pregunto y sonríe.

—De los Doyle-Turner —responde sin dudar y asiento —son familia directa de Sheena y Gedael. Anteriormente era artesanal y solo se usaba en las fiestas familiares. —lo miro atenta al ver que estoy por escuchar una parte que jamás ha sido escuchada por mí. —cuando Gedael crece, lo hace bajo los señalamientos de la sociedad en aquella época, ya sabes nadie creía en realidad que la pastora conocia un ángel.

—Pero su padre si —corrijo —no debería ser raro.

—Lo raro era que el ángel se fijara en ella—comenta —no eran enviados a custodiar a personas del común, estaban acostumbrados a ello. Son seres celestiales, se suponer que las trivialidades de lo terrenal no les afecta.

—Algo así como pastores o sacerdotes hoy días, el señor Guido me comentó algo de eso—me apresuro a decir, porque deseo que siga a la parte que no conozco.—y sobre enamorarse... La mujer era hermosa ¿No? —el hombre asiente.

Su madre permaneció todo el embarazo oculta, por no ser creible ante los ojos de los demás que un ángel era el padre de su hijo, fue rechazada. Al nacer y ver su físico, la aldea cambio, descubrieron poco a poco tenía cierta "suerte" que Dios o algún ser de luz lo protegía, no sólo a él, también a su madre. Era ágil en los cultivos, en el rebaño o en cualquier lugar que se le dejara.

A la edad de quince años, en el sepelio de su abuelo, el hombre que lo educó como si fuera un hijo, conoció la bebida y descubrió que casi todos a su alrededor pedían la receta.

—Es una receta familiar —escuchaba decir a su abuela —me comenta y sonríe —creo que es como la tarta de fresas de mi madre o como fusionar dos colores en tu caso, no sé si me entienda.

—Perfectamente —le digo y sigue.

—Agregó algunas cosas, disminuyó porciones de esto y agregó más de aquello. Se fue a la plaza y empezó a venderlo. —en ese punto ya hemos llegado al primer piso y nos da espacio para que pasemos.

Lo vendió todo ese mismo día, lo que creyó duraría un mes vendiendo. Encontró detractores, personas que hablaron mal de su producto, pero jamás se rindió. Descubrió que los sitios que más podría vender era en las festividades de cada pueblo, iba de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta, de bar en bar, hasta que se dio un nombre y la leyenda fue creciendo, quien lo conocía y hubiera hablado con él, sabía que no era de este mundo.

—Con el tiempo, no tenía que ir en búsqueda de clientes, ellos venían a verle —dice ya en la zona del museo —dejó de ser el niño que todos señalaban como bastardo, tuvo un nombre, su porte y comportamiento amable empezaron a tejer la leyenda que conoces hoy día. En una ocasión tuvo que llevar personalmente un pedido, porque su mozo se había enfermado.

El cliente era un reconocido duque de esta zona para la fiesta de presentación de su hija a la sociedad. Al llegar supo que no habría fiesta porque la chica estaba enferma, habló con el duque por largo tiempo y antes de irse le dejó la mercancía.

—Le dijo "Si su hija mejora me lo paga el triple —habla y puedo ver la admiración en su rostro al narrar la historia —en la puerta del palacio y delante de todos, "¿Esta dispuesto a perder tanto? Fue la respuesta que obtuvo del duque, que no era famoso por su bondad. "Yo no pierdo" le responde antes de chasquear sus dedos, "El hijo de Gedael, nunca pierde."

Se montaba en el carruaje cuando la chica se levantó preguntando por su vestido, todos quedaron maravillados porque se decia que la chica no se sanaría. Ante los ojos de todos los que presenciaron el hecho fue un milagro, el solo decia que fue producto de la suerte.

—Así era, le restaba siempre importancia a los eventos extraños y sobrenaturales que lo rodeaban —toma mis manos y me ayuda a subir las escaleras hasta llegar a un sitio alto y una vez allí me hace girar para que vea todo el salón —ese mismo día nació la amistad con el duque, con él logró obtener el título de propiedad del lugar en donde su madre conoció a su padre, el sitio donde fue asesinado y las tierras en donde empezó a construir lo que vez hoy día. Fue esa amistad la que le ayudó a que la corona británica décadas más tarde, no logrará su objetivo.

—¿Qué era? —me mira y sonríe antes de continuar.

—Su fortuna en ese instante era inmensa y la corona pedía tenía que cederla o parte de ella y el castillo pasar a manos de la reina. Fue una de las tantos enemigos que tuvo. —finaliza.

Maravilloso, pienso extasiada al ver cómo termina su relato con una solemnidad que me hace recordar a Gael arrodillándose frente a su ancestro. Su hijo mayor heredaría el control de todo lo que su padre construyó y fue el quien empezó a recolectar todo lo que era ya una leyenda en esa época. Al morir, su primogénito heredó y de esa manera fueron heredando de generación en generación, cada uno de ellos dejaba un legado a su descendencia junto con una fotografía.

—Jamás la había escuchado —confieso y asiente.

—Porque no ha hecho las preguntas adecuadas —responde y miro a mi alrededor.

—¿Gianluca no está? —pregunto y niega apenado.

—No, tuvo un percance y tuvo que ir a su casa —dice y puedo notar la tensión en su cuerpo —es un hombre extraño.

—No siempre fue asi —comenta Beatriz quien ha permanecido en silencio —solía ser un hombre serio y de poco hablar, pero educado. Creo que debe tener problemas en casa.

—Actúa como si en realidad tuviera miles, en realidad —la voz profunda me hace girar y me encuentro con un hombre delgado, de cabello y ojos oscuros con una sonrisa que es imposible no corresponder —Franchesco Doyle, a su servicio y usted es ... no me diga —se apresura a decir al ver que abriré los labios y sonrío divertida —Rose Doyle Mackay, la reconocí por la joya.

Termina diciendo que es el psicólogo y que viene en búsqueda de Gianluca, porque tienen una conversación que ha postergado una y otra vez. Encuentro el ambiente en tensión y veo a ambos hermanos que se alejan, al tiempo que Beatriz se despide.

—Debo organizar tu documentación, bienvenida y si necesitas algo no dudes en decirme —me entrega una tarjeta y sonríe divertida —dudo mucho que necesites algo, solo tienes que hablar con tu esposo, pero me gusta engañarme y fingiré que sí.

Sonrío al verla batir sus largos dedos y despedirse de mí, los hermanos siguen platicando entre ellos y yo aprovecho para merodear por el salón. No llegó a alejarme del todo, porque el que no aprende de sus errores es una bestia.

Estoy sumergida en todo lo que veo cuando escucho el sonido de unos tacones que me hacen girar, suspiro largo y pesado porque mi dicha ha durado poco, ante mí esta Evanna Robasdan.

—¿No me digas que te perdiste? —dice al verme.

—Estoy viendo los detalles a cambiar —miento y su sonrisa es reemplazada por rabia, rostro se torna rojo del coraje. —algunas pinturas no deberían estar aquí. Creo que también sacaré algunos miembros de los Doyle del castillo.

Lógicamente me refería a unos cuadros que vi en el sótano alguna vez, pero no le quise aclarar. Xavier charlaba ameno con su hermano y varios obreros ultimaban detalles en el lugar.

—Gino jamás te dejara—responde rápidamente y me alzo de hombros indiferente. —adora a su familia. —sigue diciendo como quien cuenta el mayor de los secretos y no fuera algo tan obvio.

—¿Estoy aquí no? —respondo — yo soy su esposa y, por ende, la que tiene el control del castillo.

—Volverás al libro que fuiste sacada por acostarte con el padre de tu esposo. Dudo mucho que desde la prisión puedas hacer lo que me dices. —Palidezco al escucharla decir tamaña estupidez y espero que se retracte, se largue o se vaya, cualquiera de las dos es posible.

Ella se yergue orgullosa al notar que sus palabras han causado daño, aún no llamamos la atención. Los encargados de la restauración sólo ven a dos mujeres charlando. No estoy dispuesta a darle el gusto de perder el control, no por ella, por lo que tras inspirar fuerte hablo.

—Será mejor si te vas Evanna, porque no estoy dispuesta a soportar tus insultos —mis palabras captan la atención de Xavier y su hermano que caminan hacia mí, pero llegan demasiado tarde.

—Todos saben que eso fue lo que sucedió, —insiste — te acostaste con el viejo, para poder casarte con el hijo...chica lista —diciendo esto último me hace un guiño y no espero que su sucia boca salga algo más.

Mis manos adquieren vida propia, pues no ha terminado de decir esa estupidez, cuando impacta su mejilla. Estoy por dar la segunda cuando Franchesco me hace a un lado y Xavier la aleja de mí.

Intento rodear al hombre alto que tengo ante mí, pero lo evita apoyando sus manos en mi brazo, por alguna razón ese contacto me hace sacudirme y dar varios pasos hacia atrás.

—¡Contrólate! —Xavier habla fuerte y sacude a Evanna quien se ve dispuesta a golpearme.

—Su acusación a sobrepasado los límites y lo sabe —advirte Franchesco, pero ella sigue intentando zafarse.

—Está en este lugar por orden de su esposo, es la nueva jefa de esta área, —continúa Xavier sin soltarla —por ende ¡Tu jefa! Tiene el visto bueno para hacer los cambios que quiera.

—Es su esposa Evanna ¿Por qué te sorprende? —insiste un Franchesco, quien hace de referí en medio de las dos.

Escucho sus protestas, pero yo me he quedado solo en que soy la jefa del museo y que tengo el poder de hacer cambios. Estoy lejos de su vigilancia, sola y sin Gianluca, todo por lo que se enojó conmigo me lo está dando.

—¿Se encuentra usted bien? —me pregunta Xavier una vez que Evanna se ha ido y asiento.

—¿Es verdad lo que me dijo? —sonríe mientras me dice que será mejor si hablo con Gino.

(...)

Nos arropó la rutina, toda esa semana fue de ir y venir, la inauguración del museo estaba cada vez más cerca. Todos insistían en que debía ser yo quien presidiera ese evento, pero no lo merecía. Gianluca había trabajado mucho en ese lugar y era el quien debía hacer los honores, por lo que esa tarde fui en su búsqueda. Gino no estaba, me había enviado un mensaje diciendo que tenía problemas con cierto lote y que pasaba por mí a para ir a casa.

Salgo del ascensor y pregunto por la oficina del profesor y la chica me señala la puerta con el nombre del hombre y hacia allá me dirijo. Doy pequeños toques en la puerta y espero que me digan entre, pero esto no ocurre. Sé que hay alguien dentro porque escucho a alguien moverse de un lado a otro, abro con sigilo la puerta y lo veo pasarse las manos en la cabeza de un lado a otro desesperado.

—Buenas noches Gianluca —le digo y salta retrocediendo.

Una vez descubre que soy yo, se queda petrificado detrás del escritorio. Llevo quince días allí y no lo he visto la primera vez, tengo la leve impresión que Gino tiene algo que ver.

—¿Qué deseas? —pregunta en un tono seco que desconozco.

Me aclaro la garganta para explicarle y avanza hacia mi tan rápidamente que retrocedo para encontrarme de espaldas a la pared.

—Se trata de la inauguración, creo que tu deberías estar al frente ese día y no yo —le digo y veo que se detiene rápidamente —no sé qué te sucede, no te conozco muy bien, pero quiero que sepas puedes contar conmigo.

Sus ojos verdes se detienen en mi rostro y por un instante veo en ellos rastros de bondad, pero pasa tan fugaz que creo haberlos imaginado. Me toma de los brazos e intento sacudirme, pero su agarre se hace más fuerte.

—¿Quieres ayudarme? —pregunta con voz distorsionada —entonces déjame solo, aléjate de este lugar y no vuelvas.

Abre las puertas y me saca de ellas con tanta violencia que termino casi en los brazos de Franchesco. Todos observan sorprendidos como entra saca su chaqueta y sale como si alguien hubiera gritado fuego. Ni siquiera la voz de Franchesco logra detenerlo.

—Lo mejor es que no te le acerques —me aconseja y asiento —sé que quieres ayudar, pero es imposible si el no pide ayuda.

—¿Qué cree que tenga? —pregunto pasando mis manos por el lugar que fui apretada con fuerza y de donde empieza a salir un moretón.

—Creo que ver la foto de su madre lo afectó —me responde y asiento —¿Le llevo a casa? Me pidieron cuidarla.

Bajamos los ascensores en silencio y el hombre a mi lado me comenta sobre su niñez, como vivir en el destierro era aburrido para él y motivo de muchas aventuras para su hermano.

—Odiaba ese lugar, aun lo odio —me dice entre rizas y le imito.

—Imagino que se sentían como reos —le digo y asiente —para Gino es difícil, no imagino para ustedes y su madre.

—Vivimos un tiempo en Edimburgo, cuando papá era enfermero de Ganzel, creímos que nunca volveríamos, mamá también lo llegó a pensar —comenta y sus ojos se entristecen —cuando tuvimos que volver, no lo soportó

—¿Se divorciaron? —pregunto apenada y asiente —Lo siento mucho.

—Se fue de casa una madrugada, justo el día en que la enfermera de Lessie llegó, no se despidió o dijo adiós, simplemente desapareció. Envió meses después a un abogado y solicitó el divorcio —y no saben de ella desde entonces, solo envía postales de navidad o fin de año y a Xavier con quien dice se llevaba bien.

Esa confesión lo hace guardar silencio, sé que Xavier es mayor que él, no debe ser fácil saber que la mujer que te dio la vida se ha ido y no hace señales para querer verte. Una vez en el primer piso, encuentro a Thomas esperando por mí y sonrío.

—No sé si es buena idea —me comenta al darle las gracias, me iré con Thomas. —no quiero problemas con tu esposo, si desean que nos sigan...

—Gino sabe que vendría por ella, si deseas le llamas —responde Thomas.

Acepta a regañadientes, pero insiste en que llame a mi esposo delante de suyo y le explique me iré con Thomas, algo que hago y sin problemas.

—Yo tampoco estaré en casa, cielo. —dice y su voz suena extraña —No llegues tarde a casa.

—¿Todo bien? —pregunto preocupada.


—Todo bien, cariño solo tengo un pequeño problema que solucionar... te quiero —diciendo esto cuelga, quedo entre asustada y feliz por esa confesión.

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