Capítulo 37.
Rose
La primera semana después de nuestra primera discusión las cosas seguían en la misma tónica. Gino seguía renuente en darme una oportunidad y yo me iba día a día a abrir mi taller, pese a saber que nadie iría. Tomé mi agenda con los contactos y personalmente llamé en todos estos días a cada uno de los que imaginaba recibieron esa conmovedora misiva y les dije estaba de vuelta.
Sin mayores resultados.
Y como rendirme no estaba dentro de mi vocabulario y aprovechando que mi esposo estaba de viaje en el día quince después del suceso, salí del castillo me fui a un puesto de revista y con periódico en mano, busqué un lugar en el cual trabajar.
—Ya verás, cerdo controlador —murmuro empezando a encerrar los posibles lugares en que pueda ejercer y sonrío divertida al ver que hay varios.
De vuelta al taller una hora después, busco varias tarjetas y recomendaciones de antiguos trabajos, imprimo currículo, en mi estado civil escribo viuda y sonrío ante el alivio que eso me produce. Aclarando que no es que lo quiera muerto, pero si a su jodido temperamento.
La prueba de que Dios no me abandona, la recibí ese día en el primer lugar en que fui en búsqueda de empleo. Buscaban a una persona para restaurar una vieja foto familiar y varias pinturas que han pasado de generación en generación.
—Son costosas, imagino lo sabes —comenta la chica con pesar y observando la foto de la mujer de cabello rubio que está en ella —es el único recuerdo que tengo de mamá y de su familia.
Asiento observando la imagen y encuentro sin muchos problemas los detalles a restauran, empezando a nombrarlos a la mujer que emocionada por lo que le describo me abraza.
—El único problema es que no traje nada, para trabajar —confieso —realmente no esperé encontrar trabajo tan fácil... mire —le muestro mis zapatos bajo, Jeans y camiseta holgada —me vestí para caminar horas y horas.
—Me alegro que tuvieras suerte —comenta y ordena a una mujer de baja estatura desmontar el cuadro y me apresuro a ayudarle. —déjala le pago para eso.
—No pasa nada si le ayudo y ella se puede caer, lo que acarrearía para ti muchos problemas —le digo sonriendo de manera inocente.
Lo que sigue de la mañana es de mi parte entregando tarjetas profesionales a diferentes posibles clientes y currículos a las empresas que requieren una cita privada antes de contratar. En las horas de la tarde, tomo la pintura de la mujer, me concentro tanto en los detalles que no soy consciente que ha oscurecido.
Muerdo mi mejilla interna observando una última vez el cuadro y asiento satisfecha, con lo que veo. Si todo transcurre como hasta ahora, en las horas de la tarde de la mañana siguiente estaré entregando el trabajo.
—Rose—la voz de la señora Veruzka me hace saltar y alzar la vista del cuadro y sonrió a las mujeres que está en la puerta.
—Hoy es noche de chicas —murmura Laura y asiento sonriente.
—¿Puedes dejar eso para otro día? —la señora Megan es quizás con la que menos confianza tengo, creo que es de mi parte que de ella.
—Solo por hoy —respondo —tengo que entregar esto.
—¿Cómo conseguiste trabajo? —pregunta y le doy un resumen fugaz de lo que fue mi mañana.
Dejo a un lado los pinceles, mientras me dicen que es hora que descanse. Gino ha tenido que viajar a Estambul.
—Eres una cajita de sorpresas Rose. —comenta Laura y mi suegra me mira con rostro neutral.
Es difícil para ella acusar a su hijo o ponerse de mi lado, pero uno pensaría que el ser mujer le haría entenderme, me ayudan a cerrar y me comentan que Gabriela está empacando maletas.
—¿No puede venir con nosotras? —pregunto y niegan —No es justo, ella sufrió, creo que es suficiente el castigo.
—Gino dice lo mismo y a intentado de todo, para convencer a su padre... ha sido imposible —habla Megan con rostro preocupado —ni siquiera sabemos a dónde la llevara.
—¿Cómo están las cosas con Gino?
—Igual, —respondo saliendo con ellas —el sigue insistiendo en que no le gusta que esté fuera y que me quede dentro del castillo. —les comento —no me hablará hasta que no cambie de parecer y yo no lo haré hasta que acepte su error.
—Él tiene razón nena —dice Veruzka y niego —¿Es tan difícil ser la esposa de mi hijo?
—Lo más difícil es ver que no acepta sus errores—me apresuro a decir y está por hablar cuando niego —él sabía cómo era yo antes de casarme y las bases de nuestro matrimonio—se acerca a mí, pero en ese instante ya hemos llegado al auto.
—Ella tiene un buen punto —comenta Laura una vez estamos en la vía —iremos a casa, Gabriela necesita de nosotras.
—No puedes actuar como si fueras una mujer soltera, eres casada y con un Doyle...
—Y él se casó con una Mackay —le digo a la señora Veruzka —¿Por qué tengo yo que entenderle y él no me entiende a mí?
Esta sociedad es de las que le ordena a una mujer cubrirse para evitar una violación y no hace lo posible por encerrar al violento. Debo acatar las reglas y normas sin chistar y no son conscientes que nunca me tuve una opción.
—Estoy casada con un hombre que no me ama —le digo a mi suegra —que me ha dejado claro gusta de mí, pero no lo suficiente para que esté enamorado. Finge amarme en público, para el solo soy su muñeca inflame, debo esperarlo en la casa dispuesta y desnuda ¿Es que no lo ven?
—Jamás ha amado, es lo que siempre dice —habla su madre y muerdo mis labios —¿Cómo sabe que se siente si nunca lo ha sentido? —me pregunta
—¿Cómo crees que describa alguien que ve por primera vez lo que le rodea? O el que nunca ha visto colores. —habla Megan quien está al lado de Laura, quien conduce en estos momentos.
—No podría— respondo—quizás con ayuda de otros, pero sería difícil...
—Todo cuanto hace por ti, dice que es porque es su obligación, pero conozco a mi hijo. Jamás haría algo que no quiere, ya hubiera encontrado otra manera de solucionar tus cosas. —sus palabras me hacen ilusionar, pero sé que Gino está lejos de sentir algo por mí.
—le has preguntado el porqué de su paranoia —insiste Megan, girando su rostro hacia mí y niego. —el Gino que conocemos venció los miedos de pequeño, que los tenga ahora me crea intriga.
No sé nada de él hace dos días, se fue y me envía mensajes de buenos días, indica todo está bien. Gianni se ha acostumbrado al nuevo país, Gadien y los demás igual. Gabriela sería enviada con el abuelo Betf a un sitio desconocido, pese que ya su problema está solucionado. No hay rastros de Selene, menos de Erik y su hermano sigue en la misma tónica, asegurando es inocente.
Hay testigos que aseguran no actuaba sólo, que trabajaba con una mujer, solo dos chicas lograron verla, pero de lejos, me ayudaba la estatura. La mujer que describían era de mediana estatura y no de 1,80cm lo que Rose Mackay media.
—¿Qué hay de tus jaquecas? —me pregunta Laura.
—Aún persisten, Gino me dijo que al regresar me llevaría a hacerme exámenes. —todas callan y decido defenderme —¿No eras independiente antes de casarse con Guido? —le pregunto a Laura y me mira por el retrovisor —¿Dejaste todo atrás para ser qué? ¿Una esposa devota, obediente y fiel? Y usted —digo señalando a Megan —¿No era la hija del socio más importante de la whiskería? ¿Qué hace ahora?
—Rose...
—Nada, no hacen nada —digo en calma y mirando por el retrovisor —van a eventos sociales, tomadas de las manos de hombres poderosos y millonarios, visten como reinas... pero no hacen nada ¿Acaso usted no duda de su éxito? —recrimino a Veruzka —¿No piensa que se basa en ser la esposa del gran Gino Doyle? Yo tengo sueños y resulta que ninguno de ellos es quedarme en casa como una jodida muñeca más de ese palacio.
La primera en reír es la señora Laura y le siguen las otra dos. Diciendo que por primera vez el heredero del castillo recibirá una cucharada de su propia medicina.
(...)
Entro a nuestra habitación solitaria y observo la cama enorme, abro los cajones en búsqueda de ropa de dormir y tropiezo con el sobre de fotos. Lo tomo con dedos temblorosos y me siento a observar aquella época en silencio. En todas ellas sonreía tomada de la mano o abrazada a Izan y recuerdo lo especial que podía llegar a sentirme con su compañía.
Que todo fuera una quimera dolía, en la gran mayoría sonrío ¿Lloraban mis abuelos en el mismo instante en que yo reía? Me recrimino. Mientras yo vivía una vida de mentiras, mis abuelos lloraban porque no saber de mí y el mejor de los hombres agonizaba sin que yo tomara sus manos.
—Lo siento mucho —le digo a la foto que tengo en la mesa de noche —en realidad lo siento mucho abuelo.
La reunión fue buena, pese a mi exabrupto inicial y que, si ellas se acostumbraron a esa vida era su problema, pero podían obligarme a hacerlo. Regreso las fotos a su lugar, voy por mi pijama y entro al baño. Hago todo de manera tan mecánica y controlada, que realmente no sé lo que sucede.
Entro a la habitación con el sonido de mi móvil y un vistazo a la hora, me dicen de quien se trata. Descuelgo la llamada con un saludo cordial y lo escucho preguntarme que tal mi día.
—¿Todo bien? —pregunta y se lo que quiere saber.
—Si lo que deseas saber es si salí la respuesta es, sí Gino abrí mi taller y tengo nuevos clientes —le digo y escucho su suspiro.
—Se que, estuvo mal Rose y que debí preguntarte —empieza a decirme —pero tengo motivos para temer por ti.
—¿Qué sucede? —pregunto y guarda silencio —si no me dices que sucede, lo seguiré haciendo. Se supone que soy yo, la loca desquiciada que se inventa cosas.
—Elizabeth ha muerto, la encontraron degollada, a ella y a su oficial de custodia ¿Sabes quién es? — murmuro un si casi inaudible y me pide abrir la parte de su mesa de noche.
Me incorporo a toda prisa y abro uno a uno los cajones, sin saber que busco en realidad. Unas tarjetas negras con una cruz blanca pintada me indican que es lo que busco, saco una y luego otra, cuento cinco en total. Mi nombre, el suyo, el de sus dos tíos y su hermana.
—Apagué el móvil en nuestra luna de miel y al encenderlo esto estaba allí, al llegar las recibí en físico —me dice y bajo el rostro y releo los nombres —Envié esas cartas y se .... —calla y suelta el aire, puedo sentir su frustración —fui egoísta, envíe esas putas cartas porque me daba vergüenza que mi mujer trabajara para otro, cuando yo podía sostenerla.
Al recibir las imágenes de esas tarjetas se dio cuenta de lo acertado que fue esa decisión. No pensó que yo me enteraría, porque la misiva hablaba que me tomaría un tiempo para estar con mi esposo. Esperaba el momento para confesarlo, jamás pensó que fuera demasiado pronto.
—¿Te ha llamado? —pregunto y me apresuro a decir —esto no me va a detener.
—No sé, tengo una mala costumbre de no levantar llamadas desconocidas —dice lo que no me extraña para nada. —recibí sus mensajes y los leí, ignoré los siguientes y borro los que han seguido sin leer. Él no tiene ni puta idea con quien se está metiendo.
—¿No revisaste las tarjetas? —responde un no y luego quiere saber el porqué.
Encuentro que una de las tarjetas es demasiado abultada lo que me parece extraño. Una abertura pequeña que abro sin mucha ceremonia en aquella que dice su nombre.
—¿Rose?
—Espera —digo y busco las demás —hay algo dentro de la tuya.
—¿Qué es?
Guardo silencio al leer lo que dice y escucho a Gino preguntar si estoy bien. Vuelvo a leer la nota y tiro el móvil para tomar la otra tarjeta, luego la otra y después la otra. No hay nada, solo la que tiene el nombre de Gino es la que tiene esa nota.
"¿Quieres saber cuáles fueron las últimas palabras de Ilona y de Diago Mackay? Abrazados y orando a un Dios que nunca apareció. Se le aseguró que yo me cogería a su hija hasta la muerte, por haberme despreciado."
Tomo de nuevo el móvil y le marco, me contesta a la primera. La puerta se abre, entrando por ella, mis suegros y el resto de los que de momento están allí. Es el señor Gino quien me levanta del suelo, al tiempo que su madre toma el móvil y le dice que ya están conmigo.
—Quiero hablar con él —le digo alejándome de él y la señora Veruzka me pasa el móvil. —voy a trabajar, con o sin tu apoyo... este malnacido no me va a tener encerrada. —lo escucho reír y limpio mis lágrimas con violencia mientras observo a todos mirarme como estuviera loca.
—Estoy muy orgulloso de ti cariño —me responde —está bien, vas a trabajar en el lugar que quieres y cerca de mí. Me rindo, preciosa...
—Bien, te paso a tu padre —le entrego el móvil al hombre enorme y puedo notar en su rostro el respeto hacia mí y asiente al recibirlo.
No hay manera que me destruyan más de lo que ya estoy, cuando tocas fondo no tienes de otra más que levantarte o arrastrarte y Rose Doyle Mackay no se arrastra ante nadie.
—¿Te encuentras bien? —pregunta Gabriela sentándose a mi lado y su primo en el otro.
Ya los he visto leer la nota y sus padres lo han alejado, escucho a mi suegro leerle el contenido de la nota a su hijo y a su hermano al teléfono con quien imagino es Gael. Por primera vez en muchos años no se siento sola, al ver a todos mirarme preocupados y a cada uno tomar una de mis manos.
—Estoy bien —respondo aprontando ambas manos y los veo sonreír.
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