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Capítulo 36.

Narrador

Para Claid todo estaba llegando a su fin, por lo menos, la responsabilidad que pudiera tener su hermano. El acceso a la computadora tuvo muchos frutos, no solo lograron eliminar las fotos de su sobrina tal cual estaba planeado, también dieron con el paradero de Erik. Observa con atención la imagen en el móvil y mira al frente en la vía. Después de horas de trabajo y de muchas noches frente a su PC y gracias a Archie logró ubicar al hombre de sus pesadillas.

No le había dicho nada a su hermano, Tanned tendría una forma radical de solucionarlo. Escucha el radio de las patrullas que van delante suyo, anuncian que han llegado al sitio, al tiempo que el operativo entra en acción. Se ha retrasado gracias a la conversación que tuvo con su sobrino, pero llegaría en lo mejor, piensa con una media sonrisa y maniobrando el elegante vehículo en una curva.

—Jardín, despejado —empieza a escuchar a los hombres una vez entran a la casa.

—Patio trasero, despejado.

—Capitán, creo que necesitará al forense. —esa noticia, solo significa una cosa.

El infeliz, se había burlado de él otra vez.

Llega a la escena y con sorpresa descubre se trataba de la casa de Lessie Stewart, la misma a la que hace más un año su sobrino había acudido en búsqueda de Sefora James. Se baja del auto lento y sin la mayor prisa, notando que la escena estaba siendo acordonada.

—¿Qué encontraron? — pregunta a un oficial que sale en ese instante y camina hacia él.

—Dos cuerpos, un hombre y una mujer en silla de ruedas —empieza a explicarle. —bien organizados, tomando te. —habla en tono burlón y Claid hace una mueca de disgusto.

Se acerca a la puerta y recibe los guantes que uno de sus hombres de la da. Sus zapatos negros relucientes se detienen en la puerta de la casa al ver quien es uno de los cadáveres, Elizabeth y el hombre no lo conoce. Se acerca a los cuerpos, y empieza a examinar un poco lejos. La mujer quedó en su silla de ruedas con una herida en su cuello bastante profunda, el hombre por su parte tiene una única herida de bala en su frente.

No hay rastros de sangre, lucha o algo que indique se defendieron. Observa con atención al individuo y cree haberlo visto en algún lugar.

—Este es oficial de custodia —comenta a sus hombres y se inclina hacia él.

Con un tiro en la frente y a juzgar por las marcas que dejó el arma alrededor de la herida lo hicieron apoyando el cañón en su frente. Lleva puesta una camisa negra y un pantalón del mismo color, elegante y sin una arruga en su ropa. Ese detalle le parece extraño, demasiado limpio para alguien que ha recibido esa herida, de hecho, el lugar está impecable, piensa detallando cada lugar.

Se acerca al cuerpo del hombre y palpa de manera discreta, en segundos la camisa del hombre se humedece y al mirar los dedos de su mano, nota el color carmesí en ellos. Alza la vista hacia un oficial quien lo observa en silencio y desabrocha con cuidado los botones de la camisa de la víctima.

Cuenta, uno, dos, tres, cuatro heridas de balas y respira aliviado, no son los métodos de su hermano y por un momento pensó que el protagonista era él. Se incorpora y va por el cuerpo de la mujer, en las mismas condiciones del hombre, limpia y bien vestida. Revisa el vestido negro que trae puesto y el cómico sombrero a juego. La ropa es nueva, ambos vestuarios aún tienen la etiqueta de la tienda en que se compró.

—NLJarper —lee y gira la etiqueta hacia el oficial. —Londres...

—¿Quiere que averigüe? —pregunta y sus labios esbozan una mueca de disgusto.

No hallaran nada y en caso de hacerlo, solo será algo que el deje minutos antes para burlarse de ellos. Es su manera de alzar el ego, diciendo que está por encima intelectual y físicamente.

—Si quieres, pero no encontrarás nada — responde sin dejar detallar a la mujer y observando la joyería que la cubre —Falta un pendiente ¿Alguien lo ha visto?

Una vez hace la pregunta descubre que ha visto una joya parecida en otro lugar. Su cabeza empieza a registrar cada suceso, regresa a cada evento de éste caso, oficiales, peritos, enfermeras, Beth, hasta que se detiene en una conversación con su sobrino un mes atrás luego de volver de su luna de miel.

—No hay nada de momento jefe—responde uno de sus hombres en el jardín trasero.

No era necesario, quiso decirle, conocía donde había visto por primera vez esa joya. Eran las alhajas de Iona Mackay, se incorpora rápidamente y registra al hombre, encuentra un reloj de bolsillo antiguo en uno de sus bolsillos. Lo saca y abre, observando que aun funciona, está en óptimas condiciones y que tiene una leyenda en el revés.

"Para el hombre de mi vida, Te amo, D. Mackay. Atte. I.M"

En oro de 24k e incrustaciones de diamantes, le sorprende el detalle de lo bien cuidado que está, tanto el antiguo reloj, como las joyas de la Iona. Mueve sus dedos en la pierna derecha como si estuviera tocando un piano, pese a dejar de hacerlo hace años, pero que por alguna razón desconocida ese tic, lo hace concentrarte en la escena ante él.

Alguien debió tenerla todos estos años, descartaba a Elizabeth, pues estaba en prisión, su hijo tampoco porque estaba en esos días en Moscú, el mismo lo averiguo. Mia, no era posible, porque para ese entonces no conocia a Erik o Lessie.

Solo quedaba el Doyle, que quería apropiarse de todo, sin embargo, encontrar un traidor dentro de ese grupo era difícil, señalar a uno sin tener pruebas era el final de la carrera policial para cualquiera. Alguien dentro estaba ayudando a este infeliz, pero ¿Quién?

—Registren a cada uno—ordena una vez a organizado sus pensamientos —no busquen el sitio en que fueron ultimados, no fue en esta casa. —se aleja y ve a cada uno de sus hombres que se detienen al verlo hablar —es importante dejarlos aquí y que lo encontremos también, busquen cámaras ocultas, PC, Portátil, tierra recién removida, etc.

—¿Qué buscamos exactamente jefe?

— Lo que sea —responde observando a la mujer—tengo que hacer una llamada.

Sale hacia su auto entra y cierra tras él, sube los vidrios y le marca a un húmero que no está registrado con el altavoz activado. El teléfono suena dos veces cuelga y vuelve a marcar, dos veces más, hace este ejercicio cuatro veces y espera con otro móvil en su mano. Una vez cuelga la cuarta vez, el segundo móvil que tiene en sus manos suena y descuelga a la primera.

—¿Qué sucede? —pregunta la voz del otro lado de la línea.

—Dos cuerpos, uno degollado y el otro como unas muchas balas encima —empieza a explicar a quien le escucha del otro lado de la línea en silencio —recibió varias heridas en su cuerpo antes de recibir el de gracia que lo asesinó —continúa, activa el altavoz al ver que varios uniformados lo observan con curiosidad.

—No es mi método—responde la otra voz —Jamás te dejaría cuerpos que investigar. —sonríe ante eso, sabe que es verdad.

—Trae ropa oscura nueva con etiquetas, como si vinieran de un sepelio y todas las joyas que llevaban una familia asesinada hace más de quince años y cuyos asesinos están pagando su condena. —le dice y escucha el suspiro del otro lado. —una es Elizabeth, el hombre no tengo idea quien es, pero creo es oficial de custodia.

—¿En qué lugar fueron hallados?

—La casa de infancia de Lessie Stewart. —tamborilea con sus dedos el volante y piensa un poco, mientras su interlocutor parece hacer lo mismo.

—¿Quién vivió en ese lugar?

—Lessie, su nieto y su madre biológica o por lo menos mi sobrino lo visitó en este lugar —responde. —el lugar en que fueron hallados es importante, el traje de luto y las prendas que llevaban de ese asalto, sé que todo cuanto me dejó es importante.

—¿Exactamente para que me llamas? ¿Crees que yo tengo algo que ver?

—¿Dónde está Selene o Mía o como cojones se llame? —pregunta de mal humor —Tanned, está complicando todo ¿Por qué no me dejan trabajar?

—Escúchame bien ¡Insecto! —dice en un tono de voz en calma y arrastrando las palabras. —Mía Sophia Moore James, murió en un accidente aéreo, Selene Webb no existe, no hay Registros de ella en ninguna universidad.

—Vryzas...

—¡Ya déjalo Duncan! —explota de mal humor —La mujer está muerta y no es tu puto problema, no dijo nada sobre su amante y como no me servía me deshice de ella. Tengo muchos problemas personales como para estar excusándose.

—¿Puedo ayudar? —pregunta en tono irónico y no espera obtener respuesta.

Se sorprende al escucharle contar que entabló una relación con una mujer, de la que se separó unos días por el sepelio de un familiar, al regresar ella no estaba y hace un mes o más se enteró se ha casado embarazada.

—¿Hay posibilidades que sea tu hijo?

—¿Crees que la buscaría si no fuera así? —Claid sonríe al ver que sigue exaltado. —el malnacido no les ha dado oportunidad a mis hombres de acercarse a ella, tiene cámaras de seguridad en toda la casa ¿Con quién cojones se casó?

—Alguien tan peligroso como tú, por lo que veo —responde de buen humor —si quieres saber de ella, la única manera es a través de las cámaras de seguridad.

—Tienes razón, compraré la maldita empresa —diciendo esto cuelga la llamada, Claid se queda viendo el aparato por un largo tiempo.

Cuando le dijo que solo podría saber de ella era a través de las cámaras, se refería a que podía ingresar a alguien de confianza a esa empresa, jamás que la comprara para obtener información. Un uniformado toca la puerta de su auto, baja el vidrio y recibe lo que le entrega.

—Esto es para usted —le muestra una sobre blanco con su nombre. —Los perros vienen en camino a revisar el patio trasero y el bosque.

—¿Alguna tierra removida? ¿Plantas o flores marchitas? —pregunta y el hombre niega a todas.

—Un piso nuevo en el sótano jefe, y las bases de lo que se cree es una casa para el perro, pero lejos —sale del auto y abre el sobre a su nombre. —a medio construir.

Encuentra una tarjeta de condolencias por la muerte de su hermano, la esposa de Gino y su sobrina Gabriela. Al lado de cada nombre hay un recuadro en blanco que le recuerdan a los exámenes en su época estudiantil. Mira la tarjeta a lado y lado, descubriendo una segunda capa en ella. Con la uña del dedo pulgar abre un extremo de ella y al hacerlo se da cuenta, que en su interior hay una nota.

"¿Quién quieres que muera primero? Solo debes enumerar el orden de muerte y listo. He escuchado que Gino Doyle y Claid Duncan, desconocen el miedo... Yo les mostraré el miedo".

La nota termina con un número de telefónico, golpea con la tarjeta su mano y mira alrededor. Sus hombres caminan aquí y allá, varias patrullas de policía se acercan y se apoya en el auto. No va a encontrar nada sobre este hombre, lo acaba de descubrir, no directamente.

Está jugando con él, tal cual lo ha hecho todo este tiempo con su sobrino y desde que llegó de su luna de miel.

—Guarda esto dentro de lo recolectado —le entrega a su hombre de confianza la tarjeta que lee y alza la vista hacia él.

—¿No va a llamar?

—Él lo hará —le responde entrando de nuevo a la casa.

Si algo le han enseñado los años es a ser paciente y jamás presuntuoso. Es mejor trabajar en secreto, sin hablar demasiado. El resto del día, revela el nombre del otro cuerpo, era el oficial a cargo de la libertad condicional de Elizabeth. En el sótano hallaron un baúl con las pertenencias de Sefora James. La supuesta casa del perro, no era otra cosa más que restos humanos.

—Dos personas, es lo que podemos decir a juzgar por el número de fémur —dice el forense —es difícil decir cuánto tiempo llevan Duncan.

—Cuatro años más o menos —responde —es la última fecha que se vio a Sefora James. A puesto el sueldo a que uno de esos dos es ella ¿Te animas? —el forense niega con una mueca divertida y sigue en su labor —¡gallina! —murmura dando media vuelta sin dejar de reír.

Diez horas después, cansado y con la seguridad que debe dejar de hacer todo lo que ama, pues su carrera y reputación están en peligro si continúa camina por mis pasillos con paso seguro y saludando a sus compañeros a su paso. Una vez se posa frente a la ventana abierta, observa al hombre de cabello plateado quien ve su llegada en silencio.

—Antes que hagas algo de lo que puedas arrepentirte, Duncan... Quiero que sepas tendrás a los mejores en esto —diciendo esto lanza al escritorio la tarjeta luctuosa. —no tienes que seguir el juego de este o el de tu hermano, vales más que eso Claid.

—Estás hablando de mi familia, —dice quitándose la placa y el arma dejando ambas en el escritorio —Veruzka, Gino y Gabriela son mi única familia.

—¿Cuánto tiempo quieres? —le pregunta el anciano y guarda silencio —No puedes tirar todo por la borda...

—¿Crees que no lo he pensado? Intenté buscar otra opción, pero no la hay —insiste y su jefe se levanta, toma la placa y el arma avanzando hacia él. —necesito tiempo libre, para buscar ese malnacido, matarlo o que él me mate.

Su respiración es irregular y su puño apretado demuestran la frustración de no poder actuar como desea. Su jefe lo observa en silencio camina hacia él y deja en sus manos de nuevo lo que con tanto orgullo ha portado. Se queda junto a él instantes que parecen horas y Claid mira con nostalgia la placa, su gran sueño siempre fue ser policía, toda su vida está en esas dos cosas.

—No te dejaré lanzarte al precipicio, eres mi mejor elemento, tu nombre está escrito dentro de mis posibles reemplazos —continua y apoya una mano en sus hombros, moviéndolo lentamente—el Claid que conozco jamás se rinde, no tan fácil.

—Es mejor ser recordado como un grande —alza la mirada a su jefe un hombre delgado de cabello castaño y ojos marrones.

Tiene la barbilla en alto y una de sus cejas se arquea al escucharle decir aquello. Rodea su escritorio, toma su saco, llaves del vehículo y móvil al tiempo que le dice que le invita a tomar una copa. Claid asiente y deja en el escritorio la placa y el arma, que su jefe toma y guarda cuando él no le está viendo.

Una vez fuera, les señala el lugar al que irán y le pide le siga. Una vez dentro del auto y dirigiéndose al bar, empieza a deshilachar los eventos del día. Erik Saywell, mató a su madre, si bien la dama la conoció ya grande, se supone que el recordaba apartes de lo que fue su infancia. Que asesinará al oficial, no era de extrañar, pero ¿Por qué a su madre? Detiene el auto frente al bar y se baja, tomando el móvil y las llaves del vehículo.

—Última mesa al fondo, Claid —le dice el hombre de la entrada y extiende su mano hacia él —es bueno ver al jefe de vez en cuando.

—No soy el jefe —le recuerda y sonríe.

—Tanned lo es, es lo mismo —asiente con una media sonrisa y golpea el pecho del enorme hombre mientras busca a su jefe.

No alcanza a sentarse, cuando móvil empieza a sonar, lo saca y lee el numero sin identificar.

—¿Quién es? —pregunta el hombre mayor al ver en su rostro la tensión. —contéstale —le ordena al entender de quien se trata.

Agradece que el sitio en el que está es libre de ruidos y curiosos, por lo que la conversación que tendrán quedará en secreto. Deja el móvil en la mesa y tras lanzar un suspiro largo, descuelga y coloca el altavoz.

—Creí que eras más listo Duncan, pero eres igual de estúpido que tu sobri... —cuelga la llamada y recibe el trago que un mesero le da y su jefe lo mira sonriente.

El móvil se ilumina una vez más y lo mira un instante, se toma el trago sin mucha prisa y su jefe hace lo mismo. Al tercer tono, vuelve a levantar.

—Pedazo de mierda... —cuelga nuevamente y sonríe a su jefe.

—Mi madre lo mandaría lavarse la boca con gasolina —le dice y sonríe —mató a su madre, ¿Por qué?

—Descubrió que le mentía o le mintió —dice su jefe y sus labios se tuercen.

Puede o que sí, piensa al ver la llamada entrar otra vez, él está a punto de reafirmar o refutar esa teoría. Vuelve a descolgar la llamada escucha de nuevo varios calificativos fuertes hacia él y su progenitora, por lo que vuelve a colgar.

—Espero que sepas lo que haces —murmura su jefe y hace un ok con sus dedos.

—Aquí puede que haya sucedido muchas cosas, supo que su madre le mintió a su padre o ha perdido el control... —dice mostrando el dedo anular—se ha confiado o está acorralado y sin salida.

Vuelve a descolgar y esta vez escucha la respiración irregular y pesada y sonríe.

—Buscaste al peor de los hombres Ernest Landvik —murmura y lo nombra tal cual, como su padre, quería llamarlo. — ¿Eres supersticioso como tu padre? —ante su silencio decide seguir y su jefe deja el vaso a medio terminar en la mesa, al tiempo que sus ojos se detienen en el móvil —Sabe jefe, recuerdo como si fuera ayer, cuando lo apresamos al entrar a ese castillo —empieza a decir tomando el vaso y dando un trago largo para dejarlo en la mesa — cuando vio a Gino Doyle II...—mira la pantalla como si tuviera al tipo allí mismo e imagina su rostro rojo de la cólera al ver como habla de su padre — no sé si lo sepas Ernest, pero Gino es el vivo retrato del Ultimo Doyle-Turner.... Temblaba de miedo ¡Diablos! Era patético. Creo saber porque mataste a tu madre ¿Te enteraste que se acostó con otro cuando no logró dominar a Gael Doyle? O ¿Qué en realidad fue ella que mató a Ángeles? No quizás fue que ... ella es la autora intelectual de la muerte de los Saywell, los únicos padres que en verdad te quisieron, pese a ser la escoria que eres. —termina de decir sin poder controlar su risa.

—Te voy a encontrar....

—Bar Duncan, —nombra sin temor— esquina superior derecha sala VIP, tengo un arma en mi espalda y muchas ganas de saber que tan valiente eres frente a un verdadero hombre. —Antes de colgar le da la dirección de su casa y la de su hermano y cuelga la llamada lo pone en silencio y observa a su jefe. —¡No me iré!


—Lo sé —responde sonriente y llenando ambos vasos de nuevo —te daré el espacio que necesitas, Claid.

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