Capítulo 33.
Narrador
Esa mañana Archie Todt se dispuso a sacar los últimos recuerdos de su descalabrada relación. Ya había llamado a Beridet diciéndole que fuera por sus últimas cosas. Le preguntó por el padre del niño, no le dio razón, no hizo otra cosa más que llorar y asegurarle que lo amaba.
Si su actitud hubiese sido otra, es decir, se hubiera sentado con él y contarle la verdad, buscaría una solución. Sin embargo, fue renuente en comentar algo sobre ese embarazo, diciendo que se iría de casa. Esa respuesta lo hizo enojar y por ello destrozó todo cuanto tenía a su alrededor. Bajo al sótano por unas cajas y subió hasta su habitación, una a una fue metiendo en ese lugar, las pocas cosas que la mujer poseía en la casa.
Fue terapéutico para él, cada objeto que guardaba era una línea menos en el amor que le llegó a profesar a la mujer. Sus sentimientos eran un caos, por un lado, estaba Rose y por otro Beridet, a ninguna de las dos le importó lo suficiente, era lo único que estaba claro.
Una vez termina con ese cuarto y cuando la caja ya está llena, cierra la misma con fuerza y pega una lámina blanca en letras negras que dice "Frágil". Sale al pasillo y llama a Edward, su chófer, le pide baje la pesada caja de cartón y toma la segunda dirigiéndose al estudio. En ese punto, solo dejó unos libros, unas fotografías familiares y una laptop.
Enciende la TV para tener un poco de ruido y no escuchar solo los latidos de su corazón, sus padres se han ido y le han dejado solo, porque dicen no quieren ver en el monstruo que se ha convertido. Una vez busca un canal de noticias locales, descubre que fue mala idea, al ver en pantalla a Rose, tomada de la mano con su esposo caminando. Tira los libros dentro de la caja y baja el volumen, para solo ver el rostro de la mujer que sonríe ante algo que su esposo le ha dicho.
Pese a no tener volumen, puede leer el anuncio debajo del video en su luna de miel en Irlanda. La nota dice que se encuentran en Adare, un pueblo de Irlanda cuyo aspecto mitológico producto de la arquitectura popular lo hacen atractivos para los turistas. Archie sabe porque la llevo a ese lugar, lo recuerda exactamente, fue el último lugar en que Rose pasó vacaciones con su familia y al que nunca se animó a ir con él por los recuerdos que tenían. Una vez más descubre que realmente no lo amó en realidad, quizás llegó a quererlo, pero no lo suficiente como a este hombre.
Con el laptop en la mano se queda observando el comportamiento de la pareja. Sonríe nostálgico al darse cuenta que él doctor, está disfrutando de aquello que por años él y Rose soñaron. Está por ingresar el PC, cuando se da cuenta que tiene un pendrive conectado. Una revisión rápida al objeto, le dice que no es la laptop de Beridet, tampoco recuerda el pendrive como posesión de su ex esposa.
Con la curiosidad a flor de piel se sienta, abre y lo enciende. Tamborilea con la yema de los dedos en el escritorio y su cuerpo se tensa al reconocer el nombre que está en la pantalla y pide una contraseña, Erick Saywell. Una fotografía de su dueño cuando era un adolescente, ya ha tenido la oportunidad, gracias a Thomas una amistad que gracias a Dios logró recuperar, supo quién era el miserable y lo que hizo o intentó hacer con Rose, cuando era joven.
Piensa un poco, que clave pondría un tipo como ese y dado la obsesión por Rose, escribe su nombre. El mensaje de contraseña incorrecta le llega y con ella la desesperación por saber que hay dentro de ese PC. Teclea los nombres de sus padres adoptivos obteniendo los mismos resultados y sólo le queda un último intento. Reclina su cuerpo en la silla, apoya ambas manos en la cabeza y piensa un poco más, mira la hora, Beridet es muy puntual, se lamenta no haber hecho esto mucho antes.
—Su verdadera madre —recuerda y teclea el nombre de la mujer, sonríe al ver el reloj de arena moverse y espera.
Una vez logra acceder, lo primero que busca es el contenido del Pendrive y se da cuenta, son los archivos de las conversaciones de una red social entre dos personas. Un hombre y una mujer, Luke Smith Harris y Lady Di, la foto de la chica la reconoce, como la hermana de Gino y varias carpetas de imágenes.
En vista que no tiene mucho tiempo, rebusca dentro de los cajones de su escritorio y una vez encuentra lo que quiere conecta otro Pendrive al laptop. Una vez el archivo empieza a guardarse revisa el contenido del PC, encontrando más archivos con fotos. Una cuenta en Tinder a nombre del hombre de la conversación y con solo un chat abierto, la supuesta Lady D.
Lee rápidamente detalles de la conversación, accede a los ajustes y se da cuenta que es el correo de Beridet. Todo es realmente turbio y se da cuenta que por más que quiera ver a esa familia lejos de Rose, no puede permitir hacerle daño a una niña. Guarda de nuevo el Pc en los cajones del escritorio y piensa un instante que puede hacer.
Busca su computadora al descubrir que son relativamente parecidas y la ingresa en la caja. Sigue con la labor de meter libros, fotos y demás, ingresa varios de los suyos, cerrando la caja y pegando la misma cinta de Frágil.
Ahora no tiene dudas que Beridet, no es la mujer adecuada para él y que cometió un error en casarse con ella, se pregunta si enamorarlo a él no fue solo una de sus tantos trucos. Deja la caja en su lugar, vuelve a llamar a su chofer para que lleve la pesada carga a la sala. Toma un maletín, ingresa el hallazgo junto con el pendrive y sale del estudio.
—¿Necesita que lo lleve? —pregunta el hombre y niega.
—Espera a la señora Beridet, le entregas las cajas y me buscas en dos horas en la clínica—pide y su empleado asiente —no quiero que se lleve más de lo que es, si desea revisar las cajas no hay problema.
—Sí señor, le lideré un taxi — y en veinte minutos está entrando en la vieja estación y pregunta por el capitán Claid Duncan.
— A su derecha por ese pasillo —responde un oficial.
Le sorprende no ser revisado o que le pregunten de parte de quien. Lee uno a uno los nombres en las placas de las puertas, hasta que da con el que desea, toca y espera que le digan entrar.
El bullicio de la estación lo distraen, hasta que un carraspeo lo trae de vuelta a la realidad y mira hacia la puerta. Un hombre delgado de cabello oscuro, lo observa detenidamente, de arriba abajo como quien ve a un insecto.
—¿En qué le puedo servir? —pregunta con voz seca.
Se quita el bolso de sus hombros y lo extiende al hombre en silencio, lo mira con sospecha a uno y a otro sin aventurarse a tomar el morral negro que el hombre le está entregando.
—Soy...
—Lo recuerdo —le interrumpe.
—Encontré esta computadora entre las cosas de mi ex mujer —dice —creo que es de Erik, la contraseña es el nombre de su verdadera madre. —solo entonces toma el morral y lo hace entrar.
—¿Cómo lo encontró?
Le da un detalle fugaz de su mañana y le escucha en silencio, le dice que se topó un chat en un pendrive y una revisión a la maquina le mostró varias fotos y una cuenta activa en Tinder.
—El correo es de Beridet, lo conozco porque he usado su móvil —comenta. —necesito devolverlo, debe haber una manera que usted ingrese a esa laptop desde otro punto.
—Lo hay —le dice—¿Cuánto tiempo tiene?
El oficial enciende el aparato, toma el teléfono ubicado en su escritorio y prácticamente grita a alguien del otro lado que lo necesita urgente. Le responde que metió el suyo y que dirá se confundió, lo que hace al hombre reír.
—Eres un tipo extraño Todt —se burla levantándose al ver a alguien entrar —necesito que ingresar a este pc, desde mi computadora en la casa...no hagas preguntas que sabes no voy a responder y no revises nada.
—Como ordene señor.
—Elimina el contenido del pendrive, que no quede registro de las fotos intercambiadas ni en ese objeto infernal ni el pc. —el chico de unos 26 años asiente por cada orden recibida y Archie ve como sus manos tiemblan cada que Duncan le da una orden.
Deja a un lado el maletín que trae en sus hombros y revisa la laptop. Nota como los dedos del hombre rubio y de aspecto desnutrido vuelan prácticamente entre las teclas del aparato. Parece que en ese lugar adquiere la confianza que no logra obtener en el mundo real, porque sonríe de vez en vez, mientras se ajusta los lentes. Saca el suyo lo enciende y espera reclinando su espalda hacia atrás.
—¿Y bien? —le pregunta su jefe y el chico guarda silencio.
—No puedo acceder al suyo, señor, pero podrá hacerlo desde este —señala el que ha sacado de su morral.
—No fue lo que pedí —grita exasperado y el pobre chico tiembla aterrado —hay fotos allí que tu miserable existencia no puede ver.
—No puedo eliminar las fotos, porque la persona dueña de esto sabrá que fue manipulado señor —empieza a explicarse —lo que sí puedo es ingresar un malware, una vez el abra de nuevo el chat o revise las carpetas, esas fotos se eliminen. El creerá que fue un error suyo y no podrá recuperarlas.
—¿Estás seguro Stewart? —el chico asiente sonriente y gira el computador hacia nosotros.
—Muy seguro —le dice —estas fotos no las verán más que quienes la han visto hasta ahora.
—¿Qué sucede con el pendrive? —pregunto curioso.
Lo mismo, me responde seguro y parece que ha adquirido valor como ser humano por su jefe, pues una vez me entregan la laptop le dice si desea tomarse un café. Salgo de la estación y le marco a Edward quien le dice la mujer no ha llegado.
—Guarda las cajas en el estudio, si llega antes que yo, hazla esperar en el comedor —cuelga la llamada y observa la hora, Beridet es muy puntual no sabe porque no ha llegado a tiempo, pero la razón que sea la agradece.
Toma un taxi, da la dirección de su casa del lado de la puerta de servicio y en todo el recorrido mira una y otra vez el móvil y el reloj. Ambas cosas son indispensables para él, su corazón late apresurado, dándose cuenta que no es un hombre para emociones fuertes. Necesita en su vida, un viento fresco, una nueva vida y quizás un cambio de escenario.
Tiene solo el tiempo justo, pues su chofer le envía un mensaje diciéndole que la mujer está esperándolo. Le responde rápidamente que le ofrezca un té o cualquier cosa para ganar tiempo, ante la mirada curiosa del taxista que no deja de verle con rostro sonriente. Entrega el billete y le dice que se quede con el cambio, mientras sale a toda prisa por el lado del servicio.
Cinco minutos más tarde ha logrado intercambiar los laptops y observa a la mujer entrar por la puerta del estudio.
—Lamento la tardanza —le dice la mujer y Archie asiente.
—Llegaré tarde a mi cita Beridet, pero no creo que a ti te importe mi salud —le responde haciéndose a un lado en el estudio—¿Quieres revisar las cajas? No las he cerrado.
—Confío en ti, es una lástima que no pueda decir lo mismo —le responde y de la garganta del hombre sale una risa fuerte.
—Que lleves un niño en el vientre debería ser un buen motivo para que entendieras mi desconfianza —replica sin inmutarse —¿Qué tal la llevas con el embarazo? —pregunta señalándole una silla.
Viene vestida con un traje rosa de flores blancas y su embarazo de cinco meses ya se nota. Le hubiera gustado decir que no siente nada al verla, pero descubre que su presencia lo altera más de lo que puede aceptar.
—¿En realidad te importa? —pregunta en respuesta y se alza de hombros.
—No, realmente no. Solo quiero llenar los vacíos incomodos con preguntas que carecen de importancia para mí —replica cómodamente —quedas como en casa Beridet, Edward se quedará contigo hasta que revises todo está en orden.
(...)
—Usted no es el doctor Evans —le dice a la doctora que lo recibe.
—Siéntese y relájese —le ordena y sin saber porque lo hace. Tiene ojos color miel, cabello castaño oscuro recogido en un discreto moño a la altura de su cuello y lentes. —el doctor Evans renunció, porque un paciente en particular lo estresó demasiado —comenta con una sonrisa y Archie frunce las cejas. —¿Me puede decir donde ha estado y porque su ritmo cardiaco parece a punto de colapsar?
—Quiero al doctor Evans...
—Y yo que mi hijo logré ser un As para las matemáticas señor Todt, pero no siempre tenemos lo que queremos —le replica y las cejas de
Archie se juntan haciendo de ellas una sola —¿Y bien? —insiste con una ceja alzada—¿no me dirá en donde ha estado?
—¡No! ¿Podría solo hacer su trabajo?
—Estoy haciendo mi trabajo.
—Me está interrogando.
—Eso es parte de mi trabajo —suspira pesadamente empuña las manos y suelta el aire fastidiado, porque no quiere quedar como maleducado ante la mujer.
—Estaba reunido con mi ex mujer —le confiesa y la mujer asiente con una media sonrisa.
—Se cómo es eso, custodia de niños, manutención, eres una bruja, golfa insensible, etc. —por primera vez Archie sonríe y la dama asiente divertida —pero evite esos encuentros, deje todo a manos de su abogado señor Todt.
Se promete hacerlo en silencio y le pide relajarse unos minutos antes de empezar la revisión.
Ese mismo día, en la noche algún lugar de Londres, un hombre en vestido de negro baja por las escaleras del sótano de un restaurante. Llega hasta una puerta en donde ingresa una llave y la hace girar empuja lentamente, se queda un instante adaptándose a la semioscuridad antes de avanzas.
Los gritos de auxilio se ahogan debajo de la seda que cubre los labios de la mujer que permanece esposada a una cama y con varias marcas de jeringa en su brazo. Una vez se da cuenta quien entro abre los ojos aterrada y niega insistentemente.
—¿Me extrañaste? —le pregunta con una sonrisa y muestra la foto que tiene en sus manos —Te preguntaré una vez más ¿Dónde está Erick y su madre? —la mujer empieza a mover sus ojos y el hombre le quita la mordaza.
—¡Púdrete! Maldito enfermo.
—Enfermo Tanned, que se atrevió a cogerse a su enemiga —dice sonriente y le vuelve a cubrir los labios —da igual, yo lo voy a encontrar, me quedaré con su dinero y lo obsequiaré a Moscú. —la presencia de un segundo hombre le hace girar a las escaleras y se encuentra a uno de sus hombres —¡Deshazte de ella!
—¡La encontré! —le dice al acercarse en griego —en Estambul, se casó hace unos días.... Está embaraza Hermes.
—Averigua todo sobre su esposo y cuantos meses de embarazo tiene —le dice y mira a la mujer una última vez —fue un placer Selene, Tanned te envía muchos saludos y te hace saber que recuperó las fotos de su sobrina.
Sale con una sonrisa que está lejos de sentir, una vez en la cocina del elegante restaurante tira todo cuanto hay a su paso. Sus empleados retroceden y salen despavoridos del lugar, al tiempo que el sonido de un disparo se ahoga con el de los cuchillos y objetos de la cocina siendo arrojado al suelo, cuando ya no hay nada a que tirar mueve la pesada mesa metálica y esta a su vez tira un estanque.
—Cuando ponga mis manos en tu cuello ... Aydey... —habla en un murmullo en medio del desastre que ha dejado a su paso su enojo.
Nota: dos actualizaciones mi gente, porque me ausentaré en estos días, un abrazo nos vemos el lunes o el domingo si llegó a tener descanso.
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