CAPÍTULO X
Debía ser una pesadilla, una terrible pesadilla. No podía creer lo que veían sus ojos. Había pensado tanto en Yeon Woo que seguramente estaba confundido.
Sus ojos no se despegaban de ella, se hallaba tan absorto que no conseguía espabilar. Se puso pálido; un frío sudor se le escapaba alrededor de su rostro.
—Hermano, ¿qué haces? Toma asiento —susurró Jin Hwa.
No escuchaba nada, todo parecía desvanecerse, solo podía verla a ella.
Yeon Woo levantó la cabeza para toparse con la mirada anonadada del príncipe Yi Moon. Él perdió fuerza en sus piernas, por consiguiente, cayó de golpe en el asiento, sin dejar de verla ni un solo momento.
Su hermana le susurraba lo hermosa que su nueva cuñada se veía, y la linda pareja que formaría con su hermano.
El príncipe lloraba en silencio. No podía más ver eso. No, no podía estar pasando... Eso no tenía sentido. La única mujer en la que se fijó en toda su vida, iba a casarse con su hermano. "¿Cómo sucedido todo esto? Además de tratarse de una plebeya... Cómo es que llegó a comprometerse con un príncipe".
Estaba perdido...
Se puso nuevamente de pie, iba a gritar que no podían casarse, que él la quería, pero se detuvo, si lo hacía ella pagaría las consecuencias y sería asesinada junto a su familia, en el mejor de los casos recibiría como castigo el exilio. El jamás se lo perdonaría.
Resignado salió de la ceremonia.
—Alteza —lo llamó Hatice—, alteza.
—Déjalo —le indicó la princesa Jin Hwa—. Debe sentirse cansado por el viaje. No te preocupes.
Yeon Woo lo miró alejarse con profunda tristeza. Las lágrimas resbalaron una a una. Todo era demasiado contradictorio. Tuvo la fortuna de convertirse en la esposa de un príncipe, pero no el príncipe al que ella quería, sino su hermano. ¿Cómo podría ver a los ojos de Yi Moon? ¿Qué le dirá? No sé imaginaba la vida que le esperaba, y tenía miedo, mucho miedo.
Esto no pasó desapercibido por Hatice, estaba segura que su esposo y Yeon Woo ya se conocían antes, estaba segura que algo debió haber ocurrido. Ya tendría tiempo para averiguarlo.
El matrimonio se realizó magníficamente según lo planeado. Todos disfrutaron danzando, bebiendo y comiendo.
La novia se escabulló; le dolían las piernas lo suficiente como para maquinar una disculpa. De manera sigilosa y, sin ser vista, se sumergió en los corredores.
—Yeon Woo —la sorprendió el príncipe Yi Moon.
Su porte elegante e imponente había sido vilmente remplazado por uno cabizbajo y acongojado. Y no era para menos, aún no conseguía salir del trance en que se había metido, o más bien, fue metido. El no quiso que sucediera así.
Repentinamente recordó que su hermano había conocido a una joven cuando salió del palacio. ¿Acaso se trataba de ella? Era lo más probable, de otro modo no encontraría el sentido. Seung Jo se enamoró de ella y le pidió a su padre que la otorgara como esposa, y como él lo amaba, cumplió su petición. No encontró otra razón.
—Alteza —murmuró.
Él se aproximó.
—Ahora eres una princesa. Finalmente te casaste con un príncipe, aunque no haya sido conmigo.
Los ojos de la muchacha se tornaron brillosos, a punto de llorar.
—Alteza, será mejor que regrese a la fiesta.
Intentó avanzar, pero él la detuvo del brazo sin importar el escándalo que podría formar.
—Alteza. —Volteó a verlo consternada —. Suélteme por favor.
—¿Por qué?, ¿por qué te casaste con mi hermano?
Yeon Woo tragó saliva y respondió:
—Al igual que usted, tuve miedo, no podía rechazar la orden del rey. Usted me comprende perfectamente alteza —dijo con amargura.
—Es distinto, pudiste rechazar el matrimonio, pero no lo hiciste.
Ella se soltó bruscamente.
—¿Qué esperaba príncipe? Que me quedara sola toda mi vida, o quizá... ¿qué me convirtiera en su concubina?
—¡Yeon Woo! ¿No comprendes que aún te quiero? ¡¿Cómo puedo aceptar esto?! Trata de entender, la mujer que quiero se ha casado con mi hermano, ¿cómo puedo enfrentarlo? Dime Yeon Woo.
—Alteza —rogó.
Le dolía verlo así. Ella sufría también, pero no había nada que pudiesen hacer.
—Respóndeme algo Yeon Woo, ¿fuera del palacio conociste a mi hermano?
¿Por qué preguntaba eso? ¿Qué motivo tenía?
—¿A qué viene su pregunta?
—Sólo contesta.
—Lo vi un par de veces. Él me salvó de unos malhechores.
Su cuerpo se quedó helado. Entonces era verdad, la misma historia que Seung Jo le había comentado. Ahora todo empezaba a tomar forma.
—Tratemos de seguir con nuestras vidas alteza, no tenemos otra opción. —Yeon Woo interrumpió sus pensamientos—. No estábamos destinados a estar juntos, olvídeme porque yo lo olvidaré.
Sin decir una palabra más se alejó del príncipe. Estaba decidida a dejar todo atrás. En cambio, Yi Moon no podía aceptarlo, ni resignarse a perder de eso modo a la única mujer que quiso.
—Alteza, lo he estado buscando —lo pilló Hatice de sorpresa.
Respiró hondo para voltear a darle la cara.
—¿Sucedió algo?
—No alteza, es solo que me preocupé por el modo en que abandonó la ceremonia.
—Me sentía un poco cansado; ya estoy mejor. —Hizo una reverencia y caminó en dirección a sus aposentos.
—Alteza —lo detuvo una vez más—, quisiera hablar con usted.
Lo siguió, casi corriendo.
—¿Qué ocurre, princesa?
—Nos hemos casado, sin embargo, somos completos desconocidos.
—Así son los matrimonios al comienzo; no hay nada que podamos hacer sultana Hatice.
—Podemos empezar a conocernos alteza. ¿Por qué me trata con tanta indiferencia?, ¿no le parezco bella?
El príncipe frunció el ceño y por fin se detuvo a mirarla.
—¿Cómo dices?
—En el imperio de mi padre los hombres venían a diario a pedir mi mano, alabando mi belleza. Sin embargo, mi belleza parece no cautivarle.
—Eres hermosa Hatice.
Ella miró sus ojos, esperanzada.
—Entonces, ¿por qué aquella noche me dejó sola?
El príncipe recordó lo que pasó; esa noche fue en busca de Yeon Woo.
—Lo siento por esa noche, todo fue demasiado repentino.
—Alteza, ¿no siente curiosidad?
—¿Curiosidad?
—Desde que he llegado no han dejado de preguntarme por mi nación, mis costumbres; sin embargo, usted no me ha hecho ni una sola pregunta.
—He estado muy ocupado. Ya tendré tiempo de preguntar después. Ahora necesito dormir. Hasta mañana, que descanses.
—Sí alteza. —Hizo una reverencia, mientras miraba su espalda—. Vas enamorarte de mí, y vas amarme; no serás capaz de ver a nadie más —se dijo así misma.
En los aposentos del príncipe Seung Jo.
Las damas prepararon a Yeon Woo para la noche matrimonial. Estaba muy asustada y nerviosa. A pesar que su esposo parecía ser un buen joven, no tenía sentimientos por él y, por lo que le dijo, él tampoco. ¿Cómo podría entregarse a un hombre que no quería?
Su madre le llenó de consejos, pero los olvidó en cuanto cruzó el umbral de los aposentos. Las manos le sudaban y sus piernas bailaban sin ritmo.
—Está lista alteza, la dejaremos en espera del príncipe —dijo la jefa de las damas.
—Tengo miedo, no me dejen sola.
—Eso sucede siempre, no se preocupe alteza —sonrió la mujer tiernamente—. El príncipe cuidará muy bien de usted.
Al instante se escucharon risitas de las damas más jóvenes. La dama en jefe las fulminó con la mirada, y las muchachas se inclinaron en modo de disculpa.
El príncipe Seung Jo caminaba hacia sus aposentos, seguido por su fiel Tankishei, y guardias. En el corredor se encontró con su hermano.
—Hermano, ¿dónde estabas? No te he visto —dijo en cuanto lo vio.
—Lo siento Seung Jo, me sentía cansado.
—¿Te sientes mejor?
—Sí. Por cierto, felicitaciones por tu matrimonio, tu esposa es hermosa.
—Bueno, no tienes nada que envidiar.
—Por supuesto que te envidio, y mucho —murmuró.
—¿Cómo dices?
Quería soltarlo todo bruscamente, decirle que la mujer que lo tenía en ese estado era su esposa. Estaba seguro que Seung Jo encontraría una solución. ¿Y si no? ¿Y si él se negaba porque la quería?
—Nada, solo te deseaba felicidad —contestó finalmente.
—Gracias, ahora debo irme, descansa.
El príncipe Yi Moon apenas sonrió; deseaba con ansias despertar de esa cruel pesadilla. Prosiguió su camino; en el patio se encontró con su majestad. Hizo una reverencia y cuando estuvieron por cruzarse, dijo:
—Padre real.
El rey sabía lo que le diría, así que con la mirada ordenó a su séquito de sirvientes que se alejaran.
—¿Tienes algo que decirme Yi Moon?
Ambos mirando en sentido contrario, empezaron su charla.
—¿Por qué hace diferencias entre mi hermano y yo? El trono me pertenecía, pero buscó el modo de quitármelo. Quería casarme con la mujer que quería, pero me casó con una extranjera. —El rey estiraba su barba mientras escuchaba atentamente—. Dijo que no podía hacerlo porque no era una mujer noble, pero ha casado a Seung Jo con una plebeya. ¿Acaso él se lo pidió? ¿Usted le otorgó la mujer que él quería?
Por primera vez el monarca lo miró.
—¿Seung Jo te dijo la condición de su esposa?
—El nunca me lo habría dicho.
—¿Cómo lo sabes?
—He salido muchas veces del palacio, no había modo en que no lo supiera.
—Tu hermano no pidió casarse con ella. Ni siquiera la conocía.
El príncipe también lo miró frunciendo el ceño. Si no era esa la razón, entonces, ¿por qué casaría a su hijo preferido con una humilde muchacha?
—¿Por qué la casó con una mujer de humilde estatus? —preguntó consternado.
—Tengo mis razones, príncipe, ¿acaso vas a cuestionarme? Te he casado con una sultana, te he convertido en el yerno del magnífico sultán del más grande imperio. ¿Qué más puedes pedir? Eres ingrato.
Sin decir nada más el rey prosiguió su camino a pasos ligeros. Mientras el príncipe dejaba caer gruesas lágrimas de sus ojos, cargadas de amargura.
—No me interesa nada de eso padre, nada. Lo único que quiero es tenerla junto a mí.
En los aposentos del príncipe Seung Jo.
El príncipe menor llegó a sus aposentos. Los guardias le abrieron la puerta, anunciando su llegada.
Yeon Woo se incorporó rápidamente, su corazón y su cuerpo temblaba de miedo.
Él se sentía del mismo modo. Tragó saliva con fuerza y, sin olvidar su habitual gesto, parpadeó a toda velocidad.
—Vas a quedarte sin manos.
Rompió el silencio sentándose frente a ella.
—Lo... lo siento alteza.
Seguidamente se empezó a morder las uñas.
El príncipe se sentía más nervioso al verla así.
—Vas a lastimarte Yeon Woo.
—Es que están grandes.
El príncipe rio por su espontáneo comentario. Ella no comprendía la razón de su risotada.
«¿Cómo puede reír en un momento así? ¿Y ahora qué hago? Ya sé, comeré mucho».
—Tengo hambre alteza, ¿puedo comer?
—Adelante. —Le señaló la pequeña mesa llena de comida—. Esperaba que dijeras eso, también tengo hambre.
Los dos empezaron a comer un poco más tranquilos. Yeon Woo parecía tener mucho apetito. Estaba maravillada por la comida, era la primera vez que degustaba de un potaje tan delicioso. Intentó tomar una manzana, no obstante, se topó con la mano del príncipe que también intentaba coger la misma manzana.
Ambos retiraron sus manos al instante. Los nervios aumentaron.
—Tómala tú —dijo él, sonriente.
—Gracias alteza. Por cierto, es muy afortunado, ha comido todo esto desde que nació.
—No es verdad.
—¿Por qué no? —Esperó atenta su respuesta.
—Cuando nací sólo fui amamantado.
Rio por la respuesta del príncipe. No parecía ser un joven gracioso, pero la hizo reír. Ya no estaba tan nerviosa.
—¿De qué ríes? —preguntó él, confundido.
—Es que yo me refería a que tú... —Angustiada buscó la mirada del príncipe por haberlo tuteado—. Lo siento alteza.
—No te preocupes, es la costumbre. Cuando nos conocimos no sabías que era príncipe.
—Es cierto. Alteza hay algo que quería darle, pero no pude.
La joven sacó el pañuelo que aquel día él se lo dio en el río cuando lloraba por el príncipe Yi Moon.
—Me había olvidado de ese pañuelo —dijo en cuanto lo vio.
—Gracias alteza.
Seung Jo se limitó a sonreír. Se levantó de su asiento. Ella se preguntaba a donde iba.
—¿Sabes leer?
—No alteza. —Bajó la cabeza avergonzada.
En el palacete fue preparada en etiqueta y ciertos modales. Pero en su mayoría fue preparada para ser buena esposa para el príncipe según las normas establecidas por Confucio. Sumisión ante su esposo. Nunca se atrevió a confesar que no sabía leer.
—Cuando aprendas te prestaré este libro. —Tomó el libro que tenía guardado en una pequeña cómoda.
—¿De qué trata?
—Son proverbios de Confucio, enseñanzas y reflexiones.
—Interesante.
—Así es, ahora te leeré algunos.
El príncipe empezó a leer sin detenerse. Luego de un largo tiempo cerró el libro y volteó hacia Yeon Woo; la vio dormida. Sonrió complacido. Nunca se imaginó que aquella joven que conoció de una manera poco convencional se convertiría en su esposa.
En los aposentos de Hatice.
—¡Atención, su alteza la reina! —anunció un guardia.
La joven alisó sus vestidos para estar presentable ante su suegra.
—Alteza real, buenos días.
—Buenos días Hatice. ¿Has pasado buena noche? —Tomó asiento frente a ella
—Así es alteza real.
—Es necesario que te prepares, y estés lo más relajada posible para hoy, tu segunda noche con el príncipe Yi Moon.
—¿Hoy? —Enarcó los ojos.
—Espero que esta noche sea diferente a la anterior.
Hatice bajó la mirada, pero al instante la elevó implorando su ayuda.
—¿Qué puedo hacer yo, alteza real?
—Te ayudaré, pero debes ayudarte también.
—No puedo obligar al príncipe. Yo pienso que ama a otra.
—De ninguna manera. No ha conocido a nadie antes de ti —mintió recordando la petición de su hijo días atrás—. Y si así fuera, debes emplear tu belleza y seducirlo. Te he traído éste tónico. —Sacó de su pecho un pequeño frasco—. Lo pondrás en su bebida.
—¿Qué es? —Lo tomó con recelo.
—Un afrodisíaco.
—¿Afrodisíaco? —La miró desconcertada.
—Es un afrodisíaco persa. Asegúrate que lo beba. Es tu oportunidad, aprovecha y embarázate.
En los aposentos del príncipe Seung Jo.
La luz del día provocó que Yeon Woo abriera perezosamente los ojos. Tratando de identificar donde se hallaba, se sentó con cautela. Pronto lo recordó, sin embargo, del príncipe no se veía ni su sombra.
—Alteza buenos días —saludó una dama sorprendiéndola.
—Buenos días señora —respondió Yeon Woo tímidamente.
—Alteza. —Inclinó su cabeza—. No me llame así por favor.
—¿Hice mal?
—No debería tratarme con respeto alteza, ambas podemos ser retadas.
—¿En serio?
—Alteza, tráteme como su inferior.
—Qué descortés, usted es mayor que yo.
—Alteza...
—De acuerdo, no se preocupe. Digo no te preocupes.
—Alteza. —Sonrió con discreción.
Dando un último vistazo en la habitación, preguntó:
—¿A dónde fue su alteza el príncipe?
—Fue a practicar artes marciales con el príncipe Yi Moon.
—¿Con él?
—Si alteza.
Yeon Woo volvió a sus aposentos otorgados por el mismo rey. Eran del tamaño de su casa. Poseía dos puertas corredizas tradicionales, una en los aposentos internos y otra para el salón contiguo. El suelo era mostaza y caliente bajo sus pies. Los muebles eran de diferentes tamaños y formas. El biombo poseía llamativas decoraciones de flores y mariposas.
Se cambió de hanbok, escogido por una de las criadas. Luego decidió caminar por el palacio seguida por sus damas asignadas. Era tremendamente extraño. Ya ni contaba con privacidad. Ellas la bañaban y la vestían como si fuese una criatura. Por más que insistía en que podía hacerlo por sí misma, las damas parecían ofenderse.
Repentinamente observó a los príncipes practicar, tal como lo había dicho su dama.
Vestidos de guerreros, los dos fornidos jóvenes luchaban sin hacerse daño. El príncipe Seung Jo era ligero y veloz, mientras él príncipe Yi Moon destacaba por su fuerza.
—El príncipe Seung Jo lo hace muy bien —dijo la dama más madura.
—Así parece. —Sonrió Yeon Woo.
—Desde pequeños, el príncipe Yi Moon ha sido distraído. Cuando estudiaban, su alteza sólo quería jugar con su hermano. A diferencia de su alteza el príncipe Seung Jo que estudiaba con ahínco.
—¿Has estado mucho tiempo en el palacio?
—Así es mi princesa, por ello sé que es muy afortunada al casarse con el segundo príncipe.
—Eso parece.
«Ojalá lo hubiese conocido antes, entonces me habría enamorado de él y nada de esto hubiese ocurrido».
—Princesa
La joven dio vuelta consternada hacia la imagen de la reina.
—Alteza real. —Se inclinó ligeramente.
—Ese no es el saludo que debes dar a tu reina.
—Lo siento alteza real. —Se inclinó a noventa grados.
—Ven conmigo a mis aposentos.
—Si alteza real.
En los aposentos de la reina, ambas se sentaron junto a la mesa de té. La reina le sirvió una taza, pero Yeon Woo no bebía porque no sabía cómo hacerlo. No lo había aprendido en el palacete, la principal institutriz no le había enseñado suponiendo que lo sabía. Era algo demasiado básico para una mujer de la nobleza.
—¿Por qué no bebes?
—Es que... no deseo alteza.
—¿Qué dices?, ¿crees que estás en condición de despreciar a tu reina?
—No alteza real. —Bajó la cabeza, abochornada.
—Entonces bebe.
Sintió miedo. Sin saber cómo coger la taza, bebió el té. La reina la miró con desdén.
—¿No sabes algo tan simple como beber té?
—Lo siento alteza real.
—¿Lo siento? ¡¿Es lo único que sabes decir?! Es por ello que me oponía a que mi hijo se casara con una vulgar plebeya. Te has convertido en la esposa de un príncipe, ¿cómo educarás a tus hijos? ¿Cómo fuiste criada? Eres una completa ignorante.
Yeon Woo sujetó con rabia sus faldones, mientras lloraba sin hacer el mínimo ruido. Nunca se había sentido tan humillada. No conocía de modales porque no había nacido princesa.
«¿Cómo puede hablar de mi crianza? Mis padres me enseñaron a no robar, a no mentir, a no hacer daño y hacer el bien a otros. Madre, padre, hermanas, quiero volver con ustedes, no pertenezco aquí».
—Deja de llorar. Mejor empieza a aprender, que te falta mucho o más bien todo. Ahora vete, luego te mandaré llamar cuando me desocupe.
—Si al... alteza —balbuceó.
La muchacha se retiró, quería dejar de llorar, pero sus lágrimas se avivaban más. Caminó lo más rápido que pudo a sus aposentos seguida de sus damas.
En el patio se encontró con el príncipe Seung Jo. Estaba sudado y ligeramente despeinado.
—Yeon Woo. —La miró consternado.
—Alteza. —Intentó secar sus lágrimas.
—¿Qué ocurrió Yeon Woo?
—Nada importante alteza, disculpe mi impertinencia, pero deseo ir a mis aposentos.
Caminó lo más rápido que pudo.
El príncipe la miró preocupado; se dirigió a las damas que aguardaban afuera de los aposentos. Todas las habitaciones daban al patio. Parecían pequeñas casas en medio de enormes muros de piedra.
—¿Qué ocurrió con la princesa?
Las mujeres se miraron entre ellas, hasta que una se atrevió a decir:
—Su alteza la reina la reprendió severamente por no saber tomar el té.
—¿Mi madre hizo eso?
—Si alteza.
El príncipe observó las puertas de los aposentos de su esposa. Inevitablemente se sintió mal por ella.
«Debe estar muy triste. Mi madre jamás me ha reprendido, sin embargo, cuando le llama la atención a mi hermana, realmente da miedo. Pobre Yeon Woo, debió asustarse. Será mejor que la deje sola».
Caminó en dirección de los aposentos de la reina. Tuvo que atravesar gran parte del palacio para llegar a los aposentos tradicionales de la reina.
Después de haber sido anunciado por un guardia, entró sin más.
—Madre real —dijo con expresión gélida.
—Príncipe. —Lo miró preocupada por su expresión—. ¿Qué ocurre? ¿Tan malo es lo que ha sucedido que te presentas así ante tu reina?
El príncipe se miró, sus ropas estaban sucias y polvorientas.
—Quería hablar sobre la princesa Yeon Woo.
—¿Qué ocurre con la princesa?
—Me enteré lo que sucedió antes.
—No puedo creerlo. No hace las cosas bien, es reprendida, y corre a su esposo a llorar en sus brazos.
—No fue ella quien me lo dijo, madre.
—¿Ah no?
—Alteza real, le pediré que no reprenda a la princesa de ese modo, ella no está acostumbrada a la vida del palacio, no sabe como ser princesa. Tenga compasión de ella y edúquela con amabilidad.
Su madre sonrió.
—Mi hijo, siempre fuiste de blando corazón. Apenas la conoces y vienes a abogar por ella. Ser tan misericordioso no es bueno. Pero, ¿qué puedo hacer?
Siempre reprendo a mi propia hija por su bien, ¿no debo hacer eso con tu princesa? Desde que se ha casado contigo es mi hija también, ¿debo tratarla diferente?
—No alteza real, sólo le pido empatía con la princesa.
—Si me lo pide mi hijo, ¿qué puedo hacer?
—Gracias madre real. —Hizo una reverencia—. Ahora me retiro.
La reina se limitó a sonreír.
«Mi hijo nunca ha reclamado antes, ahora lo hace por esa simple plebeya. No lo sé, pero me pone de mal humor».
En los aposentos de Yeon Woo.
—Alteza, el príncipe Seung Jo está aquí —indicó la dama.
La joven se incorporó rápidamente.
—Alteza —pronunció en cuanto el joven puso un pie en la habitación.
Aparentemente se había dado un baño y cambiado de vestiduras. Olía demasiado bien. Fresco.
—¿Cómo estás princesa? Ya estoy al tanto de todo.
—Alteza. —Inclinó la cabeza—. Debe estar avergonzado por mi causa.
—No tengo porqué Yeon Woo, no tienes la culpa de nada. No te desanimes, pronto te convertirás en una recatada princesa, y serás la envidia de todas las jóvenes de Joseon —aseguró sonriendo.
Levantó la cabeza lentamente y sonrió también.
—Aunque he escuchado que envidian tu belleza. ¿Qué podrás hacer con tanta envidia?
La princesa rio fuertemente.
—Es bueno verte reír, no te preocupes por lo que desconoces. Le pediré a mi hermana que te enseñe modales, aunque a decir verdad no sé qué puede enseñarte ella, si siempre corre en el palacio.
—La princesa Jin Hwa es buena al igual que usted.
El príncipe esbozó una tierna sonrisa. Sus rasgos eran duros, de mentón perfilado y amplio. Su mirada era penetrante y tierna a la vez.
—No te sientas sola Yeon Woo, eres mi esposa y a pesar que nos casaron sin conocernos lo suficiente, te prometo que siempre te protegeré y estaré a tu lado cuando me necesites. Es una promesa.
Los ojos de Yeon Woo brillaron de emoción. Era incapaz de no creer en esa promesa. Ahora estaba más que segura que se olvidaría del príncipe Yi Moon y aprendería amar a su esposo el príncipe Seung Jo. Aunque él no la amase, ella lo amaría, y daría tanto amor que bastaría para los dos.
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