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CAPÍTULO III

Desde que era un niño el príncipe Seung Jo fue instruido en distintas artes y disciplinas; una de ellas la música. Pero sentía que por más que practicara con el laúd, no conseguía obtener la preciosa melodía que alguna vez escuchó de un artista en el palacio.

—Tanki Shei. —Apartó el instrumento.

Su eunuco que permanecía de pie junto a él, bajó la mirada.

—¿Si alteza?

—El talento musical no está en mis manos —dijo entre suspiros.

—Alteza, eso no es cierto, a mí me tomó más de un año aprender a tocar el laúd, sin embargo, a su alteza solo le tomó un mes.

—Sí que sabes levantar el ánimo, amigo mío.

Con una sonrisa el sirviente volvió la mirada al precioso estanque dentro del palacio. No muy lejos divisó a un trío de nobles doncellas que se acercaban con parsimonia; las reconoció como invitadas de la princesa.

Las señoritas conversaban entretenidamente hasta que una de ellas se dio cuenta del segundo príncipe sentado tocando su instrumento.

—Miren doncellas, es el príncipe Seung Jo tocando el laúd.

Las otras dos jovencitas buscaron con la mirada al nombrado hasta que lo hallaron sentado bajo la sombra de un pequeño tejado, sobre una tribuna.

—Se ve apuesto —susurró una de ellas.

—Yo prefiero al príncipe Yi Moon, él es el príncipe heredero, el futuro rey —contestó la que lo había visto primero.

—¿Cómo? ¿acaso no sabes la decisión del rey en esta mañana?

—No me enteré.

—Bueno yo lo escuché cuando mi padre se lo dijo a mi madre. El rey ha propuesto un nuevo decreto en cuanto a su sucesor.

—¿Entonces no seguirán las tradiciones?

—Al parecer no. Realmente el príncipe Seung Jo es más encantador, apuesto, inteligente... Perfecto para mí.

—¿Para ti? De seguro se fija en mí, soy más bella que tú —recalcó con ímpetu.

La señorita Kim que hasta ese momento se había mantenido en sepulcral silencio, sonrió sardónica. Mientras más se acercaban al príncipe, más su mirada se perdía en su porte elegante.

—¡Alteza! —vociferaron en coro, inclinándose a noventa grados.

El príncipe al escuchar las voces femeninas se puso en pie rápidamente para saludarlas. Su timidez no le permitió mirarles a la cara. Siempre ha mantenido distancia con las mujeres, no solo por su manera de ser, sino también por los rumores que circularían en el palacio y fuera de el a máxima velocidad. A pesar que no era el heredero al trono, el solo hecho de involucrarse de más con cualquier doncella, podría traerle serios conflictos políticos y sociales. Sabía estaba en la obligación de actuar con prudencia en cualquier situación.

—Su alteza nos ha deleitado con preciosas melodías —se atrevió a comentar una de ellas con sutil coquetería.

—Muchas gracias —respondió él suavemente bajando aún más la mirada.

—Si no es de mucha impertinencia le pediría encarecidamente que nos instruya en el precioso arte del laúd —intervino otra.

La única que no hablaba era la señorita Kim que aún no lograba salir del hechizo.

El príncipe que luchaba por mantenerse sereno frente a las elocuentes jóvenes, se alivió al vislumbrar a su hermana menor. Nunca había apreciado tanto su llegada como en ese momento. Casualmente se había convertido en su salvadora.

—¡Ya están aquí! —clamó cuando hubo llegado.

—Princesa, la esperábamos en compañía de su alteza el príncipe —dijo una.

—Bien pero ya estoy aquí, vamos adentro.

Sin esperar respuesta las jaló de las manos; con las justas pudieron despedirse del príncipe. La señorita Kim volteó a verlo disimuladamente mientras se alejaba.

—Será mejor volver a mis aposentos —suspiró.

—Sí alteza —contestó su eunuco para prontamente guardar el instrumento.

Estuvieron a mitad de camino cuando una dama de la reina se les acercó con cautela para informarle al príncipe que su madre lo esperaba en sus aposentos para una urgente charla, a él y su hermano mayor. No comprendía que asuntos tendría que tratar su madre con ellos, pero de cierto modo no pudo evitar preocuparse, sobre todo porque su hermano no se hallaba en el palacio. Si la reina se enteraba, un terrorífico castigo caería sobre sus hombros.

En las afueras del palacio.

Yeon Woo ahora lo entendía todo. Es por eso que el guardia no lucía como tal. Pero ahora tenía nuevas dudas. El príncipe estaba en su terreno, y sabía su apellido. Todo le parecía extraño; sin más decidió hablar.

—Alteza, ¿acaso me conoce?

—Shim San —pronunció el príncipe—. Aléjate con los guardias un poco más.

—Si alteza.

Su sirviente y los demás se alejaron cierta distancia, pero lo suficiente para poder observarlo y protegerlo.

El príncipe después de bajarse de su caballo se paró frente a ella, tan cerca que incluso logró divisar el color negro de sus pupilas. El peinado que llevaba era distinto, se había recogido la mitad del cabello y el resto caía libremente hasta su cintura. Sus mejillas estaban sonrojadas. Perfecta. En ninguna de las nobles doncellas que había tenido el placer de conocer había identificado una piel tan bien cuidada como la de aquella plebeya.

—¿Se acuerda de mí? Ayer la conocí en la función. Yo iba vestido de guardia real.

—Sí alteza, lo recuerdo. —Su frente amplia estaba adornada de dos mechones de cabello que caían por los costados.

—Me presentaré, soy el príncipe heredero Yi Moon, aunque ya mi sirviente lo dijo —mencionó nervioso—. ¿Cuál es su nombre?

—Mi nombre es Han Yeon Woo.

—Tu nombre es hermoso.

—Mi padre me lo puso. —Sonrió.

El decidió sentarse bajo el frondoso árbol e invitó a la joven a sentarse a su lado. Seguidamente de acceder, Yeon Woo sacó una manzana de su canasto para ofrecérsela.

—Y esas, ¿las venderás? —preguntó señalando las que aún estaban en el canasto.

—No, son para mi tía.

Charlaron de manera amena y agradable sin tener en cuenta el tiempo. Parecía como si se hubiesen conocido de toda la vida. La enorme distancia que separaba a un noble y un plebeyo se había esfumado por completo.

—Alteza, he escuchado que los príncipes del palacio son tres, usted y dos más. ¿Qué edades tienen?

—Mi hermano tiene diecinueve como tú, y mi pequeña hermana tiene...

Yeon Woo elevó las cejas.

—¿Como? ¿No sabe la edad de su hermana?

—No ¡Por supuesto que no! Es decir ¡sí!, sí lo sé, tiene diecisiete.

—¿Y por qué lo duda tanto? —Emitió una risa burlona.

—Es que...

—¿Acaso no tiene buena relación con su hermana?

—No es eso, es sólo que es algo alborotosa y no encajamos muy bien, se lleva mejor con mi hermano.

—¿Y por qué? —preguntó curiosa.

—Es que mi hermano es más callado, cuando se reúne con Jin Hwa, ella es la que habla más, por eso le gusta estar con él; se llevan bien.

—Ah, eso quiere decir que cuando usted se reúne con la princesa, los dos hablan a la misma vez y no se comprenden.

—¿Qué? ¿acaso dices que soy demasiado conversador?

—Yo no dije eso Alteza —dijo Yeon Woo, sin poder aguantar más su risa.

No pudo parar de reír, se reía con tantas ganas que hizo reír también al príncipe. Él se sentía enamorado, nunca antes lo había estado, y le gustaba estarlo. Lo mismo sentía la muchacha. Sin embargo, se han olvidado lo diferentes que eran, o no querían recordarlo, al menos no por ahora. El, pieza importante de la realeza y ella una simple plebeya.

En el Imperio otomano.

La Sultana Hatice paseaba por uno de los jardines del palacio cuando de repente observó a su hermano el príncipe Boram jugar con Emir pasha. Se detuvo porque decidió mantener una charla con él.

—¡Atención! —vociferó el eunuco que la acompañaba—. ¡La sultana Hatice!

Los soldados presentes se giraron para no ver su rostro. Los hombres no soñaban si quiera con vislumbrar los rostros de las mujeres de no ser extremadamente necesario, a menos que pertenecieran a su harén o su parentela, mucho menos a las mujeres del sultán.

—¡Boram! —exclamó Hatice para que se acercase.

El muchacho corrió hacia ella, mientras el pasha se acercaba a pasos lentos.

—Hola hermana. Le gané a Emir pasha —pronunció entusiasta.

Ella asintió sin emoción alguna.

—Sultana Hatice —saludó Emir pasha, inclinándose ligeramente.

Pasha, ¿va todo bien?

—Sí Sultana, gracias por preguntar. —Cruzó las manos a la altura del abdomen sin levantar la vista.

Pasha.

—¿Si Sultana?

—El príncipe Boram, ¿no debería estudiar en estos momentos? ¿acaso el maestro Sumbul enfermó?

—No Sultana, el príncipe estaba estudiando, pero se aburrió, entonces decidimos salir un momento.

Pasha, eso no debe ocurrir. Boram debe estudiar. ¿Por qué no es exigente como lo fue con Selim?, ¿acaso porque no se trata del príncipe de la corona?

—No alteza, todos los príncipes son iguales ante mis ojos.

Aunque poco convencida asintió.

—Retírate, deseo hablar con mi hermano.

—Como desee Sultana.

Emir pasha se retiró cierta distancia. No entendía el actuar de la Sultana, nunca antes se había ocupado de su hermano, ¿por qué ahora lo hacía? De seguro estaba planeando algo. Siempre fue demasiado consentida. Era muy diferente a sus dos hermanas mayores, la Sultana Gevherhan y la Sultana Epsún. Desde niña había sido muy altanera. Pero no le quedaba de otra, era la hija más querida del sultán Mehmet.

—Boram, ya no eres un niño —dijo ella mirándolo fijamente—, deberías estudiar, de otro modo te quedarás como un ignorante. Eres el segundo al trono y si ocurre una tragedia te convertirás en el príncipe de la corona y luego...

—Selim es el príncipe de la corona.

—Sí, pero no sabemos lo que puede ocurrir, si algo llegase a pasar con Selim, tú serías el sucesor del sultán, ¿comprendes?

—Nada malo le ocurrirá a mi hermano, yo lo quiero mucho.

—Bien, pero en último caso llegase a suceder, tú debes estar preparado —trató de explicar exasperada.

—Sí Hatice así será.

La Sultana pensó en su plan y sonrió satisfecha. Pero ignoraba totalmente lo que ocurriría con ella...

En la dinastía Joseon.

—¿Dónde se ha metido? Ya debería estar aquí. —Se inquietó el príncipe Seung Jo.

Por enésima vez había ido a buscar a su hermano y la respuesta era la misma.

—De seguro ya no tarda alteza —lo calmó su eunuco.

—¿Y si le pasó algo?

—Fue con guardias alteza, no hay de qué preocuparse.

—De seguro se escapó de los guardias para ver aquella joven —murmuró.

—¿Cómo dice alteza?

—Nada, vamos.

—Si alteza.

El príncipe estaba a punto de retirarse cuando llegó su hermano.

—Hermano. —Dio dos largos pasos para estar junto a él.

—¿Dónde te has metido? La reina quiere hablar con nosotros. Debiste haber llegado hace rato. Vamos a verla. —Miró a sus sirvientes y decidió susurrar—. La fuiste a ver, ¿verdad?

—Si la fui a ver —respondió el príncipe suspirando.

Seung Jo lo miró con desaprobación. Estaba feliz por su hermano, pero le preocupaba que aquella joven lo hiciera sufrir, no por ella, sino por las circunstancias de ambos. No tenía idea de cómo iba a terminar su tierno romance; desde luego no tenía altas expectativas. Ojalá su hermano fuese más sensato...

—Mira lo que me dio. —Le mostró la fruta.

—¿Una manzana? —Frunció el ceño.

—Sí, ¿no es bonita?

—¿Quién?, ¿ella o la manzana?

—Las dos.

El príncipe Seung Jo sonrió y ágilmente le quitó la manzana para morderla.

—Tu obsequio es comestible.

Su hermano le dio una mala mirada.

En las afueras del Palacio.

—¡Yeon Woo!, ¿por qué tardaste tanto? —cuestionó su hermana cuando estuvieron solas.

—Estuve con el príncipe heredero, conversamos mucho tiempo y eso me hizo tardar.

Yeon Kyeong no consiguió evitar reírse escandalosamente.

—Hermana, ¿qué tontería dices? Creo que estuviste demasiado tiempo expuesta al sol, lo que provocó que imagines cosas.

Yeon Woo se enfadó al escuchar eso, ¿cómo podía su hermana dudar de ella? ¡Por supuesto que no estaba loca!

—Hermana de verdad eso ocurrió, no estoy mintiendo, ¿cómo podría mentir? Confucio dijo: "Las mentiras son una pesada carga, cuando la verdad aparece la carga se aliviana"

—¿Dónde lo aprendiste? —Frunció el ceño—. Proverbios de Confucio sólo los aprenden los nobles, la familia real y los eruditos.

—Lo escuché del ministro de defensa, cuando fui a entregar las cebollas, él se lo dijo a sus sirvientes, al parecer había ocurrido algo.

—Ah, entonces lo que me dijiste ¿era cierto?, ¿realmente hablaste con el príncipe?

La joven afirmó con la cabeza mostrando su impecable sonrisa, y rápidamente le contó todo lo ocurrido ante la sorpresa de Yeon Kyeong, quien notaba que su hermana menor estaba empezando a enamorarse. Sin embargo, estaba preocupada por ella, ¿es que acaso se había olvidado que él era de la realeza y ella la simple hija de una Mercader?

En el Palacio.

—Madre real —saludaron los dos príncipes inclinándose ante su madre.

—Acérquense príncipes.

Ambos sentaron alrededor de una mesa pequeña.

—Alteza real, ¿algo malo ha ocurrido —preguntó el menor.

—No querido príncipe, la razón por la que los he llamado es para informarles de los cambios que ocurrirán en el palacio.

—¿Qué cambios madre? —preguntó intrigado el príncipe heredero.

—Su Majestad el rey se ha reunido en la mañana con los ministros y han decidido que nombrarán al futuro rey antes de su muerte.

—¿A qué se debe eso, alteza? —indagó Seung Jo.

—Los médicos coinciden en lo mismo, su padre está muy enfermo, no hay nada que lo pueda curar, y el tiempo que le queda de vida no es mucho.

Aquellas palabras hirieron al príncipe Seung Jo. Amaba demasiado a su padre.

—Entonces, ¿cuándo será coronado el príncipe Yi Moon.

—Aquello aún no está decidido, algo inesperado ha ocurrido.

—¿Qué sucede madre? —preguntó Moon.

—Queridos hijos, en la mañana su padre ha decidido que el príncipe Moon no será el futuro rey.

—Cómo dice madre? —cuestionó Seung Jo.

—Es decir no directamente como corresponde. Su majestad el rey juntamente con los ministros, han decidido que cualquiera de ustedes dos que tenga un hijo varón será coronado rey, por ello deben casarse lo más pronto posible.

Los dos príncipes se quedaron atónitos con las palabras de su madre. Ninguno de los dos fue capaz de pronunciar una sola palabra. ¿Casarse ahora?

Al príncipe Yi Moon se le había pasado por la cabeza la imagen de Yeon Woo, por supuesto ella era la indicada. Sin embargo, para su hermano menor no era sencillo, siempre había tenido el deseo de casarse con la persona a la que ame. ¿Un matrimonio apresurado? No funcionaría...

Glosario:

Erudito: Aquel que se encuentra instruido en distintas ciencias, artes o disciplinas. En este sentido, un erudito es una especie de sabio que puede hablar con fundamentos sobre los más variados temas. 

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