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CAPÍTULO II

Yeon Kyeong había llegado finalmente a su casa acompañada de su prometido. El camino de regreso no fue tan largo como el de ida, quizá porque ahora estaba acompañada de alguien más. Además, su hermana Yeon Woo...

—¡Yeon Woo!, ¿dónde está mi hermana? —gritó alterada al no verla.

Como es posible que me haya olvidado de ella. Es que cuando estoy con mi prometido nada más existe... No me di cuenta, me olvidé por completo de ella, ¿se habrá perdido?

Yeon Kyeong no deseaba preocupar a su prometido por eso le dijo:

—De seguro ya está adentro.

—¿Segura? —La miró dudoso.

¡No! Yeon Kyeong dudaba mucho que su hermana traviesa se encontrase allí dentro.

—¡Por supuesto! Puedes irte tranquilo.

Con una sonrisa de despedida, su prometido se marchó. Ni bien lo hizo ella entró a su vivienda a buscar a su hermana, la buscó por todas partes, pero no la encontró. Sabía que iba a ser una pérdida de tiempo buscarla allí, pero la esperanza es lo último que se pierde.

A la única que encontró fue a su hermanita más pequeña, tuvo que ocultarle que Yeon Woo no estaba, porque era seguro que les contaría a sus papás. Se sintió culpable por entretenerse con su prometido y olvidarse de su hermana. Merecía ser castigada.

En la función del amor de la luna y el sol.

Yeon Woo quedó sorprendida, nunca había visto un guardia real como él. Es decir, todos los que había visto eran... bueno diferentes. En cambio, ese tenía algo distinto, incluso no lucía como un guardia real. Si no fuera por el uniforme, creería que era hijo de un ministro, o un príncipe ¡No, por supuesto que no! Un príncipe viendo aquella función, eso solo se le podía ocurrir a ella.

Esbozó una sonrisa ante tales pensamientos, pero tenía razón, ese guardia era simplemente distinto. Incluso estaba sonriendo, y en sus ojos observaba una alegría confortable, lo que nunca había visto en un guardia real, o cualquier soldado que cargaba en su expresión muerte tras muerte.

¿Quién sería?

—Por supuesto pase.

Con dichas palabras el príncipe Yi Moon se retiró a un costado para dar paso a aquella preciosa jovencita.

—Gracias mi señor.

Cuando la jovencita se paró a su lado, le fue inevitable despegar la mirada sobre ella. Llevaba puesto un hanbok que se ajustaba a su silueta. El jeogori (especie de blusa) era de color amarillo y el baerae (faldón) de color rojo. Entonces quería decir que era una mujer soltera. No sabía por qué, pero eso le alegró dn gran manera; su peinado era como aquellos peinados que los ha visto en las mujeres de menor rango en el palacio, dos trenzas salientes de la coronilla uniéndose con el resto del cabello formando una trenza más gruesa y larga que llegaba hasta su cintura ¡Que precioso le quedaba! Además, iba adornado de pequeñas flores que resaltaban aún más su belleza. ¿Y por qué no hablar de su rostro? Sus mejillas se tiñeron de rosa, a lo mejor por el frío, incluso de sus labios esbozaba un rojo natural. Sus ojos grandes adornados de largas y espesas pestañas le otorgaban tranquilidad, y su pequeña nariz...

Unas risas escandalosas lo atarearon.

¿Qué ocurre? ¡Ah! Al parecer lo ha causado el espectáculo, ¡cierto! Lo había olvidado me he perdido más de la mitad de la historia.

Ya no entendía que ocurría en la historia, pero aquello ya no le interesaba, ahora solo se centró en alguien más...

Yeon Woo a veces lo miraba de reojo. Era muy apuesto, pero...

¡No puede ser! El sol ya se va ocultando, ¡ay no!

Si otra vez llegaba tarde sus padres no la dejarán salir, y con lo que le encantaba salir...

La jovencita echó dos monedas en el cántaro y salió lo más rápido posible, ante la mirada atónita del príncipe, quien intentó seguirla mas su sirviente lo detuvo.

—Alteza, ya es momento de regresar al palacio.

Yi Moon no podía hacer nada, su sirviente tenía razón, si lo descubriesen, de seguro les iría mal a los dos. Solo se limitó a decir:

—Shim San, ¿has vistos a aquella jovencita? Deseo que averigües todo de ella.

¿Qué si la vio? ¡Por supuesto que la vio! Se había dado cuenta que su amo no la dejó de ver ni siquiera un momento.

—Sí alteza, como usted ordene.

Por el momento al príncipe solo le restó sonreír y, con aquella dulce sonrisa, retornó al palacio.

En el palacio.

—¡Qué hermoso libro! ¿Lo has leído Tanki Shei? —El príncipe Yi Seung Jo se encontraba en sus aposentos leyendo junto a su sirviente quien tocaba un laúd.

—Sí alteza, lo he leído. Me da gusto que le haya gustado a usted también.

De pronto alguien llamó a la puerta. El sirviente se levantó y se dirigió a ella, ante la mirada atenta del príncipe.

—Alteza, es su hermana la princesa Jin Hwa, me pregunta si...

No terminó la frase porque la princesa entró a los aposentos del príncipe sin esperar ser aceptada.

—Hermano, creí que estabas con mi padre.

La princesa corrió a abrazar a su hermano como si no lo hubiera visto desde hace mucho tiempo. El príncipe no dejó de sonreír al verla. Se había convertido en una joven muy bella, pero como siempre no se comportaba como una princesa. Siempre corría en palacio y hablaba demasiado fuerte, no importaba cuánto la riñeran, ella nunca cambiaría. Tenía la personalidad de su hermano mayor Yi Moon; los dos alegres, llenos de vigor, amigables; tan distintos a él que solía ser callado, reservado y tímido. ¡Cómo le gustaría ser como ellos!

—Sí princesa, hace rato estuve con su majestad el rey, pero luego vine a leer este hermoso libro. —Le mostró agitándolo—. ¿Lo quieres leer?

—¡Por supuesto que no! —Se sentó de golpe—. Ya estoy cansada de leer libros. Mi madre siempre me ordena leerlos. ¡Confucio! De tanto leer sus proverbios hasta sueño con él. Pero si un día no puedo dormir entonces me das tu libro.

El príncipe soltó una carcajada ante el comentario de su hermana.

—Confucio dijo: "El leer sin pensar nos hace una mente desordenada y pensar sin leer nos hace desequilibrados". Por lo tanto, querida Jin Hwa, un libro es el mejor amigo que puedes encontrar; consejos, instrucciones, educación, respuestas, todo...incluso entretenimiento.

—Hermano, ¿estás seguro de eso? —preguntó incrédula.

El príncipe afirmó con la cabeza mostrando una simpática sonrisa ante la mirada incierta de su hermana. Ella pensaba en lo lindo que era su hermano Seung Jo. A pesar de tener la misma personalidad que su hermano mayor Yi Moon, Jin Hwa siempre se ha sentido más cómoda con su segundo hermano, él la comprendía. Recordaba que desde pequeños él había sido su confidente, la había defendido infinidad de veces frente a su madre la reina. Constantemente apelaba por ella, incluso ahora lo hacía unas cuantas veces o bueno ¡varias veces! Además, era más apuesto que el príncipe Yi Moon. Estaba completamente segura que cualquier joven querría tenerlo a su lado. ¡Pero qué decía! No soportaría que alguien más robe el cariño de su amado hermano.

El príncipe decidió codificar algunos proverbios escritos en caracteres chinos, en el idioma popular del pueblo.

—Hermano...

—Dime Jin Hwa. —Introdujo el pincel en la tinta.

—¿No te casarás verdad?

La repentina pregunta sorprendió al príncipe.

—¿Qué dices? —Frunció el ceño dejando el pincel en su lugar.

—Hermano, no debes enamorarte. La otra vez en aquella celebración, vi como la hija del ministro Cheon te miraba sin cesar.

—¿De verdad? —Enarcó las cejas—. Ni siquiera me fijé en ello.

—De seguro te morías de sueño ¿verdad?

—Es verdad, solo quería retirarme a mis aposentos, pero si lo hacía lo iban a tomar como una falta de respeto.

Los dos rieron, Jin Hwa se sentía más tranquila. Será difícil que cualquier joven conquistase a su hermano, él simplemente era diferente...

En las afueras del palacio.

Después de haber corrido tanto, Yeon Woo finalmente llegó ¡Estaba muy exhausta! Había corrido como si alguien la persiguiese. Si sus padres la descubrían fuera de casa a la puesta del sol, iba a ser severamente regañada. Pero la culpa la tenía su hermana por desampararla y centrarse únicamente en su prometido.

Temiendo que sus padres hayan llegado, entró a la casa sigilosamente, encontrándose con sus dos hermanas, Yeon Kyeong, y su hermanita pequeña.

—¡Yeon Woo! ¿Dónde has estado? —la reclamó su hermana enfurecida.

—Hermana yo...

No terminó la oración cuando sus padres entraron acompañados de Yeon Seol la hija mayor. Las tres hermanas saludaron al unísono, pero la más pequeña se apresuró a intervenir.

—Padre, madre, Yeon Woo recién acaba de...

Yeon Woo ágilmente le cubrió la boca, ante la mirada incierta de sus padres.

—¿Qué dices hija? —preguntó su madre.

—¿Por qué cubres la boca de tu hermana? —continuó el padre.

Yeon Woo y Yeon Kyeong se miraron con nerviosismo, finalmente la última decidió hablar.

—No es nada madre, es solo que Yeon Woo recién acaba de... ¡Preparar la cena!

—¡Sí!, sí eso es, recién acabo de preparar la cena, es lo que quiso decir la pequeña Min Hwa. —A quien aún continuaba cubriéndole la boca. Rápidamente se decidió llevarla a su habitación—. Padre, madre, permítanos retirarnos —dijo sin esperar respuesta.

Una vez en su habitación Yeon Woo la riñó.

—¡Min Hwa, no puedes decirles a nuestros padres que recién acabo de llegar! ¿De acuerdo?

—¡Por supuesto que lo haré! —Le sacó la lengua.

—Min Hwa, soy tu hermana mayor, debes obedecerme.

—Estaría mintiendo.

—Escucha. —La tomó por los hombros inclinándose a su altura—. No digas nada y te daré lo que tanto querías que te obsequiara. —La joven buscó en su baúl—. Mira Min Hwa, el sujetador que me pediste, ahora te lo obsequio, pero no debes decir nada. ¿Si?

—¡Nunca diré que llegaste recién! —exclamó la niña emocionada, prácticamente arrancándole el sujetador.

—Shhh, habla despacio. —Llevó su dedo índice a la boca.

—De acuerdo —susurró.

La niña sin decir más salió con el sujetador que tanto quería ante la sonrisa triunfante de Yeon Woo.

En el palacio, en los aposentos del príncipe Yi Seung Jo.

La princesa Jin Hwa se puso de pie sosteniendo sus pesados faldones bordados en plata.

—Querido hermano, ya me retiro a mis aposentos.

—Bien princesa, gracias por tu compañía.

Afuera de la puerta de sus aposentos, el eunuco anunció la llegada de su hermano mayor.

—¡El príncipe heredero Yi Moon!

El joven pasó sin esperar respuesta igual que su hermana menor, con la sonrisa que lo caracterizaba.

—Hermano Moon —saludó Jin Hwa.

—¡Princesa! ¿Qué haces aquí? ¿No tenías clases con el maestro real, ahora?

—¿Eso es verdad? —preguntó Seung Jo.

—¡Ah, lo olvidé! —refunfuñó la princesa llevándose sus manos a la frente.

Salió corriendo lo más rápido posible, seguida por guardias y damas. No podía llegar tarde a sus clases, al menos no esta vez. Sus hermanos la observaron con gracia.

—¿A qué se debe la prestigiosa visita del príncipe heredero? —preguntó sarcástico Seung Jo. Los dos sonrieron.

—Hermano, tengo mucho que contarte, salgamos a caminar.

Los príncipes caminaron juntos bajo la luna llena. El patio del palacio estaba resguardado por muchos soldados y eunucos que seguían a ambos príncipes, pero se alejaron unos cuantos metros mientras estos conversaban.

—Bueno, cuéntame que sucede.

—Hermano, hoy salí del palacio vestido de guardia real y visité el mercado.

El príncipe Seung Jo lo miró con asombro y pensó en lo valiente que era.

—¿En serio? Estoy sorprendido por ello, pero... si su alteza la reina se llegase a enterar...

—Eso no sucederá, está todo controlado. Por supuesto tú no contarás nada ¿no?

—Por supuesto que no. Pero bueno, te ves muy feliz, ¿qué ocurrió?

—Como me conoces...

Seung Jo sospechaba que se trata de una mujer.

—Querido hermano, hoy conocí el amor.

¡Correcto! Se trataba de una mujer, sus sospechas eran ciertas.

—¿Acaso te has enamorado?

—Sí, es que es tan preciosa... —Sonrió tontamente—. La conocí hoy y siento que la conozco de siempre. Los dos veíamos la función de... ya ni siquiera recuerdo la función, solo la recuerdo a ella...

—Realmente has caído en las redes del amor. No sé si sentir lástima o felicidad por ti, hermano.

Los dos rieron nuevamente.

—Pero su nombre, aún no me has dicho su nombre.

—Ah su nombre, su nombre es... —¡Por los proverbios de Confucio! No sabía el nombre de la muchacha que robó su corazón. ¿Cómo no se lo preguntó?—. Hermano, no lo sé.

El príncipe Seung Jo soltó una sonora carcajada. Cuando estaba junto a cualquiera de sus hermanos, siempre terminaba riendo. Ellos le contagiaban de su vigorosa personalidad.

Realmente el amor te vuelve tonto, pensó, pero luego su sonrisa desapareció rápidamente.

—Hermano, no quisiera decirte esto, pero seguro aún no lo has pensado.

—Dime hermano, ¿qué ocurre?

—Es que aquella joven, si estuvo con los mercaderes, es posible que sea una plebeya. Su alteza la reina no permitirá que te unas a ella y mucho menos su majestad el rey, de seguro querrán que te cases con una princesa o la hija de un ministro.

Al parecer no solo a su padre el rey se le olvidaba que su hermano Yi Moon era el príncipe heredero, incluso a él a veces se le olvidaba.

—Es verdad lo que dices Seung Jo, ser príncipe no es hermoso como todos piensan, hay decisiones que ni uno mismo puede tomar.

Todo lo que decía Yi Moon era cierto, sin embargo, ellos no tenían en cuenta, ni se imaginaban lo que la vida les tenía preparado...

En las afueras del palacio.

La familia de Yeon Woo se había reunido a cenar. La mesa estaba repleta de aperitivos preparados por la segunda hija, una de las más hacendosas entre las cuatro.

—¿Realmente preparaste todo esto Yeon Woo? —preguntó el padre incrédulo. Su penúltima hija no era conocida precisamente por su buena sazón.

—Por supuesto que sí padre —respondió nerviosa.

—Apostaría que todo esto lo hizo Yeon Kyeong.

—No padre, no lo hice yo, todo lo hizo Yeon Woo —contestó la pobre, nerviosa. Evitaba mentirles a sus padres, y ahora lo tenía que hacer por su hermana. Yeon Woo siempre metiéndose en problemas...

—Bueno, estaba pensando que la boda de Yeon Seol deber realizarse juntamente con la boda de Yeon Kyeong.

—Padre realice lo que usted considere —intervino la primogénita. Siempre tan recatada, responsable y dedicada; desde pequeña había tenido que cuidar de sus hermanas menores. La más rebelde siempre había sido Yeon Woo.

—¿Padre yo cuando me casaré? —preguntó inocentemente la niña.

—Min Hwa, tú aún eres muy pequeña para pensar en ello —dijo Yeon Woo.

—¿Y tú aún no te casarás? Ya tienes diecinueve.

—Aún no hemos encontrado pretendiente para tu hermana, Min Hwa —intervino la madre.

—Es verdad, además Yeon Woo no se ha fijado en nadie —agregó Yeon Kyeong.

Yeon Woo asintió. Aunque a decir verdad dudaba de ello. Había conocido a alguien que había ocupado sus pensamientos desde que volvió a casa, aquel que lucía como guardia real, era encantador...

Lejos de la dinastía Joseon, en el imperio Otomano.

La sultana Hatice caminaba por los pasillos en compañía de sus criadas. Cualquier esclava que se cruzaba con ella, bajaba la cabeza y se detenía mientras ella pasaba.

—Gulsen.

—¿Si sultana? —Se acercó más para escucharla mejor.

—¿Qué es todo ese ruido?

El sonido de tambores y violines se hacía escuchar fuertemente en esa ala del palacio.

—Hay fiesta en el harén en honor a su hermano el príncipe de la corona, Selim, por volver victorioso de la campaña.

En época de conquista el hijo varón mayor del sultán salía a campaña. Era la buena época del imperio. Grandes tierras y reinos habían pasado a manos del imperio otomano. Y como el príncipe de la corona que era Selim, tenía la obligación de exponer su vida en honor de su reino.

—Ah, una fiesta y no soy invitada. ¿Acaso está presente Gevherhan?

—Sí, su hermana la sultana Gevherhan está presente.

—Era de esperar. —Torció el labio—. De seguro ''mi querido hermano Selim'' la ha invitado. Los dos me odian, me detestan.

—Sultana no diga eso.

—Por supuesto que sí Gulsen, son un par de resentidos. Me envidian por ser la hija consentida del Sultán, además de incitar a mi padre que se casara con mi madre Ayse, y sin esperar se convirtió en la Valide sultana. —Sonrió victoriosa—. Armin, la madre de ese par se quedó como una simple concubina. Por eso me detestan.

En parte las palabras de Hatice eran ciertas, como madre del príncipe de la corona, la sultana Armin tenía el derecho de ejercer como valide sultana, el cargo más alto entre las sultanas, pero el sultán la despojó de ese privilegio para poner a su amada Ayse en el.

—Bueno sultana, no hay nada que podamos hacer —prosiguió su criada.

Aminoraron el ritmo de su paso mientras conversaban.

—Por supuesto que sí, no puedo dejar que mi hermano Selim sea el futuro Sultán. ¿Te imaginas que sería de nosotros? Luego de la muerte de mi padre, de seguro nos despojará a mí, a mi madre, a mi hermana, y no conforme mandará asesinar a los príncipes para que su corona no corra peligro.

—Alá no lo permita sultana. —Elevó ambas manos.

—Amén.

—¿Entonces qué hará sultana?

—Aún no lo sé, pero Selim no puede ser el primero al trono, debo ayudar a mi hermano Boram a convertirse en príncipe de la corona.

—Pero el príncipe Boram es aún muy pequeño.

—Ya tiene trece años, mi abuelo el difunto sultán Beyazied, empezó el sultanato a esa edad, además Boram reinará cuando muera mi padre, por ahora solo debe convertirse en príncipe de la corona.

—Lo que dice es verdad sultana.

Hatice se detuvo al ver a Gevherhan acercándose con una fresca sonrisa en los labios. Tan elegante y descarada. Su sonrisa desapareció en cuanto la vio. Mordió su labio y le susurró algo a su criada, quién sabe qué.

—Sultana Hatice que bueno verte. —Fingió una sonrisa.

No luce nada contenta, seguro se ha enterado de la fiesta —pensó Gevherhan.

—Lo mismo digo, sultana Gevherhan. ¿A qué se debe su impecable sonrisa? —Elevó una ceja.

De seguro es una sonrisa vanidosa. —pensó Hatice.

Esperando su respuesta, giró el anillo de su dedo anular. Gesto que Gevherhan estuvo atenta. Ella siempre hacía eso cuando estaba a punto de atacar, por lo que se imaginó lo que venía.

Ambas se odiaban profundamente, pero no lo expresaban abiertamente.

—¿Es por la fiesta? —continuó Hatice. Sus pupilas se habían agrandado más de lo normal—. ¿Tan divertida está?

Su hermana bajó la mirada con media sonrisa, y la volvió a levantar.

—No Hatice, no es por ello.

¡Acerté! —pensó Gevherhan—. Está furiosa por no haber sido invitada a la fiesta.

Hatice se puso colorada debido a toda la sangre que se había acumulado en el rostro. Estaba furiosa, pero no perdería los estribos. Jamás.

—Bueno sultana Hatice —dijo—, me duele la cabeza, iré a descansar. Nos vemos luego.

Hatice se limitó a expresar una mirada de aprobación y caminó en sentido contrario. Realmente la detestaba, a ella y a su hermano, ojalá no hubieran nacido.

En la dinastía Joseon.

El rey Yi Hwo se encontraba en reunión con sus ministros.

Su trono se alojaba en la parte más alta del salón de la convención, mientras sus súbditos permanecían de pie haciendo varias filas según su categoría y rango. Altos funcionarios de máximo rango, portaban una túnica roja —más oscura que la del rey—, y formaban adelante. Se dividían en dos grupos mirándose frente a frente, de costado a su majestad. Los de siguiente rango, utilizaban túnica azul —más clara que la del príncipe heredero—, y formaban detrás de sus superiores. Y por último, los de menor rango portando túnica verde —más oscuro que la de los eunucos—.

Generalmente las reuniones se realizaban con los funcionarios de primera y segunda categoría, pero esta vez estaban todos presentes.

—Y bien majestad, ¿cuáles son los resultados? —preguntó el primer ministro, lógicamente si levantar la cabeza.

—Todos los médicos coinciden en lo mismo, no me queda mucho por vivir —respondió el rey con un tono melancólico.

—¡Oh majestad! Eso es terrible —mencionó el tercer ministro.

—Bueno no puedo hacer nada ante ello, pero he pensado en esto y he decidido que antes de morir, uno de mis hijos debe ser proclamado rey. Deseo ver a mis nietos.

—Entonces majestad, ¿cuándo debe ser proclamado rey el príncipe Yi Moon? —preguntó el segundo ministro.

El monarca sonrió abiertamente.

—Eso no pasará, he decidido que mi hijo menor el príncipe Seung Jo será mi sucesor.

El comentario del rey dejó atónitos a todos. Al instante se escucharon los murmullos. El primer ministro se atrevió a decir:

—Majestad, pero aquella decisión no va acorde con la tradición; las normas indican que el reinado le pertenece al hijo primogénito nacido de la reina, por lo tanto, el príncipe heredero es su hijo mayor Yi Moon.

—Es verdad —dijo asintiendo—, pero el más apto para ser rey, es el príncipe Seung Jo.

Los ministros mostraban en sus expresiones el desacuerdo con su señor. Tenían que evitarlo como a dé lugar.

Todo esto había llegado a los oídos de la reina, quien rápidamente fue en busca del rey que ahora se encontraba en sus aposentos.

Su sirviente anunció su llegada:

—¡Su alteza real, la reina Jun Hui!

—Que pase.

La reina realizó una reverencia y se acercó. Su esposo le señaló el cojín frente a él. La mujer ni bien se sentó, dijo:

—Majestad, me he enterado de su pronta decisión, no creo que sea lo correcto. —Mostró preocupación con su mirada—. Apelo por el príncipe heredero Yi Moon, él debe ascender directamente al trono.

—Reina, ya he tomado una decisión.

—Pero majestad...

El rey se apresuró a levantarse y retirarse del lugar, pero se detuvo y dijo:

—Todo ello informa a los príncipes.

La reina no podía estar más indignada.

—Sí, majestad —culminó sin intentar decir algo más.

En el patio del palacio.

El príncipe heredero junto a su eunuco principal esperó tras la entrada principal del palacio.

—Alteza, ¿ahora con que excusa saldrá del palacio?

—Shim San, hoy saldré vestido de príncipe, diré que deseo ver a mi pueblo de cerca. Soy el príncipe heredero debo conocer a la gente que deberé gobernar. —Se ajustó la espléndida túnica azul bordada en plata.

—Alteza, bien sabe que eso no es cierto, lo único que desea, es volver a ver a la joven que conoció ayer.

—¡Qué bien me conoces amigo mío! —dijo el príncipe riéndose, luego suspiró profundamente—. Sí, es lo único que deseo...

Los dos montaron su caballo y escoltados por guardias reales, salieron del palacio.

En las afueras del palacio.

—¡Yeon Woo! —llamó la mujer a grandes voces desde el patio.

Ella dejó lo que estaba haciendo para correr presurosa al llamado de su progenitora.

—¿Sí madre?

—Ve al campo y cosecha las manzanas, solo llena un canasto, será para llevarlo a tu a tu tía.

—Sí madre enseguida voy.

En ese mismo instante en otro lugar del pueblo.

El príncipe Yi Moon había estado paseando por el mercado en el que conoció a Yeon Woo, todos los que lo veían se inclinaron ante él sin mirar su rostro.

—Shim San, ¿averiguaste lo que te pedí? —preguntó viendo hacia una niña que vendía gallinas rojizas. Las cogía del pescuezo haciéndolas patalear.

Espeluznante ante sus nobles ojos.

—Sí alteza, la joven es la penúltima hija de la familia Han, es la más bella de sus hermanas; sus dos hermanas mayores están comprometidas. Su economía es estable, su padre es mercader, son de clase baja, forman parte de la plebe y ...

—Suficiente —dijo elevando una mano—, no deseo saber más. —De pronto al príncipe se le había ocurrido una espléndida idea—. Shim San.

—¿Si alteza?

—Llévame a la casa de la familia Han.

—Sí alteza, pero me temo que tendremos que pasar por sus terrenos, para llegar más rápido y no toparnos con tanta gente.

—Bien, entonces vamos por ahí.

No muy lejos de allí se encontraba Yeon Woo, cosechando las manzanas. Lo hacía con un gancho hecho por ella misma. Los árboles estaban muy altos, lo que dificultaba su labor. Decidió descansar un poco y, al voltear, observó que un joven se acercaba a ella escoltado por guardias reales. Su sirviente anunció:

—¡Atención el príncipe heredero Yi Moon!

Yeon Woo, rápidamente se inclinó sin levantar el rostro. ¿El príncipe heredero en los terrenos de su familia? ¿Qué habría pasado?

Minutos antes.

—Shim San, ¿ya estamos cerca?

—Sí alteza, pasamos aquel terreno de manzanas y llegamos.

Cuando se acercaron, el príncipe divisó a la joven que recolectaba manzanas. Agudizó su mirada para comprobar que se trataba de la muchacha de sus sueños.

—¡Espera! —Sostuvo con fuerza las riendas.

— ¿Si alteza? —Repitió la acción de su amo.

—¿Aquella joven que cosecha las manzanas no es la misma que conocí ayer?

El sirviente encogió sus ojos aún más, intentando reconocer a la joven.

—Sí alteza, es ella.

El príncipe no puedo dejar de sonreír. Su corazón latía rápidamente, sentía un aire frío invadir todo su cuerpo, sus manos temblaban ya casi soltó las riendas del caballo. Con el caballo a trote se aproximó hasta la dueña de sus más profundos sueños.

—¿Señorita Han?

La joven se sorprendió al escuchar su apellido, y sin pensar levantó el rostro. Sus ojos no podían creer lo que veían. El guardia en el que ha estado pensando últimamente, ¿era el príncipe heredero?

GLOSARIO.

Hanbok: vestimenta tradicional de Joseon. Existen distintos tipos de hanbok de acuerdo a su uso.

Eunuco: Hombre castrado, en especial el que se destinaba entre los orientales, a la custodia de las mujeres del harén y en algunas naciones a los príncipes y reyes.

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