Capítulo 32
María salió del restaurante atándose el cabello en una coleta alta, estaba de regreso en su isla con el único fin de ver a sus hermanos y quizá a su madre, aunque esta última no lo tenía muy claro porque había cosas que no terminaba de arreglar con ella. De su padre ya ni hablar, desde que se enteró que era hija de uno de los amantes de su madre sintió que no pertenecía a aquel lugar.
Sabía que en su casa siempre se comía y cenaba en familia, pues había crecido con ellos y se sabía de memoria todas y cada una de sus manías.
"Perdón por no haber ido a comer con vosotros, podría decirte que no me llegó el tiempo o que estaba ocupada, pero la verdad es que no me apetecía en lo más mínimo pasar un rato incómodo"
Le dio a enviar, su hermano no tardó demasiado en ponerse en línea y leer el mensaje, al parecer la poca vida social le hacía ver los mensajes a los dos segundos.
"Descuida, las cosas por aquí van de mal en peor. ¿Puedo llamarte?"
La respuesta no tardó en llegar, ella se quedó varios segundos leyendo el mensaje antes de apretar el símbolo del teléfono en la pantalla y esperar a que su hermano respondiera.
—¿Qué está pasando? ¿Está todo bien? —preguntó, intentando no preocuparse de más.
—Olympia se ha escapado, resulta que papá y mamá le habían preparado un matrimonio sin su consentimiento y ella no aceptó... El caso es que no es reciente, de hecho ahora el problema no es solo ese —aclaró la garganta—. Creo que hay problemas de los gordos, en plan mafia o algo así, quizá papá le debe dinero a algún presidente.
—No me encogí extrañaría —admitió, chasqueando su lengua—. ¿Por qué dices eso? ¿Que más ocurrió?
—Tiene gente buscándola porque quiere demostrarle que quien manda es él y que no puede llevarle la contraria. Pero hoy... Bueno, hoy llegó un paquete a casa y contenía el collar que mamá le regaló a sus dieciocho años.
—¿Eso que quiere decir? ¿La han secuestrando?
—Mamá cree que ya está muerta —admitió, tragando saliva—. Papá puso a toda su gente a buscarla porque cree que solo fue una amenaza.
María se echó una mano a la cabeza, soltando un suspiro pesado. Huir de casa siempre había sido una buena opción, no le resultaba raro que su hermana mayor hubiera tomado esa decisión. Las cosas en la monarquía estaban complicadas y al parecer no hacían más que ir a peor.
—Escúchame, Achi, nuestra hermana seguro que está bien... Ya sabes cómo van estas cosas, intenta no pensar demasiado en ello, van a encontrarla y traerla a casa antes de que... —una mano tapó su boca impidiéndole que siguiera hablando.
El pánico invadió su cuerpo de inmediato y se removió para forcejear, el teléfono le cayó de las manos dejando a un Achileas asustado al otro lado de la línea telefónica.
—Vas a venir conmigo y no harás ningún ruido —susurró sobre su oído—. ¿Me has escuchado o te lo tengo que explicar de otra manera, eh?
María asintió frenéticamente, sintiendo el corazón martilleando con fuerza contra su pecho.
Dos hombres se encargaron de llevarla hasta el coche que les esperaba mientras que el otro se agachó para recoger su teléfono y colgar la llamada, acto seguido lo guardó en su bolsillo para no dejar ninguna prueba evidente a la vista.
—No le hagáis daño, no queremos nada de ella —indicó a sus compañeros—. Tiene menos sangre real en las venas que yo. Hacedle llegar el aviso a la casa real... Y también a mi hermano, el villano disfrazo de héroe no dudará en volver a la isla si su novia se lo pide, al fin y al cabo es su hermana la que está en peligro.
—Su hermano se deshizo también de su teléfono, no hay manera de contactar con él a menos que demos con su ubicación le demos la noticia en persona.
—Bien, entonces buscad dónde diablos se encuentra que iré yo en persona a darle la noticia —chasqueó sus dedos antes de acomodarse en el asiento junto a María, que tenía un pañuelo atado en la boca para impedirle hablar—. No te lo tomes como algo personal, bonita, te aseguro que no tiene nada que ver contigo. No matamos a inocentes.
María no las tenía todas consigo, sus ojos lloraban sin parar porque no le creía absolutamente nada a ese tipo. Si estaban haciendo eso con ella podrían hacerlo peor con Olympia, al fin y al cabo ella si era hija de su padre y por ende portaba sangre real.
Cerró los ojos, rezando por primera vez desde que hizo la primera comunión, pidiéndole a Dios y a todos los santos que todo estuviera bien. Tenía mucho que vivir, no podía dejar a su novia Leonor sola en esa mierda de mundo, ni tampoco a sus hermanos. ¡Y Achileas! ¿Cómo estaría el pobre después de haber presenciado como la secuestraban con él al teléfono?
—Venga, no llores que me estás haciendo quedar como el malo —pidió, mirándola mientras negaba con la cabeza. Después desvió la mirada a los asientos delanteros, el que iba conduciendo no decía ni la más mínima palabra, el que se sentaba a su lado iba ensimismado en su teléfono móvil—. ¿Aún no hay respuesta?
—No, el señor dijo que esperásemos.
Apretó los labios, sabiendo que autoridad tenía entre cero y nada, era su padre quien dirigía todo, ninguna decisión podía ser tomada por él. Quizá su hermano había hecho lo correcto al alejarse de todo aquello y vivir su vida sin que nadie le impusiera ninguna norma, pero era demasiado tarde como para arrepentirse del camino que había tomado.
—El señor no está aquí ahora —resopló—. Así que enviad la noticia a la casa real de una jodida vez y encontrad a mi hermano, tenéis hasta media noche.
Sin decir más volvió a acomodarse en el asiento, dejándolos con un sabor amargo en la boca, ¿a quien debían de obedecer?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro