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Capítulo 24


La noche anterior, antes de quedarse dormido, se imaginó muchas cosas sobre cómo sería el despertar del día siguiente... Pero para su mala suerte no fue ninguna de esas, no se despertó para acaríciele el pelo a Olympia y admirarla dormir, ni tampoco despertó al escuchar quejarse por la resaca. ¡Se despertó por los golpes en la puerta que no le dejaron seguir durmiendo!

Intentó no hacer ruido y levantarse sin que ella también se despertara. No eran ni las diez de la mañana, así que apenas pudo dormir cinco horas y pico, maldijo para sus adentros mientras se vestía de manera rápida para poder ir a ver de quien se trataba.

Al hacerlo se quedó de piedra. No era alguien del hotel ni tampoco alguien que se confundiera de habitación, era una de esas personas que no esperaba ni tampoco quería ver.

—Zabdiel, no —fue rápido en decir al ver sus intenciones de volver a cerrar la puerta—. Solo hablemos.

—No tenemos nada de que hablar —espetó—. No sé cómo coño has dado con esta ubicación pero ya puedes ir olvidándote y dar la vuelta para volver por donde has venido.

—Si yo pude dar contigo sabes perfectamente que cualquiera que esté interesado en hacerlo también puede —señaló, apoyando uno de sus brazos en el marco de la puerta—. La chica que has metido en tu cama está en peligro, te conviene escucharme.

La simple mención le hizo poner todos sus sentidos alerta. No solo sabía dónde estaba sino que también sabía con quién. Eso ya era más peligroso, ¿cómo pudo permitir que algo así ocurriera?

—¿Por qué crees que me interesa?

—¿Escucharme? Bueno, porque ella te interesa, sé cómo eres cuando te enamoras. No me tomaría la molestia de venir hasta aquí para contártelo personalmente si no supiera que era algo importante para ti —aclaró, pasándose una mano por el cabello—. Hermano, escúchame...

—No te atrevas a llamarme hermano, hijo de puta —siseó, dando un paso al frente para salir de la habitación—. No vamos a hablar aquí, no cuando ella puede escucharnos.

Lo empujó para hacer que se apartara de su camino y cerró la puerta tras su cuerpo. No quería ni imaginarse la cara que pondría la princesa cuando al despertar no solo no estuviera a su lado sino que tampoco estaba en la habitación. Sería un chasco para ella, pero por mucho que le jodiera tenía que hacerlo.

Bajaron hasta el comedor y pidió un café bien cargado para despejarse, todavía no estaba del todo lúcido para enfrentarse a la tormenta que venía encima de él.

—La monarquía está en peligro, no es un secreto a voces, ¿cuando crees que tardarán en provocar un nuevo envenenamiento o quizá peor, una matanza a sangre fría? —cuestionó—. Te lo digo yo: días.

—¿Grecia es el siguiente país en la lista? —preguntó, él no tardó en asentir—. Bien, gracias por el aviso. Llamaré para informar y que salgan cuanto antes del país, no me lo perdonaría si algo llegase a pasarle a su familia.

—¿Qué hay de ella?

—¿Crees que le pasará algo estando yo con ella? —meneó su cabeza—. Que equivocado estás. Me juré protegerla y así lo haré.

—No puedes hacer juramentos imposibles.

—Imposibles mis huevos —bramó, sintiendo ganas de golpearle la cabeza contra la mesa hasta que perdiera la consciencia. Echó a un lado sus instintos asesinos y sonrió a la mujer que me había traído el café—. Pase lo que pase ella va a estar bien.

—La acabas de dejar sola, quizá no eres tan listo, ¿quien te dice que no fue una distracción para sacarte de allí y así matarla?

Le sonrió con amargura y bebió de su café, saboreando cada trago que por su garganta pasaba.

—Tú, tú me lo dices, porque tú si que eres lo suficientemente listo como para saber que si le hacen algo en mi presencia te arrancaré los ojos con mis propias manos si es necesario —respondió con total tranquilidad—. Nos han educado de la misma manera, la diferencia es que yo viví rodeado de violencia toda la puta vida, a ti te han mimado. Para ti estaba ahí mami para protegerte cuando papi alzaba la voz, pero para mi no estuvo nadie y me tragué los gritos y también los golpes. Hay gente que se vuelve peligrosa por poder, otros por dinero... Y luego estamos los que lo hacemos por amor, pero ten cuidado que el daño que nosotros podemos hacer es letal.

Terminó de beberse el café y dejó la taza en la mesa, le dedicó una última mirada antes de levantarse, viendo cómo no era capaz de decir absolutamente nada a todo lo que acababa de soltarle.

Los humanos vivían con miedo, era algo imposible de evitar y más en circunstancias así, cuando no sabes cuál será tu último día, cuando el riesgo es parte de tu rutina.

Dijera lo que dijera sería inútil así que optó por la opción correcta al callarse la boca.

—Ahora levanta tu puto culo de ahí y ve a lamerle el culo a tu papi —indicó, apoyando su dedo índice en la mesa—. Le dirás que no estamos en esta puñetera isla, que cuando llegaste no había nadie, pero que nos viste partir en uno de los barcos de Rodríguez, seguramente rumbo a la ciudad soñada de Olympia, ya todo el mundo sabe cuál es así que no será una sorpresa. ειναι κατανοητο?

—Entendido —aceptó entre dientes.

Zabdiel asintió en su dirección antes de dar media vuelta y salir del comedor para volver a la habitación. Se le venía el mundo encima, sabía que estaba cometiendo un error al ir contra todos los que tenían más poder que él, pero prefería arriesgarse por ella. Olympia valía la pena y tal y como había dicho su hermanastro, ella le importaba.

Él no tenía nada que perder, ella tenía toda una vida llena de sueños e ilusiones, mucha rebeldía acumulada y muchas reglas por romper. No sería él quien le arrebatara la posibilidad de hacerlo.

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