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Capítulo 21


No les fue difícil dar con el lugar donde se daban las mejores fiestas en la isla, su nueva amiga, la camarera del hotel, había sido de gran ayuda.

Había un restaurante poco conocido en la isla que por el día servía comidas, pero cuando oscurecía cambiaban las luces, ponían música y se convertía en un acogedor pub, era uno de los secretos del lugar que tan solo conocían los que llevaban años allí y los turistas que investigaban a fondo para pasarse unas vacaciones la mar de entretenidas.

Olympia se enfundó en aquel vestido de color rojo que tanto deseaba, se pintó los labios del mismo color y se sintió poderosa, aunque le habría gustado llevar tacones de aguja de esos que la hacían diez centímetros más alta y le resaltaban las largas piernas que tenía.

Su tobillo no se lo había permitido y su guardaespaldas tampoco, así que no quería llevarle la contraria a ninguno de ellos.

Se colocó una diadema de perlas para que el cabello no le cayese por la frente y llevó a juego un collar de las mismas.

—Si, lo que decía, estás de escándalo —murmuró Zabdiel con una amplia sonrisa cuando la vio salir de la habitación. El vestido se le apretaba al cuerpo de la mejor manera, ella sabía bien cómo lucir cualquier cosa que se pusiera.

—Tú también te ves guapo —lo halagó tras darle un chequeo visual.

—Cariño, yo me veo guapo con lo que sea —respondió, imitando lo que ella le había dicho ese mismo día al ir de compras, le fue inevitable reír del tono que había usado como si realmente quisiera sonar igual.

—Ya, el que es guapo es guapo —le hizo saber y se acercó, envolvió sus brazos tras su nuca y le sonrió de manera sincera. Gracias a su altura no tenía que agacharse lo más mínimo, casi tenían los mismos centímetros cuando se ponía tacones, y aún así eran pocos los que los separaban—. Hagamos que esta noche sea brutal.

Quiso responderle que si se lo permitía todas las noches a su lado serían brutales, pero ella no quería enamorarse de él y tenía que concederle el gusto de no conquistarla a propósito. Dejó que fuera ella quien tomara la iniciativa para juntar sus labios y besarse de manera lenta pero apasionada. Amaba los besos así aunque fueron pocos los que dio de esa manera.

Salieron tomados de la mano, como ya se estaba haciendo costumbre entre ellos, y se dirigieron al local. Había bastantes personas, la mayoría turistas, se le notaba ya en el brillo de los ojos y en las estiradas sonrisas.

Una canción de las de reggaeton antiguo empezó a sonar, al parecer el DJ de esa noche era latino y la música en inglés no era su favorita, así que optó por poner lo que a él le gustaba y las contadas canciones que la gente le pedía para bailar.

—¡Bailemos! —pidió Olympia, tirando de su brazo para adentrarse en la multitud y que fueran unos más de ellos.

No reclamó, si algo había aprendido fuera de Grecia era a soltarse en la pista de baile, ¿por qué los guardaespaldas debían de ser tipos rígidos con dos pies izquierdos? A la mierda los estereotipos, él sabía como moverse y no tardó en demostrárselo cuando ella se pegó.

La rubia lo miró sobre su hombro y le regaló una sonrisa, ¿quien se habría imaginado que terminarían la noche así?

—Falta el alcohol —susurró, sabiendo que con la música no la escucharía, pero Zabdiel estaba atento a sus labios y supo leérselos.

—Yo me encargo de eso —besó su hombro y apretó ligeramente su cintura antes de abandonar la pista e ir hasta la barra.

Un camarero sonrió al verlo y no tardó en preguntarle qué quería. Zabdiel, que no le había hecho esa pregunta a Olympia, pidió lo mismo dos veces, así si no le gustaba pues se lo bebería él sin ningún problema.

—Te has entretenido demasiado —le dijo este en cuanto le dejó los vasos en la barra, él lo regresó a mirar confuso sin entender porqué decía tal cosa; el camarero chasqueó su lengua y señaló con la mirada en dirección a Olympia, que bailaba muy cerca de un tipo que no le quitaba la mirada de encima—. Tu novia es hermosa, no me extraña que la mire... Yo de ti iría a marcar territorio.

¿Marcar territorio? ¿Qué manera de hablar era esa? Solo estaban bailando y, tal y como el camarero había dicho, era hermosa, aunque por desgracia no era su novia.

Eso lo angustió. Sintió una punzada en el estómago que no debería de sentir. ¿Por qué iba a molestarle? ¡Celos! Que Dios los tenga alejados que él no era de esos tipos que hacían escenitas por cosas mínimas.

Intentó no darle importancia y se acercó de nuevo, con cara de pocos amigos, al chico que la miraba le fue suficiente para entender que ese no era su momento. Claro que la mirada que le echó a sus bíceps también le ayudó a tomar una decisión rápida: alejarse.

—¡Cariño! —exclamó con alegría Olympia nada más verlo llegar, dejándolo anonadado—. Por fin, pensé que me dejarías con la boca seca toda la noche.

Le arrebató uno de los vasos y le dio un largo trago sin quitarle la mirada de encima.

Así, descarada, era como la quería.

—¿Así que cariño, eh? —provocó, pasando su brazo por su cintura para pegarla a su cuerpo.

—Creo que estos cretinos piensan que estoy soltera y por eso tienen derecho a pegarse —resopló sin dejar de mover las caderas al ritmo de la nueva canción que sonaba.

"Estás soltera" quiso corregir Zabdiel, pero había algo en la mirada de ella que le decía que ya tenía planes para no estarlo... Y eses planes eran con él así que por nada del mundo se atracaría a quejarse.

Atrajo su cuerpo más al suyo y se inclinó para besarla, probando de su boca el alcohol que había elegido para él.

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