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Capítulo 16


Zabdiel fue el primero en despertar al día siguiente, había dormido más bien poco durante la noche así que casi fue un alivio abrir los ojos y ver que los rayos de sol empezaban a entrar por la ventana. Ya era de día. Ya no tenía que seguir fingiendo que podía dormir cuando claramente su mente no estaba para descansar.

Para su sorpresa, Olympia no tardó demasiado en levantarse, quizá por una situación similar.

Salió de su habitación bostezando, todavía con el camisón de seda que se ajustada a su cuerpo y le acariciaba las pequeñas curvas de este. Tampoco se esperaba verlo allí, su primer movimiento fue a su cabello, sabiendo que se vería desordenado porque había estado toda la noche dando vueltas con este en la almohada. Pero al hacerlo también se alzó el camisón, dejándole a la vista más piel.

—Buenos días, ¿no? —alzó sus cejas casi de manera provocativa.

La rubia se avergonzó, pues él ya estaba vestido y su cabello todavía húmedo indicaba que también se había pegado una ducha de la que ella no se había enterado.

—Buenos días —saludó, sonriendo con los labios pegados—. Menos mal que estás despierto, necesito una ducha y no me apetecía despertarte con ella.

—Bueno, habrías sido más que bienvenida, no creo que haya nada mejor que despertar y verte salir del baño con solo una toalla cubriéndote... O sin ella, tampoco me quejaría.

—Veo que tienes buen humor por las mañanas, no es mi caso así que si me lo permites me voy a duchar y después bromeamos todo lo que quieras —indicó guiñándole un ojo para después meterse en la habitación de este para ir al baño. Al principio pensó que había sido un error y que lo ideal sería que hubiera dis baños, pero estaba hasta los ovarios de lo ideal, lo que necesitaba era justo eso, una excusa más para interrumpir en su habitación.

Se duchó de manera rápida, sin pasar minutos de más allí dentro, no quería hacerlo esperar demasiado allí fuera. Suficiente había de tener con haberse despertado antes que ella. Salió con la toalla tal y como él habría querido, pero apenas la miró, le dedicó una rápida mirada antes de brindarle una sonrisa y mirar para otro lado. Olympia casi se sintió ofendida y estuvo tentada a quitarse la toalla frente a él solo para que le prestara un poco más de su atención, pero en su lugar camino de vuelta a su habitación para vestirse fresca y terminar de una vez. Actitudes infantiles a un lado.

—Estoy lista —salió sacudiéndose el pelo, que al estar húmedo parecía más oscuro que de costumbre.

—Estás preciosa —halagó antes de salir del cuarto para bajar al comedor, lo que ninguno se esperaba era que la televisión estuviera encendida y en ella se reportara la desaparición de la princesa junto a muchas fotos de esta para que la gente pudiera identificarla si la veía. Entró en pánico, negándose a seguir allí y se dio la vuelta para correr de nuevo a la habitación.

Zabdiel se mantuvo parado unos segundos con la mirada fija en la pantalla, tratando de leer y escuchar lo que decían. ¿Se ofrecía una recompensa? ¿Cómo cuando se perdía un perrito por el barrio? Cerró los ojos mientras trataba de calmarse y al conseguirlo ordenó el desayuno para llevarlo por sí mismo a la habitación, no iba a dejarla sin comer, ya encontrarían soluciones alternas al problema que era obvio que iban a tener.

—Lo saben, Zabdiel, estoy perdida —declaró, sintiendo unas enormes ganas de llorar, pero por nada del mundo lloraría de nuevo por el mismo tema.

—¿Qué es lo que saben, Olly? ¿Que no estás? Eso no es nada del otro mundo y lo sabes, solo tienes que reportar que no estás desaparecida y que te has marchado por voluntad propia. Que le jodan al mundo, ¿qué más da si eres una princesa rebelde? No serías la única.

—En el momento que hay un notición en plan escándalo siempre empiezan a indagar de más y no estamos como para eso, mi familia no está del todo limpia.

De los hijos que tenían sus padres, dos de ellos eran producto de infidelidades por parte de la madre. Si, por supuesto que él lo sabía, pero nunca se lo echó en cara ni nada por el estilo, a él le convenía seguir con esa imagen de familia perfecta que habían creado hasta el momento. Por eso cuando María y Leonor se fugaron no le dio tanta importancia, al fin y al cabo, ella no llevaba su sangre y a él solo le dolía el cuerpo por los hijos propios.

Olympia estaba harta de eso, pero tampoco era quien para quejarse porque ella sí que era su hija, por mucho que a veces no le gustara admitir.

—No sé hasta cuándo podremos seguir huyendo.

—No se trata de huir, Olly —señaló, sentándose a su lado y tomándola de la mano—. Vas a anunciarlo por redes sociales, algo bueno tiene que tener eso de ser influencer, y después quitarás tu tarjeta y la quemaremos, es la única manera de borrar el rostro. Con el teléfono puedes quedarte, sin datos no tienes nada que perder. ¿Quieres una vida lejos de la realeza? Entonces tienes que hacer algún que otro sacrificio.

—¿Solo la tarjeta del teléfono?

—Y la bancaria, recuerda que eso también se puede rastrear si les da la gana de hacerlo, siento que tengas que decirle adiós a tu dinero pero te recuerdo que yo pobre no soy... Y hasta hace relativamente poco me pagaba tu padre.

—Tú también deberías de tener un chip de rastreo —chasqueó su lengua—. Papá le obliga a los guardias a ponerlo por seguridad.

—Ya, solo a los que se dejan, a mi no me apetecía mucho que me inyectaran un puto chip como si fuera un pero. Lo atrasé todo lo posible y hasta día de hoy no se dio la oportunidad de ponérmelo, así que estamos bien.

¿Pero realmente lo estaban o ya habíamos perdido demasiado tiempo en su supuesta luna de miel?

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