🌼Peonía🌼
Fue un día inquieto y solo deseaba desconectarme. Una vez que terminé de bañarme, el agua resbaló por mi cuerpo y creó un charco alrededor de mis pies.
Me envolví en una toalla blanca que colgaba en la repisa y, al quitar el vaho del espejo, mi reflejo se volvió nítido. Con el dedo índice, recorrí el lugar donde estaban las marcas de mi pelea con Saul y Andrew. Ahora solo eran tenues manchas que se perdían en mi piel.
Al retirar la toalla, el suelo helado se hizo más notorio. Una oleada de nostalgia me puso al borde de las lágrimas. Recordé la época cuando buscaba mi marca. Parecía como si nada hubiera cambiado. Seguía siendo el mismo, el desmarcado al cual otros rechazaban.
Las palabras de Reynold resonaron en mi mente, y aunque consideraba que mi falta de marca no hubiese sido la causa de nuestra ruptura, lo cierto era que él fue quien puso fin a nuestra relación.
Inspiré hondo, en un intento de ordenar mis pensamientos. No tenía sentido pensar en ello. Tomé mi ropa para vestirme en la habitación, donde la alfombra mantendría mis pies tibios.
Cerré los ojos por un momento antes de abrir la puerta y apenas crucé el umbral, escuché un suspiro proveniente de mi habitación.
—Oh, terminaste —dijo Ewart levantando la vista de su teléfono, sus ojos se posaron en mi cuerpo desnudo.
Un grito salió de mi garganta y me apresuré a regresar al baño, cerrando la puerta de golpe tras de mí. Mi respiración agitada se mezclaba con el eco de mis latidos, mientras apoyaba la espalda contra la fría puerta de madera.
—¿Qué haces aquí? —pregunté desde adentro, mientras mi pecho aún palpitaba con cierto pánico residual.
—Bueno, no has contestado ninguno de mis mensajes, y como hoy no has ido a la escuela, me preocupé.
—Anoche arruiné mi teléfono. Creo que debí decírtelo.
Intenté calmar mi mente y ordenar mis pensamientos. Me vestí tan rápido como pude y esperé a que los latidos regresaran a la normalidad antes de regresar a la habitación. Tratando de recobrar la compostura, abrí la puerta del baño nuevamente.
Ewart miraba hacia abajo, visiblemente apenado.
—En verdad lo siento, debí haberte esperado abajo. Tu tío dijo que podía pasar.
No presté atención a sus palabras, en mi mente solo urgía la necesidad de saber si se había dado cuenta.
—Lo viste, ¿cierto?
Me senté sobre la cama y sentí como se hundía cuando él hizo lo mismo y tomó asiento a mi lado.
—Hum... ¿te refieres a tu...?
—Hablo de que no tengo una marca —lo interrumpí. Aunque sí, también me preocupaba lo otro, preferí sacar los pensamientos no deseados de mi cabeza.
—Dom, no tienes que... —estuvo por tocarme, pero retiró su mano apenas notar que me tensaba—. Lo siento no quería incomodarte.
Aparté la mirada, aguantando las ganas de desmoronarme.
—No podrías incomodarme. Es solo que tú pareces destinado a ser popular —solté—, mientras que yo solo soy un desmarcado que aleja a los demás.
Él se acercó más hasta que nuestros meñiques rozaron. Acepté aquel contacto, incapaz todavía de levantar la mirada.
—Déjame señalar algunas de tus cualidades: tu lado gentil, tu sonrisa cuando disfrutas algo, tus charlas sobre los lugares que te gustaría conocer o la manera en que sabes amar, eso te define. Una marca, no.
Con el corazón conmovido, dejé que las lágrimas se deslizaran y me abracé a él, agradecido por sus palabras.
—En verdad, no sé qué hice para merecer a alguien como tú.
La distancia entre nosotros desapareció cuando sus labios se acercaron a los míos. Sentí su mano deslizarse suavemente hasta mi mejilla, y cuando levantó mi barbilla, susurró:
—No se trata de merecer, Dom. Si así fuera, tú mereces el mundo entero... y yo solo quiero ser parte de él.
El susurro de sus labios sobre los míos irradiaba un calor desconocido que recorría todo mi cuerpo y me envolvía en una sensación que no recordaba haber experimentado antes.
Su aroma a orquídeas, su aliento mentolado y su intensa mirada se mezclaron en un mar de sensaciones en las que habría deseado perderme.
—Ewart... ¿Puedo besarte?
Pude sentir como una sonrisa se dibujaba en su rostro.
—Iba a preguntarte lo mismo.
Mi ritmo cardíaco aumentó cuando sus labios avanzaron lentamente hacia los míos, y fue como si el tiempo se detuviera solo para que pudiera perpetuar aquel instante.
Sus párpados se cerraron y los míos le siguieron. Aunque no era mi primer beso se sentía como si lo fuera.
Las frías puntas de sus dedos rozaron la piel de mi cuello, enviando un placentero escalofrío por mi columna. Cuando sus manos se retiraron abrí los ojos y apoyé la cabeza en su pecho, sintiendo su corazón latir al mismo ritmo que el mío.
—Gracias por no rendirte conmigo.
—No podría. No cuando siento la necesidad de atesorar cada uno de los momentos que paso a tu lado.
Su respuesta me hizo sonreír, pero en el fondo una sombra aún pesaba sobre mí.
—Lo siento por preocuparte. Falté a clases porque mi bastón quedó casi inservible y no podía moverme bien sin él.
Me miró vagamente sorprendido, y un instante después inclinó la cabeza. La belleza de la sonrisa que esbozó no tenía comparación.
—No te preocupes. Entiendo que no siempre podemos compartirlo todo. Yo también debería haberte contado que Asher es mi hermanastro.
Me apoyé en su hombro y entrelacé mis dedos con los suyos.
—Definitivamente fue una sorpresa. No lo hubiera imaginado porque no suelo verlos convivir, ¿te llevas bien con él? —pregunté sin moverme, casi susurrando.
En su rostro se esbozó un gesto pensativo y seguido a ello negó.
—No lo malentiendas. No es que me desagrade. Simplemente, todo estaba en su lugar antes de que él y su madre llegaran a nuestras vidas.
—¿Nunca se han llevado bien? Aunque parecen tener más en común de lo que uno pensaría, como haber combinado su color de cabello y su marca.
Su rostro se iluminó con sorpresa, como si fuera la primera vez que se daba cuenta de ese detalle.
—Quizá tienes razón. —Me miró con una sonrisa amable, y luego pareció recordar algo—. Por cierto, ¿te gustaría que le avise a Asher que estás bien?
Sonreí al saber que genuinamente se alegraba por nuestra amistad, a pesar de su propia relación con Asher.
—Sí, por favor.
Ewart asintió y sacó su móvil con la otra mano, sin soltar la mía. Escribió mi mensaje y enseguida una respuesta sonó.
—Dice que se alegra de saberlo y que espera verte pronto.
Asentí, aliviado al saber que no le causaría preocupaciones a Asher. Ewart guardó su móvil y, en ese momento, me miró con una mezcla de ternura y calidez.
—¿Quieres ir a la casa? Seguro que se alegrará de verte.
Lo miré con gratitud, sintiendo una sensación de paz al estar junto a él. Su tono, su presencia... todo en Ewart parecía disipar las nubes que pesaban sobre mí.
—¿Podría ser mañana? Hoy quedé con Camilla, y no tengo forma de comunicarme con ella para cancelar.
—Claro, lo entiendo. Me alegra que tengas buenas personas a tu alrededor.
En ese instante sentí la necesidad de grabar en mi memoria hasta el más mínimo detalle.
Quería atesorarlo todo, cada gesto, cada sonrisa que iluminaba su rostro cuando estábamos juntos, y sobre todo la forma en la que me miraba como si yo fuera el sol y todas las estrellas sin darse cuenta de que, para mí, él era eso y mucho más.
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¡Gracias por leer!
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