🌼Lirio🌼
La gente no te ve a ti. Ve lo que tienes: tu dinero, tu linaje, tu posición.
Y en mi mundo, las etiquetas van aún más lejos. Aquí nacemos marcados, literalmente.
Desde el momento en que llegamos al mundo, una pequeña mancha borrosa aparece en nuestra piel. Con el tiempo, crece, define sus bordes y toma la forma de una flor.
Pero esta marca no es solo un adorno: es un símbolo que lo dicta todo. La belleza de la flor y el lugar donde aparece determinan si te mirarán con admiración o desprecio. Las flores grandes y visibles te elevan; las pequeñas o escondidas te condenan al olvido.
Y en el escalón más bajo de esta jerarquía estaba yo: un desmarcado.
Hoy se cumplía un mes desde que Reynold me dejó. Aunque el tiempo había pasado, aún sentía que todo era reciente, como si hubiera sido ayer.
No lo culpaba. El mundo no me aceptaba, y él tampoco. Nadie lo hacía, al final. No me sorprendía.
Mi paso por el pasillo era lento, el bullicio comenzaba a apagarse y los estudiantes se apresuraban hacia la salida. Yo, en cambio, me apartaba, consciente de que no encajaba. Caminé hacia mi refugio habitual, el rincón detrás de la escuela, el único lugar donde podía estar solo con mis pensamientos.
Pero esa vez no estaba solo.
Me detuve cuando vi a Andrew y Saul, sentados cerca de la pared, conversando en voz baja. Rieron apenas me vieron y no pasó mucho tiempo antes de que sus voces rompieran el silencio.
—Dominick, ¿Qué se siente ser un fraude? —preguntó Andrew con una sonrisa burlona, levantándose hasta quedar frente a mí.
—¿De qué hablas? —respondí, aunque ya tenía idea de a qué se refería.
—¿Cuánto tiempo pensaste que podrías ocultarlo? —le secundó Saul—. Desmarcado.
Mi cuerpo se tensó, y la vieja sensación de impotencia apretó mi pecho. Justo cuando pensé que en preparatoria sería distinto.
—Así que se enteraron —susurré, tratando de mantener la calma.
—No fue tan difícil. Reynold no quería decirlo, pero digamos que a veces las cosas salen solas en una conversación. No me sorprende que te dejara. ¿Quién querría estar con alguien como tú? —dijo Andrew, mirando hacia abajo, como si estuviera examinando algo repulsivo.
Sentí cómo la rabia y la tristeza se mezclaban en mi interior.
—Cállate —dije, apretando los dientes.
Saul dejó escapar una carcajada gutural.
—Oh, ¿te dolió? Lo gracioso es que Reynold incluso te defendió un poco. Dijo que no era tu culpa. ¿Sabes qué? Creo que tiene razón. Tal vez ni siquiera naciste desmarcado. Quizás... algo te la borró.
El rumor. Ese maldito rumor. Lo había escuchado tantas veces antes: "Las marcas desaparecen cuando se sufre un abuso". Obviamente no era mi caso, pero a ellos no les importaría.
—¿Eso fue lo que pasó, Dominick? —insistió Saul, disfrutando claramente mi sufrimiento.
—La perdí en un trío con sus madres, yo habría jurado que era consensuado.
Saul se acercó, con su rostro contorsionado por la rabia. Sus ojos ardían con malicia mientras alzaba el puño.
—¿Qué te crees, idiota? —Su palma impactó en mi mejilla con tal fuerza que volteó mi rostro—. Espera a que toda la escuela lo sepa.
Sentí el sabor metálico de la sangre en la boca, pero me negué a mostrarme débil. Tragué saliva y, a pesar del miedo y la inseguridad que me invadían, forcé una sonrisa.
—¿Van a golpearme? Háganlo. Ya estoy acostumbrado.
Andrew observó todo sin inmutarse demasiado y dio un paso hacia adelante.
—¿Sabes qué, Saul? Creo que este desmarcado necesita una lección. Tal vez así aprenda a mantener la boca cerrada.
Andrew me agarró del cuello de la camisa y me arrojó con violencia. Sentí cómo mi cuerpo golpeaba el suelo áspero y seco, mientras luchaba por recuperar el aliento.
—Oye, creo que va a desmayarse por el dolor —comentó Saul, riendo sádicamente—. Eres un maldito débil.
Sus voces burlescas resonaban en mis oídos como un zumbido, pero pronto se volvieron más y más distantes.
Hay personas que no saben cómo pedir ayuda. Yo era una de ellas.
No lloré cuando el primer puñetazo nubló mi visión, ni cuando los siguientes me dejaron sin aliento. Tampoco me inmuté al sentir la tierra mancharse con gruesas gotas rojas. Pero la rabia y la frustración que se habían acumulado estallaron en un amargo llanto una vez que me quedé solo.
Ahí, en el suelo, hecho un ovillo y lleno de sangre seca y tierra, maldije como nunca ser yo.
Si las diferencias nos hacen ser quienes somos, ¿por qué el resto no podía amarlas? Bah, todo el mundo siente que es único y diferente, pero cuando conocen a alguien que realmente lo es, lo rechazan.
Tomé mi bastón y comencé a dar pequeños pasos. Un traumatismo de mi infancia me obligaba a usarlo, así que los bravucones tenían de dónde escoger para molestarme.
Dominick Decker era todo un fenómeno.
«¿Cuánto tardaste en darte cuenta?», preguntó mi propia voz interna con hosquedad.
A medida que caminaba, noté el cielo cubierto de grises matices que parecían reflejar mi propio estado de ánimo.
Llegué al baño de chicos y me detuve, horrorizado al ver mi reflejo en los espejos. Mis labios estaban partidos y una hinchazón comenzaba a formarse alrededor de mi ojo derecho.
Aunque me sorprendía que llegaran tan lejos, supuse que la parte detrás de la escuela resultó ser un lugar perfecto para evitar a los profesores y a la mayoría de los estudiantes.
Con las manos temblorosas, intenté lavar mi rostro. El agua fría ardía contra mis heridas y me obligaba a contener las lágrimas.
Apreté los puños y recargué la cabeza contra los lavabos del baño. La pregunta volvió a rondar mi mente: ¿Por qué ser diferente tiene que ser tan malo?
Un torbellino de emociones desordenadas se agolpaba en mi mente, cada una exacerbada por la golpiza. Sentía un nudo de tristeza, rabia y frustración creciendo en mi pecho, apretándose cada vez más. Cada intento de respirar se volvía más pesado, hasta que sentí que no podía soportarlo más.
Las manchas oscuras se movieron frenéticamente ante mis ojos y mis rodillas flaquearon. De no ser por el bastón, habría caído.
«No puede estar pasando.»
No escuché los pasos, pero supe que no estaba solo cuando una voz baja rompió el silencio:
—Oye...
Me giré bruscamente, sobresaltado. Frente a mí estaba un chico que no reconocí. Sus ojos esmeraldas se posaron con sorpresa al ver mi estado.
Por un instante, mi consciencia se perdió en su rostro, en los mechones rojizos que caían por su frente y combinaban con la marca de rosa roja en su mejilla izquierda, en sus lunares y en la curva de sus labios intranquilos.
—¿Estás bien? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia mí.
Sus palabras resonaron en lo más profundo de mí, tocando una fibra sensible. No pude evitar apartar la mirada, temeroso de exponer mi vulnerabilidad ante él.
—Sí, lo estoy.
Él soltó un audible suspiro, y sentí que era capaz de ver a través de mi máscara de valentía forzada y captar la tristeza que se ocultaba detrás de ella.
—No hay manera de que crea eso. Estás herido. Y estás llorando.
Froté mis ojos con el antebrazo e intenté con todas mis fuerzas reprimir un sollozo, aunque mi cuerpo no dejaba de temblar.
Él dio un paso más cerca, sin invadir mi espacio, pero lo suficiente para que su presencia se sintiera reconfortante. Sin esperar mi respuesta, quitó la bufanda que llevaba y me la extendió.
—Toma, puedes usarla.
Me costaba aceptar su gesto. ¿Estaba jugando conmigo? La posibilidad de que solo fuera otra broma cruel me hizo dudar antes de tomar la bufanda.
Otro chico se acercó, llamándolo.
—¡Apresúrate o empezaremos sin ti! —gritó.
—¡Iré en un minuto! —respondió y luego regresó su atención a mí—. Deberías ir a la enfermería. Si hay algo que necesites, estaré en el campo del equipo de rugby. Espero que te sirva.
Mientras envolvía mi cuello con la bufanda, una sensación cálida se apoderó de mí. Por primera vez en mucho tiempo, sentí una chispa de esperanza brillando en mi interior.
—Espera, se va a ensuciar si me la quedo —dije, preocupado de causarle molestias.
Pero él solo sonrió suavemente y asintió.
—Está bien, puedes devolverla la próxima vez que nos veamos —respondió, tocando suavemente mi hombro antes de alejarse para unirse a sus amigos.
Y mientras pronunciaba aquellas palabras era como si se llevara pedacitos de mi acostumbrada soledad.
Pero lamenté ni siquiera haber sabido su nombre.
。・。。・゜❁ ・❁ ・❁゜・。。・。
¡Hola de nuevo!
Me complace muchísimo recibirlos en esta nueva historia algo más dulce que las anteriores, espero que les haya gustado este primer capítulo.
Nos leemos en la próxima actualización ♡
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