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🌼Lilas🌼

Asher tuvo el valor de enfrentarse al profesor James. Logró que le propusiera lo mismo que a mí, pero con la diferencia de que decidió no quedarse callado.

Con el respaldo de sus pruebas, muchos otros estudiantes también se armaron de valor y confesaron haber pasado por situaciones similares. Me dolió confirmar que no fui el único al que el profesor hizo esa propuesta repugnante.

Después de esos eventos, la escuela cambió drásticamente. Reemplazaron las puertas, incorporaron una consejera escolar, y comenzaron a realizar evaluaciones anónimas para los profesores.

En cuanto a mi agresor, él fue destituido de inmediato mientras se llevaba a cabo una investigación exhaustiva. El proceso legal fue lento y doloroso, pero nuestras voces estaban siendo escuchadas.

Finalmente, reuní el valor para hablar con mi familia sobre todo lo sucedido. Fue una conversación difícil, llena de lágrimas, frustración y comprensión.

Empecé a ir a sesiones con una psicóloga. Aunque no me sentía menos herido, los pensamientos paranoicos comenzaron a disminuir, y lentamente, sentí que empezaba a sanar.

Una gran parte de estudiantes se solidarizó con el resto, sin embargo, hubo también otros que solo buscaban cómo afectar a los demás y lo único que vieron en aquel acto fue el hecho de que Ash se insinuó a un hombre mayor.

Un día, mientras nos preparábamos para nuestros respectivos clubes, escuché a los miembros del equipo de rugby murmurar entre sí. Las voces masculinas resonaron más fuerte y cuando Ash volteó para enfrentarlos fue golpeado con el bolso de uno de ellos.

—Lárgate de aquí, no quiero tener tus ojos encima de mí mientras me visto, asqueroso marica —gritó Saul y varios de ellos cubrieron sus cuerpos, mostrando estar de acuerdo con sus estúpidas palabras.

Asher respondió con una sonrisa burlona y desafiante.

—No deberías preocuparte por eso. No eres mi tipo. De hecho, nadie con menos de tres neuronas funcionales lo es, así que pueden quedarse tranquilos.

El grupo comenzó a reunirse a su alrededor, como depredadores a punto de atacar a su presa. Sentí impotencia al ver la situación, sin saber qué hacer contra esa horda de adolescentes furiosos.

—¡No te queremos cerca! —espetó Andrew y luego recogió el bolso que le arrojó.

—Tal vez lo quieren dentro, pero les asusta admitirlo.

Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, me arrepentí de mi propia existencia. Sus ojos se agrandaron y sus bocas se abrieron.

Era malo, muy malo.

«Al menos Asher no será el único muerto».

—¿Qué dijiste, imbécil? —escupió Andrew, lanzándome una mirada de muerte.

—Oh, mira, el primero al que le queda el saco —respondí con burla, manteniéndome firme.

Se acercó, empujando mi torso contra la pared. Había desatado el infierno.

—Cuida tu lengua, maricón. Ya decía yo que era raro que siempre estuviera pegado a ti, sucio desmarcado.

—¿Ya terminaste o seguirás diciendo estupideces todo el día?

Andrew intentó empujarme de nuevo, pero en un arrebato, golpeé su cráneo con mi bastón. Cayó aturdido al suelo, mirándome con puro odio.

El grupo se dividió: algunos parecían listos para lanzarse sobre mí, pero otros los detuvieron. Insultos y gritos llenaron el aire. Los golpes estaban a punto de comenzar cuando la puerta chirrió al abrirse y el capitán del equipo de rugby entró, deteniendo a todos en seco.

—¿Alguien quiere explicarme qué está sucediendo? —preguntó con tono severo.

El silencio fue incómodo. Nadie respondió hasta que Saul rompió la tensión.

—Sucede que no queremos compartir espacio con un maricón —dijo y un par de ellos lo apoyaron—. Es él o nosotros.

El capitán del equipo frunció el ceño, incapaz de disimular su disgusto.

—No me interesa tener animales sin raciocinio en mi equipo. Si quieren irse, tomen sus cosas y...

—No te molestes, capitán —interrumpió Ash, recogiendo su bolso con una mano y entrelazando la otra con la mía—. Nosotros nos vamos.

Tan pronto como pusimos un pie fuera del vestuario, mi confusión se hizo palpable.

—Espera, Ash, ¿qué haces?

Me abrumaba lo rápido que todo había cambiado. Ver a Ash abandonar algo que le importaba me angustiaba profundamente.

—No voy a quedarme en ese sitio y no pienso dejarte a merced de esos idiotas.

Solté un suspiro frustrado, sintiendo la mezcla de impotencia y rabia formándose en mi pecho.

Una vez que estuvimos lo suficiente lejos, Ash frenó y se volvió hacia mí, como si quisiera asegurarse de que no estaba lastimado.

—Lo siento —murmuré, aún desorientado—. No debí provocar todo esto. Ahora, por mi culpa...

—¿Tu culpa? —me interrumpió con una risa ligera—. No te atribuyas tanto, petirrojo. Yo ya era gay antes de conocerte.

Llevé mi mano libre a mi hombro opuesto y aparté la mirada, todavía abrumado.

—Pero antes de conocerme, no tenías que lidiar con el rechazo.

El revuelo en mi estómago se intensificó. Ash me había dado tanto, y todo lo que había recibido a cambio eran rechazos, una mala reputación y constantes pérdidas.

—Las personas idiotas lo son sin más —dijo con una serenidad que apenas ocultaba el cansancio—. Sus burlas no son por enfrentarme al profesor, ni por ayudarte, ni por lograr que lo destituyeran. Son por lo que soy.

Me quedé callado un momento, dejándome invadir por la realidad de sus palabras. Aun así, no podía sacudirme la sensación de que todo había empeorado por mi culpa.

—El antiguo Ash no habría sido objeto de sus críticas —susurré, sintiendo un nudo en la garganta.

—¿Y por qué crees que es tu culpa?

—Si no fuera por mí, no tendrías que haberte enfrentado al profesor. Ni siquiera pude hacer nada por ti...

En sus ojos se asomó un atisbo de tristeza y tuvo que apartar la mirada.

—Soy yo quien no pudo hacer nada por ti —su voz estaba cargada de un dolor que no esperaba escuchar—. Comparado con lo que tú viviste, todo esto no es nada.

Pronto entendí que Ash sufría todavía por el incidente con el profesor, que cargaba con un peso que no le correspondía.

—Ash, deja de torturarte. No fue tu culpa. Nunca lo fue.

—Y esto tampoco es tu culpa —respondió con firmeza.

—Pero...

—Las decisiones que tomé las hice por mí mismo y las volvería a tomar igual. Lo hice porque eres importante para mí.

—También tú —respondí un poco avergonzado— también eres importante para mí.

La luz llenó sus ojos, volviéndolos cristalinos.

—Entonces estamos bien —respondió, ofreciéndome una sonrisa reconfortante.

Comenzamos a caminar lentamente sobre la hierba fresca. Cada paso era una reconciliación silenciosa entre nosotros.

—Pero acabas de dejar el club que te gustaba —insistí.

—En realidad no me gustaba tanto —dijo con tranquilidad—. Además, ahora tendré más tiempo para verte en las prácticas.

Me rendí ante su obstinación, cuando se lo proponía era imposible hacerle cambiar de parecer. Incliné la cabeza hasta apoyarla sobre su hombro.

—Tal vez Alana pueda ayudarte a entrar al club de arquería.

—¿Quieres que alguien termine atravesado con una flecha? —respondió con una chispa de humor en sus ojos.

Me mordí el labio para no echarme a reír.

—Depende de quién sea.

Y entre risas, nuestros pasos se fundieron en un suave compás mientras continuamos nuestro recorrido, entre el canto de las aves y el silbido del viento.

Nuevamente mi mundo volvía a erigirse. Pero siempre alrededor de él.


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Mis niños ToT

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