🌼Geranio🌼
El silencio reinó por un instante en aquel lugar, solo interrumpido por mis sollozos. Mis lágrimas empapaban el regazo de Ash mientras el dolor y la desesperación me abrazaban con fuerza. Sentía como si estuviera sumergido en un abismo oscuro y sin fin del cual no volvería a levantarme.
—Es tan conmovedor ver cuán frágiles son las personas —escuché la voz retorcida de Royce resonando en la habitación.
Era patético. Ash me necesitaba y todavía no podía rendirme. Apreté la mandíbula y cerré los puños, dirigiendo una mirada desafiante a Royce.
—No te lo perdonaré —repliqué con firmeza, pero su expresión seguía impasible, como si mis palabras fueran insignificantes.
—Todavía queda una marca, como me agradas te daré dos opciones: prefieres quitarla o dejar que sea yo quien la quite —propuso Royce con malicia.
Recordé el pasado de Ash y la marca de Alec, y un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Ash tuvo que enfrentar una elección similar?
—¡No te atrevas! —grité.
La sonrisa burlona de Royce se profundizó y se inclinó para alcanzar la marca de tulipán en la espalda de Ash.
—Siempre he tenido que hacer lo que es necesario, Dominick. El mundo es un lugar cruel, y tú aún no lo entiendes —su voz resonó llena de desdén.
—No dejaré que le pongas una mano encima.
Logré embestirlo, tirándolo al suelo. El impacto nos sacudió a ambos, pero antes de que pudiera inmovilizarlo, Royce usó su brazo libre para apartarme de un golpe seco en el pecho. Sentí cómo el aire abandonaba mis pulmones y caí de espaldas, jadeando.
—No tienes la fuerza —dijo con una sonrisa burlona—. Siempre has necesitado a otros para salvarte.
Me reincorporé como pude, las piernas temblando bajo mi peso. Sabía que mi fuerza física no se comparaba con la suya, pero no podía darme por vencido. Mi mente seguía martillando con la misma idea: Debía luchar, debía resistir.
Estuve a punto de lanzarme sobre él de nuevo, pero esta vez Royce fue más rápido; logró agarrarme del brazo y me empujó contra el suelo, inmovilizándome. Luché por liberarme, pero su peso sobre mí era inamovible.
La sangre se deslizaba como un hilillo hasta mis labios. Pero no sentía dolor, solo una rabia creciente que quemaba mis entrañas.
—Será mejor que desistas —prosiguió Royce, su tono casi condescendiente—. Obviamente, no tengo interés en lastimarte. ¿De qué serviría un mundo sin nadie que me ponga a prueba?
En un último intento logré girar, encajando el codo en sus costillas con la suficiente fuerza como para desestabilizarlo apenas.
Royce gruñó, su semblante cambió brevemente de diversión a irritación. Aproveché ese instante y, con un impulso desesperado, mis manos se cerraron en torno a su piel, apretando con toda la determinación que podía reunir. Rogué en silencio que la inconsciencia lo abrazara pronto, pero él no se rindió sin más.
El miedo y la rabia se mezclaban en mi interior. Sentí que mi control comenzaba a quebrarse. Fue entonces cuando Royce me empujó y se levantó.
—Espera... Royce, no lo hagas —dije, mi voz saliendo apenas como un susurro.
—Ruega un poco más —susurró—. Quiero oírlo. Quiero sentir cuando te rompas.
Mi visión estaba borrosa por las lágrimas y el cansancio. Mi respiración se entrecortó cuando mi mirada desenfocada se posó en el extremo de la habitación y miré a Ash levantado.
—Exactamente lo que quería —susurró Royce, acercándose con una lentitud inquietante—. Pero... ya casi termina, no queda mucho tiempo.
Ash se tambaleó, pero sus ojos ardían con una determinación que no había visto en él. Se irguió, desafiante, aunque sus piernas apenas lo sostenían.
Royce dio un paso más, pero justo cuando iba a extender su mano hacia Ash, la puerta de la habitación se abrió de golpe.
—¡Alto! —gritó una voz desde el umbral.
Royce permaneció quieto, con la mano extendida a medio camino. Unos oficiales de policía entraron rápidamente, rodeándolo y apuntando sus armas hacia él.
—Ah, justo en el momento más divertido. Tal vez debí esperar para llamarlos.
La presencia de la policía no parecía asustarlo; al contrario, Royce sonreía con una satisfacción perversa. Un par de oficiales se acercaron y lo redujeron al suelo, colocándole los grilletes. No opuso resistencia, como si todo aquello hubiera sido parte de su plan.
—¿Royce Williams? —preguntó uno de los agentes—. ¿Fue usted quien nos llamó... para esto?
Royce soltó una risa ronca, ignorando la presión de las manos de los oficiales en sus hombros.
—¿Para qué otra cosa? —murmuró con un tono burlón—. Tenía que asegurarme de que vieran el final, ¿no creen? —Luego, lanzó una mirada furtiva hacia nosotros, con una sonrisa que parecía disfrutar de la incertidumbre en el rostro de los agentes.
Uno de los oficiales se volvió hacia mí, sus ojos pasando de Royce a nosotros con una mezcla de inquietud y desconcierto.
—¿Están bien? ¿Alguno de ustedes necesita ayuda médica?
Asentí, haciendo un esfuerzo por calmar mi respiración.
—Yo estoy bien, pero Ash... él está herido. Ayúdenlo, por favor.
Los oficiales intercambiaron una mirada rápida y se movilizaron. Mientras dos de ellos continuaban controlando a Royce, otros dos se dirigieron a Ash y, con cuidado, lo sentaron para examinarlo.
—Tranquilo, chico, estás a salvo —le dijo uno de los agentes mientras revisaba sus heridas visibles—. Ya viene un equipo médico en camino.
La adrenalina comenzó a desvanecerse, dejando espacio para el dolor y el cansancio que se arremolinaban en mi cuerpo. Cojeando, avancé hacia Ash, apoyando mi peso en mi pierna sana. Mis pasos eran torpes, pero al final logré acercarme.
Quise sostener su mano, pero Ash rehuyó el contacto, su cuerpo tenso y agotado.
Sentí mi labio inferior temblar mientras apoyaba mi frente contra la suya. Nunca fui bueno con las palabras, y ahora menos que nunca sabía qué decir o hacer para consolarlo. La rabia y la angustia todavía latían en mi interior, pero no se comparaban con el dolor de ver cómo la expresión de Ash se desmoronaba ante mis ojos.
—Por favor, no me toques. Si lo haces creo que voy a llorar —murmuró con voz temblorosa.
Fue como si el mundo se hubiera desmoronado en silencio. Mi sentir anterior cambió a algo más profundo, algo devastador.
—Tú eres quien me enseñó que estaba bien llorar —susurré—. Que no teníamos que cargar con todo solos... así que, por favor, no me apartes.
Ash tembló bajo mi toque, y sentí cómo sus barreras cedían al fin. Un sollozo escapó de sus labios antes de que, finalmente, se dejara caer en mis brazos, hundiendo el rostro en mi hombro. Lo rodeé con cuidado.
Pero, de pronto, algo extraño sucedió. La misma que lo había atormentado y que ahora era parte de él, comenzó a atenuarse frente a mis ojos. Mi corazón latió desbocado ante la extraña escena, sin entender qué estaba sucediendo.
—Espera, Ash, no... ¿qué está pasando? —murmuré, sin poder comprender.
Escuché la risa retorcida de Royce. Gritaba de júbilo, poseído por un placer siniestro con los ojos muy abiertos.
—¡Lo hiciste! ¡Quitaste la marca! Vengaste a una flor y ahora, también hay un monstruo dentro de ti.
Quería que callara, que Ash no tuviera que escuchar. Pero en cambio él lo miró con determinación.
—Puedes borrar lo que se ve, pero nunca podrás tocar lo que está en lo profundo.
Mientras hablaba, una mancha roja empezó a extenderse en su mejilla. Poco a poco, se fue delineando hasta convertirse en una nueva versión de su marca original. La esencia de quien era, de lo que siempre había sido, renacía frente a nosotros, como una prueba de que su espíritu no podía ser apagado.
Por un instante, todos en la habitación quedamos en silencio, asombrados ante lo que veíamos.
—¡No es posible! —exclamó Royce, desconcertado, con el rostro pálido de incredulidad—. ¿Cómo hiciste eso? ¡Eras un desmarcado!
—Crees que lastimando a las personas puedes arrancar lo que son, pero no entiendes nada. No importa cuánto lo intentes, la verdadera esencia de alguien es mucho más grande de lo que tú podrías imaginar.
Royce, derrotado, se retorcía en un intento de liberarse, incapaz de procesar cómo su plan había fracasado.
—¡Suéltenme! Esto no tiene lógica. Las marcas no funcionan así, ¡No puedes recuperar lo que has perdido!
Miró alrededor, desesperado, pero pronto, la expresión de su rostro cambió. Algo en su mirada se quebró al ver cómo las marcas que había robado comenzaban a desvanecerse ante él.
—Eso es todo para ti, Williams —anunció uno de los agentes, empujándolo hacia la salida.
Royce no respondió. Su cuerpo se hundió en un silencio abrumador mientras lo arrastraban, completamente vacío, como si todo lo que le quedara ya no tuviera importancia.
Mientras los oficiales se llevaban a Royce, nuestros ojos se encontraron, transmitiéndonos un cúmulo de emociones. Sabíamos que el camino hacia la recuperación aún sería difícil, pero juntos podíamos enfrentar cualquier obstáculo.
—Deben enfocarse en descansar y recuperarse —dijo el oficial que atendió a Ash—. Royce no volverá a acercarse a ninguno de ustedes.
Le agradecimos, y él permaneció cerca, observando de reojo, como asegurándose de que todo estuviera bajo control mientras esperábamos al equipo médico.
—Terminó —susurró Ash, con una voz débil, pero tranquila.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro, aunque las lágrimas seguían surcando mis mejillas.
—Sí, todo terminó, Ash.
Con esas palabras, sentí que finalmente podíamos respirar. El peso de la pesadilla finalmente se había desvanecido.
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Respiren también florecitas, ya nos deshicimos de Royce por ahora
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