🌼Diente de león🌼
Esa noche tuve un sueño inquietante con Ewart. Él estaba solo y angustiado, esperando por mí en algún rincón desconocido, aferrado a la última pastilla en el frasco. Pero, cuando llegué, él parecía incapaz de verme.
Un ardor recorría mis ojos cuando los abrí. Me sentí como un pésimo amigo por haber estado tan inmerso en mi mundo que no fui capaz de reparar en la tormenta que los demás arrastraban.
Permanecí sentado en la cama hasta que mi corazón se calmó. Al cabo de unos segundos, mi vista se posó en el buró, justo donde se encontraba el cuaderno de Ewart.
Gateé hasta alcanzarlo y miré nuevamente la penúltima página. Estaba hecho un lío, pero sabía que necesitaba hablar con él.
Tomé mi bastón y, envuelto en una manta, deslicé los pies por el suelo, con pasos temblorosos. Aunque estábamos en primavera, los días seguían siendo fríos.
Miré por la ventana. La ciudad aún dormía bajo el manto de oscuridad y las estrellas se escondían tras varios nubarrones que pronosticaban una lluvia matinal.
Salí al balcón a trompicones y me senté, aferrado a la manta.
Permanecí allí hasta que los primeros rayos de luz se filtraron en el cielo, y entonces, por fin, me dirigí a buscar a Ewart.
Las calles estaban desiertas y frías, con un aire de tristeza. Aun así, el silencio que parecía ser absoluto no daba paso a la tranquilidad.
Al llegar a su casa, los narcisos yacían aún bañados por el rocío de la mañana. La señora Jude abrió la puerta y su rostro reflejó una mezcla de sorpresa y curiosidad al verme.
—Hola, Dominick —saludó apenas me vio—. Aún es muy temprano, ¿en qué puedo ayudarte?
Un nudo en mi garganta creció junto a la sensación de pesadez en mi estómago que me advertía que estaba a punto de cometer un error.
—¿Está Ewart? —pregunté, elevando la mirada hacia ella. Sus ojos verdes brillantes me observaron con seriedad.
—Lo siento, él está ocupado —respondió con un tono adusto, sin dar lugar a más esperanzas.
Sus palabras me desanimaron, pero mi deseo seguía latente.
—¿Debería volver más tarde? —insistí, aunque sabía que las posibilidades eran escasas.
—Si te soy sincera, preferiría que no. Es hora de que dejes a Ewart vivir, tal vez duela, pero el dolor desaparecerá con el tiempo, igual que todo.
Agaché la cabeza. El miedo que había sentido en la noche se intensificó. Me pregunté si ella podía notarlo, si sabía que aquel encuentro podría sanarnos.
—En verdad necesito verlo —insistí, dejando que la urgencia se filtrara en mis palabras.
Cerró la puerta tras ella y sus gestos se suavizaron en una expresión más comprensiva.
—Domi, tal vez pienses que soy una mujer fría y que no me importa, pero Ewart es mi hijo. Lo amo y no me agrada que ni él, ni Asher sufran por causa tuya.
—Le juro que jamás ha sido mi intención, todo lo contrario. No sé si Ewart quiera verme, pero hay muchas cosas que necesito decir y estoy seguro de que él se siente de la misma manera. Por favor, solo le pido una oportunidad.
Hubo un momento de silencio. Su mirada se perdió más allá del jardín de narcisos mientras se abrazaba a sí misma. Suspiró y finalmente asintió.
—Bueno, ¿qué se le va a hacer? —susurró—. Adelante, ve con él. Y, por cierto —llamó mi atención—: claro que quiere verte tanto como tú a él.
Asentí agradecido y, tras entrar en la casa, subí las escaleras que conducían a su habitación. Toqué la puerta, pero no hubo respuesta. En cambio, una melodía resonó suavemente en la cercanía, llenando el ambiente de una atmósfera cargada de emociones.
Caminé despacio al lugar de donde provenían las notas y pronto llegué a una habitación con la puerta abierta.
Mi corazón dio un vuelco al ver a Ewart muy concentrado en el piso, sosteniendo una guitarra entre sus brazos. Su labio inferior estaba abierto y su mandíbula ligeramente hinchada.
La canción se detuvo y enseguida levantó la vista hacia mí.
—Dominick... ¿qué haces aquí? Pasa —su tono era calmado, pero su expresión mostraba una sorpresa genuina—. ¿Todo está bien?
—No del todo —dije, entrando en la pequeña habitación que parecía haber tomado de estudio—. ¿Y tú? ¿Qué te pasó?
—Descuida, no es nada —Apartó su rostro y deslizó los dedos por su mandíbula.
—¿Te metiste en una pelea? —pregunté, sorprendido por la idea.
—Algo así. Aunque debo decir que yo no la empecé.
—No te imagino buscando pelea —comenté, observando cómo dejaba la guitarra a un lado y se ponía de pie.
—¿Quieres salir un momento? —propuso.
—Sí, me vendría bien —admití.
Descendimos por las escaleras y nos dirigimos a la salida. Entonces el cielo ya se hallaba un poco más despejado.
Cruzamos la acera, envueltos por el sonido de los insectos tras la lluvia y la luz gris de la mañana.
—Me alegra que hayas venido. Me preocupé cuando no recibiste mis mensajes.
—Es verdad, debería darte mi nuevo número. Perdí mi teléfono otra vez. Me pregunto si será alguna especie de maldición.
Una curva se dibujó en sus labios y el sonido de su risa iluminó todo a nuestro alrededor.
—¿Y qué decían los mensajes? —pregunté.
—Que lamentaba haberme distanciado y que tenía muchas ganas de verte y de hablar contigo. Pero ahora que por fin estás aquí no estoy seguro de por dónde debería comenzar.
—Somos dos. —Hubo un breve momento de silencio mientras ambos procesábamos la situación. Luego, una idea repentina cruzó mi mente— Ah, espera —saqué el cuaderno de dibujos y se lo entregué—. Toma, esto es tuyo.
—En realidad, es un regalo.
—Siendo así, gracias. Te aseguro que lo atesoraré. Por cierto, noté el dibujo de la última página. Eres realmente talentoso —le dije, mientras continuábamos caminando. Cuando llegamos a la esquina, el viento aumentó su intensidad, agitando las hojas secas en el suelo.
—Pensaba hablar contigo ayer, pero no fuiste a clases.
—Estuve fuera por la denuncia contra el profesor James, al fin procedió y puede que le den algunos años en prisión.
Su sonrisa se borró en el momento en que mencioné aquel nombre, incluso para mí era difícil de abordar.
—Ningún castigo sería suficiente para que pague por lo que hizo —pronunció mientras el furor se desbordaba en su rostro—. Lo siento, seguro que no es un tema que quieras tocar.
—Está bien, ignorar las cosas no cambiará el hecho de que pasaron. ¿Y qué hay de ti? También quise buscarte antes, pero no te vi en la escuela.
—Pasé un buen tiempo en algunas sesiones.
—¿Sesiones? —Un silencio precedió a mi siguiente pregunta— ¿Cómo te ha ido con ello?
—Me han cambiado la medicación. Siento que estoy mejor ahora, listo para lidiar con las emociones malas y buenas.
—Me alegro mucho por ti.
A pesar del dolor sordo que resquebrajaba mi corazón, pude sonreír.
—Sabes, a veces siento que eres indescifrable. Tengo que confesarte que me sorprendió verte. Te noto feliz, pero también parece que hay algo más que quieres decir.
Me quedé en silencio un momento antes de atreverme a hablar.
—Yo también quiero confesarte algo —mis palabras se detuvieron cuando el nerviosismo me invadió—. Tenías razón... me gusta Ash.
Sus inquietantes ojos azules brillaron con su característica gentileza, aquella imagen que tiempo atrás me había cautivado.
—Lo sé —respondió con una calma que me desarmó.
Una pregunta temida cruzó mi mente y salió de mis labios temblorosos:
—¿Nos odias por ello?
Sus labios se curvaron en una sonrisa tranquilizadora mientras negaba con la cabeza.
—No, para nada. Conozco a Asher. Sé que puedo confiar en él, y sé que algún día te contará eso de lo que nunca habla con nadie. Y porque lo conozco, sé que eres lo más importante para él.
Sus palabras reconfortaron a mi corazón inseguro. Me sentí abrumado por su comprensión y apoyo.
—Aunque no lo creas, tú también eres importante para él —añadí.
Una pausa cargada de significado nos envolvió, como si ambos entendiéramos la complejidad de lo que estábamos dejando atrás y lo que ahora nos unía.
—No hay una sola forma de amar a alguien —dijo con una sensatez que solo él podía tener.
Contemplé el paisaje, envuelto en una neblina suave, los dientes de león se mecían con delicadeza y fragilidad ante la brisa matutina. Mis dedos se cerraron alrededor de un par de ellos y los extendí frente a Ewart.
—Pide un deseo —sugerí.
Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras tomaba uno de los dientes de león entre sus dedos. Sopló con suavidad, liberando las cipselas que se dispersaron en el aire. Siguiendo su ejemplo, hice lo mismo con el otro.
—¿Qué pediste? —pregunté un instante después.
Ewart suspiro, y su respuesta resonó con un dejo de melancolía.
—El deseo que pedí ya se cumplió hace mucho. Mientras te vea sonreír, no necesito más deseos.
Un suave latido agitó mi pecho, mezcla de nostalgia y una paz inexplicable. La luz del sol brillaba sobre su cabello violáceo, como si el universo quisiera ser testigo de este momento.
Un viento repentino agitó las flores a nuestro alrededor, y sin pensarlo, cerré los ojos y enterré mi rostro en su pecho. Su respiración era suave y acompasada, llenándome de tranquilidad y seguridad.
—¿Y tú? ¿Qué has pedido? —inquirió él.
Me alejé un poco y mi mente se inundó con los tibios recuerdos que no se borrarían: las palabras amables, las sonrisas gentiles y su melodía con la promesa que no podía dejar de escuchar.
—No quiero distanciarnos. ¿Podemos hablar de nuevo? Tal como era antes.
La respuesta llegó en forma de un suave asentimiento, sus ojos transmitieron el deseo mutuo de reconstruir nuestra amistad perdida.
—Todas las veces que lo desees.
Extendí mi mano libre y en cuanto la tomó, las mariposas que invadían mi interior cada vez que lo miraba, abrieron sus alas y se alejaron de su jaula.
Mis dedos tímidamente se abrieron hueco entre los suyos, y con las manos entrelazadas, el universo bailó en nuestra alma. Meciéndome en los sentimientos que brotaban, por fin me sentí libre para amarlo, pero esta vez, de la manera en que siempre debió ser.
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Luego de todo el drama, este capítulo ha sido un respiro para mi almita, amo ver que mis niños encuentren su camino, que sanen uwu
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