🌼Clemátide🌼
Bajo las cambiantes capas de nubes, regresaba a casa con los bolsillos vacíos, desalentado por no haber encontrado los materiales que necesitaba para terminar el proyecto.
Me preguntaba cómo me las arreglaría para completarlo sin ellos. Sin embargo, mi preocupación se vio interrumpida cuando noté un diminuto pájaro rojo saltando en medio del camino. Al verme movió el pico y batió una de sus alas.
—Oh, no —susurré y me acerqué con cuidado para recogerlo—. Estás lastimado, pequeño.
En ese momento, escuché unos pasos acercándose.
—Ash —pronuncié su nombre casi por instinto. Pero al voltear corroboré lo equivocado que estaba. Un hombre de mediana edad nos miró confundido.
—Me parece que no soy a quien esperabas.
—Lamento la confusión —respondí avergonzado.
—Tu amigo está herido —señaló al ave, luego dio una calada a su cigarro y agregó—: ¿Puedo echarle un vistazo?
Lo observé por un momento, y luego asentí, entregándole el ave con algo de recelo. Levantó suavemente una de las alas del animal y asintió.
—Sí, como lo suponía —dijo mientras exhalaba el humo—, bastan cuidados sencillos para curarla. Vivo cerca, así que si quieres, puedes venir a verlo cuando gustes. Aunque, confiar en un extraño no siempre es lo más prudente.
—¿Una persona peligrosa advertiría algo así?
Soltó una pequeña risa, casi como si apreciara mi intento de retarlo.
—Quizás lo haría, si fuera lo bastante astuto. Me llamo Royce, soy veterinario, así que puedes relajarte, él estará bien.
—Royce —repetí—. Me alegra que estuvieras en el momento justo. Yo soy Dominick.
Dio la vuelta y lo seguí de cerca. Mientras avanzamos intenté memorizar el camino de regreso. A medida que continuamos, una sensación de tranquilidad y vacío se apoderaba del entorno, lo cual me inquietaba. Afortunadamente, no tuvimos que caminar mucho antes de que el letrero de la veterinaria se hiciera visible.
Al llegar, nos recibió una chica llamada Lilian, quien tras una breve charla tuvo que retirarse para atender una cirugía, dejándonos a Royce y a mí a solas.
—No tenemos sala de espera —comentó él—, pero si cruzas la puerta está mi casa. Puedes esperar ahí.
—¿Te molesta si veo cómo la curas? El clima hace que muchas aves caigan y se lastimen, me gustaría ayudar si encuentro otra.
Royce asintió, y su mirada se dirigió hacia una jaula que contenía una paloma gris.
—Ella es Rossie —señaló—. Tienes razón en que muchas aves se lastiman. Sin embargo, Rossie ha sido muy valiente y está casi lista para ser liberada.
Me acerqué a la jaula y observé a la paloma con admiración. Su determinación para salvar era inspiradora.
—Rossie y yo hemos tenido suerte de encontrarnos contigo —comenté agradecido.
Él levantó la mirada, con un rostro indescifrable. Asintió y colocó al petirrojo sobre una mesa. Impregnó un hisopo con agua oxigenada y dio toquecitos en la herida para luego aplicar un poco de polvo. El ave se removió, dolorida, así que Royce la sostuvo con cuidado.
Al final, me permitió colaborar en la aplicación de vendajes, guiándome en cada vuelta para asegurarse de que estuvieran correctamente colocados.
—Firme, pero no muy ajustado o le causará problemas en lugar de ayudar —indicó con paciencia.
Una vez que terminamos, su mirada hacia mí parecía llena de satisfacción mientras colocaba con cuidado al ave en una jaula.
—Puedes venir a verla cuando desees.
—¿Tienes algún otro animal en el que pueda ayudar? Después de todo, tú me has ayudado y me gustaría devolver el favor.
Por un momento, pareció reflexionar sobre mi ofrecimiento. Luego, con una sonrisa amable, asintió.
—Hay algunos gatos que requieren atención. También tenemos un cachorro con una pata lastimada que necesita un vendaje similar. Si estás dispuesto, sería de gran ayuda.
Asentí emocionado. La oportunidad de ayudar a los animales me llenaba de satisfacción.
—Por supuesto, estaré encantado de hacerlo.
Mientras trabajaba, el tiempo parecía esfumarse. El sol comenzó a ponerse y los rayos dorados se filtraban a través de las cortinas.
Royce me observó mientras me entregaba una última venda.
—No todos tienen la paciencia y la calma necesarias para tratar con los animales, especialmente en momentos de vulnerabilidad. Aprecio mucho tu ayuda.
Cuando terminé, Lilian ya se había retirado. Aunque estuve a punto de marcharme también, los arañazos en mis manos no pasaron desapercibidos para Royce.
Insistió en atenderlos y así, nos dirigimos a la puerta que mencionó anteriormente. Al cruzarla, ingresamos a una habitación que lucía más pequeña de lo que seguramente era al estar llena de objetos antiguos.
Mientras desinfectaba los rasguños, dejó a la vista la parte dorsal de su mano izquierda, donde se dibujaba un ramo de flores moradas.
—¿Qué clase de flor es?
—Acónitos —pronunció con su voz apagada e inmediatamente cubrió la marca con su mano derecha—. Una de las flores más letales por el veneno que producen.
La mención de la peligrosidad me hizo reflexionar. No tener una marca era mal visto, tener una marca sencilla o difícil de ver era igual a ser rechazado, ¿cómo era vivir con una marca como la de Royce?
—Pero incluso las flores venenosas tienen usos en medicina, ¿no?
—Los acónitos eran usados como un veneno para las flechas de las antiguas civilizaciones. Se utilizaron en la guerra, pero también en el asesinato deliberado.
Comprendí por qué prefería mantener su marca oculta, pero quise asegurarme de que no se sintiera incómodo al respecto.
—Entiendo si prefieres no mostrarla.
—No me importa si es o no observada, es una parte de mí —hubo un instante de silencio y luego volvió a hablar—: ¿Qué hay de ti? ¿Ocultas tu marca porque te avergüenza lo que otros piensen?
Aparté la mirada antes de responder, debatiéndome entre la verdad y una mentira.
—Sí... algo así —me limité a responder.
Terminó su labor de desinfectar y me miró fijamente.
—Eres un desmarcado.
La forma en que lo dijo, como si fuera una verdad inmutable y no una suposición hizo que mi garganta se cerrara. Me sentí expuesto y vulnerable en ese momento.
—¿Cómo lo...?
—No hay nada de malo, también eso es parte de ti.
Luego, tomó asiento en un viejo sofá y me invitó a hacer lo mismo.
—Aunque es una pena luego de ver la cantidad de flores que hay —mencioné al tiempo que sacaba el cuaderno de ilustraciones de Ewart para abrirlo en una página al azar.
—¿Puedo mirar? —Se lo extendí y ante mi asentimiento comenzó a hojearlo—. Es bueno ¿Quién lo ha hecho?
—¿Cómo sabes que no he sido yo? —inquirí recargando el peso sobre el reposabrazos.
—Porque en esta página hay acónitos.
—¿En serio? —Me acerqué y miré de cerca el dibujo con acuarela, las florecillas moradas iguales a su marca y una nota escalofriante: "Ralentiza el corazón. En menos de una hora el acónito puede matarte"—. Es de un amigo.
—Te ha dejado algo importante. Una parte de su alma quizás.
—Si es el caso tal vez debería devolverlo —dije con voz baja y la cabeza inclinada.
—Me pareció que era un regalo, al menos es lo que sugiere la dedicatoria.
Fruncí el ceño, confundido. Lo tomé de regreso y pasé algunas páginas, despacio al principio y luego más rápido hasta que me detuve en un apartado casi al final que no había notado.
Un retrato mío cubierto de flores. Por instinto, extendí los dedos para recorrer los bordes llenos de acuarela. Miré con detenimiento las flores y las letras y sentí ganas de llorar.
—¿Qué se supone que significa? —mi voz salió entrecortada—. Él fue quien cortó los lazos conmigo.
Royce me miró con curiosidad, sus ojos mostraban un brillo de entendimiento. Tras un breve momento, habló nuevamente:
—Si tú hubieras sido quien eligiera, ¿dónde estarías ahora?
La pregunta me golpeó como un viento frío en una noche oscura. Contemplé un instante el cuaderno en mis manos, si fuera por mí seguiría con Ewart, pero ¿de verdad era lo mejor?
—No lo sé. Creo que tenía razón en que no éramos compatibles para una relación, sin embargo, valoraba de verdad pasar tiempo con él y hay muchas cosas que todavía desearía que hiciéramos juntos.
—¿Y hay alguien con quien sientas que eres compatible?
Nuevamente su interrogante me tomó por sorpresa, si no fuera por la manera en que se desenvolvieron las cosas, tal vez habría una respuesta.
—No estoy seguro, esto del amor es complicado y a menudo confuso —me limité a responder.
Royce dejó escapar una suave risa, como si las reflexiones sobre el amor le recordarán experiencias propias.
—Tal vez —susurró, su mirada perdida en algún recuerdo distante—. Pero al final, el amor es algo hermoso.
—Y doloroso —añadí.
—El amor no duele: duele lo que confundimos con amor.
Le miré de reojo: su piel lisa y dorada, su barba descuidada, sus gestos tranquilos. Él parecía ser todo lo que yo no era.
Me incliné contra el respaldo del sofá, y noté el repentino cansancio extremo. Antes de siquiera pretender levantarme, sentí mi cuerpo hundirse en una especie de letargo a medias.
—Parece tarde. ¿En qué momento pasó tanto tiempo? —murmuré en un susurro.
Las últimas sombras que se miraban por la ventana se mezclaron con la oscuridad y la bruma nocturna se movió bajo la luz artificial de un par de faroles.
Royce, con su figura apenas delineada frente a mí, pronunció palabras suaves como un suspiro:
—Descansa, pequeña florecilla.
Sus palabras resonaron en el aire, pero en lugar de encontrar la paz que esperaba, mis ojos lucharon por no cerrarse en un sitio desconocido. Su silueta fue lo último que vi antes de que mis párpados se cerraran, incapaz de mantenerme despierto un instante más.
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¡Se vienen capítulos intensos! Este encuentro va a desatar de todo, así que preparen pañuelos, psicólogo, palomitas y lo que puedan 👀
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